Instituto de Estudios Políticos y Derecho Público "Dr. Humberto J. La Roche"
de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad del Zulia
Maracaibo, Venezuela
Esta publicación cientíca en formato digital es continuidad de la revista impresa
ISSN-Versión Impresa 0798-1406 / ISSN-Versión on line 2542-3185Depósito legal pp
197402ZU34
ppi 201502ZU4645
Vol.41 N° 76
Enero
Marzo
2023
ISSN 0798-1406 ~ Depósito legal pp 198502ZU132
Cues tio nes Po lí ti cas
La re vis ta Cues tio nes Po lí ti cas, es una pu bli ca cn aus pi cia da por el Ins ti tu to
de Es tu dios Po lí ti cos y De re cho Pú bli co Dr. Hum ber to J. La Ro che” (IEPDP) de la Fa-
cul tad de Cien cias Ju rí di cas y Po ti cas de la Uni ver si dad del Zu lia.
En tre sus ob je ti vos fi gu ran: con tri buir con el pro gre so cien tí fi co de las Cien cias
Hu ma nas y So cia les, a tra vés de la di vul ga ción de los re sul ta dos lo gra dos por sus in ves-
ti ga do res; es ti mu lar la in ves ti ga ción en es tas áreas del sa ber; y pro pi ciar la pre sen ta-
ción, dis cu sión ycon fron ta cióndelasideas y avan ces cien tí fi coscon com pro mi soso cial.
Cues tio nes Po lí ti cas apa re ce dos ve ces al o y pu bli ca tra ba jos ori gi na les con
avan ces o re sul ta dos de in ves ti ga ción en las áreas de Cien cia Po lí ti ca y De re cho Pú bli-
co, los cua les son so me ti dos a la con si de ra ción de ár bi tros ca li fi ca dos.
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Re vis ta Cues tio nes Po lí ti cas. Av. Gua ji ra. Uni ver si dad del Zu lia. Nú cleo Hu ma nís ti co. Fa-
cul tad de Cien cias Ju rí di cas y Po lí ti cas. Ins ti tu to de Es tu dios Po lí ti cos y De re cho Pú bli co
Dr. Hum ber to J. La Ro che. Ma ra cai bo, Ve ne zue la. E- mail: cues tio nes po li ti cas@gmail.
com ~ loi chi ri nos por til lo@gmail.com. Te le fax: 58- 0261- 4127018.
Vol. 41, Nº 76 (2023), 862-878
IEPDP-Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas - LUZ
Recibido el 15/08/22 Aceptado el 23/11/22
Sistemas Electorales en América Latina
DOI: https://doi.org/10.46398/cuestpol.4176.51
Gustavo Adolfo Soto Vásquez *
Jesús Armando Zamora Suarez **
Resumen
El presente artículo cientíco tuvo como nalidad comparar
el Indicador Compuesto de Competitividad (IC) en los sistemas
electorales de Venezuela, México y Chile. La investigación tuvo
un diseño documental y el método empleado fue el comparativo.
Como resultado, se demostró la incidencia que tiene el
comportamiento político, junto con las condiciones políticas,
el papel de los partidos políticos, las instituciones, etc., en el
cambio de sistema electoral de cada país. En conclusión, queda en
evidencia cómo las dinámicas de los contextos políticos y sociales
a través de los años determinan el sistema electoral, variándose
de competitivo a no competitivo, como fue el caso de los países
comparados en cuestión.
Palabras clave:
sistema electoral; elecciones; democracia;
competitividad; partidos políticos.
*
Politólogo. Doctor en Ciencia Política. Universidad del Zulia. Maracaibo, Venezuela. ORCID ID: https://orcid.
org/0009-0007-8419-2140
** Especialista. Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia. ORCID ID: https://orcid.org/0009-0008-
8513-1611
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Electoral Systems in Latin America
Abstract
The purpose of this scientic article was to compare the Composite
Competitiveness Indicator (CI) in the Electoral Systems of Venezuela,
Mexico and Chile. The research was documentary, which implied that
the study data were obtained from bibliographic documents. The method
used was the comparative one. As a result, the impact of political behavior,
together with political conditions, the role of political parties, institutions,
etc., in the change of the electoral system of each country is demonstrated.
In conclusion, it was evidenced how the dynamics of the political and
social contexts over the years determine the electoral system, varying from
competitive to non-competitive, as was the case of the compared countries.
Keywords: electoral system; elections; democracy; democracy;
competitiveness; political parties
Introducción
En las democracias contemporáneas surge la necesidad de medir la
competitividad electoral como parte de una exigencia de la Ciencia Política
moderna, que pretende identicar las principales fuerzas políticas de un
sistema y determinar las aproximaciones acerca de la legitimidad y el grado
de institucionalidad del proceso electoral, que en última instancia deben
desembocar en la instauración de un sistema electoral que sea competitivo.
