Espacio Abierto Cuaderno Venezolano de Sociología Vol.26 No.3 (julio - septiembre, 2017): 5-24


Experiencias políticas y representaciones sobre el conflicto y la cohesión social en asalariados del Área Metropolitana de Buenos Aires.

Matías Artese, Jorge Castro Rubel y Hernán Tapia.*


Resumen

En este artículo pretendemos mostrar una serie de resultados obtenidos a partir de una encuesta realizada sobre una muestra de población asalariada metropolitana. A través de dicha en cuesta indagamos sobre las experiencias en acciones colectivas de protestas y organizaciones sociales, además de las representaciones que dicha población tiene sobre el conflicto social y el grado de cohesión social en la actualidad en Argentina. La hipótesis a corroborar es que las experiencias en dichas acciones colectivas pueden condicionar las representaciones de la protesta y en la toma de conciencia del conflicto social en general.

Palabras clave: Asalariados; protesta; conflicto; experiencia;

representaciones


Recibido: 15-01-2017 / Aceptado: 21-02-2017


* Universidad de Buenos Aires: Argentina.

E-mail: mat_artese@hotmail.com, jorsur77@hotmail.com, hp.tapia@hotmail.com


Political experiences and representations about the cohesion and social conflict in salaried of the Metropolitan Area of Buenos Aires.


Abstract

In this article we intend to present a series of results obtained from a survey applied on a sample of metropolitan salaried population. Through this survey we inquire about experiences in collective actions of protests and social organizations, in addition to the representations that this population has about social conflict and the degree of social cohesion currently in Argentina. The hypothesis to corroborate is if the experiences in these collective actions can condition the representations of the protest and the awareness of the social conflict in general.

Keywords: Salaried; protest; conflict; experience;

representations


Introducción

Las acciones colectivas de protesta han tenido una presencia sumamente importante en la vida política argentina en las últimas décadas. Esta presencia, lejos de disminuir, en algunos casos ha aumentado a lo largo de 2016, con la asunción al poder de la alianza de derecha “Cambiemos”. 1 El nuevo gobierno implicó, entre otras cosas, un nuevo rumbo en instancias económicas y políticas con respecto a los gobiernos kirchneristas anteriores (etapa de Néstor Kirchner, de 2003 a 2007, y etapa de Cristina Fernández de Kirchner, de 2007 a 20015).

Los anuncios del gobierno iniciado por Mauricio Macri incluyeron un objetivo peculiar, que se venía pregonando desde la campaña proselitista: el de “unir” a población2, supuestamente asediada por un panorama de conflictos permanentes y por una profunda


1 Por ejemplo, aumentaron con respecto a 2015 las manifestaciones mediante el bloqueos de calles y rutas, protestas llevadas a cabo por trabajadores privados, estatales y desocupados. Al respecto ver http:// diagnosticopolitico.com.ar/wp-content/uploads/2016/12/575-piquetes-en-noviembre-el-mayor-valor-desde- mayo.pdf

2 El mismo día de su asunción, el presidente Macri retomó sus promesas de campaña y declaró que “ya pasaron las elecciones y llegó el momento en que tenemos que unirnos, para que el país avance”. Ver “Macri presentó las tres ideas centrales de su Gobierno: pobreza cero, derrotar el narcotráfico y unir a los argentinos” (parlamentario. com, 10 de diciembre de 2015). Disponible en http://www.parlamentario.com/noticia-88027.html



división social; idea que resultó siendo hegemónica. 3 La misma cobró popularidad a través del término de “grieta”, que sintetiza en una palabra la idea de la desunión entre los argentinos.

En este contexto, el objetivo general de este artículo será conocer cuáles son las experiencias políticas de trabajadores sin puesto de mando, ya sea en acciones colectivas de protestas como en organizaciones sociales diversas. El supuesto que impulsa la investigación es que existen correlatos entre esas experiencias y las diversas representaciones sobre la conflictividad y la protesta social, así como también sobre el estado de cohesión social general del país en la actualidad.

El artículo se organiza del siguiente modo: en primer lugar esbozaremos los objetivos del estudio y las investigaciones ya existentes que han indagado líneas similares. En seguida avanzaremos, apoyándonos en la estadística descriptiva, en la exposición de algunos de los datos obtenidos de la encuesta. Los ejes que revisaremos serán: las experiencias de organización colectiva y de protestas que han tenido los casos encuestados, sus interpretaciones sobre la protesta en general y en casos particulares, y las interpretaciones sobre el grado de cohesión y conflictividad/desunión que existe en el momento actual. Finalmente expondremos algunas conclusiones.


Objetivos del estudio y antecedentes

El estudio se basó en una encuesta no probabilística a trabajadores del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Es decir, no se trabajó en un marco muestral con unidades sobre las que se pudieran calcular probabilidades para luego ser seleccionadas azarosamente. Aplicamos un método coincidental en las principales estaciones terminales de Ferrocarril de la Ciudad de Buenos Aires, localizando los casos a encuestar de modo casual en el horario de salida de la jornada laboral.

La duración promedio del cuestionario aplicado era de alrededor de 10 minutos, con mayoría de preguntas cerradas a lo largo de dos bloques en los cuales se indagaban experiencias en formas de protesta y en un segundo bloque representaciones acerca de las mismas. El cuestionario se aplicó luego de superar dos filtros básicos: formar parte de la población asalariada, y no tener puestos de mando o gerenciales. De este modo, nuestra intención fue seleccionar una muestra heterogénea y amplia –aunque no representativa- de asalariados de distintas ramas (industria o servicios, tanto del ámbito privado como estatal). El cuestionario se aplicó sobre 121 casos siguiendo la proporción de cuota y edad de la Población Económica Activa (PEA), sustraidos de la Encuesta Permanente de


3 Nos referimos a la concepción gramsciana del término, la de una idea que resulta siendo directriz ideológica y culturalmente, que surge de una alianza o fuerza social pero al mismo tiempo supera sus intereses corporativos y se expanden masivamente (Campione, 2007).



