Esta modalidad se conoce también como aprendizaje a distancia, en el cual el estudiante es
responsable de su aprendizaje, dependiendo fundamentalmente de su interés por aprender y olvida
importantes aspectos como la motivación, la posibilidad de compartir y adquirir nuevo
conocimiento en base a la interacción, tanto dentro del propio grupo de alumnos como entre el
grupo y el profesor.
En ese espacio el alumno debe marcar su propio ritmo de trabajo adquiriendo los
conocimientos expuestos en los contenidos, haciendo los ejercicios de autoevaluación, consultando
y resolviendo dudas con el resto de participantes del curso, realizando las tareas. Luego el profesor
o profesora es quien va guiándole durante su proceso de aprendizaje, esto genera un alumno
autodidacta, el cual manejara que tanto quiere conocer sobre un tema en específico o puede manejar
una variedad de elementos y herramientas que puede ir adquiriendo con el pasar del tiempo o con
la colaboración de otros alumnos en diferentes territorios, los cuales en una educación presencial
no puede adquirir (García Aretio, 2014).
Las aulas virtuales constituyen el núcleo operativo dentro de las plataformas de formación,
teleformación o LMS (Learning Management System), siendo este último un software
específicamente diseñado para la educación en línea. Aunque ambos términos están
interconectados, es crucial distinguirlos: el aula virtual se entiende como el entorno digital donde
ocurre el aprendizaje, facilitando la comunicación en tiempo real (sincrónica) entre el tutor y el
alumnado. En contraste, la plataforma de teleformación o LMS es una aplicación web de mayor
envergadura que no solo alberga aulas, sino que también ofrece “múltiples y variados recursos
formativos sincrónicos y asincrónicos, así como recursos y materiales para controlar, administrar,
impartir, hacer seguimiento del proceso formativo y facilitar la gestión administrativa” (Adell &
Castañeda, 2012, p. 22).
Sin embargo, a pesar de sus capacidades de interacción y gestión, existe la crítica de que el
diseño de muchos cursos en estas plataformas de formación a distancia se reduce a un simple
repositorio de contenidos y tareas que el estudiante realiza a su propio ritmo, disminuyendo
significativamente la interacción con el profesor y los compañeros (García Aretio, 2014).
Comunicación en el Aula de Clase
La comunicación en el aula constituye un elemento esencial que todo docente debe manejar
con precisión y eficacia, pues de ella depende la calidad del proceso de enseñanza y aprendizaje.
De este modo, las explicaciones, comentarios, preguntas, dudas, que puedan tener los alumnos, se
verán reducidas de manera considerable o, de no ser así, serán resueltas de la manera más ventajosa
tanto para su entendimiento como para el control sobre la clase.
Las interacciones comunicativas en el aula, según Villalta y Martinic (2020), constituyen el
núcleo de la práctica pedagógica porque a través de ellas se configuran las dinámicas de enseñanza
y aprendizaje; en su estudio con docentes en formación, los autores muestran que las estructuras
conversacionales, preguntas, respuestas, retroalimentaciones y silencios, determinan la manera en
que se transmiten los contenidos y se construyen relaciones pedagógicas, evidenciando que incluso
en prácticas iniciales los futuros maestros reproducen patrones comunicativos similares a los de
profesores experimentados, lo que revela la importancia de analizar y transformar estos
intercambios para favorecer una participación más activa y crítica de los estudiantes.
Según Martínez Romero et al. (2021), el lenguaje no se reduce a la transmisión de
información, sino que constituye un instrumento esencial para el desarrollo humano, la
construcción del pensamiento y la organización de estructuras cognitivas que sostienen los
procesos educativos. De esta manera, el aprendizaje y dominio del lenguaje no se limita a la simple
recepción pasiva de palabras, sino que exige un proceso activo de uso, práctica y asimilación
mediante la interacción constante con otros individuos.