Universidad del Zulia - Facultad de Humanidades y Educación
Encuentro Educacional
e-ISSN 2731-2429 ~ Depósito legal ZU2021000152
Vol. 31 (1) enero - junio 2024: 177-189
Colonialidad del saber: una revisión crítica a partir de la pedagogía decolonial
José Alvarado
Centro de Estudios Filosóficos “Adolfo García Díaz”. Facultad de Humanidades y
Educación
Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela
josealvarado001@gmail.com
https://orcid.org/0000-0002-4183-0110
Resumen
La modernidad estuvo marcada por importantes eventos históricos, políticos y filosóficos, que
dieron lugar a una nueva concepción de mundo y a la expansión de la racionalidad occidental
(Restrepo y Rojas, 2010). A lo largo de los siglos, estos ideales se han extendido sobre las
naciones latinoamericanas, ocultando los lineamientos coloniales, produciendo contextos
asimétricos, marginación social e imponiendo un saber hegemónico, totalizador y eurocentrado.
En virtud de lo anterior, el ensayo tuvo como objetivo analizar los elementos esenciales de la
colonialidad del saber y de la propuesta pedagógica decolonial. Entre los principales hallazgos se
destacan: La permanencia del saber cartesiano, centrado en la certeza del conocimiento y la
visión mecanicista de la naturaleza (Descartes, 2018), elementos que definirían el pensamiento
moderno e incidirán significativamente sobre el establecimiento de la colonialidad del saber.
Además, se cuestiona al eurocentrismo como criterio educativo omniabarcante y la posibilidad de
emprender proyectos de transformación socioeducativa, con un enfoque decolonial y alternativo
(Méndez y Padrón, 2023). Finalmente, se presenta la propuesta pedagógica decolonial, como
denuncia abierta a la colonialidad del saber y a las prácticas de dominación de la alteridad
(Bustos, 2020). El método utilizado es el hermenéutico-documental. Se concluye que la
pedagogía decolonial es un proceso inacabado, que articula múltiples aristas, donde convergen
distintas luchas sociales, que tienen como horizonte brindar una propuesta educativa inclusiva,
liberadora, capaz de dialogar con los diversos actores sociales.
Palabras clave: Modernidad; racionalidad instrumental; colonialidad del saber; pedagogía
decolonial; inclusión.
Coloniality of knowledge: a critical review based on decolonial pedagogy
Abstract
Modernity was marked by important historical, political and philosophical events that gave rise to
a new conception of the world and the expansion of Western rationality (Restrepo and Rojas,
2010). Over the centuries, these ideals have spread over Latin American nations, hiding colonial
guidelines, producing asymmetric contexts, social marginalization and imposing a hegemonic,
totalizing and Eurocentered knowledge. By virtue of the above, the purpose of the essay was to
analyze the essential elements of the coloniality of knowledge and the decolonial pedagogical
proposal. Among the main findings, the following stand out: The permanence of Cartesian
knowledge, centered on the certainty of knowledge and the mechanistic vision of nature
(Descartes, 2018), elements that would define modern thought and would significantly influence
the establishment of the coloniality of knowledge. In addition, Eurocentrism is questioned as an
all-encompassing educational criterion and the possibility of undertaking projects of socio-
educational transformation, with a decolonial and alternative approach (Méndez and Padrón,
2023). Finally, the decolonial pedagogical proposal is presented as an open denunciation of the
coloniality of knowledge and the practices of domination of otherness (Bustos, 2020). The
method used is hermeneutic-documentary. It is concluded that decolonial pedagogy is an
unfinished process, which articulates multiple edges, where different social struggles converge,
whose horizon is to provide an inclusive, liberating educational proposal, capable of dialoguing
with the various social actors.
Keywords: Modernity; instrumental rationality; coloniality of knowledge; decolonial pedagogy;
inclusion. Introducción
La racionalidad moderno-occidental ha marcado un hito dentro de la historia del pensamiento
humano, consolidándose a través de posicionamientos filosóficos, como el de René Descartes
(1596-1650), que han situado las bases sobre el conocimiento y su certeza, a como de la
estructuración mecánica del cosmos. Lo anterior constituye un nuevo paradigma filosófico, que
permeó e influ en la confección de las instituciones sociales, los sistemas económicos y la
cultura. No obstante, detrás de esta universalidad, subyacen dinámicas coloniales que han
dictaminado las formas de ser, pensar, saber y de relacionarse con el mundo.