Hogares (EPH) que realiza periódicamente el Instituto Nacional de Estadística y Censo (INDEC). 4

Hay razones tanto estructurales como de coyuntura para aplicar un estudio sobre trabajadores con estas características. En primer lugar los sectores asalariados pertenecen a la clase social más extensa en una división del trabajo de carácter capitalista; y en tal sentido nos basamos en un estatuto posicional. Pero también consideramos sus derivaciones situacionales o relacionales, ya que el concepto de clase asalariada opera todavía hoy como una “entrada privilegiada para el análisis de casi todos los fenómenos de cierta envergadura para la vida social, especialmente para fenómenos como la movilización y la acción colectiva” (Gómez, 2014: 24).

Y en segundo lugar, los asalariados sin puestos jerárquicos o directivos representan un sector seriamente afectado por las medidas adoptadas desde inicios de 2016 (despidos, disminución relativa del salario en su capacidad de consumo a causa de la escalada inflacionaria), situación que comenzó a dibujar diversos escenarios de tensión y conflictividad a lo largo de todo ese año.

De tal modo, la muestra se aplicó sobre un proletariado heterogéneo que abarcó a trabajadores de servicios urbanos, empleados estatales (de la administración pública, docentes, etc.), empleados de comercios y empresas, trabajadores de PYMES industriales, etc.

Los objetivos que impulsaron la investigación fue indagar sobre tres aspectos comentados hasta aquí: a) el grado de participación que los trabajadores tienen en la vida política a través de diversas acciones de protesta y de la participación en organizaciones colectivas, b) las interpretaciones que poseen acerca del conflicto social en general –la ponderación sobre qué debería hacer el Estado frente a las protestas, el grado de legitimidad en torno a la movilización de diversas fracciones sociales, etc.-, y c) las representaciones sobre la supuesta división que existe en la sociedad argentina, lo que nos permite trazar puentes con el discurso hegemónico que intenta presentar a la sociedad argentina como dividida por una “grieta”, tal como expusimos más arriba.

Existen algunos antecedentes sobre este tipo de estudios. Uno de ellos es una investigación sobre representaciones en sectores asalariados en el marco de una “encuesta obrera” aplicada sobre trabajadores de distintas ramas industriales y de servicios (Elbert y Collado, 2007). Esta investigación colocó la mayor atención en la autopercepción ideológica y la necesidad que encuentran los trabajadores en organizarse política y sindicalmente; aunque también se tomaron parcialmente algunas cuestiones que nosotros desarrollamos (percepción del orden y del conflicto).

En otra investigación sobre obreros fabriles y empleados de servicios urbanos, Varela (2015) amplía estos indicios en relación con las representaciones de la conflictividad y


4 Siguiendo esas pautas, los casos se distribuyeron en un 57% de varones y un 43% de mujeres, mientras que las franjas etarias se separaron en dos grupos: un 55% de personas de hasta 39 años, y un 45% de personas de 40 años y mayores.



la actividad política. Aborda la mirada de los trabajadores según un corte generacional, para así comparar prácticas políticas, identidades ideológicas, métodos de lucha y miradas sobre la política institucional. Finalmente, Grimson (2015) emplea una encuesta aplicada en 2011 para desentrañar la opinión de trabajadores en el Área Metropolitana sobre desigualdad social, auto-percepción en la estructura social, mercado de trabajo, salarios y representaciones sobre procesos distributivos.

Estas investigaciones avanzan en diversas cuestiones que nosotros hemos tocado tangencialmente y, al mismo tiempo muchos de nuestros objetivos no fueron abarcados por dichos trabajos.

Sobre experiencias y participaciones

Las acciones colectivas de protesta han tenido diversos ciclos de ascenso y descenso en los últimos 25 años, en los que se han registrado una gran diversidad –pero al mismo tiempo constancia- de actores involucrados, demandas y estrategias. 5 Estos ciclos han sido muy estudiados en investigaciones que focalizaron en las periodizaciones de la conflictividad, las estrategias desplegadas, las formas de enfrentamiento, la conformación de identidades colectivas en los hechos de protesta, etc. (Svampa, 2005, Schuster et al, 2006; Iñigo Carrera, 2007; Cotarelo, 2016).

Si bien las protestas nunca desparecieron del mapa político durante el primer gobierno del kirchnerismo (2003-2007), el ciclo expansivo de la economía en esos años significó un cambio cuantitativo y cualitativo en las manifestaciones de protesta con respecto a años anteriores. La reactivación no modificó el carácter dependiente de la economía –basado en la exportación de comodities y en la extranjerización del sector industrial y agroindustrial-, pero permitió que se redujeran los niveles de pobreza generados en la década de 1990 durante los gobiernos de Carlos Menem (1989-1999). El impulso al mercado interno generó, además, la recuperación de la capacidad de consumo de millones de asalariados que volvían a tener trabajo formal o informal. A partir de 2008 (ya bajo la presidencia de Cristina Fernández), la crisis internacional y la paulatina escalada inflacionaria implicaron nuevas expresiones del conflicto. Los cuestionamientos provinieron de un amplio arco social: desde los sectores más concentrados de la economía –corporaciones mediáticas, agroindustriales y financieras-, pasando por las fracciones de las pequeño-burguesías urbanas, hasta fracciones asalariadas.

Tras el ballotage celebrado en noviembre de 2015 –en el que la alianza “Cambiemos” superó por 2,8 puntos porcentuales al oficialismo-, las primeras medidas adoptadas por el gobierno de Macri acentuaron un escenario de mayor vulnerabilidad para las capas


  1. Se podría considerar al “Santiagueñazo” de diciembre de 1993 como el primer antecedente de importancia para una serie de manifestaciones y levantamientos populares que ocurrirían durante el resto de la década de 1990, entre ellos el surgimiento y desarrollo del “Movimiento Piquetero”. El hecho ocurrió en la ciudad capital de la provincia de Santiago del Estero (nor-oeste de Argentina), a raíz de una protesta encabezada por empleados estatales por falta de pago de sueldos. El intento de reprimir la manifestación derivó en el levantamiento popular y la toma de la casa de Gobierno. Posteriormente, el año 2001 significarán otros de los momentos clave en el ciclo de rebeliones populares ya a nivel nacional.



    medias y populares, perfilando una “nueva alianza ofensiva entre el capital financiero y las fracciones superiores del capital productivo (mayormente empresas transnacionales y grandes exportadores), aunque la misma tampoco está exenta de tensiones internas” (Wainer, 2016: s/p). Sumado a esto, el aumento de la inflación y de la desocupación durante 2016 acentuaron los signos de crisis, producto del aumento de las tarifas de los servicios urbanos y de una rápida contracción en el mercado interno y de la liberación de las importaciones. Finalmente, la eliminación de varios programas sociales de ayuda a los sectores más postergados, 6 implicó también un posicionamiento opuesto con respecto a la anterior administración.

