Instituto de Estudios Políticos y Derecho Público "Dr. Humberto J. La Roche"
de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad del Zulia
Maracaibo, Venezuela
Esta publicación cientíca en formato digital es continuidad de la revista impresa
ISSN-Versión Impresa 0798-1406 / ISSN-Versión on line 2542-3185Depósito legal pp
197402ZU34
ppi 201502ZU4645
Vol.41 N° 76
Enero
Marzo
2023
ISSN 0798- 1406 ~ De pó si to le gal pp 198502ZU132
Cues tio nes Po lí ti cas
La re vis ta Cues tio nes Po lí ti cas, es una pu bli ca cn aus pi cia da por el Ins ti tu to
de Es tu dios Po lí ti cos y De re cho Pú bli co Dr. Hum ber to J. La Ro che” (IEPDP) de la Fa-
cul tad de Cien cias Ju rí di cas y Po ti cas de la Uni ver si dad del Zu lia.
En tre sus ob je ti vos fi gu ran: con tri buir con el pro gre so cien tí fi co de las Cien cias
Hu ma nas y So cia les, a tra vés de la di vul ga ción de los re sul ta dos lo gra dos por sus in ves-
ti ga do res; es ti mu lar la in ves ti ga ción en es tas áreas del sa ber; y pro pi ciar la pre sen ta-
ción, dis cu sión y con fron ta ción de las ideas y avan ces cien tí fi cos con com pro mi so so cial.
Cues tio nes Po lí ti cas apa re ce dos ve ces al o y pu bli ca tra ba jos ori gi na les con
avan ces o re sul ta dos de in ves ti ga ción en las áreas de Cien cia Po lí ti ca y De re cho Pú bli-
co, los cua les son so me ti dos a la con si de ra ción de ár bi tros ca li fi ca dos.
ESTA PU BLI CA CIÓN APA RE CE RE SE ÑA DA, EN TRE OTROS ÍN DI CES, EN
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Re vicyhLUZ, In ter na tio nal Po li ti cal Scien ce Abs tracts, Re vis ta In ter ame ri ca na de
Bi blio gra fía, en el Cen tro La ti no ame ri ca no para el De sa rrol lo (CLAD), en Bi blio-
gra fía So cio Eco nó mi ca de Ve ne zue la de RE DIN SE, In ter na tio nal Bi blio graphy of
Po li ti cal Scien ce, Re vencyt, His pa nic Ame ri can Pe rio di cals In dex/HAPI), Ul ri chs
Pe rio di cals Di rec tory, EBS CO. Se en cuen tra acre di ta da al Re gis tro de Pu bli ca cio-
nes Cien tí fi cas y Tec no ló gi cas Ve ne zo la nas del FO NA CIT, La tin dex.
Di rec to ra
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Co mi Edi tor
Eduviges Morales Villalobos
Fabiola Tavares Duarte
Ma ría Eu ge nia Soto Hernández
Nila Leal González
Carmen Pérez Baralt
Co mi Ase sor
Pedro Bracho Grand
J. M. Del ga do Ocan do
Jo Ce rra da
Ri car do Com bel las
An gel Lom bar di
Die ter Nohlen
Al fre do Ra mos Ji mé nez
Go ran Ther born
Frie drich Welsch
Asis ten tes Ad mi nis tra ti vos
Joan López Urdaneta y Nil da Ma n
Re vis ta Cues tio nes Po lí ti cas. Av. Gua ji ra. Uni ver si dad del Zu lia. Nú cleo Hu ma nís ti co. Fa-
cul tad de Cien cias Ju rí di cas y Po lí ti cas. Ins ti tu to de Es tu dios Po lí ti cos y De re cho Pú bli co
Dr. Hum ber to J. La Ro che. Ma ra cai bo, Ve ne zue la. E- mail: cues tio nes po li ti cas@gmail.
com ~ loi chi ri nos por til lo@gmail.com. Te le fax: 58- 0261- 4127018.
Vol. 41, Nº 76 (2023), 829-848
IEPDP-Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas - LUZ
Recibido el 18/11/22 Aceptado el 10/01/23
Responsabilidad social clientelar: hacia
la reconguración de un nuevo paradigma
dominante en política
DOI: https://doi.org/10.46398/cuestpol.4176.49
Santiago Andrés Ullauri Betancourt *
Resumen
Mediante una metodología reexiva y documental, el articulo
examina la conexión del clientelismo en la responsabilidad social.