Si bien existe diversos autores que se dedican al estudio comparado de los
sistemas electorales en América Latina, el presente estudio tiene el objetivo
de comparar el Indicador Compuesto de Competitividad en los sistemas
electorales de Venezuela, México y Chile entre el periodo comprendido de
1930-2020, en un esfuerzo por explicar la relación entre la elección de un
sistema electoral en especíco con la competitividad electoral en América
Latina.
Dicho instrumento de medición fue propuesto por la autora mexicana
Irma Méndez y comprende tres ejes centrales del análisis de la competitividad
electoral: el Margen de Victorias, la Fuerza de la Oposición y la Diferencia
entre el número de victorias por partidos, en donde nos enfocaremos con
mayor empeño en el primero de ellos por ser el pionero en el estudio de la
competitividad y el de mayor alcance a los nes de este estudio comparado.
Con el auxilio de la obra de Facundo Cruz, “Volatilidad y competitividad
electoral en américa latina. Un estudio exploratorio de seis sistemas
partidarios” del año 2016, se delimita el marco teórico que explica las
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razones por las que un Estado pueda estar encaminado en un proceso de
democratización, y estar otro país simultáneamente cayendo en manos
de una dictadura militar, sin tener ninguna relación causal entre ambos
supuestos.
1. Indicador Compuesto de Competitividad (IC)
El estudio de la competitividad electoral está en menor medida
relacionado con la naturaleza y el diseño electoral, y más enfocado sobre
la particular atención en el nivel de competencia –distancia entre la
victoria de uno y otro competidor– resultante de las principales fuerzas
políticas contenida en ella misma. Es un concepto que tiene que ver con
la distribución de la fuerza electoral entre los partidos en función de los
resultados electorales, y cuya razón no estiba a si las elecciones están
disputadas o no, sino a cuán reñidas son (Méndez, 2004).
Siempre que un Estado se comprometa al cumplimiento de las categorías
democráticas fundamentales para ser considerado como tal, adquiere cierta
relevancia el estudio del fenómeno electoral en un esfuerzo por mantener la
estabilidad del sistema, y sobre todo, por garantizar elecciones competitivas
que mantengan al margen la volatilidad y la participación política.
A este respecto, distintos autores han creado sistemas de medición de la
competitividad electoral qué, por la magnitud del fenómeno, en su mayoría
no han podido arropar sus dimensiones (Ramírez, 2017), sin embargo, es
la autora mexicana Irma Méndez quien se acerca a la meta con su método
integral de medición de la competitividad electoral, denominado Indicador
Compuesto de Competitividad. Es menester resaltar que estos métodos son
universales aplicables a cualquier sistema electoral.
Ahora bien, el Indicador Compuesto de Competitividad (en adelante
IC) es una herramienta que mide la competitividad electoral y sirve para
analizar la variación de la competitividad de los sistemas electorales
(Méndez, 2003), tomando en cuenta factores del espectro electoral como
el Margen de Victorias, el Índice de Fuerza de la Oposición y la Diferencia
entre el Número de Victorias por Partidos para el estudio del fenómeno de
competitividad electoral.
A partir de su análisis se puede indagar respecto a circunstancias
especícas que conducen a que un sistema pueda ser catalogado como
competitivo o no competitivo. Por ello, a n de regular bajo el amparo de la
legalidad y los valores fundamentales los juegos políticos, resulta esencial
acudir al IC para precisar los niveles de competitividad política, y por
añadidura, de legitimidad.
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Tal como presume Facundo Cruz (2016: 12), en cuanto a las virtudes de
esta herramienta, sostiene que: “El nivel de competitividad sistémica afecta
el cálculo estratégico de los actores partidarios”, por tanto, la viabilidad
del IC se encuentra en su característica de predictibilidad que permite
anticiparse a las posibles dinámicas de todo sistema, como por ejemplo:
un alzamiento militar, dictadura, multipartidismo, etc., al mismo tiempo
que sugiere si un partido político participará nuevamente en otro proceso
electoral, si habrá una disminución en la participación política o si hay
cambios en las preferencias electorales de los votantes, factores que más
adelante profundizaremos.
Siguiendo el orden planteado, destacamos que a los nes de esta
investigación, nos dedicaremos a la labor comparativa especialmente
desde el indicador Margen de Victorias por ser el pionero en el estudio
de la competitividad electoral y el de mayor alcance. De igual manera,
desarrollaremos los otros dos componentes con un breve análisis al nal
sobres el IC aplicado en los sistemas electorales de los casos de estudio.