    Teniendo en cuenta estos ciclos y la tradición en luchas, una primera inquietud de nuestro estudio se basó en conocer cuáles son las experiencias de movilización y ejercicio de la acción colectiva, ya sea mediante la participación en protestas sociales de manera más o menos orgánica, o formando parte de organizaciones y/o movimientos sociales. 7

    Nos encontramos con una intervención en la vía pública importante, ya que el 58% de los encuestados manifestaron haber participado en acciones colectivas de protesta; mientras que el 42% lo hizo en organizaciones colectivas de diverso tipo. En este último caso se trata de una intervención comparativamente menor, algo lógico si tenemos en cuenta que las organizaciones colectivas implican una mayor disposición a la construcción de lazos solidarios, lo cual lleva tiempo y constancia.

    La intervención tanto en organizaciones como en protestas ha sido muy diversa: mientras que en algunos casos se señaló haber participado de una sola manifestación, en otros casos se mencionaron varias intervenciones a lo largo de la vida y en diversos ámbitos. Tomando como unidad de análisis cada una de esas intervenciones, encontramos 246 participaciones en diversas protestas sobre las 70 personas anteriormente mencionadas, lo que arroja un promedio de 3,5 protestas por persona. Mientras que la participación en organizaciones sociales fue de 97 sobre un total de 51 personas, es decir, un promedio de 1,9 participaciones por persona.

    Ahora bien, ¿de qué tipos de organizaciones y de protestas hablamos? Como podemos ver en la Tabla 1, la participación en acciones de protestas no nos habla de reivindicaciones estrictamente “clasistas”. Los objetivos son diversos y han tenido pesos más coyunturales (como cortes de luz o seguridad) o estructurales (problemas laborales en general). Es decir, se trata de protestas que han afectado a diversas fracciones de la población, más allá del lugar que ocupan en la estructura socio-laboral. Y en tal sentido, si bien “participar de un cacerolazo un piquete un escrache o ser miembro de una asamblea barrial (…) está


  2. Por poner algunos ejemplos: el Programa de Orquestas Infantiles, destinado a barrios carenciados, dejó de recibir presupuesto en 2016; fue desactivado el plan “Qunita”, que otorgaba un kit de cuna destinado a madres carenciadas, así como el plan “Argentina Sonríe”, un ambicioso plan dental con una serie de móviles destinados a la atención gratuita para la salud bucal.

  3. Quizás los primeros estudiosos de las acciones colectivas provengan del marxismo (el mismo Marx, Lenin y Gramsci), tal como lo plantea Tarrow (1997). El estudio de la acción colectiva y los movimientos sociales mantienen una importancia sustancial en la dinámica del conflicto y el cambio social de toda sociedad moderna.



atravesado por sentidos clasistas que pueden ser múltiples y contradictorios” (Gómez, 2014: 113), por tratarse éste de un estudio aplicado a asalariados, todos los reclamos tendrán una motivación muy distinta en comparación con otros sectores sociales, aunque se trate del mismo tipo de movilizaciones.

Justamente por ese carácter específico en la estructura socio-laboral, los reclamos directamente vinculados a las condiciones la subsistencia (por cuestiones salariales y laborales, o por viviendas dignas), ocupan en sumatoria el 31% del total de participaciones. Es decir, una incidencia importante a la hora de elevar reclamos.


Tabla 1: participación en protestas y en organizaciones colectivas (N= 121)


Participación en reclamos y protestas (N= 246)


%

Participación en organizaciones colectivas (N=97)


%

Por cuestiones salariales y laborales (despidos)


24,4


En asamblea barrial


22,6

Por Justicia

15,4

En Movimiento estudiantil

21,6

Por mejor educación

12,2

En Partido Político

19,6

Por mayor seguridad

9,7

En Sindicatos

18,6

A causa de cortes de luz

9

En Movimiento Piquetero

7,3

Por mejor salud

8,5

Otros 1

10,3

Contra la corrupción

8,1

Total

100

Por viviendas

6,5

Otros 2

6,2

Total

100

Fuente: elaboración propia en base a encuesta. Agosto de 2016.


Son importantes también las protestas “por justicia” (15,4 % de los casos), que reúnen reclamos dirigidos a las instituciones judiciales por ineficiencias diversas en su funcionamiento. Luego protestas por mejoras en la educación (12,2 %), por más “seguridad” (9,7 %) –eufemismo que refiere a reclamos a las fuerzas de seguridad interior por mayor control del delito-. Luego los reclamos por cortes de luz, algo usual en distintas épocas del año en el área metropolitana, superan por poco a los reclamos por mejor salud y a las movilizaciones en contra de distintas manifestaciones de corrupción en el Estado.

Un detalle a tener en cuenta es que en prácticamente todos los reclamos la franja etaria de mayor participación es la de 40 años y más, salvo en reclamos por educación y por cortes de luz. Indudablemente la diferencia cronológica influye en la acumulación de intervenciones, incluso cuando la proporción en la muestra consta de una mayoría de personas menores de 40 años (67 casos de personas menores sobre 54 casos mayores de 40 años).



En el caso de las organizaciones colectivas, vemos también en la Tabla 1 que se presenta una menor participación con respecto a las acciones de protesta, aunque tampoco dejan de ser heterogéneas. Son las Asambleas barriales las que encabezan la distribución de frecuencias (22,6 %). Las mismas tuvieron una notable presencia en los centros urbanos del país a lo largo de 2002 y 2003, luego de la crisis económica y política de diciembre de 2001. Le siguen las participaciones en el Movimiento Estudiantil, que reúne el 21,6 % de las participaciones, luego los partidos políticos (19,6 %) y finalmente un conjunto de organizaciones diversas (otros) que reúnen el 10%.

