Espacio Abierto Cuaderno Venezolano de Sociología Vol.28 No.1 (enero-marzo, 2019): 123-137


La inmigración española en Venezuela: una experiencia de esfuerzo y trabajo productivo

Catalina Banko*


Resumen

Desde 1939 comenzó a ingresar a Venezuela una numerosa comunidad de inmigrantes españoles, ocupando al inicio en la mayoría de los casos empleos de baja calificación, para ascender luego en sus puestos de trabajo, o bien aventurarse a crear negocios por cuenta propia, muchos de los cuales habrían de convertirse en el transcurso de algunos años en exitosas empresas que han representado un significativo aporte al adelanto de la economía venezolana. Reconstruir el proceso de inserción de los inmigrantes españoles en Venezuela es el objetivo del presente artículo en el que se analizan las políticas de fomento a la inmigración desde la segunda mitad de los años treinta y el desarrollo de las colonias agrícolas y de otras actividades económicas. Finalmente se hace referencia a una serie de casos representativos de este flujo migratorio que permite perfilar una significativa dimensión de la historia empresarial en Venezuela.

 

Palabras clave: Guerra civil; Inmigración española; Venezuela; políticas migratorias; colonias agrícolas; empresarios



Recibido: 12-11-2018 / Aceptado: 05-12-2018

* Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales “Rodolfo Quintero”. Universidad Central. Caracas, Venezuela.


Spanish immigration in Venezuela: an experience of effort and productive work.


Abstract.

Since 1939, a large community of Spanish immigrants began to enter Venezuela, initially occupying in the majority of the cases low-skilled jobs, then moving up in their jobs, or venturing to create businesses on their own, many of which, in the course of some years, they would become successful companies that have represented a significant contribution to the advancement of the Venezuelan economy. Reconstructing the process of insertion of Spanish immigrants in Venezuela is the objective of this article in which the policies of promotion of immigration since the second half of the thirties and the development of agricultural colonies and other economic activities are analyzed. Finally, reference is made to a series of representative cases of this migratory flow that allows to outline a significant dimension of business history in Venezuela.

 

Keywords: Civil war; Spanish immigration; Venezuela; migration policies; agricultural colonies; entrepreneurs


Introducción

Durante el siglo XIX se habían proyectado en Venezuela diversos planes de inmigración que tuvieron escasa repercusión a pesar de los esfuerzos empeñados con tal fin. La situación cambió de manera sustancial a partir de 1936 cuando fue creciendo el interés por fomentar la inmigración, tal como lo reconoció el presidente Eleazar López Contreras al plantear la imperiosa necesidad de poblar el territorio venezolano para lo cual se requería del aporte de inmigrantes que pudieran contribuir a la prosperidad del país. Precisamente en aquel mismo año estalló la Guerra Civil en España que condujo a la emigración de miles de personas que buscaban refugio en el continente americano huyendo de las atrocidades del régimen franquista. Esta fue la primera oleada de inmigrantes españoles cuyas motivaciones para abandonar su tierra eran de carácter político. La segunda oleada se registró a partir de 1948 y obedeció más bien a problemas económicos debido a las penurias que estaba atravesando la población, como consecuencia de la devastación ocasionada por la Guerra Civil.

Desde 1939 comenzó a ingresar a Venezuela una cada vez más numerosa comunidad de inmigrantes españoles, ocupando al principio en la mayoría de los casos empleos de baja calificación, para ascender luego en sus puestos de trabajo, o bien aventurarse


a crear negocios por cuenta propia, muchos de los cuales habrían de convertirse en el transcurso de algunos años en exitosas empresas que han representado un significativo aporte al adelanto de la economía venezolana. Reconstruir el proceso de inserción de los inmigrantes españoles en Venezuela es el objetivo del presente artículo en el que se analizan las políticas de fomento a la inmigración desde la segunda mitad de los años treinta y el desarrollo de las colonias agrícolas y de otras actividades económicas. Finalmente se hace referencia a una serie de casos representativos de este flujo migratorio que permite perfilar una significativa dimensión de la historia empresarial en Venezuela.


Políticas de impulso a la inmigración

Trágicos acontecimientos conmovieron el escenario europeo en el transcurso de la década de los treinta. A la profunda depresión económica se sumó el impetuoso avance de tendencias totalitarias cuya expresión más clara se encontraba en el fascismo y el nazismo. Asimismo, la Unión Soviética estaba en proceso de convertirse en una potencia hegemónica en Europa oriental, y pretendía extender su radio de acción hacia el mundo occidental. Estas corrientes políticas alimentaron y agudizaron las rivalidades y conflictos surgidos en España a raíz de la instauración de la República, contexto en que la agitación política iba cobrando mayor intensidad día tras día hasta desembocar en la Guerra Civil que estalló en 1936, a cuyo término se entronizó un régimen dictatorial que permaneció en el poder a lo largo de más de tres décadas.

A la destrucción material como consecuencia de la contienda y a los obstáculos para reconstruir la economía española debido a la Segunda Guerra Mundial, se sumó en los años de la posguerra la decisión de las naciones europeas y de los Estados Unidos de declarar un bloqueo a esa nación que se hallaba sometida a la tiranía franquista. La consecuencia fue el agravamiento de la escasez y de la miseria, que empujó a miles y miles de españoles a buscar nuevos horizontes para recomenzar sus vidas. El continente americano ofrecía por entonces muchas posibilidades para esa población que ansiaba obtener un trabajo productivo y consolidar lazos familiares.

Entre tanto, Venezuela se hallaba en plena transición política después de la conclusión de 27 años de la dictadura de Juan Vicente Gómez. En medio de este ambiente en el que se respiraban aires de renovación se comenzaron a diseñar proyectos enfilados al desarrollo de la agricultura e industria con miras a materializar la modernización económica e institucional.

