Espacio Abierto Cuaderno Venezolano de Sociología Vol.27 No.2 (abril - junio, 2018): 175-187
Mabel Silva*
La aproximación a la construcción del conocimiento compartido en investigaciones interdisciplinarias se ensaya desde los inicios del siglo pasado. Se fortaleció hacia su finalización y se produjeron cambios en las prácticas de la investigación científica sin que impacte en el método. Sin embargo, las metodologías, que si dan cuenta de procesos, reflejan la necesidad de señalar el papel que juegan las coordinaciones de estas actividades. Ellas generan un espacio intermedio para lograr el entramado posibilitador u obstaculizador de los conocimientos interdisciplinarios producidos, e informar en ese sentido. Las coordinaciones son valoradas, pero no se observan como oficios elegidos para iniciar la construcción de un espacio, a manera de inicio, de tramas que darán el producto final.
Interdisciplinariedad
Recibido: 09-12-2017 / Aceptado: 21-02-2018
Universidad Nacional de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur. Ushuaia, Argentina
The space of coordination in Interdisciplinary Research
The approach to the construction of knowledge-sharing in interdisciplinary research rehearses since the beginning of the last century. It strengthened towards its completion and produced changes in the practices of scientific research unless it hits in the method. However, methodologies, as if aware of processes, reflect the need to stress the role played by the coordination of these activities, to achieve the lattice or hinder the interdisciplinary knowledge produced and report on that sense. Coordination are valued but are not seen as trades elected to start the construction of a space, by way of home, of frames that will give the final product.
Interdisciplinary
El encuentro entre las disciplinas ha llegado para quedarse. En estos tiempos de rápidas vinculaciones entre los investigadores para abordar la complejidad de un objeto de conocimiento, resultan frecuentes estas actividades, ya sea en el espacio real o virtual.
La aproximación a la construcción del conocimiento compartido se ensayó desde los inicios del siglo pasado, se fortaleció hacia su finalización, e ingresó al siglo XXI con cambios en las prácticas de la investigación científica que aún no dan cuenta de los lugares de encuentro para producir la interdisciplinariedad.
En la actualidad, los sistemas de investigación científica avalan la realización de estas prácticas, abordando desde distintas disciplinas la interpretación de un objeto de estudio en sus interrelaciones e incorporando además otros discursos. Varias de estas actividades ejemplifican estos modos de intervención en el campo de las ciencias ambientales, sociología, urbanismo, educación, salud, política, etc.
Sin embargo, la reflexión, entendida como momento para pensar la experiencia desarrollada desde la coordinación de estos equipos de investigaciones, es reciente. Aunque se valora su importancia, la experiencia, como modo de reflexión sobre la coordinación de esta tarea, aún queda excluida. En general se informa como un rol valioso a la hora de alcanzar los objetivos de la investigación u obstaculizarlos silenciosamente. Se divulga el resultado de la coordinación de estos equipos de trabajo y no el proceso.
Esto motivó el interés sobre la construcción del espacio que se crea y recrea junto al rol que deberá desplegar el coordinador. La experiencia desarrollada desde un programa de formación profesional, durante el año 2016, en la Universidad Nacional de Tierra del
Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, en la provincia del mismo nombre, en el extremo
sur de la Argentina, sirvió de muestra para abrir las reflexiones.
Esta institución genera en su plan institucional, formaciones que exigen en las estructuras curriculares de la oferta educativa, la realización de experiencias interdisciplinarias para estudiantes y docentes, vinculados a problemas de conocimiento y al desarrollo local. Parte del cuerpo docente, además de formación profesional, trae su experiencia académica en educación, aportando colaboraciones sobre el grupo como lugar de producción innovador, junto a autores citados en la referencia teórica.
Además, la universidad es sede de experiencias de pensamiento sistémico en reuniones que se denominan “Conversaciones del Extremo Sur”, generando intercambios con especialistas nacionales y extranjeros que se suman a la tarea de los locales y ponen en cuestión un tema, desde diferentes miradas y coordinaciones. Son estas experiencias las que dejan marcas en el cuerpo para seguir pensando.