Si nos remitimos a los movimientos directamente vinculados a la situación de clase, vemos que el sindicato reúne el 19% del total de intervenciones y el Movimiento Piquetero el 7%. En el primer caso se trata de un valor bastante escueto, si se tiene en cuenta que la encuesta fue realizada sobre trabajadores asalariados. 8 En el segundo caso se trata de un movimiento con mucha menos preponderancia que antaño, ya que el auge del Movimiento Piquetero estuvo ligado a las profundas crisis laborales de fines de 1990 y principios de 2000. 9 Así, ambas formas de organización aglutinan los reclamos del movimiento obrero organizado y del movimiento de trabajadores desocupados, y entre los dos reúnen un 26 % del total de participación en organizaciones.

A diferencia de lo sucedido con las participaciones en las protestas, la intervención en organizaciones colectivas es más pareja en cuanto a las franjas etarias. Los menores de 40 años tuvieron una mayor participación en el Movimiento Estudiantil, en el Movimiento Piquetero, y en las organizaciones varias. Mientras que los mayores a 40 años fueron más activos en los Sindicatos y en los Partidos Políticos, y ambos grupos etarios empardan sus intervenciones en el caso de las Asambleas barriales.

En definitiva, podemos observar que la participación en las acciones de protesta y en organizaciones colectivas es importante en el total de casos encuestados, con estrategias de movilización heterogéneas. Manteniendo así una relación contenciosa que excede a un posicionamiento “clásico”, y abre una serie de motivaciones múltiples, más allá de los objetivos meramente económicos.

Sin embargo, es menester destacar la fuerte presencia de participación en acciones colectivas cuya génesis es propia a las contradicciones propias de las relaciones de producción capitalista, pues casi la tercera parte de las movilizaciones de protesta y la cuarta parte de intervenciones en organizaciones colectivas, están directamente ligadas a


8 Se estima que la tasa de sindicalización en Argentina ronda en promedio el 37%, superior al promedio en Sudamérica y al de Estados Unidos. Ver nota “Sindicalización e igualdad”, en diario digital Contexto (12 de junio de 2016). Disponible en http://www.diariocontexto.com.ar/2016/06/12/sindicalizacion-e-igualdad/

9 El Movimiento Piquetero tuvo una fuerte injerencia en la vida política argentina a partir de 1996, con la aplicación de una batería de medidas económicas que dejó a centenares de miles de trabajadores en situación de desempleo. La metodología principal de reclamo de estas organizaciones fue la ejecución del corte de calles, caminos o rutas, imposibilitando la circulación por esas vías. A partir de 2005 su influencia ha ido perdiendo potencia aunque diversos grupos se mantienen activos, principalmente aliados a diversas fracciones políticas del peronismo y de la izquierda.



problemas económico-laborales. Teniendo en cuenta este panorama de experiencias en el

conflicto social, veamos ahora cuáles son sus interpretaciones.


Nociones del conflicto y la protesta social

A partir de aquí intentaremos desentrañar, también de modo exploratorio, distintos aspectos que hacen a las representaciones del conflicto. El supuesto es que el grado de participación en la acción colectiva de protesta y organizativa, será una variable condicionante a la hora de evaluar distintos aspectos sobre el conflicto social actual.

Al respecto, nos interesó indagar en cómo se caracterizaba el grado de legitimidad de la protesta social, de un modo muy sencillo: pedir a los encuestados que consideren si todos por igual tienen el mismo derecho a la protesta. La respuesta fue casi por unanimidad (88%) que todos, sin distinción, tienen derecho a protestar; idea muy ligada a las bases formales de las repúblicas occidentales modernas y del derecho allí constituido, a saber, que todos los ciudadanos de un Estado tienen derechos y obligaciones por igual. El 12% restante respondió que sólo algunos tenían más derecho a protestar, pero la prioridad fue dirigida a los postergados, marginados y sectores subalternos de la sociedad, por considerar que tienen más necesidades.

Como paso hacia un grado más concreto de indagación, propusimos poner en cuestión uno de los métodos o repertorios más utilizados en la historia reciente argentina: el corte de calles o rutas. Se trata de un método muy recurrido para la acción colectiva de protesta, en parte por la alta visibilidad en la vía pública y su potencial para la rápida difusión de las demandas a través de los medios masivos de información; algo que últimamente se ha relativizado, dada la gran cantidad de estos hechos que ocurren a diario en la Ciudad de Buenos Aires, lo que hace que pierda el efecto buscado.

Lo cierto es que este dispositivo nace y cobra relevancia en el país como forma de manifestación de poblaciones empobrecidas y desocupadas, que encontraron en esa medida una forma eficiente de acción política. Tal fue su influencia que el método se ha expandido a lo largo del tiempo y fue aplicado por distintas fracciones sociales, como trabajadores industriales por reclamos salariales o despidos, o vecinos de diversos barrios en reclamo por falta de servicios urbanos, por ejemplo. Incluso más, en el año 2008 el corte de rutas registró uno de los picos más altos como forma de protesta, debido a un reclamo llevado a cabo por fracciones de la pequeño-burguesía agraria en diversos puntos del país.10

Por otra parte, esta metodología ha sido fuertemente cuestionada no sólo por su mecánica, sino sobre todo por quienes la impulsan, mayoritariamente sectores empobrecidos salvo las excepciones mencionadas. Lo que ha resultado en un largo proceso


  1. El conocido “conflicto del campo” fue una protesta realizada por productores agrícolas de diversa envergadura a raíz de un impuesto sobre la producción y exportación de soja. A lo largo de todo el año 2008 produjo prácticamente el doble de cortes de ruta que el año 2002 –en plena crisis económica y política-, con 5608 cortes sobre 2336 (Cotarelo, 2016: 51).



    de criminalización y estigmatización de la protesta desde sus inicios, cuando la origina el “Movimiento Piquetero”, pasando por el período post-crisis de 2001 y continuando hasta nuestros días (Artese, 2013; Cotarelo, 2016).