La mayor preocupación de Alberto Adriani, a cargo en los primeros meses de 1936 del Ministerio de Agricultura y Cría y luego del despacho de Hacienda, estaba dirigida al logro de la expansión de la agricultura y el ingreso de inmigrantes para emprender labores productivas en el país (Adriani, 1998). En ese vasto territorio era necesario disponer de mano de obra apta para dedicarse a la agricultura. Un importante hito fue la creación en 1936 de la colonia agrícola Mendoza, ubicada en las cercanías de Ocumare del Tuy (Miranda), en la que se alojaron al año siguiente alrededor de 30 familias españolas (Ministerio Agricultura y Cría, 1937).


Arturo Uslar Pietri calificó de crucial el tema de la inmigración si se pretendía impulsar la agricultura, la cual se hallaba en estado de postración como consecuencia de los efectos de la gran depresión y también de las deficiencias estructurales originadas en su mayor parte en problemas provenientes de la anterior centuria. En opinión de Uslar, Venezuela tenía escasa población en una dilatada superficie y, como agravante, carecía de vías de comunicación, su mercado era estrecho e insuficiente la mano de obra (Uslar, 1937). Por tanto, el fomento de la inmigración requería de planes precisos para definir la forma en que habría de atraerse esa población y su progresiva integración a la vida nacional. Una prioridad consistía en organizar pequeños fundos agrícolas, iniciativa que tendría gran utilidad para la creación de una riqueza “permanente” que podría sustituir en el futuro el papel central del petróleo. Los programas de inmigración debían formar parte de un vasto plan de transformación de la economía nacional que exigía un estudio y selección del tipo de inmigración más adecuado y la elaboración de un inventario de las zonas y tierras aptas para la agricultura, las condiciones del suelo, el clima, los mercados y los posibles cultivos. Otro aspecto de gran relevancia estaba vinculado con la inserción de los inmigrantes, a cuyo efecto era menester prever su residencia provisoria en un hotel, para luego trasladarlos a las colonias agrícolas y velar por la dotación de implementos, semillas, tierras, vivienda, asistencia técnica y auxilio crediticio. Todos estos puntos fueron planteados por Arturo Uslar Pietri como parte de su famosa idea de “sembrar el petróleo (Uslar, 1937).


La colonización agrícola en marcha

En el marco de los planes trazados a partir de 1936, se sucedieron importantes reformas institucionales. El 26 de agosto de 1938 se decretó la fundación del Instituto Técnico de Inmigración y Colonización (ITIC), dirigido entre marzo y julio de 1939 por Arturo Uslar Pietri.

En el decreto de creación del ITIC se indicó que su misión consistía en la implantación de colonias agrícolas mediante la adquisición de terrenos de propiedad particular en determinadas regiones. Con esa finalidad, el Instituto debía diseñar un plan general de colonización garantizando la máxima eficiencia en la explotación y parcelación de las tierras disponibles, con el objetivo de obtener elevados rendimientos tomando en cuenta las condiciones del suelo, la capacidad de trabajo de las familias allí asentadas y el capital que las mismas pudieran poseer u obtener (Ministerio Agricultura y Cría, 1938: 40-44).

En el decreto reglamentario del ITIC se precisó el objetivo de instalar planteles para la capacitación profesional y organizar explotaciones rurales de extensión media como “centros de educación y emancipación del trabajador agrícola” (Ministerio Agricultura y Cría, 1938: 46-47). Se trataba de una iniciativa que propugnaba la modalidad de inmigración “dirigida”, tal como lo había recomendado Arturo Uslar Pietri.

En 1937, el Ministerio de Agricultura y Cría compró en el valle de Chirgua (Carabobo) 2.800 hectáreas que serían destinadas a formar una colonia modelo. El sitio tenía larga tradición, ya que había pertenecido a una familia emparentada con Simón Bolívar. Allí existió en tiempos coloniales una hacienda de caña con trapiche, que en décadas posteriores fue ocupada por una finca cafetalera (Ministerio Agricultura y Cría, 1938: 46-47). La


colonia se inició con la construcción de 100 casas y la instalación de los correspondientes servicios básicos. En 1938 se realizó la selección de 75 familias suizas y danesas, de las que solamente llegaron 48 familias de esta última nacionalidad, aunque entre marzo y junio del año siguiente la mayoría de los pobladores de ese origen fue reembarcada hacia su país de origen. En dicha colonia habitaban a inicios de los años cuarenta, alrededor de 350 personas agrupadas en 35 familias españolas, 20 venezolanas, 8 danesas, 4 portuguesas y una cubana (Márquez Sureda y Martín Frechilla, 2002: 160-161).

En el estado Portuguesa se estableció en 1939 la colonia Guanare, en la que se residenciaron en un primer momento inmigrantes de origen portugués, y más tarde 12 familias españolas. En el estado Táchira se instaló en 1940 la Colonia Rubio con 40 familias españolas y en ese mismo año la colonia La Guayabita en Turmero (Aragua), donde se alojaron 7 familias de la misma procedencia (Ministerio Agricultura y Cría, 1941 y 1942).

En ese tiempo surgió gran interés por recibir inmigrantes vascos tomando en consideración que se trataría de profesionales que podrían contribuir al desarrollo venezolano. Una de las voces más contundentes en favor de los vascos fue la de Simón Gonzalo Salas, quien redactó en 1938 un folleto manifestando su respaldo a esos inmigrantes. Consideró que en aquel momento había en Francia alrededor de 80.000 vascos exiliados que estaban aguardando por una autorización para trasladarse a Venezuela. En el folleto asumió la defensa de los vascos que habían sido descalificados por sus opiniones políticas. Al respecto, planteó que no tenían ideas extremistas y que no significarían ninguna amenaza para Venezuela porque eran “huérfanos de su propia Patria”, por hallarse en el exilio en Francia tras haber luchado por la causa republicana (Salas, 1938: 15-18). Esta posición fue compartida por Uslar Pietri, quien también apoyó las negociaciones entabladas para la entrada de vascos al país (Díaz Peña, 2007: 18).