El objetivo fundamental de esta reflexión se compartió en el V Encuentro Latinoamericano de Metodología de la Investigación (Silva, 2016) dónde se describió el papel que juega el coordinador de equipos interdisciplinarios y se sumaron aportes de la mesa de ponencias sobre interdisciplinariedad.
En este sentido, se escribe este artículo reflexionando nuevamente sobre esta experiencia a partir de la construcción de espacios con otros, realizados así en la investigación interdisciplinaria. Se utilizaron técnicas de observación participante y en instancia de evaluación se utilizó la puntuación en grupos focales.
Los resultados invitan a seguir pensando a este punto de inicio que son las
coordinaciones de investigaciones interdisciplinarias.
Jasiner (2015) desde el campo de la psicología, nos ayudó a pensar el uso del gerundio “coordinando” con el que se tituló la indagación compartida en la mesa sobre Interdisciplinariedad, durante el V Encuentro Latinoamericano de Metodología de la Investigación, enriquecida en los diálogos para comprender el valor del proceso.
Jasiner refleja en su texto experiencias de formación en la coordinación de grupos desde la profesión del psicólogo y la necesidad de repensar estas prácticas en el devenir, más que en algo acabado. En efecto, muchas veces estas prácticas quedan cristalizadas en los resultados de la investigación. Su texto busca develar las lógicas que estos entramados descubren.
Se sabe que desde la Psicología se realizaron los mayores aportes teóricos sobre las relaciones interpersonales y en Argentina se dieron experiencias buscando romper cercos disciplinarios para pensar de modo crítico lo grupal, con responsabilidad social (Percia, 1997).
Marcelo Percia diferenció dos corrientes del grupalismo en Argentina denominándolas
“tendencia de aplicación” y “tendencia de ruptura o desvío”. Las primeras, durante
las décadas del cincuenta al sesenta del siglo XX fueron profesionales psicoanalistas e
inscriptos en la Asociación Psicoanalítica Argentina – APA – encerrados en su dogma.
La “ruptura o desvío” ocurre cuando se ensayan críticas a los encierros disciplinarios, mayor vocación pública y responsabilidad social. Los profesionales de la psicología ocuparon el espacio público y en Argentina se dio el encuentro en el espacio social con un estilo propio de las corrientes de estudio y prácticas sobre lo grupal. (Percia, 1997)
En estos tiempos de actividades sin memoria, se deben subrayar estos hitos ya que en la actualidad los límites disciplinarios se hallan reconocidos y se deberá discutir un poco más la responsabilidad social ética y ciudadana. Esto lo realizamos sin perdernos en la memoria histórica y desde epistemologías ampliadas (Díaz, 2007) dónde nos formamos para pensar metodologías en el extremo sur, en acción continuada y en proceso como es esta actividad originada en el método.
Algunos aportes realizados, provenientes de abordajes de problemáticas ambientales (González Jiménez, et.al. 2014) detallan el entendimiento de la interdisciplina como reconfiguración y re-contextualización del conocimiento disponible, facilitando comprensiones de fenómenos que no se conocen adecuadamente y que presentan interacciones no predecibles entre ellos. Tales interacciones son divulgadas otorgando nuevos modos de comprensión.
La idea de complejidad, según Klein (2014), expresa un reconocimiento de interacciones que supondría integración de diferentes enfoques disciplinarios para comprender lo complejo.
Por otro lado, Rolando García reconoce que la investigación interdisciplinaria deberá concebirse como un proceso y no como “acto” de coordinación de resultados. Además agrega y como tesis central de su trabajo en interdisciplina que
“…los objetivos que se proponga una investigación interdisciplinaria surgirán del juego dialéctico en las fases de diferenciación e integración que tienen lugar en el proceso que conduce a la definición y estudio de un sistema complejo…”. (2006:101)
No resalta García a la coordinación en especial, pero desde su posición, de cierto modo estructuralista, indica los términos del juego dialéctico, como apertura de conversaciones al interior del grupo de investigadores. Este aporte teórico es común en el pensamiento sistémico y no da lugar a aquellos aspectos no compartidos, que quedan subsumidos en los debates de construcciones procesuales frente a un producto terminado que se espera demostrar.