    Así, uno de los primeros intentos de política pública del Gobierno de Macri estuvo dirigido a controlar las protestas sociales, pues éstas implican –desde los argumentos oficiales- el aumento de rispideces y el “avasallamiento de derechos”. Por ello el Gobierno propuso establecer límites –y eventualmente reprimir- el corte de calles y rutas para favorecer el derecho al libre tránsito. 11 Acción que en definitiva comenzó a mostrar el carácter político real detrás del discurso.

    En este escenario, indagamos acerca de la “efectividad” de este método, es decir, si los encuestados encuentran en el corte de calles un repertorio útil para conseguir objetivos. Llamativamente, y pese a la permanente denostación que se realiza por parte de los medios hegemónicos 12 y desde el Gobierno nacional, tuvo una importante aceptación: el 45% de los encuestados encontraron en el corte de rutas un método eficiente, mientras que un 49% consideró que no tenía utilidad (el resto respondió NS / NC).

    Hasta aquí sabemos que los trabajadores rechazan mayoritariamente la medida, pero no de modo indiscutido. Por lo cual indagamos qué debía hacer el frente a este tipo de medidas de protesta. El 22% estimó que se debía permitir protestar liberando una parte de la via pública, permitiendo la circulación de vehículos; el 67% opinó que siempre se debía dialogar y buscar una solución pacífica y sólo el 10% estimó que debía despejarse los cortes de calles y rutas mediante la fuerza pública. Una lectura que nuevamente contrasta fuertemente con la idea de que para la población trabajadora estas protestas son ilegítimas y perjudiciales, y que por ello deben ser eliminadas del espacio público. Como vemos, incluso quienes están en contra de la medida, consideran que la salida es siempre el diálogo (el 74% que consideró legítima a la medida, cree que ese debe ser el camino, mientras que el 61% de quienes no la consideran una medida eficiente, también creen que debe primar el diálogo).

    Para ir hacia un plano aún más concreto, propusimos evaluar –a favor o en contra- dicha metodología según diversos actores involucrados. Todos los ejemplos son referencias


  2. A mediados de febrero de 2016 la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, promovió un “protocolo” mediante el cual se intimaría a que se retiren los manifestantes presentes en cortes de calles, rutas o avenidas: “Como elemento punitivo, a los manifestantes se les advertirá que ante un corte se les aplicará las penas del artículo 194 del Código Penal o las contravenciones previstas en cada jurisdicción”. (Ver nota “Patricia Bullrich defendió el protocolo antipiquetes: ‘Si no se van en 5 o 10 minutos, los vamos a sacar’", diario La Nación, 18 de febrero de 2016). El proyecto no contó con debates previos ni con la participación de Organismos de DD.HH., al tiempo que carecía de precisiones acerca de la integridad física de los manifestantes, regulación de armas de las fuerzas de Seguridad, etc. A fines de 2016 el propio presidente Macri renovó el pedido de aplicar un mayor control a las protestas, mediante un pedido al jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, perteneciente a su mismo partido. Dicho pedido colocó una vez más en la agenda pública a dicho método de protesta, no sin caracterizaciones negativas sobre quienes los llevan a cabo. (Ver nota “El Presidente le exigió a Larreta que le ponga un límite a los piquetes”, diario La Nación, 30 de diciembre de 2016).

  3. A propósito ver la nota “El piquete gana cuando hace sufrir a los demás” (diario La Nación, 8 de enero de 2017), como una muestra de la estigmatización



    reales de hechos ya sucedidos: a) trabajadores que protestan por despidos o problemas laborales; b) pequeños comerciantes, en particular algunos que desarrollan su actividad en la vía pública y que han protestado cortando calles ante posibles desalojos; c) desocupados que realizaron cortes de calles en reclamo de asistencia alimentaria o planes sociales; y d) empresarios, que como mencionamos, también llegaron a adoptar este dispositivo para reclamar en contra de la aplicación de impuestos. Es decir, presentamos una misma herramienta pero en escenarios variables, para de ese modo poner a prueba qué tipo de opiniones se generaba.

    Lo que nos permite ver el Gráfico 1 es que aquella primera observación de no hacer distinciones sobre el derecho a la protesta, comienza a relativizarse conforme se hacen más concretos los ejemplos. Y aquí la “empatía” o cercanía de clase es lo que comienza a resaltar: se manifiesta una clara tendencia a favor de los cortes de calles realizados por obreros (el 72% a favor), y un fuerte rechazo a la posibilidad de que éstos sean ejecutados por empresarios (82% en contra).


    Gráfico 1: Opiniónsobreelcortedecallesyrutassegúndiversosactores(N= 121)


    Fuente: elaboración propia en base a encuesta. Agosto de 2016.


    Al mismo tiempo, son las protestas realizadas por desocupados y por pequeños comerciantes las que generan una posición ambivalente y sin un claro posicionamiento. En ambos casos hay posiciones tomadas contradictorias: solidaridad con los desocupados, pero también cierto rechazo al pedido de asistencias al Estado pues subyace la idea del esfuerzo para la propia manutención. Con los pequeños comerciantes las tendencias son similares por sentirse más cerca de sus necesidades y objetivos, aunque también se considera que al estar en una posición económica sensiblemente mejor a la de un asalariado, los derechos proporcionalmente disminuirían.



    Vemos de este modo cómo hasta aquí el mapa se ha ido complejizando. Si bien una abrumadora mayoría considera legítima la protesta cuando se manifiesta una situación injusta o asimétrica, al dar ejemplos concretos de actores diversos, intervienen valoraciones diversas.


    Acerca del grado de cohesión en la población

    Continuando en el plano de las representaciones, nos propusimos indagar acerca de las nociones de división y cohesión en la sociedad argentina, tema que al momento de realizar el trabajo de campo, se encontraba en plena difusión.

    Sin que hubiera existido durante la etapa kirchnerista un proceso de profundos enfrentamientos en el país o ciclos de alta intensidad del conflicto –como sí lo hubo en la década de 1960 y 1970, o de modo muy distinto en los años 2001 y 2002-, se ha difundido la idea de que la sociedad argentina permanece fuertemente dividida a partir de esa sucesión de gobiernos. El sustento de esta lectura es sumamente laxo: aparentemente la desunión habría sido causada a raíz de un “estilo confrontativo” de la administración kirchnerista. 13

    El gobierno que preside Macri encarnaría, según su propio discurso, el ariete político para comenzar la pacificación y unificación, y sellar así la denominada “grieta” entre los argentinos14.