A tal efecto, resulta importante cuestionar la racionalidad instrumental de la modernidad y las
estructuras coloniales que enmascara, mediante la imposición del eurocentrismo como criterio
válido de conocimiento, que suscita la colonialidad del saber, que margina, excluye y distancia
otras formas de comprender la realidad.
Sustentado en estas premisas, este ensayo tiene como objetivo analizar los elementos
esenciales de la colonialidad del saber y de la propuesta pedagógica decolonial. Se trata de una
exploración hermenéutica-documental. Su alcance es teórico y crítico; cuestiona la hegemonía de
la colonialidad del saber y las implicaciones de la racionalidad moderno occidental sobre la
conformación del conocimiento, insistiendo en el rescate de las pedagogías decoloniales como
alternativas liberadoras, transformadoras y requeridas para la transformación educativa.
Si bien es un tema trabajado dentro del pensamiento crítico latinoamericano, la originalidad de
este ensayo se sitúa en el establecimiento de conexiones concretas de las teorías decoloniales con
las propuestas pedagógicas para la transformación educativa en América Latina. Por lo tanto, para
su abordaje, la investigación se dividirá en tres secciones: 1. La confección de la racionalidad
moderno occidental, que explora sus raíces históricas y filosóficas. 2. El cuestionamiento
decolonial, donde se destacan sus posicionamientos centrales contra la racionalidad moderno
occidental y su impacto sobre la educación 3. La intervención de la pedagogía decolonial, como
una propuesta que desafía las estructuras educativas actuales.
Desarrollo
1. La confección de la racionalidad moderno-occidental
En sentido filosófico, la modernidad da inicio con el pensamiento de René Descartes, quien
formula una serie de interrogantes que interpelarían el saber forjado desde la antigüedad. Su
pensamiento parte del problema del conocimiento y de su certeza, hecho que se extiende a las
disciplinas científicas naturales y matemáticas, siendo una constante en los ambientes académicos
modernos; asimismo, plasma una visión del mundo como un todo organizado, coherente y
mecánico, de modo que, todos los elementos situados en el cosmos, incluidos el hombre y la
naturaleza, se integran a una maquinaria universal, sin propósito o voluntad, sino que operan por
medio de una serie de procesos que pueden ser explicados por medio de la racionalidad humana
(Descartes, 2018).
En sentido histórico, la modernidad estuvo acompañada por la conexión de diversos factores,
como la instauración del capitalismo como sistema económico regente; el avance de la ciencia y
la tecnología, que dieron lugar a la instauración de rutas de navegación más precisas y, resultado
de esta realidad, las conquistas continentales tomaron nuevas dimensiones, al imponer el
rompimiento con la fe, al cuestionar el poder de la iglesia, desplazando lo religioso, reconociendo
la primacía de la razón eurocentrada, la creación de Estados nacionales, el universalismo
filosófico, la fragmentación del saber, que influyó en la búsqueda de conocimientos
despersonalizados y abstractos (Restrepo y Rojas, 2010).
Las derivaciones epistémicas suscitadas de la modernidad afectaron directamente el orden
estructural de la realidad, configurando una colonialidad del saber, que se ha reinventado en las
dinámicas contemporáneas, dejando una serie de desafíos educativos, que ameritan lucha contra
estructuras cargadas de inequidad, degradación ética y medioambiental, entre otra serie de
características presentes (Argüello y Anctil, 2019). Según Castro-Gómez (2000), la colonialidad
del saber se construye mediante un aparataje ideológico que legitima la exclusión de las
subjetividades e impone, de acuerdo a Walsh (2008), la razón instrumental como único criterio
válido para definir el conocimiento.
Esta visión ha permeado todos los escenarios educativos latinoamericanos, al instaurar una
postura universalista con respecto al saber, el conocimiento, la historia, la educación, la cultura,
la filosofía. Plantea una razón desencarnada, sin cuerpo, trascendente, sustituyendo la relación
ancestral del hombre con la naturaleza y la alteridad, imponiendo un nuevo ordenamiento
categorial, sustentado en la explotación, progreso y desarrollo (Mejía, 2016).