Por otra parte, el texto de Klein (2014) refleja la necesidad de construcción de marcos ontológicos, epistemológicos y metodológicos, a partir de las relaciones disciplinares alrededor de un tema y su transformación en un problema de conocimiento. Para ello propone la construcción de entendimientos y planteamientos comunes, frente a un grupo diverso de participantes, con antecedentes en la tarea y motivados en estas prácticas. Se observa que estos autores, homologan el término grupo a equipo o reunión de investigadores participantes.
Afirma Klein que esto requiere:
Como primera iniciativa conformar un equipo de facilitadores.
Ellos debieran ser capaces de moverse entre los diversos dominios del conocimiento.
Tener habilidades para ser facilitadores de información entre las divisiones disciplinares y epistemológicas.
Considerar las múltiples perspectivas y enfoques.
Integrar el material dese diversos campos de conocimientos.
Habilidades en la comunicación estratégica y enfoques integradores.
Debieran conocer dinámicas dirigidas a fortalecer los mecanismos de comunicación entre los participantes.
Así, este aporte teórico supone que el grupo viene dado y no se reflexiona sobre el encuentro entre diferentes investigadores, de distintas procedencias e historias disciplinares, que se proponen construir en colaboración nuevos conocimientos sobre una problemática.
El coordinador es un facilitador con amplias capacidades y habilidades, pero aún no se valora su formación y transformación en el oficio elegido, para posibilitar la iniciación de la construcción del espacio que contendrá a la investigación o en términos de García (2006) contendrá a los juegos dialécticos.
Consideran estos autores que el éxito de la tarea depende de una combinación ideal entre los facilitadores y los participantes. Además, la literatura sobre el tema señala los siguientes aspectos entre las capacidades y desarrollos de las habilidades de los denominados facilitadores:
Apertura a diversas formas de pensar.
Apreciación y compromiso con la diversidad.
Desconfiar de absolutos.
Admitir la ignorancia.
Comunicar efectivamente.
Ser flexibles.
Tomar riesgos.
Reconocer la necesidad de los conflictos.
Capacidad de autorreflexión.
Estar cómodos con la ambigüedad.
Manejar adecuadamente los tiempos.
Otros autores como, Cheruvelli et al.(2014), sugieren que son fundamentales las capacidades sensibles de las personas y las habilidades interpersonales, ya que influencian sobre las interacciones entre los participantes e impactan en los resultados. Deben desarrollarse capacidades para construir confianzas y compromisos con las tareas.
Tales capacidades y habilidades deben ponerse en juego en dos escenarios. Uno es el de producción del conocimiento bajo el currículum formal y otro es en el escenario informal
dado por experiencias y actividades de extensión o fuera del espacio formativo a manera
de mayor socialización.
Los autores de líneas pragmáticas, aún no dan cuenta que este inicio genera las condiciones de posibilidades para el encuentro del conocimiento compartido en interdisciplinariedad y subsumen el espacio en construcción, al lugar o institución dónde se inscribe la investigación.
Se reconoce que todo grupo posibilita intercambios de capacidades para aprender con los otros, desarrolla potencialidades individuales, del grupo y de la institución a la que pertenecen, habilitándose un espacio intermedio donde actúan las inscripciones sociales históricas, individuales, institucionales (Del Cueto, 1999).
Ana María del Cueto estudiosa de cuestiones institucionales, señala que hay temas recurrentes en la formación de coordinadores grupales, transmitiendo modelos y experimentando algunas técnicas que podrían reunirse en las siguientes ideas: el difícil pasaje del pensamiento en imágenes o en palabras al pensamiento en escenas y viceversa. En ese tránsito, se observan distintos obstáculos, de diferentes órdenes, resistencias y defensas intelectuales, emocionales y psíquicas.
Se debe destacar en este punto la construcción de poder asimétrico que se realiza
cuando se otorga el rol de coordinar.
La capacidad para leer lo que acontece en el grupo desde el sitio de la coordinación, dando cuenta de formaciones, conformaciones grupales, redes de relaciones, transferencias e identificaciones, inter-juego de roles, ilusiones, etc. deben ser registrados desde quien coordina. El lugar del coordinador como soporte de la producción del grupo y tal vez urdimbre para aceptar la trama que significará la construcción del conocimiento en interrelaciones, aún no se cita como inicial, ni se reconoce como la construcción de una arquitectura de poder en colaboración.
