identificar los datos relevantes, interpretar el contexto y seleccionar las operaciones necesarias. Por ello,
diversas investigaciones coinciden en que fortalecer esta etapa inicial es fundamental para garantizar una
resolución efectiva de los problemas.
En esa línea, se recomienda implementar estrategias que favorezcan una vinculación significativa del
estudiante con la situación problematizadora, integrando elementos de su contexto social y cultural como
parte del proceso de comprensión y representación. Asimismo, el papel del docente como mediador resulta
determinante para promover la interpretación matemática desde una perspectiva creativa, articulando el
saber disciplinar con situaciones prácticas y significativas (Villadiego, 2024; Gilbert et al., 2023).
La resolución de problemas implica además la capacidad de transformar la información entre distintos
registros semióticos, como el lenguaje natural, el simbólico y el gráfico. Esta articulación resulta
indispensable para construir significado matemático, especialmente si se tiene en cuenta que los textos de
esta disciplina incorporan objetos y relaciones de elevada complejidad conceptual. En este sentido, se ha
evidenciado que cuando los estudiantes participan en experiencias educativas contextualizadas, logran una
interpretación más profunda de los problemas y fortalecen su capacidad para resolver situaciones lógico-
matemáticas de manera significativa. Estas ideas se relacionan con los aportes desarrollados por Duval
(2006, 2017) sobre la coordinación de registros, así como con estudios recientes que destacan su relevancia
en los procesos de aprendizaje (Barrios et al., 2024; Lizana & Antezana, 2021).
En lo que respecta a la trigonometría, se reconoce que su enseñanza implica la comprensión de
conceptos fundamentales como los ángulos, las razones trigonométricas, las funciones periódicas y los
sistemas de referencia utilizados para describir relaciones entre magnitudes. Sin embargo, diversas
investigaciones han señalado que este aprendizaje suele verse limitado por dificultades tanto conceptuales
como pedagógicas.
Tercero Vitola (2023), a partir de una revisión sistemática, evidencia la persistencia de vacíos en la
comprensión de las funciones trigonométricas y del uso de recursos didácticos que favorezcan su abordaje
significativo. Estas limitaciones están asociadas a la escasa articulación entre el lenguaje verbal y las
representaciones simbólicas y gráficas, lo que afecta la interpretación de diagramas, la selección adecuada
de razones y la comprensión de relaciones angulares.
En coherencia con su propósito, esta investigación se fundamenta en los principios de un modelo
pedagógico innovador denominado BARRISO (Barrios & Delgado, 2025), debido a su énfasis en la
construcción del conocimiento matemático a partir de experiencias contextualizadas y vinculadas
directamente con el entorno del estudiante. A diferencia de otros modelos y propuestas metodológicas que
también han demostrado ser efectivos en la enseñanza de la trigonometría, el modelo BARRISO se distingue
por situar al estudiante como parte activa del fenómeno que analiza, promoviendo una experiencia directa,
corporal y situada que antecede y da sentido a la representación simbólica y digital.
Este modelo orienta la estructuración de acciones pedagógicas (APEG) contextualizadas que no solo
buscan la resolución mecánica de problemas, sino la comprensión profunda de las relaciones geométricas
presentes en la realidad inmediata del estudiante. En función de ello, se seleccionaron dos acciones
pedagógicas para guiar la intervención: el planteamiento de situaciones contextualizadas y la elaboración
de modelos geométricos. Estas acciones permitieron organizar las actividades didácticas y orientar las tareas
de representación trigonométrica, favoreciendo una comprensión conceptual más integrada a partir de la
interacción directa con el entorno, la representación gráfica y la modelación digital, mediadas de forma
intencional por el docente.
Metodología
Esta investigación se desarrolló bajo un enfoque cualitativo, el cual permite comprender las
experiencias, percepciones y significados construidos por los participantes del estudio. Se optó por
este enfoque porque ofrece la posibilidad de acercarse a la realidad del aula desde una mirada
reflexiva y situada. El diseño corresponde a una investigación-acción, dado que el investigador
participa activamente en el proceso de enseñanza, buscando no solo observar, sino también
transformar la práctica educativa. En este sentido, el estudio es de tipo descriptivo e interpretativo,