Entendiendo la responsabilidad social como un esfuerzo de
colaboración para promover la felicidad por parte de los miembros
del aparato económico, político y cultural. Además, se explora el
paradigma de servicio y dominio de la teoría burocrática, que, al
menos en teoría, aumenta la eciencia, ecacia y efectividad de la
organización. Se concluye que, el clientelismo en la administración
busca una burocracia delineada en el poder y el servicio, donde
rige la lógica y el punto de vista del cliente. Aquellos que tienen la capacidad
de juzgar y discriminar entre lo que es verdadero y, lo que no lo es, pueden
valorar estas cuestiones críticamente. La razón, que es innata en el ser
humano, crea una variedad de ideologías articuladas. Estas ideas están
respaldadas por la teoría burocrática de Weber y los planteamientos del
discurso del método de Descartes, según lo cual la búsqueda de la verdad
por parte del cliente se rige por dos perspectivas esenciales: la colaboración
con las ciencias humanas y el servicio para la vida.
Palabras clave: responsabilidad social; clientelismo; paradigma
dominante; pensamiento político contemporáneo;
discurso del método.
* Politólogo, Máster en Gobierno y Gestión Pública, Máster en Administración y Gestión de Empresas,
Coordinador General de Investigación y Docente en la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas -
Universidad Hemisferios, Quito, Ecuador. ORCID ID: https://orcid.org/0000-0003-0858-3178
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Santiago Andrés Ullauri Betancourt
Responsabilidad social clientelar: hacia la reconguración de un nuevo paradigma dominante
en política
Clientelistic social responsibility: towards the
reconguration of a new dominant paradigm in politics
Abstract
Through a reexive and documentary methodology, the article
examines the connection between clientelism and social responsibility.
Understanding social responsibility as a collaborative eort to promote
happiness by members of the economic, political and cultural apparatus.
Furthermore, it explores the service and mastery paradigm of bureaucratic
theory, which, at least in theory, increases organizational eciency, ecacy
and eectiveness. It is concluded that clientelism in administration seeks a
bureaucracy delineated in power and service, where the logic and point of
view of the client rules. Those who have the ability to judge and discriminate
between what is true and what is not, can critically assess these issues.
Reason, which is innate in human beings, creates a variety of articulated
ideologies. These ideas are supported by Weber’s bureaucratic theory and
Descartes’ method discourse approaches, according to which the client’s
search for truth is governed by two essential perspectives: collaboration
with the human sciences and service for life.
Keywords: social responsibility; clientelism; dominant paradigm;
contemporary political thought; discourse of method.
Introducción
Actualmente, el problema del clientelismo no se centra en una cuestión
del ejercicio de control ni mucho menos de la instrumentación de sanciones,
normas o regulaciones estrictas, sino, en un paradigma de posturas
vistas desde dos aristas: el cliente y la razón. El clientelismo dominante
ha existido y seguirá existiendo a expensas de los gobiernos, quienes han
utilizado estrategias paliativas para que las responsabilidades ciudadanas
se conguren en torno a una construcción axiológica, ontológica y de
compromiso social.
El paradigma del pensamiento clientelar ha representado un problema
en el abordaje de la dominación de las partes en el servicio para el buen
vivir de la sociedad. Es así como la diversidad de acciones que originan
la relación entre el cliente, la razón y el producto se concatenan con las
ideas del discurso ideológico de los tiempos. Un claro ejemplo de ello es
Descartes y su método de postura apofántica, el cual valora la relación entre
racionalidad y realidad (Descartes, 2004).
Desde estas ideas metódicas, empíricas y epistémicas en la racionalidad
del discurso, se representa desde un enfoque socio-ciudadano y apofántico
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en virtud de lo que debe ser. Por ello, resulta fundamental que la interacción
ciudadana se compenetre con la responsabilidad social (RS) desde una
postura proactiva, en función de la reinversión y la retribución al entorno
local, regional, municipal o nacional, de acuerdo con cada caso.
Desde el desarrollo del paradigma dominante de la ciencia, el
clientelismo siempre presentó diversidad de interacciones que permanecen
en la actualidad. En este sentido, para Descartes (2004), las materias que
se estudiaban en aquel entonces no se interesaban por el clientelismo,
sus acciones o la búsqueda de la verdad; en contraste, resultaban ser una
actividad placentera como la literatura o la retórica, o con un enfoque más
práctico como ciertas materias técnicas.
A raíz de estos ideales se conguró todo un entramado que aanza las
ideas del artículo, con el n de exponer cómo los países se han estancado en
el desarrollo del paradigma dominante, en donde claramente se evidencia
que lo que les interesa es una parte y no el todo; es decir, el enriquecimiento
personal.
La naturaleza de esta ideología es la dominación sobre el otro, sin pensar
en el servicio ni en la retribución que debe y puede tener la RS, hecho que
se maniesta de distintas maneras. Por ejemplo, ciertos países abordan la
interacción social como el pilar del clientelismo en la educación. Este es
el caso de Singapur, donde los billetes tienen estampada una universidad
acompañada por el eslogan “Educación”. Por el contrario, en Latinoamérica
se coloca a un prócer, presidente u otra gura representativa de la historia
que se apega a una postura escasamente innovadora del clientelismo
(Oppenheimer, 2009).