Winnicott ilustró cómo el juego genera ese espacio transicional, así como se da entre la madre y el niño (1979). Ello permite pensar el entramado intersubjetivo. Con estas analogías se puede proponer desde distintas disciplinas las prácticas de la investigación compartida frente a un problema de conocimiento complejo.
Tratando de develar esas formas del pensar en pequeños grupos, tan necesarios en estos tiempos, Jaziner aportó sus experiencias, más su formación junto a Enrique Pichón Rivière otorgando al coordinador el inicio de una trama, propiciando el protagonismo de los sujetos, deteniéndose en el tiempo, recuperando la espera y volviendo la vista atrás en recupero de la” trama” y el “trazo” sobre el espacio creado (2015).
Se debe señalar la labor en Argentina del médico psiquiatra Enrique Pichón Rivière, ya en la década del setenta del pasado siglo, y sus experiencias en la construcción del campo social en un entramado dialéctico entre el sujeto y su realidad. Dejó huellas en sus discípulos, por lo cual las prácticas en interdisciplinas crecieron en suelo fértil de reflexiones. Ya en posmodernidad deberán recuperarse esas marcas transformadoras.
El texto de Jaziner (2015) es una invitación a atravesar el desierto que significa coordinar cuando se abre el espacio del juego, en proceso de creaciones, producciones y reproducciones en el espacio transicional ya citado por Winnicott.
Sugiere Jaziner que, para preparar a un coordinador en las capacidades y habilidades, se requiere de una formación que provea herramientas para poder pensar la dirección y sentido que se le da a la tarea desde el encuentro con los otros, utilizando el dispositivo de grupo, o grupo de trabajo, más allá de los límites impuestos por la institución, los modos de pensar cristalizados y más aún en los juegos de las intersubjetividades.
Además, se agregarán conocimientos técnicos de manejo de los distintos recursos disponibles. También es necesario desplegar una dosis de humor y sentir que se juega. En la actualidad se necesita una formación en la coordinación más allá de cada profesión, haciendo oficio de una tarea elegida que deberá conducirse en la incertidumbre.
Díaz (2015), con su aporte crítico, señala que la idea de una interdisciplina sigue siendo una utopía, pero ya es un avance tener en cuenta la producción de conocimientos desde las nuevas epistemologías ampliadas. Retoma el pensamiento tal como proponen Félix Guattari y Gilles Deluze que posibilitan a manera de rizomas el surgimiento de nuevos conocimientos críticos, históricos y conscientes de sus realidades generando horizontalidades y vasos comunicantes en las relaciones de poder, superando tradiciones y epistemológicas heredadas.
La crítica es necesaria al interior de cada disciplina, la recuperación de su historia. También en las interrelaciones y encuentros disciplinarios, se deberán señalar si se observaran obstáculos.
En el imaginario colectivo se crean y recrean modelos organizacionales jerárquicos de poder piramidal y en la ciencia es común, naturalizando estas figuras, aún en las más novedosas instituciones, en sus proyectos que propician u obturan los intercambios de saberes en sociedad.
Díaz cita el ejemplo de las universidades brasileñas dónde ya no se trata de formar especialistas para la interdisciplina, sino especialistas en la interdisciplina, indicando los diversos giros que estas prácticas han dado, idealizadas desde mediados del siglo pasado.
La Universidad de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur –UNTDF
– heredera de las experiencias de pensar lo grupal en su formación docente y en Conversaciones en el extremo Sur1 desarrolladas desde 2012 de manera conjunta con la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco –UNPSJB – en el extremo sur de Argentina fue el sitio posibilitador.
La UNTDF ofreció una capacitación abierta a la comunidad y espacio de reflexión
sobre la interdisciplina. La propuesta se dirigía a la generación de cursos de formación
1 ///C:/Users/Usuario/Documents/UNTDF%20Log%20y%20Metodolog%C3%ADa/Libro_primeras_ conversaciones_del_extremo_sur.pdf
sobre problemas de conocimiento ambiental que requiere la realidad local, junto a sus
actores. Así el tema se transformó en la excusa para convocarnos.