Un primer encuentro por medir la competitividad electoral es el
primer indicador propuesto por Méndez (2003): el Margen de Victorias;
considerado como uno de los referentes más utilizados para medir la
competitividad electoral (Ramírez, 2017), y que comprende las elecciones
tanto de primer, como de segundo orden (Cruz, 2016). Tan fácil y básico de
utilizar como pensar en medir lo cerrada de unas elecciones tomando en
cuenta la distancia porcentual de votos entre los dos primeros competidores,
pero buscando siempre que el margen sea considerablemente reducido, ya
que, de lo contrario, las elecciones no serían competitivas (Méndez, 2003).
Por su parte, Sánchez (2006) citado por Ramírez (2017) señala que existe
una alta competitividad cuando la organización de los partidos es de tal
nivel que hay cierta incertidumbre sobre los resultados y éstos al nal
guardan poco margen de victoria.
Algo vital del planteamiento de Sánchez es la mención de la
particularidad de este indicador: la incertidumbre del resultado por la
brecha en la carrera por la victoria. Así, cuando un proceso electoral goza
de una amplia diferencia de votos del primer partido respecto al segundo
competidor, es fácil inferir que ganará el primero y el sistema se categoriza
como no competitivo, porque ciertamente no existe una competencia, dado
que existen condiciones de orden social o político que impide que todos los
partidos gocen de las mismas ventajas y se cae en la primacía de uno sobre
otro.
Su valor sustantivo en las democracias es que contempla la posibilidad
de alternancia en el poder y la renovación de partidos –la competitividad
per se– (Cruz, 2016), no obstante, también condiciona las líneas de acción
de aquellos partidos menos beneciados –el carácter de predictibilidad
que señalamos anteriormente–, ante el supuesto de que la interacción de
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estos últimos con el partido que en dos o más elecciones consecutivas haya
salido ventajoso por un amplio margen de victoria, represente un potencial
polarizador y amenaza para la democracia de cualquier país.
El segundo indicador del IC es Fuerza de la Oposición, la cual surge como
una alternativa de medición frente al Margen de Victorias, y que a palabras
de su fundadora, percibe el sistema de partidos en su conjunto, es decir,
considera todos los partidos nominales sin importar su tamaño y revela si el
esfuerzo común de los partidos de oposición hace alguna diferencia cuando
se enfrentan (Méndez, 2004).
Este índice demuestra si estamos ante la presencia de un sistema
hegemónico, de partido único o de uno democrático, pues, por su
naturaleza holística del sistema de partidos, pero también calculadora
del peso institucional de los mismos, hace posible la alternabilidad de
las fuerzas políticas que determinan en gran medida la conguración del
sistema electoral. Existe cierta correspondencia de la hipótesis planteada
en la opinión de politólogo Brandon Ramírez (2017) en su obra: “Estudio
sobre la competitividad electoral: un acercamiento a distintos enfoques”:
[…] Así mismo, que las oposiciones en los distintos tipos de elección logren
alternancias, maniestan la factibilidad de cambiar al partido en el gobierno, no
sólo como discurso sino como algo posible institucional y electoralmente, de ahí
la importancia de considerar la competitividad como un rasgo sistémico y medido
longitudinalmente, y no en casos o elecciones especícas (Ramírez, 2017: 12).
En el texto citado se distinguen dos elementos signicativos. Primero, la
alternancia de los partidos como una posibilidad de materialización dentro
proceso electoral; segundo, la competitividad sistémica que planteaba Cruz
(2016). Ambas vienen a comportar ramas de un mismo árbol que contempla
la competitividad electoral como la sustancia del sistema electoral, a priori
del proceso electoral, aún más cuando el examen del fenómeno desde el
método de este indicador agrupa a todos los actores junto con el mundo de
posibilidades de sus interacciones.
El último indicador de la propuesta de Irma consiste en medir la
frecuencia de las elecciones electorales ganadas entre los partidos del
sistema político de un país (Méndez, 2003), se trata de la Diferencia
entre el Número de Victorias por Partidos. El indicador ofrece un índice
de concentración y distribución de victorias de los partidos político de un
sistema electoral, de cual se puede aludir a las garantías electorales que
ofrece el sistema, o si este se desarrolla en un régimen político autoritario o
similar, por cuanto se consideran las veces en que un mismo partido político
ha resultado ganador en los comicios electorales de un país.
En suma, muchas pueden ser las variables a considerarse para analizar
la competitividad del sistema electoral de un país determinado. Cuando
los sistemas electorales no son competitivos muchas veces el trasfondo es
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la cara de un partido hegemónico, o un sistema electoral parcializado con
una ideología política que benecia a las elites gobernantes. El componente
ideológico es inherente a la variabilidad del sistema electoral, junto con
otros factores que repercuten igual y directamente en ella, y que implica
el análisis comparado del fenómeno de la competitividad electoral bajo la
lupa del IC.