    Una fórmula que resume esta concepción de la realidad, podría ser la siguiente: a) el conflicto es instalado artificialmente, por lo cual es perjudicial y “externo a nosotros”; es decir, es anormal. b) Por lo tanto, dicha conflictividad es episódica, puesto que si antes estuvimos unidos, “podemos volver a estarlo” eliminando el conflicto.

    Con el tiempo, este razonamiento se ha convertido, en muy buena parte gracias a una ardua tarea de difusión mediática, en parte de un “sentido común”; que por ser tal se presenta como un conocimiento amplio pero desorganizado y asistemático, inarticulado (Simmel, 2002).

    Así, el eufemismo de “la grieta”, elude la genealogía misma de todo conflicto en la actualidad: las asimetrías y/o antagonismos culturales, políticos o económicos propios de un sistema que produce y reproduce desigualdades. En tal sentido podríamos hablar de una “ideología de la grieta”, entendida como las creencias de un grupo social compuestas por


  4. En una entrevista realizada a Mauricio Macri al día siguiente de su triunfo en el ballotage, manifestaba: “Mi análisis es que la grieta existe, que es seria, porque justamente no teníamos una tradición en ese nivel de confrontación (…) y se fue profundizando en estos años, claramente en forma exponencial. (Nota "El kirchnerismo se apropió del enojo, la frustración y el rencor", diario El Cronista, 11 de diciembre de 2015. Disponible en http://www.cronista.com/3dias/La-grieta-segun-Mauricio-Macri-20151211-0011.html

  5. En noviembre de 2016 el presidente Macri continuó con esta tesis: “estamos impulsando una transformación, un cambio cultural tan profundo, dejando atrás décadas de populismo, de negación, de conflicto”. Ver nota “Mauricio Macri: "El año que viene nos jugamos a consolidar el cambio yvamos a ganar", diario Infobae, 20 de noviembre de 2016. Disponible en http://www.infobae.com/politica/2016/11/20/mauricio-macri-el-ano-que-viene-nos-jugamos- a-consolidar-el-cambio-y-vamos-a-ganar/



    elementos discursivos y no discursivos, pero que también tienden a naturalizar, justificar o alentar las acciones de dominación, la promoción y legitimación de los intereses de un grupo social hegemónico (Eagleton, 2005).

    Se torna un tema de relevancia intentar conocer las interpretaciones que surgen de los sectores asalariados en relación con estas perspectivas. Indagamos directamente sobre el grado de unión/desunión que se cree que existe en la sociedad argentina, y el resultado fue contundente: sólo el 14% de los encuestados consideraron que “los argentinos estamos unidos”. El 60% consideró que estamos “desunidos” y el 26% cree que “muy desunidos”.

    Con esta primera indagación nos propusimos conocer dos cuestiones muy básicas, pero que al mismo tiempo podían darnos pistas para comprender el trasfondo de esta interpretación. Para lo cual preguntamos acerca del factor temporal de esta desunión (desde cuándo), y las causas de las mismas (por qué). Partamos de sus posibles causas.

    Los casos que respondieron que los argentinos están desunidos o muy desunidos son un total de 104 (el 86% del total), que al momento de argumentar sobre las posibles casusas, dieron uno o varios motivos, acumulando un total de 126 respuestas. Veamos:


    Tabla 2: Causas que dividen a la sociedad argentina (N= 126)


    N

    %

    La política y la clase política

    42

    33,3

    La economía

    32

    25,4

    La cultura y la educación

    22

    17,4

    Egoismo / egocentrismo

    18

    14,3

    No sabe

    6

    4,8

    Otros

    6

    4,8

    Total

    126

    100

    Fuente: elaboración propia en base a encuesta. Agosto de 2016.


    Evidentemente existen diversos grados de interpretación del problema, aunque hay algunas tendencias claras: las respuestas más frecuentes fueron las que colocan a “la política” (y a sus agentes en el Estado, los políticos) junto con “la economía” (lo relativo al trabajo, los salarios, la capacidad adquisitiva, etc.) como causantes principales de las posibles divisiones. Ambos tipos de respuestas reúnen el 59% del total, y dan cuenta de una perspectiva sobre el conflicto que podríamos denominar como “realista”: las causas y consecuencias de la conflictividad estarían supeditadas a las relaciones que establecen los sujetos, el establecimiento de reglas jurídicas y políticas y el modo en que se distribuye la riqueza; dimensiones que en la historia de todo entramado social también contienen una génesis inmanentemente conflictiva.

    En menor medida encontramos las respuestas que apelaron al nivel educativo o cultural (17% del total), suponiendo que a menor grado de educación y cultura, mayor



    incapacidad de gestionar diferencias y los conflictos. El “egoísmo y egocentrismo” también fue una respuesta recurrente aunque en menor cantidad (14%), y concentran los planteos que suponen que el conflicto brota allí donde no hay nociones altruistas o de lazos comunitarios sólidos, es decir, donde prevalece el interés propio. Por último, un 5% de encuestados respondió “no saber” a qué se debía que existan los conflictos, y una misma porción respondió una serie de respuestas que reunimos en “otros” (razones vinculadas a la violencia, los medios de comunicación, la religión, las adicciones, etc.).

    Como señalamos al comienzo del artículo, nos interesa contrastar la hipótesis de que la participación en las protestas u organizaciones colectivas sería condicionante en las formas de interpretar el problema. Para ello conformamos cuatro agrupamientos según el grado de experiencia manifestado por los encuestados: trabajadores que participaron tanto en organizaciones colectivas como en protestas (34%), trabajadores que participaron sólo en protestas (24%), que sólo participaron en organizaciones colectivas (9%), y finalmente, trabajadores que no registraron ningún tipo de experiencia (33%).

    Tomando estos agrupamientos podemos ver en el Gráfico 2 una serie de comparaciones. Observamos que en las respuestas referentes a causas económicas y políticas, la mayor incidencia la han tenido, proporcionalmente, los trabajadores que tuvieron mayor participación en hechos de conflicto y en instancias organizativas (el 50% en las causas vinculadas a la economía y el 36% de las vinculadas a la dirigencia política fueron dadas por este grupo). Y en menor medida, los trabajadores que sólo participaron de protestas también dieron este tipo de respuestas mayormente (22% y 27% respectivamente en cada caso).