La legación de Venezuela en Francia, desde 1938, se ocupó de establecer acuerdos para admitir el ingreso de refugiados vascos, de manera especial si estaban ligados a la construcción. Precisamente, en marzo de 1939 fue firmado un acuerdo con el gobierno de Euskadi, exiliado en Francia y controlado por el Partido Nacionalista Vasco, por el que se autorizaba el traslado de un grupo a Venezuela, cuyos integrantes recibirían contratos de trabajo (Márquez Sureda y Martín Frechilla, 2002: 38-39). A mediados de aquel año se concertó el viaje de 274 refugiados, entre quienes destacaban profesionales universitarios, constructores, proyectistas y dibujantes (Martín Frechilla, 1998: 230-235).

A pesar de que el tráfico marítimo sufrió una virtual paralización en los años de la guerra, según los datos ministeriales, la inmigración espontánea se incrementó en 38% entre 1939 y 1940 y la inmigración “dirigida” registró un aumento del 61% en esos mismos años. Entre los recién llegados en 1940, el 34% estaba compuesto por agricultores, el 24% por profesiones liberales y el 42% por obreros especializados (Ministerio Agricultura y Cría, 1940: CXVI y CXVII).

En marzo de 1940 fue enviado un comisionado a Europa para llevar a cabo los arreglos para un posible traslado de 1.812 inmigrantes vascos, quienes ya habían obtenido autorización para el visado de sus pasaportes en los consulados de Burdeos y Marsella, y estaban aguardando por una ocasión favorable para embarcarse rumbo a Venezuela. En


el acuerdo se estipulaba que los aspirantes debían tener “profesiones u oficios útiles” y se otorgaría además preferencia a aquellos que trajeran algún capital para dar comienzo a sus actividades en el país: agricultores, obreros calificados, pescadores, técnicos, artesanos, agrónomos e ingenieros (Ministerio Agricultura y Cría, 1940: CXVI y CXVII).

Un interesante indicador es el desembarco en La Guaira de 145 refugiados españoles, que en un principio habían optado por la República Dominicana, pero luego solicitaron su traslado a Venezuela. Este grupo arribó bajo el patrocinio del ITIC, institución que financió su traslado y 15 días de alojamiento. Había además un numeroso grupo de españoles que estaban esperando en Europa para dirigirse a Venezuela (Ministerio Agricultura y Cría, 1944).

A pesar de las dificultades ocasionadas por la guerra, entre 1944 y 1945, la Cancillería venezolana junto al Servicio de Emigración de la República Española (SERE) y la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE) intensificó sus acciones para la recepción de refugiados de esa nacionalidad que se hallaban en Burdeos, Marsella y Casablanca (Márquez Sureda y Martín Frechilla, 2002: 39).

Al terminar la contienda, el panorama europeo era dantesco. Más de 40 millones de muertos y regiones completamente devastadas revelaban los horrores de la tragedia que se estaba padeciendo. Multitudes intentaban abandonar el territorio europeo buscando refugio en el continente americano. En el caso de los españoles, ese drama se había iniciado en 1939 ante las ejecuciones, detenciones y persecuciones del gobierno de Francisco Franco. En 1946 se anunció en Venezuela la inminente llegada de numerosos inmigrantes vascos desde Francia, donde se encontraban en calidad de exiliados. Al respecto se comentó en un artículo publicado en el Boletín de la Cámara de Comercio de Caracas, que en aquellas circunstancias quien pensaba en emigrar ya no era el “carente de trabajo, ni el segundón de familia, ni el fracasado en la vida”, sino hombres consagrados al trabajo, “sorprendidos por la terrible crisis política que ha trastornado a España”. Tomando en cuenta las cualidades de la población vasca en materia laboral, se aguardaba en Venezuela que el gobierno autorizara el viaje de los vascos allí refugiados. Se estimaba que estos inmigrantes podían contribuir a la economía venezolana con ocupaciones útiles, como agricultores, pescadores, industriales, técnicos, especialistas en metalurgia, entre otras (BCCC, 12.1946).

En la medida en que el movimiento migratorio se fue haciendo más nutrido, el ITIC fue perfeccionando su estructura organizativa. Hasta el primer semestre de 1947 se había alojado a los inmigrantes en hoteles particulares, pero para reducir ese costo y mejorar el sistema de control se arrendó un edificio de cinco pisos en Guarataro, que se convirtió en el Hotel de Inmigrantes con capacidad para atender 450 personas, contando además con la prestación de servicios médicos y sociales.

Debido a la entrada de contingentes más numerosos fue necesario habilitar el Centro de Recepción de Inmigrantes en Sarría (Caracas), que constaba de 18 barracas acondicionadas, a las que luego se agregaron otras siete. También se instaló un centro de recepción en El Trompillo (Güigüe, Carabobo) que empezó a operar en setiembre de 1947,


usando las viviendas y oficinas de una antigua hacienda, sitio que podía albergar alrededor

de 2.500 personas (Ministerio Agricultura y Cría, 1947).

El ITIC también se hizo cargo de la formación de los recién llegados mediante talleres de carpintería y mecánica, escuelas artesanales y una unidad experimental agrícola. Paralelamente se establecieron otros centros más pequeños como el de San Pedro de los Altos, el Ingenio Bolívar en Aragua y San Felipe en Yaracuy.