2. Factores que incidieron en el cambio de sistema electoral
Según la proposición de que la comparación partirá del análisis del
Margen de Victorias, el siguiente análisis se realizará bajo el esquema de
tres circunstancias detonantes de variabilidad, delimitadas por el hito
de algunos eventos electorales, políticos y sociales más característicos
de Venezuela, México y Chile para explicar las razones de fondo que
conllevaron a que sus sistemas electorales pasasen de ser competitivos a no
competitivos, empero, de mantener una tendencia estable en el tiempo; a
diferencia del caso de Chile que explicaremos en la siguiente parte.
2.1. Condiciones del sistema electoral
El tema relativo a la apertura de libertades y garantías que ofrece el
órgano electoral de Venezuela, México y Chile, resulta esencial como punta
de partida de comparación, pues engloba la competencia electoral real y la
serie de las reformas que introdujeron cambios sustantivos en el sistema
electoral de cada país respectivamente, siendo estas condiciones lo primario
en el marco de la variabilidad de los sistemas electorales.
En el primer caso, desde sus inicios como república, su vida política ha
estado signada por el clientelismo político, el caudillismo y bajos niveles de
institucionalización, siendo esta ultima el arma más letal para el sistema
electoral, nos referimos a Venezuela (Alcántara et al., 2014). Bajo el régimen
militar del General Juan Vicente Gómez a principios del siglo XX que duró
casi tres décadas, se suprimió no tan solo el sistema político, sino el electoral
entorno a un sistema hegemónico, pero, a partir de allí se avanzó hacia la
consolidación del sistema electoral venezolano a uno competitivo tras la
rma del Pacto de Puntojo en 1958 que vino a representar un acuerdo de
alternabilidad entre dos partidos políticos: Acción Democrática y COPEI,
y apuntaba hacia la creación de una democracia representativa, con un
sistema de partidos políticos estable (Arráiz Lucca, 2007).
Los efectos del Pacto fueron característica de la vida política del país por
más de tres décadas, en donde la democracia venezolana funcionó con éxito,
destacándose la competitividad de su sistema electoral entre México y Chile,
quienes atravesaron un contexto de gobiernos dictatoriales. No obstante, a
partir de 1989 el país se sumergió en una severa crisis que revierte lo que
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se había logrado en esos años de democracia, destacándose dos intentos
de golpes de Estado, medidas económicas asxiantes, crisis social, y,
naturalmente, el quiebre de la era bipartidista, lo que a su vez desencadenó
abstención y disminución de la participación política (Kornblith, 1997).
En Centroamérica, mientras el país caribeño iniciaba su proceso de
democratización en el marco del Pacto de Puntojo, en México sucedía todo
lo contrario. Desde 1929 estaban bajo el yugo del Partido Revolucionario
Institucional (en adelante PRI), quien fue quitando, paulatinamente,
la participación de los ciudadanos en la toma de decisión a través de los
comicios electorales, ya que estas eran organizadas únicamente para servir
a los propósitos de la elite política (Méndez, 2003), esto signicó un golpe
bajo para la institucionalidad del sistema mexicano porque la participación
política estaba siendo transgredida por el desamparo del órgano electoral
–como consecuencia de la dictadura– que no daba garantías ni ofrecía
niveles de competitividad para que otros partidos tuvieran la posibilidad
de llegar al gobierno.
Es la reforma electoral de 1977 quien supuso el paso hacia el pluralismo
ideológico y la competitividad electoral, sin embargo, no fue hasta la
elección federal de 1988 que se fracturó el sistema de partido hegemónico
y se inauguró la era de la competitividad electoral en México que hasta hoy
en día impera (Méndez, 2003), todo esto como resultado del quiebre de la
institucionalidad y el descontento social que exigía otra opción de gobierno
además del PRI que mantenía su hegemonía desde hace setenta años
(Monsiváis, 2012).
Los autores Díaz y Vivero (2015) aseveran que las reformas electorales
de México incentivaron el aumento de la competitividad, al nivelar el campo
de juego electoral, ciertamente comportó un elemento vital, que valiéndose
del quiebre interno del PRI permitió que los partidos de oposición se
fortalecieran y pudieran hacer frente en unas elecciones a su mejor
adversario pero ahora bajo la igualdad de condiciones, por la creación en
1990 de una autoridad electoral autónoma e independiente del gobierno, es
cuando se crea el Instituto Federal Electoral (Méndez, 2003).
Como se puede revelar de lo planteado hasta ahora, mientras un país
estaba encontrándose con el auge de la democracia enmarcada en un
sistema competitivo bipartidista, el otro atravesaba una profunda crisis del
sistema electoral, encabezado por un sistema hegemónico caracterizado
por una constante manipulación de la competencia partidista que impedía
el surgimiento de otras fuerzas políticas.
