Universidad del Zulia - Facultad de Humanidades y Educación
Encuentro Educacional
e-ISSN 2731-2429 ~ Depósito legal ZU2021000152
Vol. 30 (1) enero - junio 2023: 277-287
Filosofía, investigación y educación: Relaciones e
implicaciones en el contexto actual
José Alvarado
Centro de Estudios Filosóficos “Adolfo García Díaz”. Facultad de
Humanidades y Educación. Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela
josealvarado001@gmail.com
https://orcid.org/0000-0002-4183-0110
Resumen
El presente ensayo tuvo por objetivo analizar las interacciones e implicaciones existentes entre la
filosofía, la investigación y la educación en los escenarios actuales. Para lograr tal fin, se centra
atención en los siguientes aspectos: 1. Resume la problemática central de la filosofía occidental,
cuyo surgimiento estuvo vinculado al asombro y cuestionamiento hacia los fenómenos naturales
que, con el trascurrir de los siglos, fue acogiendo y dejando de lado aspectos de diversa índole,
pero teniendo en común que, en cada etapa histórica, ha impulsado su vinculación con diversas
ramas del saber. 2. Perfila, a grandes rasgos, las dimensiones de la investigación filosófica, que
incluyen el cuestionamiento de la propia filosofía, de la ciencia y el surgimiento de
posicionamientos críticos hacia la investigación centrada en un único sentido y esquema de
pensamiento. 3. Presenta la relación implícita entre filosofía, investigación y educación, donde se
asume la filosofía como herramienta requerida para potenciar las capacidades racionales del ser
humano, como medio de cuestionamiento permanente para la ciencia, hecho que impide la
homogeneización del saber y la educación en posturas acríticas. El método utilizado fue el
hermenéutico documental. Se concluye que, si bien la filosofía y la educación han tomado rumbos
diferentes, comparten la preocupación por la alteridad, lo social y la formación crítica de
ciudadanos, elementos requeridos para garantizar la dignidad humana en el siglo XXI.
Palabras clave: Filosofía; investigación; educación; métodos; conocimiento.
Philosophy, research and education: Relations and implications in the current context
Abstract
This essay aims to analyze the interactions and implications between philosophy, research and
education in current scenarios. To achieve this end, attention is focused on the following aspects:
1. Summarizes the central problem of Western philosophy, whose emergence was linked to the
astonishment and questioning of natural phenomena that, over the centuries, was welcoming and
leaving aside aspects of a diverse nature, but having in common that, in each historical stage, it has
promoted its link with various branches of knowledge. 2. It broadly outlines the dimensions of
philosophical research, which includes the questioning of philosophy itself, of science, and the
emergence of critical positions towards research focused on a single meaning and scheme of
thought. 3. It presents the relationship between philosophy, research and education, where
philosophy is assumed as a required tool to enhance the rational capacities of the human being, as
a means of permanent questioning for science, a fact that prevents the homogenization of
knowledge and education in uncritical positions. The hermeneutic-documentary method was used.
Conclusions are that, although philosophy and education have taken different directions, they share
a concern for otherness, the social and the critical formation of citizens, elements required to
guarantee human dignity in the 21st century.
Keywords: Philosophy; research; education; methods; knowledge.
I. Introducción a la problemática filosófica
La complejidad de la filosofía puede ser notoria en sus temas de investigación. El acto de
filosofar, implica conocer sus intereses, preocupaciones, circunstancias históricas y contextuales,
las cuales, dado su naturaleza, se presentan articulados a la comprensión de la filosofía; es decir,
en cada período histórico de la humanidad, se ha tenido una aproximación a la definición de la
filosofía, que demás está afirmar, es incompleta, inacabada, problemática, pero ampliamente
crítica, racional, sin dejar de denotar su vinculación con otros campos del saber, como la
cosmología y la física en la antigüedad, la teología en Edad Media, las ciencias naturales en la
Modernidad, las ciencias sociales en el siglo XIX y el pensamiento complejo y las posturas inter y
transdisciplinares en el siglo XXI.