Para conocer las características de los refugiados en cuanto a sus ocupaciones, resulta de utilidad examinar un aviso publicado en diciembre de 1946, donde aparecía un listado en el que constaban los servicios ofrecidos por los inmigrantes que aún se encontraban en los centros de recepción. Se trataba de 75 adultos con las siguientes ocupaciones: 13 con oficios domésticos, 10 mecánicos, 5 obreros, 5 modistas, 5 fabricantes, 4 sastres, 3 electricistas, 3

albañiles, 3 maestros de enseñanza primaria, 3 oficinistas, 3 peluqueros, 3 mecanógrafos,

2 médicos, 2 enfermeras, 2 tipógrafos, 2 agricultores, 1 zapatero, 1 panadero, 1 profesor de música, 1 ebanista, 1 lapidario de piedras preciosas, 1 dibujante y 1 chofer. Destacan en este listado los profesionales de la medicina, las enfermeras, los maestros y buen número de trabajadores especializados, mientras que llama la atención la presencia de solo dos agricultores (BCCC, 12.1946). En aquella coyuntura era muy importante para Venezuela disponer de mano de obra capacitada para encarar las transformaciones económicas y sociales de la nación. Precisamente, sanear, educar y poblar fue la consigna lanzada por el gobierno desde 1936.


Expansión de la agricultura y del comercio

El Nuevo Ideal Nacional fue la denominación recibida por la doctrina del régimen perezjimenista, en la que se enfatizaba la promoción del poblamiento mediante inmigrantes que podrían contribuir con el propósito de “mejorar” el componente étnico de la población y dar su aporte para el crecimiento de la producción. Por entonces, Venezuela se caracterizaba por la prosperidad de su economía gracias a la explotación petrolera en expansión. En estas circunstancias se aplicó la denominada política de “puertas abiertas” lo que incentivó el aumento en el número de ingresos, generalmente de familias completas que aspiraban obtener rápidamente empleo y estabilidad económica (González Fernandez, 2005: 51). Una vez que fue eliminado el ITIC en 1949, sus funciones fueron traspasadas al Instituto Agrario Nacional (IAN), al tiempo que el Ministerio de Relaciones Interiores y la Dirección de Identificación y Extranjería (DIEX) pasaron a ser las instituciones encargadas de la atención de la corriente migratoria. Con ello, el Ministerio de Agricultura y Cría dejó de tener participación en ese proceso (Pellegrino, 1989: 199).

En la medida en que ya no había restricciones para la inmigración, se incrementó de modo sustantivo el ingreso de españoles, principalmente los procedentes de las Islas Canarias y de Galicia. Para los isleños, Venezuela constituía un destino atractivo por la posibilidad de practicar actividades agrícolas, al igual que en su terruño, a lo que se unía cierta semejanza en las condiciones climáticas. Una importante proporción de los canarios entró al país sin visa debido a que no poseían recursos para adquirir un pasaje marítimo o asumir el costo de las tramitaciones, por lo que se embarcaban en navíos clandestinos,


denominados “barcos fantasma” (Berglund y Hernández, 1985: 48-53). Tal fue el grado de interés que despertaba Venezuela que, en 1952, aparte de la misión de inmigración que se mantenía en Madrid, el gobierno venezolano decidió establecer otra oficina en Santa Cruz de Tenerife, para facilitar las gestiones consulares a los habitantes de las Islas Canarias (Ministerio Agricultura y Cría, 1952).

La Colonia Chirgua se constituyó en una interesante experiencia con la incorporación de un grupo de vascos a esa unidad productiva. La tramitación fue realizada de manera directa por Luis Rodríguez Azpúrua, vicepresidente del IAN, quien se ocupó de organizar en 1950 el traslado de ocho familias desde el valle de Arratia (Euskadi) hasta Puerto Cabello. Después de su alojamiento en el centro de recepción de El Trompillo, los vascos fueron llevados a Chirgua, donde se llevó a cabo el proceso de adjudicación de las parcelas. Los costos del pasaje fueron pagados con la primera cosecha, mientras que se admitió un plazo de financiamiento de 25 años para la parcela y la casa. El principal cultivo de esta colonia fue la papa, complementada luego con la cría de aves (Díaz Peña, 2007: 20-25).

Por entonces, la Colonia Turén (Portuguesa) fue una especie de emblema de la política agrícola del régimen perezjimenista, en la que se llevaron a la práctica varios planes para acrecentar los cultivos destinados al consumo nacional. A tal efecto se realizaron allí cuantiosas inversiones en obras de infraestructura agrícola y se otorgó asistencia técnica y financiamiento a los parceleros. En 1953, se disponía en Turén de 17.333 hectáreas parceladas, con cultivos de maíz, papa, arroz, caraota y frijol. Los extranjeros que allí se encontraban constituían el 41% del total, entre los cuales los inmigrantes españoles representaban una alta proporción (Castillo, 1985: 135-136).

Los pobladores de origen canario trasladaron parte de su tradición agrícola a tierras venezolanas e impulsaron diversos cultivos, especialmente papa y hortalizas, en los estados Miranda, Aragua, Carabobo, Yaracuy y Lara, que luego se difundieron a Pregonero (Táchira), Valle Grande, Santo Domingo, Pueblo Llano (Mérida) y Tuñame (Trujillo) (Velázquez, 2001). Estas labores formaban parte de los planes sectoriales trazados para el fomento de la agricultura que se tradujeron en la construcción de obras de infraestructura para el riego y la vialidad, y también en la concesión de créditos y asistencia técnica. La presencia activa de los inmigrantes hizo posible la ampliación de las áreas cultivadas mediante el aprovechamiento de las tierras bajas.

El florecimiento de la agricultura estaba sustentado en la aplicación de técnicas y conocimientos que traían los isleños. De este modo se fueron imponiendo nuevas prácticas que aseguraban mayor rendimiento mediante el uso de semillas certificadas de papas y hortalizas, el empleo de insumos como fertilizantes, herbicidas e insecticidas, así como también del riego con bombas hidráulicas (Velázquez, 2001).