A este respecto, el autor Alcántara et al., (2020: 16) añade que: “México
y Venezuela han tenido sistemas bipartidistas bastante estables a lo largo
del tiempo” y si bien es una realidad, se resalta el hecho de que mientras
en uno de ellos (Venezuela) tuvo su éxito a mediados del siglo XX, parece
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ser que a la par que lo abandonaba por completo a la entrada del siglo XXI
para sustituirlo por uno no competitivo, México se apropió del sistema
competitivo en medio de la dictadura –como un evento que coincide con la
fractura de la democracia en Venezuela– para no dejarlo ir más nunca hasta
convertirse hoy en día como uno de los sistemas electorales más estables de
la región.
En el caso del país suramericano, los autores Valenzuela (1995) y Scully
(1995), citados por Huneeus y Maldonado (2003) puntualizan la tendencia
de Chile por su perseverante determinación en su desarrollo democrático a
lo largo del siglo XX, que aunque presentó una recaída en los años 70´ por
la dictadura militar de Pinochet, supo recuperarse e instauró un sistema
multipartidista con vasta inuencia en la sociedad chilena que sirve a una
especie de retroalimentación sociedad-partido-gobierno que permite la
estabilidad del sistema grosso modo.
Chile es el Estado con los valores más altos de conanza institucional
en los mecanismos electorales (Alcántara et al. 2014) que se ha mantenido
con una variabilidad del sistema electoral estable –a excepción de los
tiempos de autoritarismo– durante los años en que México y Venezuela aun
transitaban por distintos acontecimientos políticos, sociales y económicos
que delineaban el proceso de constitución de sus sistemas electorales.
Un estudio recopilado de la obra de Facundo Cruz (2016) muestra
un cuadro que enmarca el grao de competitividad electoral de Chile y de
Venezuela en el periodo (1973-2015). El análisis del mismo del autor revela
uno datos interesantes susceptibles de comparación, como, por ejemplo, el
hecho de que Chile es competitivo en el juego por las bancas legislativas,
mientras que Venezuela lo es para el cargo presidencial (2016: 189); dato
curioso pues, comparado a la sólida estabilidad del sistema chileno, en
Venezuela el afán personalista de los liderazgos políticos predispone a la
sociedad a tener mayor incidencia del voto en las elecciones de primer
orden.
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Sistemas Electorales en América Latina
Figura #1. Competitividad electoral para presidente y Cámara de Diputados
Chile y Venezuela (1973-2015).
Fuente: elaboración de Facundo Cruz con Base de Datos de la Facultad de Ciencias
Sociales de la Universidad de la República de Uruguay, Servicio Electoral de Chile, Kornblith
y Levine (1995), Conaghan (1995), Cotler (1995), Ocina Nacional de Procesos Electorales
de Perú, Inter-Parliamentary Union -IPU- Parline Database y Base de Datos Políticos de las
Américas de Georgetown.
En los estudios de Mainwaring y Scully (1995), citado por Cruz
(2016), los autores situaron en a Chile y Venezuela como casos de alta
institucionalización partidaria en la década de los 70’. Por su lado, los
autores Kornblith y Levine (1995) establecen que hacia nales de la década
del 80’ Venezuela se caracterizaba por tener uno de los sistemas de partidos
más estables de toda América Latina, pero no fue sino hasta mediados
de los 90’ que en Venezuela hubo una alta competitividad presidencial y
legislativa, que es comparable con los valores europeos, según Mainwaring
y Torcal (2005).
En virtud de lo expuesto por estos últimos, a mediados de los 90’ fue
donde hicieron choque las razones de descontento político y social que
originaron el clivaje que dio paso al quiebre del modelo bipartidista, que
venía siendo el promotor de la democracia en la Republica, y se cayó
nuevamente- en la no competitividad del sistema electoral por el realce
de liderazgo políticos que planteaban un nuevo esquema de gobierno que
desembocó en el mismo carácter de sistema.
Por su lado, en México, en el marco de la apertura del sistema político a
principios de los 90’, y en relación con Reforma de 1996, se reestructuraron
las normas del sistema electoral y se concretó la posibilidad de celebrar
elecciones transparentes y competitivas (Nohlen et al. 2007), que más
adelante evidenciaron sus efectos durante la elección presidencial de
Vicente Fox en 2002 que daba por concluido el periodo de hegemonía del
PRI.
En el contexto de este siglo, referente a las condiciones de los sistemas
electorales de Venezuela, México y Chile, no existe mayor diferencia que las
antes expuestas, o por lo menos que el tipo de sistema electoral implantado
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desde la última década del siglo pasado. En Venezuela, según el autor
Alcántara et al., (2014) en su obra: “Las Elecciones en América Latina”
expone que la conformación del sistema político venezolano favorece al
afán de victoria del ocialismo, que lleva en el poder 21 años, y que no
permite la participación de otra fuerza política como la suya.