Sin importar el período histórico en el que se ubique, la filosofía se concibe como amor a la
sabiduría, pero esta conceptualización es insuficiente para abarcar su amplio espectro, dado que,
de acuerdo a los postulados aristotélicos, el saber tiene una clara jerarquización, siendo ese saber
ulterior, deseable por sí mismo y no por su utilidad, el que es objeto de investigación de la filosofía
(Aristóteles, 2014). Para el estagirita, el saber filosófico es aquel que no muestra signos de utilidad;
es distinto al techné o técnica necesaria para la supervivencia. El saber proveniente de la filosofía
no procura la satisfacción de necesidades ni la producción de bienes y servicios; por el contrario,
es una praxis y búsqueda continuada de saber, del saber por el simple placer de saber, lo que
restringe el campo de actuación de la filosofía hacia lo teorético (Muñoz, 2002).
En sus orígenes, la filosofía se encontró ligada al asombro, al sentimiento de extrañeza ante la
realidad natural Posteriormente, fue trasladándose a los objetos más distantes que componen el
cosmos; de esta manera, el amor a la sabiduría se entiende como una búsqueda incesante por los
fundamentos ontológicos y epistemológicos de la realidad, hecho que no exime a la filosofía de
rigurosidad, sistematicidad y de su talante crítico característico.
Este posicionamiento condujo a los primeros pensadores a afirmar que la filosofía es un modo
de vida, cuyas exigencias fueron consideradas una ciencia, que busca legitimar y defender las tesis
que sustenta, sin perder de vista el carácter general de la filosofía, a lo existente, a objetos fuera del
alcance de la conceptualización de la ciencia moderna. Por este motivo, la filosofía se constituye
un saber de los principios primeros que fundamentan la realidad (ontología), pero, a la vez,
considera asuntos relacionados al bien y el mal, la justicia, la libertad, (ética), el conocimiento y su
posibilidad (epistemología), el razonamiento humano (lógica), el hombre (antropología filosófica),
la belleza y lo sublime (estética), la totalidad de las cosas (cosmología), Dios (teodicea), entre otros
aspectos.
La filosofía forma parte de los intereses humanos, en tanto trata, de manera equilibrada y crítica,
los asuntos antes mencionados. Sin embargo, dada su naturaleza, la filosofía contrasta
permanentemente entre su carácter crítico y lo especulativo, el cuestionamiento de la realidad y los
supuestos que defiende, además de su interés primigenio, ubicado en el mundo griego, de
vincularse con la ciencia.
En su primera etapa de formulación, la filosofía es asociada a un naturalismo, gracias a las
vinculaciones existentes entre phisys (naturaleza) y arjé (principio constitutivo de las cosas). De
esta interrelación palpitante, se origina el cosmos, que es dinámico, pero ordenado, compuesto de
procesos naturales que sustentan la vida tal y como se conoce. Estas afirmaciones fundamentan los
primeros postulados filosóficos, encontrados en pensadores como Tales, Anaximandro y
Anaxímenes de Mileto, Heráclito de Éfeso, Parménides de Elea, Anaxágoras de Clazómenas,
Empédocles de Acraga, Leucipo de Mileto y Demócrito de Abdera.
Del saber sobre la naturaleza, derivaron las futuras definiciones del ser (ser natural-ser artificial),
fundamentales para la comprensión de la filosofía, para explicar efectivamente la naturaleza y
cómo de la unidad puede surgir la pluralidad y de lo estático el movimiento. La comprensión de
estos asuntos resultó fundamental para sustentar el carácter racional de la filosofía, ya que, en la
prevalencia de la unidad, se dio pie a la comprensión de los elementos que constituían el orden
armónico del universo.
Empero, esta discusión sobre la filosofía no queda limitada al contexto griego. Sus
planteamientos fueron modificándose, manteniendo la esencia de la pregunta frente a las
respuestas. Esto deja en evidencia que, a diferencia de otras disciplinas de conocimiento, el fin de
la filosofía no es llegar a conclusiones sobre sus objetos de indagación, sino desentrañar los
misterios que se esconden detrás de estos, por lo que es fundamental una adecuada selección de
interrogantes, de las que derivará todo el interés especulativo de la filosofía.