En concordancia con Oppenheimer (2009), el modelo clientelar
que predomina en los medios ciudadanos se evidencia en la explotación
ilimitada y la ultranza de los dones que dieren según el contexto de cada
sociedad, pero que tiene un mismo resultado: más empobrecimiento de las
grandes mayorías poblacionales, sobre todo, de sus alrededores, lo que se
traduce en un índice de desinterés de la cultura sociointegral clientelar. No
obstante, el autor está lejos de sostener una visión ejemplar de este binomio
(cliente-razón), pues la humanidad tiene grandes recursos que emanan de
la voluntad y la nobleza del espíritu para superar las graves dicultades y
escollos de la vida.
Es precisamente aquí donde aora la caridad, la fe y el deseo de interacción
humana libre de viveza criolla o el común denominador: enriquecerse a
expensas del prójimo. La postura de que todo es relativo en los ideales de
las losofías clientelares arraigadas por siglos, como las aristotélicas y las
platónicas, que plantean que primero se piensa para luego existir, se enfoca
en la razón clientelar. En ese orden de ideas, cabe preguntarse lo siguiente:
¿La RS sería el argumento para velar por la acumulación de la riqueza
dominante y que responde ante una realidad equitativa?
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Santiago Andrés Ullauri Betancourt
Responsabilidad social clientelar: hacia la reconguración de un nuevo paradigma dominante
en política
Hoy en día, la riqueza prolifera como un mal social. De este modo, la
respuesta estaría en por qué surgen perspectivas losócas que se apartan
totalmente de aquella práctica de razón y especulan en benecio propio.
Dicha incógnita, por el contrario, llama a encaminar a la razón por aquel
anhelo de tomar riendas características en la equidad, como el ideal
realizado por Descartes en cuanto a la conducta ciudadana apegada a la
bondad y el pensamiento equitativo (Descartes, 2004). La esperanza se
acrecienta por el hecho de que el movimiento internacional en materia de
reglamentación, que gira en torno al contexto de cada nación y la lucha
contra la pobreza, surte un importante y profundo efecto en la esfera de
los valores y la ética de los ciudadanos. Así, frente a la inercia clientelar, la
resistencia al cambio de las pesadas y lentas estructuras de las relaciones
sociales, la economía politizada, el dinamismo y la proactividad de cada
individuo, los paradigmas enraizados en los valores y la ética deben orecer
para luchar, combatir los antiguos esquemas y direccionar el cambio social
irracional hacia una postura racional basada en un enfoque axiológico y
emergente desde el subyacer empírico y epistémico.
En la ciencia política, la interacción del clientelismo expone una serie
de prerrogativas extraordinariamente amplias que abarcan actividades
de inuencia paradigmática enmarcadas en la asociación política. Dicho
de otro modo, el Gobierno es liderado por profesionales que, en muchos
casos, buscan benecios personales ante la ausencia de valores sociales. La
consideración sociológica del clientelismo y su interacción con el paradigma
político se reconoce como una competencia exclusiva que, por lo general, se
enfoca en la reinversión social desde las acciones de retribución, obteniendo
una rentabilidad del medio. Por lo tanto, se trata de entender la existencia
de un paradigma clientelar de postura dominante (Weber, 2000).
1. Fundamento teórico
1.1. La responsabilidad social: ¿Una acción ciudadana o una
axiología humana?
De acuerdo con diversos estudios, socioestudios, corrientes losócas
y la neurociencia, la única verdad es la que se obtiene a partir de los
números o estadísticas, o la que cada uno presenta en su pensamiento;
aunque, en realidad, el ser humano no es dueño de la verdad. Dicha verdad,
entendida como un paradigma que permite alcanzar la RS, tendría que
cambiar las raíces del político como ejemplo de gobernabilidad. Esto recae
en un discurso del método expresado con base en el sistema económico,
social, político y cultural, y que está en hegemonía de la convivencia. Por
consiguiente, esto debería cambiar para mantener una relación de equidad
ciudadana, teniendo en cuenta que, para existir, es necesario tener una
axiología de vida apofántica (Aaker, 1990).
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Orientar el binomio cliente-razón desde la acción humana representa
la panacea de la RS y el cúmulo de la riqueza orientado en el benecio de
las partes por igual, lo que no debería estar sujeto a las ganancias que un
individuo tiene sobre otro, donde la superación, el éxito y el clientelismo
dominante del individuo dependen del prójimo. Desde ese punto de vista, se
entiende que el éxito está en sobrevalorar al otro. Entonces, los patrones de
interacción política en la colección de un sistema de insaciable acumulación
de capital, que resulta ser un sistema insostenible e insoslayable de cara al
futuro, prevalecen como paradigma social (Descartes, 2004).