En el país centroamericano, se continúa con la competitividad electoral
como un indicador able del sistema multipartidista mexicano (Reyes,
2015) y, por último, en Chile hasta hace poco se mantuvo su atributo de
la constante competitiva, aunque, dinámicas sociales –con fuertes raíces
ideológicas– acaecidas en el año 2019 pusieron en juego su puesto en el
sistema electoral de América Latina.
Como se pudo observar, las reformas codican el establecimiento de un
determinado sistema electoral en un país, y estas inuyen proporcionalmente
a cómo la sociedad acepta las mismas, o bien, el sistema político por
el cual se promulgan estas, y como los actores políticos participan en el
proceso electoral generándose así la variabilidad del sistema electoral de
competitivo a no competitivo, pese a que en cuanto a los casos de estudio, no
presentaron mayores variabilidad entre sus sistemas, razones que pueden
sr explicadas quizás por la cuestión de pertenecer a una misma región, o por
el factor “social” que en ellos se desenvuelven, como por ejemplo, la historia
política de cada país.
2.2. Condiciones socio-políticas
Las condiciones sociopolíticas como determinantes de la variabilidad del
IC en los países casos de estudio, reúne los frutos productos de liderazgos,
las crisis económica, política y social que se suscitaron durante el transcurso
de principios del siglo pasado y el presente en Venezuela, México y Chile.
También, una determinante en esta dimensión es lo relacionado con la
percepción de gobernabilidad y la democracia, siendo estos últimos matices
de la ordenación del sistema electoral.
En tal sentido, la premisa es que la situación política condiciona la
variabilidad de cualquier sistema, sobre todo, si esta situación está signada
por la guía de liderazgos personalistas, como el caso venezolano con el
fenómeno Chávez, que, por encima de generar simpatía a los países contiguos
de la región, su inuencia tuvo un efecto reveso en el territorio venezolano
en cuanto la conguración del sistema electoral: durante su gestión se tuvo
graves repercusiones sobre la competencia política en el contexto electoral
(Cruz, 2016), dado el carácter autoritario de su gestión que ocasionó una
transformación de los valores democráticos en los venezolanos que se veían
amenazados siempre que opinaran o se votara en contra del partido del
gobierno.
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Sistemas Electorales en América Latina
Sin embargo, un punto importante a señalar sobre la gura de Chávez y
su “legado” en el sistema electoral venezolano actual, pero ahora en manos
de Nicolas Maduro, reeja la trascendencia del discurso de desestimación
de la participación política inducido por la falta de competitividad y falta de
transparencia del órgano electoral del país –sin desestimar los atropellos
de la población durante la gestión del régimen-, en donde se sustituye la
preeminencia de la legitimidad e institucionalidad del sistema electoral,
sobre un sistema hegemónico que parecer ser el n de la sucesión del
fenómeno Chávez, lo mencionan Abdul et al., (2020: 7):
Tras la desaparición física de Chávez y la controvertida elección de Nicolás
Maduro el 14 de abril de 2013, el régimen ha venido mutando aceleradamente
desde un autoritarismo competitivo a uno mucho más hegemónico, en el que la
competitividad de los procesos de legitimación electoral ha pasado a segundo
plano.
Si desde antes de la muerte de Chávez no había alternancia del poder
en los partidos políticos, ni existía el ascenso de fuerzas políticas que
compitiendo en elecciones con ocialismo obtuvieran un Margen de Victoria
estrecho; condiciones sine qua non de todo proceso electoral competitivo
(Sartori, 1976), no se puede hablar de un “pasado competitivo” de la
presidencia de Hugo Chávez. No obstante, si es cierto que actualmente la
competitividad electoral está muy lejos de ser una pretensión del gobierno
de Nicolás Maduro por variar la constante del sistema electoral venezolano,
intención maniesta recientemente con la tentativa de intervenir en los
partidos políticos de oposición para imponerles una nueva junta directiva
con personajes pertenecientes al ocialismo (Agencia EFE, 2020).
Por otro lado, si nos referimos a México, la autora Méndez (2003: 9)
distingue cuales fueron aquellos componentes que condujeron a que la
oposición tuviera mayor relevancia en la palestra política del país de cara
al gigante autoritarismo que reinaba desde 1929, como parte del fenómeno
de los avances y las nuevas exigencias de los ciudadanos, al margen de un
proceso de modernización, hacia el sistema electoral mexicano:
Los drásticos cambios económicos y sociales de los años sesenta y setenta
reestructuraron la arena política. El proceso de modernización –expresado en
crecientes niveles de educación y urbanización– y una crisis cada vez mayor de
los canales tradicionales de mediación y representación social, impactaron en los
niveles de apoyo del partido en el poder y el papel de las elecciones. A principios de
los años ochenta, la crisis económica y el creciente malestar social contribuyeron
a la inestabilidad del sistema político. Las elecciones se convirtieron en fuente de
conicto y los partidos de oposición comenzaron a ocupar un papel más relevante
en la arena política […]
Esto da las razones de peso que tuvieron las coincidencias entre el
creciente desarrollo democrático de Venezuela, con la crisis del sistema
mexicano, explicado desde el sentido de que a este último la crisis de
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representación y debilidad de los partidos, ocasionaron el conicto social
de los 80’. De igual manera, se cuestiona control el gubernamental del PRI
como la principal limitante de la apertura de libertades del sistema electoral
de México.