Visto así, la filosofía se preocupa por los siguientes objetos de indagación: el conocimiento, el
ser, el absoluto, el hombre, el cosmos, el razonamiento, el bien, el mal, la justicia, la libertad, lo
bello, lo sublime, de donde, necesariamente, derivan cada una de las ramas que constituyen la
filosofía, mencionadas anteriormente (epistemología o gnoseología, metafísica y ontología,
teodicea, antropología filosófica, cosmología, lógica, ética, estética). Claro está, ha de tomarse en
consideración que la filosofía es un todo unificado, de donde cada una de las temáticas abordadas,
siempre guardara conexión con otros temas propios de la filosofía, en particular en ambientes
interdisciplinares como los desarrollados en el siglo XX y XXI.
En esencia, la filosofía es una disciplina orientada hacia la totalidad del conocimiento, un
conocimiento que es deseable por mismo, ulterior, trascendente, que busca las causas que
sustentan la realidad (Aristóteles, 2014). Por ende, se ocupa de lo trascendental o de la
inmaterialidad de la realidad, de lo inteligible, cuestión que resulta en extrañeza para el método
riguroso de investigación de las ciencias fácticas, que recalcan en la necesidad de las experiencias
sensibles, la observación, medición y cuantificación de resultados.
Esta postura ha sido ampliamente defendida por investigadores en ciencias formales y naturales,
así como por pensadores del campo de la filosofía de la ciencia en el siglo XX. Para Bunge (2013),
la investigación científica procura la objetividad, rigurosidad, verificación, análisis,
especialización, precisión, medición, registro de fenómenos y sistematicidad, entre otra serie de
características precisas. De este modo, la investigación científica es un proceso verificable, basado
en hechos, en una realidad fraccionada, que enfoca diversas problemáticas desde ópticas precisas.
Como tal, puede comunicar y predecir, aspirando ser de utilidad y contribuir en el progreso del
saber.
Por su parte, la filosofía se centra en la abstracción, en la búsqueda de resolución a conflictos
suscitados en la naturaleza de la razón (Kant, 2007), en el yo pensante (Descartes, 2020), en la
dialéctica (Hegel, 2004), en el dasein o ser ahí para la muerte (Heidegger, 2011), entre otras
apreciaciones. Pese a esto, la filosofía ha brindado herramientas para fortalecer otros saberes, otras
ciencias, para dinamizar el conocimiento, para brindar soportes al estudio de la naturaleza, de lo
material, de los diversos fenómenos sociales, culturales, políticos y económicos presentes en la
evolución histórica de la humanidad.
II. La investigación en perspectiva filosófica
Como se ha mencionado con anterioridad, la investigación filosófica no puede ser distanciada
de la búsqueda permanente de una definición sólida de la filosofía. En los contextos actuales,
existen numeras herramientas y estrategias metodológicas para llevar a cabo una investigación de
calidad. No obstante, la reflexión crítica, la dimensión ética y el constante cuestionamiento del qué
y del para qué de la investigación han de acompañar siempre estos procesos.
La filosofía se ocupa de cuestionar los límites y alcances de la ciencia. Su actividad investigativa
se constituye en una filosofía de la ciencia, pero a la vez, se cuestiona sobre su propio
posicionamiento y perspectivas reflexivas desarrolladas. Abordado de esta manera, la investigación
filosófica se ocupa de ofrecer aproximaciones generales a la definición de la filosofía en sus
acepciones occidentales; es decir, se esfuerza por presentar un método de indagación que aproxime
al ser humano hacia el conocimiento racional (García, 2007).
Por ende, no existe un método único por el que se pueda hacer aproximación a la filosofía y a
los temas de investigación filosófica. Lo que es cierto, es que se pueden construir aproximaciones,
tomando en consideración los elementos propiciados desde las ciencias sociales y ciencias
naturales, para mantener los niveles de exigencia y de rigurosidad en los procesos de investigación
(García, 2007).
