que permite el desarrollo de lo multidisciplinario, que, en opinión del autor del ensayo, pudiera
llegar a lo transdisciplinario ya que desde estos escenarios no se debe limitar a la actuación en
disciplinas aisladas, al contrario, el conocimiento en ellas puede generarse a través del diálogo con
sus actores para obtener lecturas de una realidad dinámica que avanza sobre su propio movimiento
histórico.
Resulta interesante la posición de Bonilla y López (2016), quienes enfatizan que las
experiencias sociales generan mundos particulares: conjuntos contextuales con vocabulario,
normas culturales e históricas propios, a los que los individuos atribuyen significado. De este
modo, la comprensión de los fenómenos sociales exige atender las atribuciones de sentido de los
actores. La TF permite este análisis en profundidad al centrarse en las interpretaciones de los
sujetos. Lograrlo exige flexibilidad en el método y la combinación de diversas técnicas de
recolección que sustenten el análisis.
Bonilla y López (2016) resaltan que, en la TF el punto de partida puede ser teóricamente
nulo; no obstante, es admisible incorporar elementos teóricos previos pertinentes a la temática.
Esta estrategia facilita un estudio más profundo y contribuye a la solidez de la teoría emergente.
El propósito central de la TF es la generación de teoría: puede producir teorías nuevas, así como
ampliar o perfeccionar marcos conceptuales existentes, constituyendo en todos los casos un aporte
al campo del conocimiento.
Críticas Relacionadas al Método
García y Rodríguez (2018) aseguran que la TF ni es teoría, ni está fundamentada, porque se
confunde lo teórico con lo metodológico. Agregan que se banaliza el concepto de teoría por hacer
énfasis en lo procedimental. Plantean que el método pretendía responder al paradigma
interpretativo para la valorización de los significados, sin embargo, en su ejecución se aproxima
más al positivista por priorizar en los pasos metodológicos y no en los resultados de la
investigación. No consideran que pueda emerger teorías directamente de la realidad del día a día,
sino de la búsqueda racional de modelos que puedan explicar y den coherencia lógica a la
cotidianidad. De allí, que refuerzan su posición que a través de la TF no se va más allá de una
escueta transcripción de datos obtenidos en entrevistas, que no cuentan con el análisis requerido,
por lo que aseveran que no se genera teoría y mucho menos esté fundamentada.
A partir de la observación anterior, es posible constatar que la TF persigue la emergencia de
teoría con datos de primera mano recopilados entre los actores sociales. No obstante, García y
Rodríguez (2018) señalan que la escasa documentación y el tratamiento superficial de los
procedimientos analíticos resultan en acumulación de datos sin análisis profundo. Adicionalmente,
McCall y Edwards (2021) advierten que la multiplicidad de vertientes de la TF amplía el debate
metodológico, pero puede dificultar a los investigadores en formación la selección coherente de
procedimientos, afectando la calidad de la teoría generada.
En concordancia con las ideas expuestas, Sosa y Valverde (2022) son enfáticos al señalar
que la TF es uno de los métodos más empleados en los estudios cualitativos, sin embargo, lo
califican como controvertido. Esto se debe a que su ejecución no es precisa, en algunos momentos
está rodeada de incertidumbres y contradicciones, porque la interpretación del método no es fácil,
y enseñarlo es otra ardua tarea, para los profesores que no disponen de manuales o guías prácticas
que les facilite formar a nóveles investigadores.
Cabe agregar a Niasse (2023), con su postura sobre las confusiones que se mantienen
actualmente sobre la TF, cuando ya deberían estar superadas; por ello, considera urgente que las
nuevas generaciones de investigadores renueven sus esfuerzos para dominar esta metodología y
así aportar avances significativos en la producción teórica de las ciencias sociales. Recomienda a
los investigadores trabajar con paciencia y creatividad, sin forzar el surgimiento de la teoría,
recalcando que siempre una teoría fundamentada no es definitiva; su validez se mide por su ajuste,