Se debe señalar que el sistema científico argentino fomenta también estas formas de investigaciones. (CONICET, 2011) y cada vez más los investigadores salen al encuentro de los saberes comunitarios junto a los propios disciplinares.
Las reuniones se desarrollaron durante el período académico 2016, con días y horario estipulados para el encuentro durante los meses de abril a mayo, coordinado por Erik Nielsen de la Universidad de Arizona, y luego hasta agosto se formaron grupos que desplegaron propuestas de intervenciones interdisciplinarias hasta finalizar el período académico.
Se traían las experiencias vivenciadas por cada participante, inscripto o no en la universidad y junto a los aportes teóricos se abrían conversaciones para pensar las prácticas reflexionando sobre este modo de producir conocimientos frente a problemáticas complejas.
Las jornadas dieron como resultado la constitución de equipos formados a partir de cuestiones problemáticas y circularon con rapidez los acercamientos según especialidades, sin conocimientos previos sobre cada participante.
Se convocaba a los profesionales a inscribirse en algunos equipos de trabajo para abocarse en los meses sucesivos a diseñar un proyecto de intervención ambiental, vinculado al desarrollo local.
El tema fue inicio del método y nuevamente aparecieron con rapidez las prácticas heredadas, las evidencias empíricas, los trazos cuantitativos, los análisis y en las búsquedas de síntesis la estrechez del camino recorrido, marcando las ausencias en la distribuciones de los roles a cumplir, coordinando las acciones desde profesiones instituidas.
En todo momento, se reflejaba como necesario el espacio y el tiempo de reunión institucionalizado, el rol que debe cumplir quien convoca, valorado como significativo. Pero no apareció el problema de la constitución de grupos de trabajo, en las líneas discursivas ya que consideraron obvio frente a un dispositivo de reunión de especialistas sobre un tema.
Tampoco surgieron como significativas las discusiones de poder de los campos disciplinares, sus matrices heredadas y las huellas en la cultura de los diversos modos de conocer y pensar la realidad y la historia de experiencias desarrolladas en Latinoamérica.
Luego el problema remitió a los aspectos epistemológicos, pidiendo el orden y seguridad que otorga un método como camino único, surgido del acuerdo pero dejando estos debates al margen. Desde la disciplina se aporta el apego al método y cuerpo teórico conceptual.
Si la metodología de la investigación científica refiere a los procesos de tomas de decisiones que los investigadores realizan en sus búsquedas entonces qué nos queda en los intersticios de esos recorridos. ¿Qué creencias tienen alrededor de estas experiencias de construcción de conocimientos interdisciplinarios? ¿Qué figura se constituye como coordinador?
En algunos casos, la hibridación de las distintas disciplinas intervinientes, produjeron
campos de conocimientos. Sin embargo la interdisciplina es una construcción procesual y
diferente que desnuda lo incompleto e inalcanzable del conocimiento humano. Se halla en ese espacio intersubjetivo, generado en tiempo y lugar determinado.
Aquí el primer señalamiento respecto que la tarea es quien convoca y no todo tema requiere prácticas interdisciplinarias. Este primer acuerdo corrió el lugar del coordinador. Pero cuando cada participante debió coordinar se puso en cuestión sus habilidades y capacidades que se deben traer o adquirir para el logro de los objetivos propuestos.
Al inicio del trabajo el coordinador designado se eligió por mayor afinidad con la temática. Este protagonista por razones personales se fue del grupo. La ausencia requirió se designara a otro, dando continuidad y se decidió hacer rotativa la experiencia de coordinar. Así cada profesional fue retomando la actividad de coordinar reflexionado sobre su necesidad del otro para la investigación previa que daría el resultado final. En cada una de las prácticas de este rol se hizo el tiempo para la reflexión de la experiencia que se debe desempeñar en algunas investigaciones priorizando el producto final.