Monfrinotti (2021), advierte que la modernidad esconde una lógica excluyente, que opera
sobre las formas de interpretar el mundo, estableciendo relaciones jerárquicas entre el sujeto
moderno (hombre, occidental, blanco) con el mundo natural y con la alteridad. Esta
conformación discursiva de la modernidad ha venido determinando los modos de ser, hacer,
conocer y actuar, lo que demuestra cómo la modernidad instaura una racionalidad
antropocéntrica, logocéntrica, eurocéntrica, instrumental, monolítica y colonial. Por esta razón, se
requiere de un desplazamiento de los modelos educativos excluyentes, totalizadores, que generan
crisis, desencuentros entre realidades, actores y factores, que han repercutido en el tiempo.
Lo anterior pone al descubierto el sentido de la modernidad, como lo es instaurar una
colonialidad epistémica, una reorganización del saber, fomentando el condicionamiento racial, la
dominación cultural y la negación del otro. En tal sentido, la modernidad lleva a la
universalización del saber, a la homogeneización epistémica, respondiendo a necesidades de
expansión y de consolidación de modelos económicos, políticos y educativos, que requieren
reestructurar la realidad de acuerdo a las necesidades del entorno global. Se legitima, en
consecuencia, una perspectiva excluyente, donde toda acción educativa debe comprenderse a
partir de Occidente y de sus categorías impuestas.
En este mismo orden de ideas, la universalización es vendida como una propuesta neutral,
pero que transgrede la visión humanística del saber, de la educación y del encuentro cultural. De
esta manera, la modernidad mantiene una cara oculta, como lo es la colonialidad y las formas de
dominación sobre el pensamiento, provocando un saber totalizador, desplazando las
cosmovisiones originarias y toda perspectiva cognitiva diferente. Bajo esta perspectiva, el
hombre blanco-occidental se sitúa como la cúspide cognitiva, impulsando un racismo epistémico,
que sustituye el encuentro dialógico por categorías absolutas, por procesos modernos y
eurocéntricos.
Como criterio de conocimiento, el eurocentrismo jerarquiza la realidad y establece relaciones
asimétricas de poder, desplazando identidades e inhabilitando formas de acercamiento con la
alteridad y con prácticas pedagógicas que reivindiquen la condición social de los individuos. En
esencia, los patrones eurocéntricos instaurados sobre el saber afectan las formas de concebir y
definir la historia universal, donde los cuerpos de conocimientos son presentados bajo una única
visión, bajo patrones filosóficos y educativos cónsonos con los ideales de la modernidad.
Como consecuencia, la modernidad postula una racionalidad instrumental, que es, a su vez,
geolocalizada, y llevada al resto del mundo, como un condicionamiento epistémico totalizador,
que silencia otras voces, imaginarios y perspectivas no convencionales. La intención se sitúa en
establecer una lógica colonizadora, saberes absolutos, que asumen la modernidad como único
criterio de civilización, subordinando el conocimiento a centros y conglomerados de poder
intelectual y económico. En otras palabras, plantea una hegemonización del saber, que dictamina
qué, cómo, cuándo y nde conocer, negando la posibilidad de todo saber alternativo y de toda
narrativa discursiva diferente, introduciendo formas de control y fragmentación, social, haciendo
presión sobre la población e invisibilizando las luchas pedagógicas y andragógicas que
cuestionan esta normatividad discursiva.
2. El cuestionamiento decolonial
El pensamiento decolonial tiene sus fundamentos en el cuestionamiento de la racionalidad
instrumental de la modernidad, cuyas derivaciones sobre la ciencia, el saber y la educación, han
creado una serie de condicionamientos coloniales ineludibles para América Latina y el Caribe,
que han sido distanciadas de la definición estándar de civilización ofrecidas por el eurocentrismo.
La perspectiva crítica decolonial centra su atención en la construcción de una perspectiva
epistémica y educativa alternativa e insurgente, situada lejos de la normatividad hegemónica, de
las incertidumbres procedentes de la globalización, como parte del desprendimiento de la matriz
colonial, que se define como un engranaje de poder, que conduce a la exclusión, marginación e
invisibilización de identidades.
