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CUESTIONES POLÍTICAS
Vol. 41 Nº 76 (2023): 862-878
Tal como presume Facundo Cruz (2016: 12), en cuanto a las virtudes de
esta herramienta, sostiene que: “El nivel de competitividad sistémica afecta
el cálculo estratégico de los actores partidarios”, por tanto, la viabilidad
del IC se encuentra en su característica de predictibilidad que permite
anticiparse a las posibles dinámicas de todo sistema, como por ejemplo:
un alzamiento militar, dictadura, multipartidismo, etc., al mismo tiempo
que sugiere si un partido político participará nuevamente en otro proceso
electoral, si habrá una disminución en la participación política o si hay
cambios en las preferencias electorales de los votantes, factores que más
adelante profundizaremos.
Siguiendo el orden planteado, destacamos que a los nes de esta
investigación, nos dedicaremos a la labor comparativa especialmente
desde el indicador Margen de Victorias por ser el pionero en el estudio
de la competitividad electoral y el de mayor alcance. De igual manera,
desarrollaremos los otros dos componentes con un breve análisis al nal
sobres el IC aplicado en los sistemas electorales de los casos de estudio.
Un primer encuentro por medir la competitividad electoral es el
primer indicador propuesto por Méndez (2003): el Margen de Victorias;
considerado como uno de los referentes más utilizados para medir la
competitividad electoral (Ramírez, 2017), y que comprende las elecciones
tanto de primer, como de segundo orden (Cruz, 2016). Tan fácil y básico de
utilizar como pensar en medir lo cerrada de unas elecciones tomando en
cuenta la distancia porcentual de votos entre los dos primeros competidores,
pero buscando siempre que el margen sea considerablemente reducido, ya
que, de lo contrario, las elecciones no serían competitivas (Méndez, 2003).
Por su parte, Sánchez (2006) citado por Ramírez (2017) señala que existe
una alta competitividad cuando la organización de los partidos es de tal
nivel que hay cierta incertidumbre sobre los resultados y éstos al nal
guardan poco margen de victoria.
Algo vital del planteamiento de Sánchez es la mención de la
particularidad de este indicador: la incertidumbre del resultado por la
brecha en la carrera por la victoria. Así, cuando un proceso electoral goza
de una amplia diferencia de votos del primer partido respecto al segundo
competidor, es fácil inferir que ganará el primero y el sistema se categoriza
como no competitivo, porque ciertamente no existe una competencia, dado
que existen condiciones de orden social o político que impide que todos los
partidos gocen de las mismas ventajas y se cae en la primacía de uno sobre
otro.
Su valor sustantivo en las democracias es que contempla la posibilidad
de alternancia en el poder y la renovación de partidos –la competitividad
per se– (Cruz, 2016), no obstante, también condiciona las líneas de acción
de aquellos partidos menos beneciados –el carácter de predictibilidad
que señalamos anteriormente–, ante el supuesto de que la interacción de