    En el caso de las respuestas que apelan a la “falta de educación”, parecen prácticamente coincidir tanto los trabajadores con experiencia en acciones colectivas (36%), y los que no tienen experiencia alguna en luchas (41%). Una posible lectura es que esta explicación forma parte de un sentido común: los conflictos se deben a que no hay la debida formación, y se podrían dirimir aceptando “civilizadamente” las diferencias, por más que sus causas (asimetrías sociales y económicas) continúen existiendo.



    Gráfico 2: Causas que dividen a la sociedad argentina según tipos de participación en organizaciones y protestas (Porcentajes. N= 126)


    Fuente: elaboración propia en base a encuesta. Agosto de 2016.


    Aún es mayor la proporción de casos de trabajadores sin experiencia en las respuestas “no sabe” (50%), y en los argumentos que apelan al “egoísmo” o egocentrismo (39%, frente al 22% de trabajadores con experiencia tanto en protestas como en organizaciones). También apelan a esta explicación de manera considerable los trabajadores que sólo participaron en protestas (33%). Se trata quizás de las respuestas más “ingenuas” de toda la serie, que apuntan a que el conflicto se debe puramente a cuestiones individuales, ligadas al carácter o a una “naturaleza” psico-emocional, que lleva a que las personas sólo se interesen por sus motivos personales sin tener en cuenta otros.

    Apartirdelovistopareceríahaberunatendenciaentrediferenciasdeapreciacionessegún las experiencias en la vida política, sobre todo al comparar trabajadores con experiencias en diversas acciones de protesta y organizaciones con trabajadores sin experiencia alguna. Es decir, parecería haber un vínculo entre mayor experiencia y explicaciones del conflicto vinculadas a los entramados político/económicos, y explicaciones que se alejan de este tópico a medida que hay menor experiencia de luchas.

    Es sugerente remitirnos a la reflexión de Poulantzas (1998) –por solo nombrar a alguno de los exponentes de teorías posclásicas-, que plantea que si bien la distribución de clases en el capitalismo está condicionada por el proceso y las relaciones de producción, también lo están por las relaciones de lucha política a través de las cuales las clases se constituyen en fuerzas sociales, proceso en el cual interviene una toma de conciencia de la dinámica concreta del entramado social. Desde ya, esa toma de conciencia no es homogénea y está supeditada a las diversas instancias de luchas que se establezcan, por lo cual la formación



    de una fuerza social incluye perseguir intereses contradictorios y hasta contrapuestos en

    su interior (Cotarelo, 2016)

    Es decir que, además del dato objetivo que implica la asimetría establecida en las relaciones laborales entre capital y trabajo, también aparecen cuestiones como los diversos posicionamientos ideológicos y simbólicos, en relación a las experiencias de lucha. 15

    Por último, nos propusimos indagar en la temporalidad de la etapa de conflicto, es decir, desde cuándo se creía que los argentinos nos encontrábamos desunidos. Indagación que también nos permitiría observar el grado de afianzamiento de los discursos gubernamentales y periodísticos dominantes (el ya mencionado concepto de “grieta”).

    La indagación se aplicó a los trabajadores que consideraron que efectivamente en la sociedad argentina prevalecía la desunión –como dijimos, 104 casos- y les preguntamos desde cuándo consideraban que existía dicha desunión. Las respuestas fueron abiertas y a partir de ellas hicimos una periodización que resultó en cinco variables, que podemos observar en el Gráfico 3.

    Si bien aquí también nos propusimos continuar con nuestra hipótesis –que las experiencias en la vida política condicionaría las interpretaciones acerca de los orígenes de posibles desuniones-, nos encontramos con que la clasificación no parece estar condicionada por dichas experiencias. 16 Es decir, casi de manera homogénea, los encuestados se reparten en las miradas que demuestra el gráfico, sin grandes diferencias ni variables que modifiquen severamente esa lectura.


    Gráfico 3: Períodos desde los que se considera la desunión, según tipos de participación en organizaciones y protestas (N=104)


    Fuente: elaboración propia en base a encuesta. Agosto de 2016.


  6. El problema remite a una serie de consideraciones ya desarrolladas por autores clásicos y divergentes como Marx y Weber, con corrientes teóricas sostenidas hasta hoy en una larga lista de autores. Lukács, Gramsci o Thompson también han complejizado el concepto al considerar la construcción de una conciencia de clase, y las prácticas culturales y morales dentro de esos agrupamientos (Eagleton, 2005).

  7. Tampoco parece haber condicionamiento alguno según las diferentes franjas etarias de los encuestados.



Como se puede observar, la opción “desde siempre” fue la que más respuestas obtuvo (31% del total), o sea aquella interpretación que considera que la conflictividad es inherente a toda agrupación humana compleja, desde la fundación misma de la nación. También en esta opción podríamos hablar de la lectura más “realista”, pues las diferencias entre clases y fracciones de clase existen ni bien se plantean los diversos intereses, que tornarán más o menos explícitas las confrontaciones según las instancias o momentos, las alianzas y los objetivos en pugna.

Sin embargo, esta lectura resulta ser minoritaria frente a todas las demás que colocan el inicio de la conflictividad en puntos muchos más recientes y, de algún modo, se trata de períodos más supeditados a la propia memoria y/o historias de vida de los encuestados.

Vemos así que la respuesta que ha tenido prácticamente la misma cantidad que la anteriormente vista, es la que ubica al kirchnerismo (período 2003-2015) como el causante de las divisiones y la confrontación (30% del total). De hecho quienes han tenido participación en protestas y organizaciones colectivas superan levemente al resto de los grupos en este tipo de consideración. Lo cual nos evidencia la potencia y eficacia que ha tenido el discurso dominante que habla de una “grieta” que zanjó posiciones –hasta ahora irresolubles- en la sociedad argentina, generada por el anterior gobierno.

En tercer lugar nos encontramos con respuestas que ubicaron al período comprendido entre la restauración democrática (1983) hasta la crisis de 2001-2002 como el inicio de las desuniones (13%).