Dentro de los postulados centrales del pensamiento decolonial, se encuentran las críticas que
se exhiben a los condicionamientos coloniales de las categorías precitadas de modernidad y
eurocentrismo, que suelen percibirse como pilares esenciales de la colonialidad del saber, de las
que dependen el ordenamiento en centro y periferia, situando a Europa como centro de las
relaciones epistémicas del contexto actual. Conforme con lo anterior, el pensamiento decolonial
interpela el eurocentrismo como criterio educativo omniabarcante; persigue el rescate de saberes
negados por la episteme moderna, que ha reorganizado el saber de acuerdo a los dictámenes del
poder colonial, conduciendo al establecimiento de relaciones asimétricas, cosificando la
existencia y desplazando identidades y subjetividades, inhabilitando las formas de comprenderse
a mismo, a la alteridad y la cosmovisión autóctona de los pueblos; se trata de un proceso de
blanqueamiento progresivo del acto educativo a través de la historia.
Como puede apreciarse, los enunciados del pensamiento decolonial se encuentran en diálogo
confrontativo con las imposiciones coloniales, como reclamos irresueltos, que ven en el saber un
fetiche de poder, dando lugar al encubrimiento de identidades, tendiendo al rescate de
posicionamientos emancipadores, insurgentes, que han dado preeminencia a la liberación de los
sujetos oprimidos. Igualmente, mantiene un notable interés en focalizar los orígenes históricos de
la modernidad en la conquista de América y su origen filosófico en la filosofía cartesiana, como
mecanismos de expansión del colonialismo y el sistema mundo/moderno, determinados por
formas de explotación, de identificación con centros de poder global, con la subalternización y
desplazamiento de culturas, que no se adecuan al crecimiento expansivo del eurocentrismo y de
las exigencias hegemónicas de universalización del saber y uniformidad en la cultura.
De esta manera, se concibe la colonialidad como un modo de negar el saber alternativo, de
mantener ancladas las naciones a contextos de marginación y opresión, relacionadas con la matriz
colonial, cuya definición puede expandirse, al considerarse un tejido conectivo que actúa
racionalizando las formas de vida, entrelazando la raza, lo étnico, lo económico, lo político y lo
social, ejerciendo autoridad, deslegitimando la alteridad. Es así que se establece como prioritario
construir un proyecto y accionar epistémico-educativo decolonial, como denuncia explícita ante
la racionalidad instrumental, sustentada en la certeza del conocimiento, en la fe exacerbada en la
ciencia, mientras se emplaza a la comprensión del ser humano desde sus dimensiones complejas,
desde la interacción con diversas ramas del saber, distanciándole de enfoques totalizadores que
segmentan la educación y trazan fronteras imaginarias entre culturas.
Evidentemente, el pensamiento decolonial es inacabado; se mantiene en constante
reestructuración, en diálogo permanente con teorías educativas, entre autores, entrando en
conflictividad con la realidad, con el desarrollo occidental, pero focalizándose en la liberación del
sujeto oprimido por la hegemonía occidental. En síntesis, el pensamiento decolonial propone el
cambio estructural de la racionalidad moderno/instrumental, determinada por la violencia
epistémica.
En concordancia con lo anterior, Méndez y Padrón (2023), indican que el pensamiento
decolonial brinda los cimientos para emprender proyectos de transformación social, significando
una ruptura con los paradigmas establecidos por la modernidad. Por esta razón, lo decolonial se
presenta como un cuestionamiento epistémico, político y ontológico, lo que permite hacer frente
a los efectos de la colonialidad del saber. Desde el accionar alternativo, consolida un pensamiento
divergente, acompañado por gestas sociales que reclaman la reconstrucción educativa en la
sociedad latinoamericana, independiente de los dictámenes del poder hegemónico global.
El pensamiento decolonial propone la resignificación de las identidades, el diálogo con el
saber periférico, no universal, buscando la deconstrucción progresiva de los supuestos teórico-
prácticos de la modernidad, en tanto se construye una propuesta educativa desde interpretaciones
distintas, desde el distanciamiento con la visión eurocéntrica, desde las peculiaridades,
circunstancias y tensiones surgidas con el mundo occidental. Se trata de un proceso de
deconstrucción del relato hegemónico de la colonialidad del saber, apostando por una educación
con un enfoque decolonial, haciendo del acto educativo un ejercicio continuado para la
liberación.