De tal manera fue posible incrementar de manera considerable la producción de rubros agrícolas destinados al mercado nacional, que se hallaba en pleno auge gracias al proceso de urbanización y a los cambios de los hábitos y patrones culturales en cuanto a la alimentación. Paralelamente se fue conformando el desarrollo de sistemas de transporte y comercialización, además de suministros de semillas, insumos, herramientas y equipos, por lo cual en algunos núcleos urbanos en las inmediaciones de las zonas agrícolas se


fueron radicando compañías dedicadas a la venta de esos rubros. En suma, la agricultura y las redes comerciales conexas, tanto minoristas como mayoristas, registraron un pronunciado desarrollo, en el que los canarios tuvieron papel protagónico, permitiendo elevar la capacidad de abastecimiento para la población urbana en constante ascenso. Los nuevos centros de distribución, como Quinta Crespo (1951), Mercado Mayor de Coche (1951) y Guaicaipuro (1953), con destacada participación de inmigrantes españoles, constituyen un buen ejemplo de esa dinámica. Los agricultores canarios vendían sus productos en el Mercado Mayor de Coche a la firma Codipasa, que pertenecía también a inmigrantes españoles (Velázquez, 2001).

A partir de los años sesenta, el flujo migratorio se fue deteniendo en la medida en que la situación económica de España logró cierta estabilidad, después que los Estados Unidos y algunas naciones europeas restablecieron relaciones con España, dando así por terminado el bloqueo que se había declarado en la posguerra. Paralelamente, la política de inmigración en Venezuela sufrió un giro radical con las restricciones impuestas a la entrada de extranjeros mediante el requisito de presentación de solicitudes formales por parte de familiares. En 1960, los servicios de inmigración quedaron adscritos al Ministerio de Agricultura y Cría, ya que el IAN pasó a tener nuevas responsabilidades con la promulgación de la Ley de Reforma Agraria..


Algunos casos representativos de empresarios españoles

Es indudable la relevancia de la industria por su capacidad de generar empleo y ensanchar el mercado interno, factores que contribuyeron a la dinamización de otros sectores económicos e hicieron posible la diversificación productiva. Múltiples han sido los proyectos industriales que se pusieron en práctica a partir de los años cuarenta en el contexto del incremento de los ingresos fiscales derivados de la explotación petrolera que permitió la ampliación del gasto público. Al campo industrial pertenecen numerosas empresas que fueron promovidas por inmigrantes españoles y que abarcan distintas ramas: alimentos, metalurgia, química, imprentas y calzado, entre otras.

Un caso emblemático fue el de Juan Puig Canals, proveniente de Mallorca, quien se residenció en Caracas en la primera década del siglo XX, donde estableció varias empresas dedicadas a la elaboración de pastas, chocolates y caramelos, hasta fundar en 1911 la fábrica de Galletas Puig, que actualmente posee modernas plantas procesadoras en Los Cortijos (Caracas), Cagua y Las Tejerías (Aragua).

Otro caso interesante es el de Modesto Lucas, nacido en 1882 en la provincia de Valladolid. Después de transitar por Argentina y Estados Unidos, decidió trasladarse a Caracas donde compró un taller de calzado que ya estaba en marcha, formando una empresa típicamente familiar. Fundó luego dos fábricas más, que en 1948 fueron registradas bajo la razón social de Calzados Lucas, firma que siguió ampliándose hasta contar con 18 sucursales en todo el país, con exportaciones dirigidas a Curazao, Puerto Rico y Nueva York (Lucas, 2015: 174-193).

Juan Francisco Hernández, oriundo de Salamanca y médico de profesión, se trasladó a Venezuela, donde se dedicó al ejercicio de la medicina y a los negocios de la


construcción, hasta que junto a su hijo Juan Francisco Hernández Bruzual, ingeniero civil, decidió centrar su atención en la industrialización del cacao. De allí surgió la idea de crear en 2007 la empresa Cacao Real, ubicada en Guatire, en la que se elaboran manteca, licor y polvo de cacao, suministros básicos para la industria chocolatera. La empresa ocupa en la actualidad alrededor de un centenar de trabajadores.

En los años cincuenta arribó a Venezuela desde Tenerife, Álvaro Gorrín Ramos. Si bien su oficio era el de zapatero, abrió un restaurant en Catia y poco después adquirió su primera panadería en Caracas que recibió la denominación de Don Pan. En la medida en que el negocio fue prosperando, fueron inaugurados otros locales en Caracas y en el exterior. Gorrín Ramos fue presidente de la Federación Venezolana de Industriales de la Panificación.

Procedente de Alcorisa (Teruel-Aragón), José María Ariño Espada desembarcó en La Guaira en marzo de 1950. Aspecto destacado de su larga trayectoria en el mundo de los negocios fue la fundación de la conocida firma Sotelo & Ariño, fabricante de carrocerías para vehículos de transporte, especialmente autobuses, que está ubicada en Tejerías (estado Aragua)1.

José Ramón Rodríguez Leivas, proveniente de Lugo (Galicia), ingresó al país en los años cincuenta. Primero fue mesonero y luego trabajó en la compañía encargada de la distribución de las publicaciones Capriles. Es propietario de la empresa de fabricación de perfiles de aluminio: S. A. Distribuidora de Aluminio. Fue presidente de la Asociación de Empresarios Gallegos y presidente del Banco Galicia.

Jorge Pieza Miralles es de origen asturiano. Sus primeras labores se llevaron a cabo en el ámbito rural. Con posterioridad, junto a otros socios, constituyó la compañía Eléctricos Industriales de Oriente, Elidor, empresa localizada en El Tigre (Anzoátegui) y especializada en materiales y equipos eléctricos, importante suministro para la industria petrolera2.