En línea general, la filosofía no posee objetos de indagación empíricos, dado que la libertad, el
bien, el mal, la justicia, la tolerancia, el valor, la belleza, lo sublime, el absoluto, la vida, la muerte,
Dios, no son conceptos medibles y observables, son objeto de especulación, pero no por ello
carentes de un tratamiento riguroso. Por esta razón, la filosofía ha buscado trascender la
ambigüedad de sus postulados, integrando perspectivas que se han acoplado a los avances que ha
dado la ciencia en la historia occidental.
Una cualidad importante a destacar en la investigación filosófica es la heterogeneidad, la
diversidad para abordar y enfocar diversos objetos desde perspectivas holísticas. Según Díez
(2021), la filosofía requiere de métodos rigurosos para explorar sus objetos. Empero, a diferencia
de otras disciplinas de conocimiento, un mismo objeto de exploración puede tomar diversos
caminos y enfoques (histórico, hermenéutico, fenomenológico, analítico-demostrativo, crítico,
entre otros). De esta manera, la investigación en filosofía deriva en una serie de interrogantes sobre
sus objetos que, al ser develados, redundan en la búsqueda del significado esencial de la filosofía.
De acuerdo a Cisneros (2022), la investigación filosófica se sustenta en las relaciones y
perspectivas existentes a nivel epistemológico, lógico y ontológico, donde se concibe el mundo
como totalidad, pero también como multiplicidad de relaciones, donde se enlazan diversas formas
de comprender la realidad, alternativas de todo tipo, que van desde lo teológico, lo político, lo
social, entre otros. Así, la filosofía ha brindado un soporte para sus objetos de investigación,
proporcionando sustento teórico, pero manteniendo la pregunta en un sitio preferencial, como parte
del proceso de construcción del pensamiento.
Las preguntas de la filosofía producen incomodidad, reflexión, crítica y cuestionamiento, tanto
para sus objetos, como para el enfoque que, desde otras disciplinas y campos de investigación, se
ha tenido sobre estos mismos. En sí, la filosofía es conflictiva, diversa, versátil, procura mantener
su identidad en medio del crecimiento exponencial de la ciencia y de la diversificación de las
ciencias sociales, lo que hace aún más difícil delimitar el campo de actuación de la filosofía, cuando
la perspectiva holística y compleja de las ciencias llena los escenarios actuales (Díez, 2021).
En tal sentido, cabe formular la siguiente interrogante: ¿es el interés de la investigación
filosófica acoplarse a perspectivas inter y transdisciplinares o siempre ha mantenido esta
peculiaridad? Pese a no tener soluciones concretas a esta interrogante, la filosofía ha abordado
temas propios de la ciencia, también aquellos que ha venido desechando, pero que no puede negar
su relevancia para la evolución histórica, social y cultural de la humanidad. Abordar el tema de la
inmortalidad, el alma, Dios, la libertad, el determinismo, si bien no tienen una explicación desde
los campos de las ciencias fácticas, desde la filosofía encuentran postulados críticos, reflexivos y,
claro está, una nueva serie de interrogantes que, lejos de aproximar a conclusiones precisas, amplía
la dimensión de sus problemas.
Esto no quiere decir que la filosofía se aleje de los problemas tangibles y de realidades sociales.
Como parte de sus asuntos, se ha inquietado en hacer reflexión sobre la política, la ciencia, la
cultura, la religión, la literatura, por el progreso y por el avance de la humanidad. El saber y la
reflexión sobre los objetos, se constituyen en lo fundamental de la filosofía, los métodos por los
que se apliquen para llegar a una profundización teórica rigurosa, son diversos, amplios, tendientes
a cambios, pero manteniendo en común la búsqueda de la esencia de la filosofía.