En este sentido, el pensamiento decolonial apunta a la resolución de problemáticas sociales
concretas, que afectan a los habitantes de América Latina y el Caribe, a sujetos reales que no
pueden ser apartados de sus condicionamientos y circunstancias peculiares. Se trata de la
inclusión e integración de los saberes locales, indígenas, campesinos, de los desplazados y
excluidos de la hegemonía discursiva occidental en la educación, mediante la participación
activa, reflejando sus perspectivas, experiencias y capacidad de interpretación ontológica del
mundo.
El cuestionamiento decolonial promueve la inclusión de narrativas no eurocéntricas en el
ámbito educativo, en concordancia con una visión diversa, plural y heterogénea de la realidad de
la región, lo que implica la revisión de los contenidos educativos e insertar voces divergentes, que
cuestionen los cimientos del saber, permitiendo la afirmación de las identidades, conduciendo a
un proyecto educativo pensado desde la diversidad, desde las resistencias interculturales,
dialógicas y críticas, que rompen con el modelo tradicional y autoritario de la educación.
3. La intervención de la pedagogía decolonial
Como punto de inicio, la pedagogía decolonial considera los efectos de la colonialidad del
saber sobre aspectos específicos de la educación, entre los que destacan el currículo escolar, las
prácticas de enseñanza, la evaluación, el acceso a la equidad y diversidad de visiones, el
condicionamiento racial y lingüístico, entre otros aspectos. A sabiendas de la intervención de la
modernidad en los espacios escolares, se insta a la puesta en práctica de modelos educativos
dialógicos, de contacto y encuentro con la alteridad.
En palabras de Méndez (2021:14):
Estamos ante la presencia de un proyecto educativo que rompe con la perspectiva
eurocéntrica ideada por lo colonialidad del saber y que apuesta por el
acompañamiento de las experiencias sociales, culturales y epistémicas que permiten
una transformación política de nuestras sociedades desde la construcción propia de
estas pedagogías decoloniales.
Al ser un proyecto alternativo, la pedagogía decolonial se nutre de las propuestas teóricas de la
pedagogía de la liberación, cuyo autor más representativo es el pedagogo brasileño Paulo Freire
(1921-1997), quien concebía la educación como un proyecto político, destinado a solventar las
necesidades de las clases desposeídas y desfavorecidas, oprimidas y desplazadas por la gica
dominante. Su pensamiento plantea una crítica al capitalismo, a la concepción bancaria del saber,
a las condiciones de poder, alienación y opresión a las que son sometidos los estudiantes, al
responder a una ideología memorística, donde lo importante es dar continuidad a la hegemonía
establecida (Freire, 2005).
El fin de la propuesta pedagógica freiriana radica en la transformación de la realidad
socioeducativa, en subvertir el contexto de dominación, mediante la educación como práctica de
la libertad, lo que incluye la promoción del diálogo crítico y horizontal entre estudiantes y
educadores, procesos de concienciación, de empoderamiento y de participación activa dentro de
la sociedad (Freire,1997). Lo anterior apunta a la emancipación plena, a la conformación de un
contexto educativo libre, político, democrático, activo (Méndez, 2023); dialógico, relacional,
ético, marcado por la solidaridad, el respeto a la alteridad; conectado con el mundo, dispuesto a
dar lugar a diálogos incluyentes, humanizadores y liberadores (Suárez, 2023).
Asimismo, la pedagogía decolonial recibe influencia de las prácticas de resistencia, de las
luchas para superar los contextos de inequidad y exclusión social, insertándose en zonas
vulnerables, expuestas a la violencia sistemática de las improntas culturales establecidas por la
modernidad. Como tal, procura romper con los estereotipos sociales, raciales y geolocalizados de
la educación, para emplazar en la construcción de proyectos liberadores y transformadores de la
realidad social. Esto se evidencia en la conformación de luchas interculturales contra la
hegemonía epistémica, por el reconocimiento de las peculiaridades culturales, de las
racionalidades divergentes, como un proceso crítico en contra de la ordenación moderno colonial
de la realidad.