Las definiciones sobre estas prácticas de la investigación en interdisciplina remiten al encuentro como nudo de incertidumbre a llenar en el cruce de conversaciones sobre el tema. Se vivenció la soledad convocante de quien coordina frente a las preguntas que se disparan alrededor de este tema para formular la cuestión a investigar y su primera responsabilidad de orientar el sentido del encuentro.
Así, se solaparon las discusiones sobre intersubjetividades porque es constructo teórico de otro campo disciplinar y no referencia al tema que resultaba la mayor preocupación.
Los acuerdos sobre las preguntas fundamentales, marcaron la tradición en la matriz disciplinaria con acuerdos y desacuerdos ya que la apertura del campo de lo grupal es en devenir constante, complejo problemático y conflictivo.
La vivencia de la experiencia como observador participante, narrada y recortada en esta comunicación pretende hacer emerger las líneas discursivas y los silencios guardados.
En esta sintética narración de la experiencia se señalaron los intercambios discursivos para ilustrar el juego dialógico abierto y los silencios e incógnitas que demuestran los anudamientos que quedan solapados y finalizan olvidados frente a un producto terminado.
En una nota más, se agrega que no todos los grupos lograron realizar sus propuestas, pero si los distintos integrantes respondieron a las consultas de esta investigación y propuesta de volver a pensar en el grupo de trabajo.
Si se reconoce que todo grupo posibilita intercambios, entonces se habilita un espacio intermedio que contendrá al método de investigación construido en colaboración.
El dispositivo elegido para la construcción de ese encuentro es el grupo de trabajo
dónde se gestará la propuesta interdisciplinaria.
¿Cómo lo observan a tal espacio los investigadores, frente a un objeto complejo abordado desde la coordinación en interdisciplinariedad ¿Es el grupo el dispositivo elegido?
La observación como participante activo de esta experiencia y en situación de grupo focal, posibilitó narrar apretadamente lo observado.
Se debe señalar la posición del narrador como observador participante, ya que se carga teoría sobre el tema en cuestión que fue explicitado.
Los participantes del grupo, no disciplinados en la coordinación de grupos, ya que no había profesionales del campo de la Psicología, sino provenientes de las ciencias forestales, recursos naturales, turismo, educación, trabajo social, debatiendo sobre el uso y valor de áreas protegidas por parte de la comunidad fueguina concluyeron en un programa de concientización sobre el bosque y sus servicios ambientales luego de la investigación sobre este tema.
Sin embargo, como observador se deben señalar las marcas en el cuerpo que ya fueron indicadas. El significado experiencial de formar equipos de trabajo interdisciplinarios, particularmente en diálogos entre especialistas de las ciencias naturales y de las sociales, tal como fue comunicado en estos encuentros.
En esta oportunidad y frente a grupos de trabajos estimulados en estas conversaciones, se ofreció al finalizar la experiencia la construcción de una reflexión y puntuación sobre las habilidades y capacidades del coordinador de esta tarea ya que todos cumplieron este papel.
El contexto de análisis fue sólo la producción de interacciones en el pequeño grupo
constituidos alrededor del tema sobre la valoración de las áreas protegidas.
Ese espacio, reconocido por los seis participantes se sostuvo por tiempo, (tres meses)
en días y horarios de reuniones, con sólo uno de los participantes con mayores ausencias.
Además, se debe indicar la falta de conocimiento personal previo, de cada participante que constituyó el equipo de trabajo, perteneciente a nuestra universidad y externos a ella, demandando un tiempo mayor de comprensiones alrededor de acuerdos en los marcos epistemológicos y conceptuales del tema.
La tarea era convocante, allanaba los discursos y aunque formados en las ciencias naturales y sociales para pensar las unidades de conservación vinculadas a la sociedad fueguina, se producían las tensiones alrededor del método científico y la construcción de las evidencias empíricas.
El uso de las distintas tecnologías de la comunicación permitió sustituir el espacio y tiempo real sobre el virtual, pero se valoraron los encuentros personales, los intercambios presenciales por sobre los virtuales que significaron herramientas útiles de trabajo y producción individual.
Las prácticas de tolerancia, silencios, auto-reflexiones fueron mayores en el espacio real que en el virtual, reconociéndose al punto de encuentro presencial como necesario.