En cuarto lugar están las respuestas que revierten el discurso dominante, ubicando justamente al período iniciado por el gobierno de Macri como el que concentra el inicio de las divisiones (11%). Las respuestas que reunimos en “otros” (9%) apuntan a distintas y muy diversas etapas de la historia nacional, sin un tópico o criterio unificador (peronismo o diversos golpes de estado). Llamativamente, el período más conflictivo de la historia argentina y de mayor represión, a lo largo de la década de 1970, no fue ubicado como un momento de divisiones.

Esta serie de apreciaciones nos permite reflexionar dos cuestiones: por un lado, un conocimiento laxo e indefinido en las representaciones sobre la extensión y perdurabilidad del conflicto social, sumado a una importante cantidad de respuestas que ubican al mismo como un fenómeno iniciado recientemente, lo que a primera vista puede sugerir cierto éxito en la difusión del discurso sobre “la grieta”.

Por otro lado, una serie de representaciones sobre el conflicto que confirman complejidad y contradicción en cuanto a las percepciones: mientras que para reflexionar las causas del conflicto la experiencia en el mismo parece ser una variable importante, para pensar sobre su genealogía dicha experiencia no parece ejercer mayor variabilidad. Tal cual Gramsci concebía a la ideología como un fenómeno contradictorio y producto de la lucha social (Campione, 2007: 79), aquí también damos cuenta de las contrariedades y diversidades a la hora de reflexionar el conflicto social, sus causas y su temporalidad.



Consideraciones finales

En la revisión de resultados hasta aquí obtenidos a partir de un suscinto estudio de campo, hemos visto que un gran porcentaje de los asalariados encuestados ha participado en distintas formas de acciones colectivas de protesta y organizativas. Pese a su heterogeneidad en la estructura laboral, se podría decir que han intervenido activamente en la vida política y en diversos reclamos al Estado. Esta observación se aleja de la imagen que presenta habitualmente a los asalariados como ajenos a esas prácticas y más bien perjudicados por las acciones de protesta corporativizadas.

A partir de esta primera dimensión se despliegan otras acerca de las interpretaciones que hicieron los trabajadores, que a su vez dan sentido y complejizan la lectura sobre experiencias en acciones colectivas. Veamos.

Tanto trabajadores con experiencias en luchas como sin ellas, han coincidido mayoritariamente en considerar que todos, sin distinción, tienen derecho a protestar, y que incluso el Estado debería llegar a soluciones dialogadas y pacíficas antes que represivas o punitorias. Al mismo tiempo, a la hora de establecer comparaciones –proponiendo como criterio al corte de calles, uno de los métodos de protesta más populares-, la mayoría de los trabajadores entienden que tienen más derecho a movilizarse justamente aquellos con quienes comparten condiciones de vida similares. He aquí otra mirada contraria a lo que se suele difundir, ya que el mencionado método de protesta que se ubica de manera genérica como “perjudicial”, se acepta mucho más cuando son trabajadores los que lo llevan a cabo. Es decir, existe lo que podríamos denominar una “solidaridad de clase”.

Con respecto a las representaciones sobre la cohesión social, también se presentan aspectos disímiles. Pues si bien en algunos casos la protesta en la vía pública obtuvo altos márgenes de aceptación, subsisten ideas acerca del conflicto como un fenómeno externo y relativamente reciente. Esto se ve puntualmente cuando indagamos sobre sus causas, sobre todo en aquellas explicaciones que apelan a la falta de educación o a las personalidades egoístas como fuente de conflictividad y divisiones. Se trata de explicaciones que tienden a externalizar el problema, o a no dar cuenta de la participación activa que los mismos encuestados tienen en todo entramado social. Más aún si tenemos en cuenta que buena parte de los ellos manifestaron tener experiencias en acciones de lucha y en organizaciones colectivas.

Cierto es que la instancia de una encuesta no deja demasiado margen a la reflexión para quienes participan en ella. Así y todo, una buena parte de los encuestados apeló a factores políticos y económicos como posibles causas de las “divisiones”. Aunque se trate de explicaciones que apuntan directamente al “nervio” de toda organización social, las respuestas tendían también a “externalizar” las causas incluso en estos casos, pues se apunta a “los políticos”, el ámbito de la dirigencia, una esfera alejada de la propia acción colectiva.

No se trata de una percepción alejada del común denominador, ya que suele prevalecer una lectura relativamente heterónoma cuando se trata de reflexionar lo social, en el sentido de entender las causas y efectos de un fenómeno de manera externa y sin demasiada noción



de su dinámica, y sin una conciencia cierta del grado de involucramiento que cada sujeto tiene en dicho fenómeno. Uno de los exponentes más importantes que trabajaron este tópico desde la sociología fue Norbert Elías. El autor incluso habla de representaciones “fantasiosas”: el conocimiento sobre lo social que tiende a la cosificación y externalización, como si su devenir fuera “extrahumano” e independiente de los sujetos que efectivamente participan en los mismos (Elías, 2006: 18-22).

Esta lectura quizás se acentúa más cuando indagamos acerca de la genealogía del conflicto y su ubicación temporal, lo que arrojó que la gran mayoría de los encuestados vean en instancias más o menos recientes los posibles “inicios” de una etapa de divisiones y desuniones. Representación que puede deberse a las circunstancias de las propias vivencias, lo que nos habla de una lectura con ciertos rasgos egocéntricos que, como dijimos, posiblemente permita una mayor permeabilidad a los mensajes hegemónicos que hablan de una “grieta” generada recientemente.

Todos estos lineamientos hasta aquí vistos nos plantean un mapa que, aunque en una magnitud muy reducida, permite vislumbrar complejidades y contradicciones que deberán ser indagadas con mayor profundidad.


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(Footnotes)

  1. Incluye participación en ONG’s, organismos de Fé, Sociedades de Fomento, asociaciones civiles)

  2. Incluye reclamos por pedidos de comida, relativos a DD.HH. libertad de culto, problemas indígenas, etc.



Vol 26, N°3


Esta revista fue editada en formato digital y publicada

en septiembre de 2017, por el Fondo Editorial Serbiluz, Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela


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