En la perspectiva de Bustos (2020), la pedagogía decolonial se presenta como una denuncia
abierta hacia la colonialidad del saber, pretendiendo desenmascarar sus prácticas de dominación,
teniendo como fin la instauración de enfoques críticos, epistemologías y didácticas alternativas,
centradas en la dialogicidad, la alteridad, la capacidad crítica y un posicionamiento ontológico
valorativo, pertinente y abierto a la transformación de la realidad. En consecuencia, la pedagogía
decolonial se inscribe en un proyecto práctico y en un compromiso social de transformación
educativa, que insta al acompañamiento del otro, a construir espacios de encuentros, de
intercambios, de sensibilización, sin que esto signifique renunciar a las diferencias, sino afrontar,
desde la diversidad, los retos del diálogo y de la escucha, emprendiendo etapas de renovación
pedagógica y de intercambio intercultural.
Alcanzar la descolonización del saber no puede darse sólo por el cuestionamiento o por la
denuncia a esta realidad, se requiere iniciar cambios epistémicos en los espacios educativos, en
las estructuras curriculares que, basados en la intervención decolonial, puedan proponer prácticas
educativas divergentes, reforzadas con el compromiso social, con la vinculación con las
comunidades, atendiendo necesidades específicas y tangibles de la colectividad (Mahecha, 2023).
Por tanto, se propone cambiar los paradigmas de la modernidad, basados en el eurocentrismo y en
la racionalidad instrumental, por la revisión del contexto, del lugar, escuchando y dialogando con
el entorno, la cultura y con la diversidad de seres y saberes.
La dirección de la pedagogía decolonial se encuentra situada en la posibilidad de un currículo
contextualizado, diverso e intercultural, con especial énfasis en realidades y contextos peculiares,
en la aplicación práctica de los aprendizajes, manteniendo vivo lo propio de cada cultura, ante los
efectos erráticos de la globalización. La clave de esta propuesta pedagógica se centra en la idea
de comunidad, de rescate del buen vivir, de respeto y tolerancia entre las culturas, en la
protección de la tierra, preservación de la naturaleza, haciendo evidente, permanentemente, la
herida producida por la colonialidad del saber y por las prácticas hegemónicas occidentales
(Mahecha, 2023).
En la perspectiva de Walsh (2020; 2021), la pedagogía decolonial no debe limitar su accionar a
la academia, la escuela o la universidad. La misma se enraíza en lo social, desarrollando
preguntas que apuntan a resolver problemas específicos, a generar prácticas antihegemónicas,
acompañadas de metodologías diversas, como formas de descentrar la colonialidad del saber y
los patrones de dominación colonial. Asimismo, sostiene que la pedagogía decolonial es una
postura de análisis, creación, acción y sentimiento, que puede ser activa y continúa, relacionando
el pasado con el presente y el futuro, involucrando a los pueblos, sujetos, conocimientos y
territorios en el avance de lo pedagógico y lo decolonial.
Comprendido así, la pedagogía decolonial contempla la pluralidad humana y los encuentros
interculturales que pueden suscitarse a partir de ello. En otras palabras, hace factible el diálogo de
saberes, el encuentro entre contextos, entre particularidades, singularidades y diferencias, donde
alumnos y docentes se convierten en interlocutores del saber. Descolonizar el saber, por ende,
implica una respuesta intercultural de la pedagogía decolonial; significa la confrontación entre los
actores sociales y la academia, del saber alternativo con el eurocentrismo. En esencia, busca el
reconocimiento de los invisibilizados por la modernidad occidental, que llegan a los espacios
educativos con una visión de mundo distinta, con una historia forjada desde la periferia (Ortiz et
al., 2018).
Lo anterior presupone un cuestionamiento permanente a los posicionamientos academicistas
que abogan por la neutralidad del saber. Hecho cuestionable desde perspectivas epistemológicas
decoloniales, en tanto interpelan el saber y el acto educativo desde las posibilidades de generar
cambios sociales, de afectar contextos peculiares. Es así que la pedagogía decolonial se convierte
en una propuesta factible, de acercamiento y de transformación, como herramienta para acortar
las brechas sociales y promover la inclusión educativa.