La coordinación fue percibida como una práctica necesaria para la que se debe estar formado ya que exige en la soledad del inicio, hacer una abstracción de las propias capacidades profesionales y adquiridas en los recorridos educativos.
La observación e información del contexto y del entorno de la problemática junto a la capacidad auto-reflexiva debiera ser parte del entrenamiento en los coordinadores para invitar a la evaluación constante.
Se confió en que esta formación permitiría aceptar la incertidumbre y el desafío que significa articular en el momento de conflicto. Allí se dio un nudo a reflexionar ya que se pedía respuestas y el coordinador puede escapar con nuevas preguntas o humor sobre la cuestión. Este momento se transformó en aportes del coordinador. Si este acompaña las posibilidades de seguir pensando, allí están algunas respuestas, en el propio grupo.
Luego de la observación y disponiendo de una escala de puntuación de algunas capacidades del coordinador los participantes remitieron que debe existir compromiso con la tarea, capacidades para la comunicación y la auto-reflexión. Estas habilidades se puntuaron en los máximos valores (10 – diez-).
Sin embargo la capacidad para construir grupo, la apertura a diferentes formas del pensar y el reconocimiento de situaciones conflictivas bajaron sus merituaciones (8 – ocho-) en los participantes.
Aún menor valor (5) le dieron los participantes al manejo de recursos que debe tener el coordinador, los tiempos, asumir los riesgos, como la habilidad para manejar la ambigüedad y el conocimiento sobre el tema.
Aunque los grupos siguen teniendo vigencia sumergidos en las realidades posmodernas de contradicciones en las complejidades mientras se exaltan los individualismos, se promueven estas prácticas, sin ataduras a una disciplina, ni esperan los aportes teóricos frente a un hacer.
Sin embargo estas urgencias con faltas de memorias históricas, nos pueden hacer perder el sentido de algunas actividades que se generan produciendo y reproduciendo los conocimientos.
Se podría pecar de ingenuidad si se creen a estas prácticas totalmente libres y sin pasado, contando con cajas de herramientas únicas para cada intervención, con su instructivo y receta.
La capacidad reflexiva y de aportes críticos pueden darse para constituir un oficio responsable y éticamente dispuesto a la tarea en un campo problemático desde su gestación como lo es el espacio grupal.
Los aportes de la Psicología son valiosos y deberán democratizarse porque descubrieron el rol del coordinador, no como líder, sino como iniciador en la construcción del espacio, contenedor de las prácticas en la apertura del juego dialógico convocante. El regreso del espacio público, coordinando experiencias en el campo de la salud, educación u otros campos del conocimiento, dejaron marcas que se retoman en este tiempo.
No se podría afirmar que el coordinador, como actor protagónico para dar inicio a la actividad se valora sobremanera. Tampoco es quien da respuestas únicas en medio de
la diversidad a la que se enfrenta e inicia su discurso en la incertidumbre. Sin embargo resulta fundamental su posición al inicio de una práctica compartida, problematizando en busca de la construcción de los intercambios.
La investigación develó que aún tiene circulación de poder jerárquico a partir de la historia de cada disciplina y su imaginario del método científico. Esto nos sugiere que llevará tiempos de espera en la democratización de manera horizontal distribuyendo responsabilidades y compromisos éticos.
No por ello, se deberá dejar en espera el fortalecimiento a las disciplinas. Sino que ellas serán abiertas hacia el encuentro con otros diálogos y educarnos en el esfuerzo por pendular buscando nuevos aportes.
El coordinador interviene, en tiempo y espacio determinado, pero deberá ejercitar la espera, los ritmos, los silencios, la construcción de un diseño para ser sustituido en las interrelaciones que dieron apertura a las acciones, narraciones, relatos, risas, olvidos, puntuaciones, señalamientos, supuestos hipotéticos y más, colaborando en la construcción de escenarios formales e informales tal como fue citado en el aporte teórico.
Son casi invisibles a los ojos esas capacidades, formándonos en un oficio como es el de coordinar en los momentos de tomas de decisiones del proceso de investigar, sabiendo que está en el horizonte la utopía de la investigación interdisciplinaria. Allí la alegría del desafío.
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