La situación en Chile en cuanto a la crisis se vio agravada con la llegada
de Pinochet al gobierno, quien auspicio una política opresiva, asxiante y
militar que llevó a que el país se viera obligado –durante un periodo- a
desdibujar la gura de su institucionalidad que tantos años había mantenido.
Por encima de ello, y como una modelo de madurez ciudadana luego del
conicto, Chile por el momento es uno los países con mayor competitividad
electoral (Cruz, 2016), y posee una fuerte integración institucional del
sistema electoral.
En resumen, muchos sostienen que fue durante entre los años 1960-
1970 que se presentaron los niveles más bajos de democracia en América
Latina, por la llegada, entre otros fenómenos, de los regímenes militares.
Dicho supuesto ocasiona una variación simultanea del IC en México y en
Chile, pues los motivos son: el régimen autoritario del general Pinochet a
partir de 1973 (Nohlen et al., 2007), y la no tan relacionadas al régimen
militar, pero si a autoritarismo, la hegemonía del PRI en México. Incluir a
Venezuela en esa preposición sería contraproducente pues en ese periodo
el sistema electoral gozaba de plena competitividad, producto del Pacto de
Puntojo.
2.3. Comportamiento político
Esta dimensión del análisis de la variabilidad del IC en los países casos
de estudio abarca todo lo referente al elector en la toma de decisión entorno
a la elección de sus representantes, supeditado a la percepción que este
tiene de sus líderes e instituciones, y que, por otro lado, su participación
tiene incidencia en la competitividad electoral en la carrera por elegir entre
las dos principales fuerzas políticas, en el sentido que plantea Lago (2005),
de que ante la percepción de una mayor competitividad entre las fuerzas, se
incrementa la participación electoral, y por consiguiente, se perfecciona el
balance de la democracia.
En este sentido, Chile tiene uno de los mayores índices de conanza
popular en las elecciones por la competitividad de las mismas, y como
consecuencia de ello en la participación electoral, también, fue catalogado
como el país con mayor calidad de sus democracias en 2010, aunque en
el 2013 atravesara una desidenticación partidaria que produjo una baja
participación en los comicios electorales de ese año (Alcántara et al., 2014).
La participación electoral está íntimamente relacionada con la
implicación política de los ciudadanos y esta, por distintas razones que no
profundizaremos en el momento, se “hincha” en contextos muy politizados
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Gustavo Adolfo Soto Vásquez y Jesús Armando Zamora Suarez
Sistemas Electorales en América Latina
(Del Castillo, 1994), cualidad de la mayoría de los sistemas políticos de
América Latina: la constante agitación política, y cuyo detonante radica,
esencialmente, a la gura del líder.
En ese orden de ideas, la obra de Facundo Cruz (2016: 202), titulada:
“Volatilidad y Competitividad Electoral En América Latina. Un Estudio
Exploratorio De Seis Sistemas Partidarios”, destaca el ámbito de ascenso
de algunos liderazgos en América Latina:
[…] deberíamos detectar en qué medida los liderazgos políticos de ocialismos
fuertes y con disponibilidad de recursos públicos pueden generar una diferencia
importante en la competencia por cargos públicos. Alberto Fujimori en Perú,
Hugo Chávez (¿Nicolás Maduro?) en Venezuela y Rafael Correa en Ecuador
pueden tener más en común de lo que se piensa corrientemente. Los tres líderes
1) surgieron en contextos de volatilidad electoral, 2) construyeron estructuras
políticas personalistas y fuertemente centralizadas en su gura, y 3) delinearon
el clivaje en torno al cual se estructuró la competencia política (eje ocialismo
oposición).
Con auxilio del planteamiento del autor Cruz (2016) bajo el cual el
quehacer de un candidato o un líder puede tener consecuencias nocivas
en el desarrollo democrático, la calidad institucional y el potencial efecto
polarizador en un sistema político, la personalidad del político inuye
directamente como catalizador de la implicación política, bien por la
identicación partidista o la simpatía con el candidato, o por ser un líder
autoritario; este último comporta la diferencia del liderazgo político de
ocialismo que planteaba el texto citado.