Conclusiones
En los últimos tiempos, los enfoques decoloniales han ganado terreno, evidenciado
posicionamientos disidentes dentro de las ciencias sociales y, en específico, en la educación. Se
presentan como una crítica contundente a la colonialidad del saber, a la vez que aspiran la
construcción de un proyecto liberador, sustentado en una visión epistémica alternativa, donde
convergen la teoría y el accionar práctico de identidades subversivas e insurgentes, que presentan
otros relatos e imaginarios posibles.
El pensamiento decolonial legitima las luchas educativas, los mecanismos desafiantes en
contra de las estructuras coloniales del saber, sustentadas en premisas liberadoras, que aspiran
una sociedad distinta, entornos igualitarios, incluyentes, conducidas por políticas epistémicas
bifurcadas, que asumen una perspectiva crítica, independiente de los lineamientos coloniales. Se
sostiene la tesis de que el pensamiento decolonial no procura simplemente el respeto o la
tolerancia, tampoco la incorporación de la alteridad a estructuras académicas normativas; por el
contrario, se perfila hacia un proyecto emancipador, que parte del diálogo confrontativo entre
saberes, de la puesta en escena de racionalidades divergentes, de modos de sentir, actuar, pensar y
vivir, no condicionados por la racionalidad eurocéntrica.
Por esta razón, las propuestas del pensamiento pedagógico decolonial se sustentan en la
praxis y en el accionar educativo, en modos de insurgencias epistémicas, que diferencian la
tolerancia de la inclusión; es decir, afirman que la inclusión no está determinada por el ideal de
blanquitud, sino por los espacios de enunciación, de encuentro y desencuentro, de formación de
procesos educativos, que precisan apartarse de los marcos referenciales de la modernidad. Esto
significa dar apertura a otras formas de ver el saber, de concebir los procesos de enseñanza-
aprendizaje fuera de la hegemonía política vigente, de condicionamientos geográficos
específicos, de producción estéril de conocimiento, pensado para el sometimiento de los
individuos.
Descolonizar el saber es una propuesta epistémica que implica el desprendimiento de la
matriz colonial, de los metarrelatos de la modernidad, de visiones retóricas de la filosofía
educativa, que distancia a los individuos de la participación activa en las luchas por la
legitimación de la educación. Esta es la base para una racionalidad dialógica, no universal, acorde
a las cosmovisiones originarias, a la diversidad, a las historias locales, a una mirada de la realidad
autóctona, flexible, subjetiva, holística y compleja, con miras en un conocimiento transgresor,
liberador, dispuesto al diálogo en desigualdad de condiciones, al desentrañamiento de la
colonialidad del saber, como cara oculta de la modernidad.
La pedagogía decolonial es una insurgencia político-epistémica, que es rebelde,
dilemática, que se sitúa en contraposición al eurocentrismo, contra las posturas depredadoras de
la naturaleza, volviendo al sentimiento de comunidad, a las historias locales, dejando de lado la
historia global, que niega los imaginarios diversos. Propone un tipo de pensar, actuar, insurgir,
existir, que no recorta el camino hacia la liberación, sino que transita en medio de luchas, a la par
de los movimientos socioeducativos, planteando opciones desde la rebeldía epistémica, desde
espacios no globalizados, que aún subsisten en contextos andinos, campesinos, indígenas,
afrodescendientes, que luchan por resistir el ordenamiento global, manteniendo su identidad en
medio de los cambios irregulares, volátiles y erráticos de la globalización, entretejiendo ideales,
acciones, pensamientos y maneras peculiares de asumir el compromiso socioeducativo.
Lo decolonial, en consecuencia, es una descentralización y deconstrucción del saber, de la
educación, de la academia, de los espacios escolares y universitarios; es un conducir permanente
de la sociedad hacia la liberación, al reconocimiento de su sitial dentro de los procesos
emancipadores, que requieren de la participación activa, como criterio para transformar la
educación. Como puede apreciarse, la descolonización del saber es un tema inacabado, que
implica dar lugar a conocimientos, síntesis teóricas, prácticas insurgentes, luchas activas contra la
homogeneidad del saber y del eurocentrismo, en tanto una nueva pedagogía entra en escena,
consolidando realidades divergentes, que requieren de compromiso y labor incluyente.
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