Oriundos de Barcelona, Jorge y Carlos Cahíz Puigdollers formaron en 1956 una empresa denominada Cahíz Hermanos, que se inició como una pequeña fábrica de cuadernos, marca Alpes, ubicada en un reducido local en el sector Santa Rosa de Valencia. Una innovación de la firma fue la incorporación de espirales de metal a los cuadernos, hecho que dio gran impulso a las ventas de la empresa, la cual posteriormente se trasladó a la zona industrial de la misma ciudad.

La conocida Charcutería La Montserratina, así llamada en homenaje a la Patrona de Cataluña, fue fundada por Juan y María Berenguer, originarios de esa región. Empezaron elaborando la típica salchicha catalana que era muy solicitada por la comunidad española residente en Caracas. Luego instalaron un pequeño local en el mercado de San Martín que, con la expansión de la clientela, se convirtió en 1949 en la empresa La Montserratina,


  1. http://www.cronicasdelaemigracion.com/articulo/cronicas/cre-venezuela-homenajeo-ex-presidente- jose-maria-arino-espada/20091123130307018074.html. Consulta 05.07.2017. Algunos datos pueden ser extraídos de Crónicas de la emigración, portal de noticias sobre los españoles en el mundo.

  2. Entrevista a Richard Barreiro y Olmedo, 11.07.2017.


    localizada en San Agustín, en la que se preparaba butifarra catalana, salchichas y morcillas. Con los años, la firma extendió su radio de acción y construyó en 1970 una fábrica en Las Tejerías, que se amplió veinte años más tarde.

    En los años de la posguerra emigraron a Venezuela desde las Islas Canarias: Valentín Bermúdez Casquero, Honorio Díaz Vásquez y Rocío Díaz de Bermúdez. En 1952 se reunieron para formar un pequeño emprendimiento en un garaje de Santa Rosalía (Caracas) en el que realizaban la compra y venta de especias, condimentos y granos que eran empaquetados artesanalmente. En la medida en que el negocio se fue ensanchando, constituyeron en 1957 de manera formal la empresa que fue el origen de Industrias Iberia, constituida como tal en 1964, en la que también se elaboraban caldos, salsas, aderezos e infusiones con las marcas Iberia y Olympia.

    También citaremos el caso de Segundo Torres García, isleño, quien estableció en 1967 Alimentos Indaeca, fábrica de condimentos, especias y salsas con la marca Macarena. La empresa actualmente está localizada en la zona industrial San Vicente de Maracay (Aragua).

    Otra faceta de interés está constituida por la contribución de los vascos en el campo de la construcción. Rafael Bergamín, oriundo de Málaga, formó parte del contingente de refugiados vascos que arribó a Venezuela en 1939. Una vez residenciado en Caracas, se dedicó a la profesión de arquitecto después de haber revalidado su título en la Universidad Central de Venezuela. Junto a los ingenieros Rafael Velutini y José María Manrique fundó una compañía para realizar proyectos y construcciones, bajo la denominación de Velutini y Bergamín, que tuvo participación en el proyecto del Bloque 3 de El Silencio. La firma alcanzó gran notoriedad, como se infiere de la cuantía de obras terminadas: 58 casas- quinta, 70 edificios de apartamentos, oficinas y comercios, 12 edificios industriales, 12 cines, 8 bancos y 3 urbanizaciones (Calvo Albizu, 2007: 461-462).

    Por su parte, Miguel Salvador Cordón ingresó al país en 1939, donde se desempeñó como dibujante y constructor, trabajando al principio en la oficina del arquitecto Lucio Baldó, para luego constituir una sociedad independiente. Su primer edificio de apartamentos fue Eguski en Los Caobos y posteriormente el Centro Vasco en El Paraíso, inaugurado en 1942, además de gran número de quintas en Las Mercedes (Martín Frechilla, 2004: 257-258).

    En el sector de los servicios, destacan algunas figuras como Francisco Rodríguez Sobral, natural de Pontevedra (Galicia). Al llegar a Caracas, trabajó como mesonero en agencias de festejos, pero como la mayoría de los inmigrantes españoles ansiaba conducir su propia empresa. Dio el primer paso con la elaboración de pasapalos y comidas para celebraciones, que eran preparados por su esposa Berta, de manera que su cartera de clientes se fue ampliando cada vez más. Después de reunir suficiente capital estableció la reconocida firma Festejos MAR, más conocida como Quinta La Esmeralda.

    También en el área de las empresas de festejos, sobresale José Rodríguez Álvarez, oriundo de Grou (Lobios, municipio ourensano). Arribó a Venezuela en 1978, tiempo en el que reinaba todavía la bonanza petrolera. En Caracas se empleó como mesonero en un restaurante, y luego como empleado y encargado de relaciones públicas en Festejos MAR, que fue el primer peldaño de su carrera, hasta que decidió trabajar por su cuenta, para lo cual se trasladó a Valencia. Con base en la experiencia adquirida organizó su propia


    empresa: Festejos Río, con gran prestigio en la sociedad carabobeña. En los últimos años sus inversiones se ensancharon con su participación como socio en la construcción del Hotel Hesperia WTC de Valencia y diversas inversiones en el estado Carabobo3.

    Desde los años cincuenta se llevó a cabo un proceso de expansión de la agricultura desde la región central del país hasta la región andina, contexto en el que se inscribe la trayectoria de Alejo Hernández Acosta. Nació en La Palma (Islas Canarias) en 1945 y llegó a Venezuela en 1960. Después de laborar en una finca de San Felipe, se dirigió a Quíbor donde trabajó en el mantenimiento de maquinaria pesada. En esa misma década fundó El Tunal (Quíbor), una finca de 10 hectáreas dedicada a la producción de cebolla, tomate y pimentón, que fue el inicio de una moderna empresa conocida como Organización El Tunal, complejo agroindustrial en el que se combinan algunos cultivos, con la producción de leche, huevos, alimentos concentrados y cría de ganado Carora, Holstein y Girolando (El Informador, Barquisimeto, 04.12.2010).