Ahora bien, se ha tomado como crítica el distanciamiento de la filosofía de los métodos
tradicionales de la investigación de las ciencias fácticas. Esto obedece a la limitación existente en
el método de las ciencias s para enfocar, desde una perspectiva hermenéutica, los temas de interés
para la filosofía (Gama, 2021). Con ello no se pretende cuestionar la legitimidad del método
científico, sino de la incapacidad del mismo para ahondar en los fundamentos filosóficos de la
realidad, de la desvinculación existente entre la ciencia con las preocupaciones filosóficas
(Gadamer, 2007).
Esto es evidenciable en el propio cuestionamiento acerca de la ciencia, dado que los argumentos
formulados para explicar sus fundamentos, incluyen especulaciones filosóficas, la posibilidad de
que el conocimiento sea falible, modificable, pero sin que esto signifiqué que deje de ser riguroso.
Por ende, la filosofía no aspira llegar a conclusiones como las obtenidas por el método científico,
sino ofrecer reflexiones, conjeturas y una serie de criterios para dar racionalidad, coherencia y
validez al discurso científico (Villalobos, Márceles y Ayala, 2014).
La filosofía, entonces, no es un asunto aislado; mantiene una fecunda relación con la ciencia,
incluyendo sus vertientes naturales y sociales. Los desarrollos de diversas disciplinas sociales, han
propiciado espacios para abordar los problemas culturales, sociales, homogeneizando diversas
aristas del saber, ofreciendo interpretaciones parciales en torno a la realidad. Por su parte, la
filosofía, aspira la totalización del saber, ser un motor impulsor para la ciencia, en tanto se mantiene
en constante cuestionamiento sobre sí misma, la ciencia y los métodos de investigación.
Así, todo proceso investigativo es visto como un proceso dialógico, intersubjetivo, que aspira la
comprensión de la realidad. Las interrogantes surgen de la complejidad de sus objetos, se formulan
a partir de la necesidad de comprender y conectarse ontológicamente, como un proceso de
apropiación y de universalización epistémica del conocimiento.
Pese a que los objetos de investigación de la filosofía sean distintos a los abordados
tradicionalmente en el método científico, sus resultados han formado parte del desarrollo social,
como fundamentos para la comprensión de la realidad. En otras palabras, la investigación filosófica
y sus diversos métodos aplicados, como la hermenéutica, la investigación histórica, la
fenomenología, entre otros, no tienen como finalidad establecer leyes que rijan la ciencia, tampoco
criterios morales tajantes, sino ofrecer una interpretación crítica, racional y coherente de los
contextos humanos y de aquellos aspectos a los que la exploración científica no tiene acceso
(Villalobos, Márceles y Ayala, 2014).
III. Filosofía, investigación y educación: interacciones e implicaciones necesarias
Atendiendo a los aspectos anteriores, se asume que la filosofía es una praxis necesaria para el
desarrollo de las capacidades racionales del ser humano. El filosofar es una búsqueda de la verdad,
que engloba la esencia humana y todos los problemas desembocados en su existencia. Pese a su
carácter netamente teorético, no experimental, la filosofía no puede concebirse como información,
vaguedad, dichos o creencias populares. La filosofía es un saber reflexivo en torno a la realidad;
de esta manera, la producción filosófica se articula a otras explicaciones parciales sobre esta,
constituyéndose en una crítica ontológica epistémica y antropológica sobre todo tema de interés
humano.
Como parte de los intereses humanos, la educación afecta las dinámicas sociales, hecho que no
ha pasado por alto por la filosofía, que considera la naturaleza de la educación y la posibilidad de
generar conocimientos a través de ésta, conectando dicha disciplina con aspectos propios de la
ontología, la ética, la epistemología, la estética y otros campos de la filosofía. El sustento filosófico
de la investigación educativa se centra en el acto educativo, en la capacidad de concienciar sobre
los valores esenciales de la sociedad (Rodríguez, 2021).