En el caso venezolano, precedente al auge del chavismo, Venezuela
ha recorrido el camino inverso con fuertes cambios en las preferencias
partidarias de los ciudadanos (Cruz, 2016). Se pasó de tener buenos índices
de participación electoral como parte de la identicación partidaria en los
tiempos de la democracia con el bipartidismo, a ser un electorado indiferente
que reconoce que el sistema no ofrece la competitividad electoral pues, ya
como se tiene experiencia dentro de este sistema, el régimen actual no
contempla la posibilidad de alternancia de poder con otro partido político
del país.
Los líderes no se preocuparon por considerar el valor de la participación
política del venezolano como aspecto importante de la cultura política
democrática (Molina, 2000), pero lamentablemente, la variabilidad
del IC de Venezuela persigue insistentemente en un mismo sistema de
competitividad electoral, inherente a la historia política del país.
Por el lado de México, es desde inicios del siglo XXI que el país comienza
a experimentar la utilidad de la Reforma Electoral de 1977 que signicó
el preámbulo de la competitividad de su sistema electoral, en donde se
demostró la consolidación del partido de oposición Partido Acción Nacional
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(PAN) que llevó a Vicente Fox a derrotar al partido hegemónico en el 2000,
desde dos aspectos primarios del comportamiento político: el interés en la
política –despojadas ahora del autoritarismo–, y la percepción de la idea de
representación política de los dirigentes políticos (Méndez, 2003).
Así, la variabilidad del IC del sistema electoral mexicano ha tenido
una tendencia estable de competitivo y corte multipartidista, dado que
se incrementó la participación electoral por la implicación política del
ciudadano que hora se siente representado por los partidos políticos.
Conclusiones
El Indicador Compuesto de Competitividad (IC) supone un método
medular para el estudio de los sistemas electorales, sobre todo porque a
través del estudio comparado de su primer variable, el Margen de Victorias,
se pudo analizar la implicación que esta tuvo en la conformación de un
sistema electoral determinado que se transformara en uno competitivo
a no competitivo en Venezuela, México y Chile, como resultado de la
intervención de diferentes elementos: las condiciones del sistema electoral,
traducidas como el nivel de competencia política que adquiere el sistema
por el acogimiento de reformas tendientes a modicar los mecanismos
electorales; las condiciones socio policías, como la aproximación del
resultado que tiene la gura del líder y la coyuntura política y social del
sistema en la percepción de democracia e institucionalidad de la población;
y del comportamiento político, como la eventualidad del sistema de
incentivar el voto desde el reconocimiento de valores promovidos por el
mismo sistema.
Del análisis comparado de esos elementos, con las aproximaciones de
cálculo del IC, se pudo evidenciar la relación directa que tiene la adopción
de un sistema electoral determinado con la competitividad electoral,
puesto que el tipo de sistema electoral que pueda tener un país consagra los
cimientos necesarios para que él mismo sea quien demarque las dinámicas
de competencia de su entorno, buscando siempre el mayor benecio del
sistema, que sería el apego por uno de carácter competitivo que esté lo más
aliado posible a las nociones de la democracia.
Como vimos en el caso de Venezuela, la concurrencia de un tipo de
sistema electoral de índole hegemónica supuso los niveles más bajos de
la competitividad del Estado caribeño, bien ahora, esta no es una virtud
exclusiva de este país, en vista de que existe la misma concordancia en
los otros dos casos de estudio, que arrojaron una variabilidad del IC de
competitivo a no competitivo, en donde los bajos niveles de competitividad
electoral estuvieron asociados a la disminución por la competitividad de
sus procesos electorales, aun cuando estos no compartieran semejanzas
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Gustavo Adolfo Soto Vásquez y Jesús Armando Zamora Suarez
Sistemas Electorales en América Latina
ni los mismos fenómenos políticos y sociales durante el mismo periodo de
estudio de sus sistemas.
En conclusión, la orientación del estudio suscribe del interés por conocer
más acerca de lo relativo a las iniciativas políticas dirigidas a estimular
la competitividad electoral en América Latina, qué, por razones de
delimitación, en el presente estudio no pudo se amalgamar las dimensiones
más trascendentales de la variabilidad de la competitividad de los sistemas
electorales: el comportamiento político. Por ende, vale la pena revisar las
teorías sobre la volatilidad electoral y la abstención, respectivamente. En
última instancia, si la misión y el instrumento de la política es el hombre en
sociedad, por qué no indagar en las razones que sustentan el entendimiento
y reconocimiento de las instituciones que lo gobierna, y que guarda cierta
relación con el análisis de la competitividad electoral.
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Esta revista fue editada en formato digital y publicada
en enero de 2023, por el Fondo Editorial Serbiluz,
Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela
Vol.41 Nº 76