    En ese mismo cuadro de desarrollo agrícola en la región centro-occidental del país sobresale la figura de Enrique Fraga Afonso. Emigró desde Tenerife (Islas Canarias) en 1955 a El Tocuyo (Lara) donde puso en marcha un pequeño local de venta de semillas de cebolla que fue prosperando gracias a la expansión agrícola de aquellos años. Junto a otros cuatro socios también canarios, inauguró en 1958 la empresa Agroisleña en Palo Negro (Aragua). En el transcurso de unos años, la firma fue ensanchando sus negocios al incorporar la distribución y venta de fertilizantes, herbicidas, insecticidas y en general insumos para las actividades agropecuarias, a lo que se agregó el financiamiento, asesoría y asistencia técnica para los productores. En 2010, la empresa fue expropiada por el gobierno nacional, pasando a denominarse Agropatria.

    En el ámbito comercial haremos referencia a algunos casos representativos. Serafín y Manuel García decidieron abandonar la isla La Gomera en los años cincuenta y dirigirse a Venezuela. Al principio trabajaron como repartidores de mercancías en el Mercado Municipal de San Félix. Paralelamente, la economía regional adquirió gran dinamismo gracias a la multiplicidad de empresas creadas por la Corporación Venezolana de Guayana, en las áreas de electricidad, hierro, acero y aluminio, todo lo cual generó una elevada demanda de variedad de artículos. De este modo, la distribución de alimentos se transformó en un sector que presentaba amplias oportunidades, como puede apreciarse con los éxitos logrados por las empresas del Complejo García Hermanos: Víveres Ordaz (equipos y accesorios para la industria de alimentos), Frigoríficos Ordaz S. A. (Friosa, distribución de productos refrigerados y congelados), Delicatesses La Fuente, Hipermercados Koma y Alimentos Frisa. Su radio de acción estaba en Puerto Ordaz, Ciudad Bolívar y otras importantes ciudades del estado Bolívar. También poseían inversiones en el ramo hotelero y de restaurantes.


  3. Javier de Francisco en: http://ourensemigrante.es/america/88-jose-rodriguez-alvarez-venezuela.html. Consulta 08.07.2017.


Otra conocida cadena de supermercados fue creada por un inmigrante canario José Suárez Meneses. Empezó con Plásticos Suárez, firma encargada de la venta de bolsas plásticas y artículos de limpieza que funcionaba en el garaje de una casa ubicada en Alto Prado. Con posterioridad, se fueron ampliando los espacios hasta que en 1998 fue inaugurado el primer supermercado bajo la razón social de Plansuárez en La Trinidad (Caracas). En 2003 se abrió una sucursal en Caurimare y cinco años más tarde otra en La Urbina, esta última en la categoría de hipermercado, en el que además de los rubros de alimentos, se ofrecen electrodomésticos, juguetes, piñatería, ferretería y farmacia.

En el campo bancario sobresale José María Nogueroles, procedente de Barcelona. Se residenció en Venezuela desde 1954 donde emprendió su carrera en el campo de las finanzas. Cuando comenzó a trabajar en el Banco Provincial, esta entidad era todavía de reducidas dimensiones. Su expansión se produjo a partir de 1984 gracias a las iniciativas renovadoras de Nogueroles, quien asumió la presidencia del instituto entre 1993 y 1997, año en que el Banco Provincial fue comprado por el BBVA.

El campo de la cinematografía ha contado con el aporte de Ernesto de Oteyza, nacido en Madrid en 1917. Se encontraba estudiando Derecho en Madrid cuando estalló la Guerra Civil. Pudo salir de España a través de Marsella gracias a la ayuda prestada por el cónsul cubano en Madrid. Una vez en La Habana logró acumular una extensa experiencia en radiofonía y prensa. En 1944, con ocasión de la Serie del Caribe fue enviado a Caracas, donde ya su padre se había desempeñado como cónsul de la República Española entre 1934 y 1936. A raíz de un terrible ciclón que tuvo efectos devastadores en La Habana, decidió radicarse con su esposa e hijos en Caracas. Al año siguiente, Oteyza empezó a trabajar en ARS Publicidad. En 1958 participó en la fundación de CINESA, especializada en la producción de comerciales, documentales y contenidos digitales. En los años setenta se incorporó a la sociedad de Bolívar Films, que fue establecida en 1940 por Luis Guillermo Villegas Blanco, empresa que producía cortos y largometrajes, audiovisuales y programas para televisión (Arraiz Lucca, 2006: 23-28).

Horacio Serrano nació en la capital española en 1930. Se graduó en la carrera de Medicina en la Universidad de Madrid. En 1953 emigró a Venezuela, donde revalidó su título, lo que le permitió ejercer como médico en la Clínica Sanatrix, ubicada en aquella época en La Florida. Junto a otros cuatro médicos de nacionalidad italiana, fundó en 1961 la conocida Policlínica Las Mercedes (Figueredo, 2015).

Tras esta breve descripción de algunas de las numerosas empresas fundadas por españoles, debemos subrayar la variedad de actividades en las que estos empeñaron sus esfuerzos, tanto en la agricultura, como en la construcción, el comercio, la industria, las finanzas y la cinematografía, entre otros.


A manera de conclusión

La grave situación que estaba atravesando España a raíz de la Guerra Civil coincidió con una etapa de profundas transformaciones en la sociedad venezolana, una de cuyas expresiones fue la adopción de políticas activas para la atracción de población extranjera. De este modo, la inmigración pasó a ser una estrategia fundamental dirigida a lograr la


incorporación de mano de obra y conocimiento técnico para el progreso de la agricultura y la industria. Asimismo, se esperaba el ingreso de profesionales y trabajadores especializados que pudieran contribuir al desarrollo de obras de infraestructura y construcción, y también al avance de la educación y sanidad. Precisamente, la inmigración “dirigida” o selectiva se nutrió en una primera etapa de los miles de refugiados españoles que intentaban abandonar Europa.