Expresado de otra manera, filosofía y educación guardan estrechos vínculos, puesto que los
sustentos filosóficos hacen de esta una disciplina consistente, con una serie de condicionamientos
axiológicos, éticos y críticos, que pueden ser enunciados, transmisibles y estructurados para
fortalecer la misión de investigar y enseñar. Los principios de la educación se conectan con la
filosofía, garantizando así el pensamiento crítico, la capacidad racional, la democratización del
saber, la solidaridad, entre otra serie de principios necesarios para el progreso social (Morales et
al., 2019).
En la actualidad, los escenarios sociales privilegian la racionalidad instrumental, el saber
productivo, desechando el pensamiento reflexivo, señalado como inútil y poco provechoso para los
intereses del mundo globalizado. Esta tergiversación y desconocimiento de la vinculación de la
filosofía, la investigación y la educación, ha llevado al desplazamiento de la filosofía de los
escenarios educativos, privilegiando los enfoques psicológicos y conductuales sobre la urgencia de
hacer introspección y crítica contundente ante los quiebres civilizatorios que se viven en el siglo
XXI (Camacho y Morales, 2020).
Por esta razón, la filosofía plantea como necesidad promover discursos educativos locales y
globales, orientados a la comprensión de los condicionamientos sociales, económicos, políticos,
pero también de especificidades encontradas dentro de los contextos educativos, como las historias
humanas, las singularidades culturales, las diferencias entre individuos. A partir de estas
reflexiones, se encuentra un lugar para la integración de los postulados teórico-especulativos de la
filosofía con el accionar práctico y político de la educación, amalgamados por las utopías de
construcción de sociedades plenas, equitativas y justas. En esta interacción, se abre la posibilidad
de impulsar y revitalizar el papel de la educación en todos sus niveles (Collado, Bustamante y
Moreno, 2022).
La filosofía tiene como desafío trascender la gica utilitarista, que reduce la posibilidad de
investigación a lo empírico, a datos precisos y cuantitativos; es decir, a fenómenos concretos,
materiales, cosa que no ocurre con la indagación filosófica, con el sentido de amor al saber, de
investigación centrada en la búsqueda de verdades universales, como el caso de la mayéutica
socrática, que emplazan al individuo a reconocer su propia ignorancia, para posteriormente, gestar
y dar a luz el conocimiento.
El fin de la filosofía no es la profesionalización de individuos para su inserción a espacios
laborales, sino entablar un diálogo crítico con la sociedad, afrontar los problemas humanos, develar
lo común a todos y servir de sustento a demás disciplinas científicas, en particular a la educación,
para la construcción de una sociedad justa, democrática, sostenida y sostenible en el tiempo. Desde
esta perspectiva, se asume la filosofía como una perspectiva transversal, como una acción humana,
también como un proceso de investigación sistemático para potenciar al máximo la racionalidad
de los individuos. Así, la filosofía se perfila como un saber totalizador, crítico, especulativo,
racional, dialéctico, controversial, indispensable para la investigación y la educación de ciudadanos
competentes (Camacho y Morales, 2020).
Conclusiones
La investigación filosófica es un tema amplio, que se conecta de manera natural a otros campos
del saber. Elemento que es fundamental en una civilización que ha entrado en crisis. Crisis de sus
instituciones, de la naturaleza, de una racionalidad pensada para el consumo, donde la educación
de calidad es desplazada por conocimientos memorísticos, lo que impulsa a indicar la urgencia del
acto reflexivo, crítico, racional frente a los avances de la sociedad digital.
La conexión de la filosofía y la educación descansa en el hecho del cuidado y tratamiento del
ser humano, de la búsqueda del bien común, del bien de la ciudad, en términos platónicos. Por ello,
el impulso de la filosofía se dirige al cuestionamiento de la ciencia, de la sociedad, de la educación,
hecho que lleva a preguntarse por misma y su necesidad actual. Si bien las diferencias entre
filosofía y educación son claras y aún más en lo referente a sus métodos de investigación,
comparten el tratamiento de la alteridad, de lo social, la preocupación por la formación crítica de
los ciudadanos, evitando el surgimiento de posturas acríticas y de movimientos totalizadores o
hegemónicos, que deriven en el desconocimiento de la dignidad humana.
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