La situación cambió en la década siguiente, cuando se puso en práctica la política de “puertas abiertas” para los inmigrantes, con lo que se incrementó el número de ingresos, principalmente de pobladores provenientes de las Islas Canarias y Galicia, forzados a abandonar su tierra por causas económicas. Si bien, el mayor porcentaje de esta corriente migratoria tendió a permanecer en los centros urbanos, otra significativa proporción se dirigió al interior de la república, donde establecieron explotaciones agrícolas que redundaron en la renovación de métodos y técnicas de cultivo. Como parte de un proceso más amplio, junto a la actividad agrícola se fue desenvolviendo un moderno sistema comercial para la distribución de los productos del campo, que dio lugar a una extensa red que permitió enlazar espacios regionales, antes desarticulados, y satisfacer la demanda de alimentos. Mientras el mayor rendimiento de la agricultura y la creciente eficiencia del comercio y los servicios bancarios se complementaban, el mercado interno se iba ensanchando dando lugar a la expansión de la industria, cuya variada producción se sustentaba cada vez más en los adelantos tecnológicos. Estas dimensiones de la vida económica nacional contaron con la laboriosa y perseverante participación de la inmigración española, desde los peldaños inferiores hasta las posiciones más encumbradas.

El desarrollo de esas empresas formó parte del extraordinario dinamismo que había adquirido la economía venezolana gracias al constante incremento de la renta petrolera. Con frecuencia se trató de empresas de carácter familiar, cuya administración quedó luego en manos de los descendientes, aun cuando en varios casos las compañías fueron absorbidas por grandes y modernas corporaciones, propias de estos tiempos de globalización.


Referencias bibliográficas

ADRIANI, Alberto (1998) Textos escogidos. Caracas: Biblioteca Ayacucho.

ARRÁIZ LUCCA, Rafael (2006) “Ernesto de Oteyza: cuando el azar se convierte en fortuna”. España y Venezuela: 20 testimonios. Caracas: Fundación para la Cultura Urbana.

BASTIDAS, Ítalo (2016) Vida y obra de Alejo Hernández. Barquisimeto: UCLA.

BERGLUND, Susan y Humberto HERNÁNDEZ CALIMÁN (1985) Los de afuera: un estudio analítico del proceso migratorio en Venezuela. Caracas: Centro de Estudios de Pastoral y Asistencia Migratoria.

CALVO ALBIZU, Azier (2007) Venezuela y el problema de su identidad arquitectónica. Caracas: Universidad Central de Venezuela.

CASTILLO, Ocarina (1985) Agricultura y política en Venezuela 1948-1958. Caracas: Universidad Central de Venezuela.

DÍAZ PEÑA, Natalia (2007) Del valle de Arratia al valle de Chirgua. Vascos- venezolanos 1950-2007. Valencia: Federación de Centros Vascos de Venezuela.

FIGUEREDO, Hernán (2015) “Historia de la Policlínica Las Mercedes”. Revista de la Sociedad Venezolana de Historia de la Medicina. Caracas: vol. 64. (Revista digital).

GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, María del Pilar (2005) Lo vivido en su hondura: migraciones y cotidianidad. Presencia de inmigrantes gallegos en Venezuela. Caracas: Tesis del Doctorado en Ciencias Sociales, Universidad Central de Venezuela.

LUCAS, Gerardo (2015) Los Lucas de Alaejos. Caracas: Libro digital.

MÁRQUEZ SUREDA, Salomó y Juan José MARTÍN FRECHILLA (2002) La labor educativa de los exiliados españoles en Venezuela. Caracas: Universidad Central de Venezuela.

MARTÍN FRECHILLA, Juan José (1998) “Sin solución de continuidad: exiliados e inmigrantes españoles en la construcción de Caracas 1936-1958”. Exils et migrations ibériques au XXe siècle. no. 5.

MARTÍN FRECHILLA, Juan José (2004) Diálogos reconstruidos para una historia de la Caracas moderna. Caracas: Universidad Central de Venezuela.

MINISTERIO DE AGRICULTURA Y CRÍA (1930-1965) Memoria. Caracas: MAC.

MINISTERIO DE INTERIOR (1940-1965) Memoria. Caracas: MIN.

PELLEGRINO, Adela (1989) Historia de la inmigración en Venezuela. Siglos XIX y XX. Caracas: Academia Nacional de la Historia.

RAMÍREZ RIBES, María (2006) “La inmigración de la Europa del Sur”, en Karl Krispin (Comp.) De Europa a Venezuela. Caracas: Unión Europea.

SALAS, Simón Gonzalo (1938) Inmigración vasca para Venezuela. Caracas: Impresores Unidos.

USLAR PIETRI, Arturo (1937) “Venezuela necesita inmigración”. Boletín de la Cámara de Comercio de Caracas. no. 284, pp. 6.940-6.947.

VELÁZQUEZ, Nelly (2001) “Inmigrantes, cambios tecnológicos y diversificación agrícola en los Andes venezolanos”. Agroalimentaria. Mérida, Vol. 13, No. 13.

ZAWISZA, Alberto Leszek (1975) Colonización agrícola en Venezuela. Caracas: Fundación John Boulton.



Vol 28, N°1


Esta revista fue editada en formato digital en marzo de 2019 por su editorial; publicada por el Fondo Editorial Serbiluz, Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela


www.luz.edu.ve www.serbi.luz.edu.ve produccioncientifica.luz.edu.ve