Desde un paradigma de interacción de sociedad-naturaleza que permite
entender las dicultades de la RS clientelar como una temática que
preocupa a los sectores de reinversión social para unos a expensas de otros,
la supervivencia de la humanidad es un tema que cada ciudadano ha de
valorar desde las corrientes dominantes clientelares en cada entorno social,
donde la RS representa a ciertos valores humanos, pero no ciudadanos;
dado que la ciudadanía se concibe como clientes. Bajo dicha lógica, los
gerentes, los dueños y los proveedores de servicios generan mayor división
entre los grupos de poder y las clases sociales bajas (Argandoña, 1998).
Esta armación apoya la racionalidad del discurso del clientelismo
dominante, sobre todo político, que articula las directrices económicas,
sociales, educativas y culturales que rigen el sistema. Como planteó Weber
(2000), “tantas ganas, tanto inviertes”, reexión que se podría aplicar a la
RS, principalmente en un entorno económico y jurídico caracterizado por
una tendencia al llamado “socialismo del siglo XXI”, cuyas implicaciones
tienen un alcance a nivel de inversión social clientelar y con un enfoque
de la estructura social per se. Por esta razón, se debería plantear una
utópica estructura de distribución equitativa de la riqueza y de igualdad
de condiciones. Sin embargo, esta tendencia política equidista totalmente
de su propia primicia de igualdad y se sumerge en un sistema de mayores
riquezas de unos en desmedro de otros.
En ese orden de ideas, el clientelismo político representado por el Estado
en la interacción ciudadana reclama una convivencia justa, equitativa y
en busca del buen vivir. De esa manera, se orientaría socialmente para
lograr la mayor seguridad del ser como máxima de gestión por y para el
pueblo que lo eligió. En este contexto, es fundamental exponer que, para
los lósofos como Weber (2014), el clientelismo se dene como un proceso
que necesita de líderes que sepan cumplir con los designios postulados en
la Carta Magna, la cual, como en toda nación, es el instrumento que rige al
sistema y busca -o así debería ser- fomentar una convivencia plena de los
ciudadanos.
En la RS clientelar que surge en los países en vías de desarrollo,
particularmente a nivel latinoamericano, los enfoques políticos buscan
armonizar la acumulación de la riqueza y el bienestar social; es decir, como
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Santiago Andrés Ullauri Betancourt
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una suerte de capitalismo con rostro humano que se aleja de los extremos
individualistas del neoliberalismo, pero no pierde su esencia capitalista. Un
sistema donde la libertad individual impere y se garantice la inviolabilidad
de la propiedad privada ha de promover la erradicación del clientelismo
dominante por uno liberador, protagónico y participativo que promueva la
RS dentro de todo un territorio, región o comunidad.
Para que verdaderamente la RS adquiera un nuevo signicado y un
renovado paradigma de vigor, esta postura de inclusión trasmuta de un
enfoque utilitario a un enfoque altruista, desde una concepción de ayuda
social hacia una estrategia de marketing con objetivos de retorno sobre la
inversión en el entorno social que rodea a la empresa, el comerciante u otros.
Cabe mencionar que dichos objetivos deben ser claramente identicables y
cuanticables de acuerdo con la verdadera losofía, es decir, “cuánto ganas,
cuánto inviertes”.
Esta losofía se aborda como una corresponsabilidad social, dejando
de ser un acto voluntario y tornándose en algo obligatorio que se
tiene que realizar por un deber ético. Incluso, en varias naciones, esta
corresponsabilidad social se entiende como el camino a recorrer para
cumplir con los principios constitucionales que permiten patrocinar los
espacios ciudadanos con procesos enmarcados en la plena responsabilidad
por el bien comunal.
Ahora bien, dicha responsabilidad depende de la arista y el desarrollo
clientelar social que se desarrolle, donde la estrecha relación existente se
enmarca bajo un único concepto. Aunque su naturaleza es mucho más
compleja, la predominante es la empresaria, gerencial o de liderazgo.
Este empoderamiento de unos sobre otros comprende el desarrollo de las
naciones, pues, desde la política, el desarrollo cultural, económico y político
teje una secuencia de acciones para que las acciones humanas funcionen
sistémicamente, con el n de lograr la plena felicidad de todos por igual.
Para Argyris (2009), la RS conuye entre la moral, la ética y los
valores, tres determinantes que rigen el comportamiento que debe tener el
clientelismo frente al contexto social en el que se desarrolla. Por lo tanto,
los derechos, los deberes, las responsabilidades, la probidad, la honestidad,
la etnicidad, la eticidad, la solidaridad, la transparencia y el desarrollo
productivo se desenvuelven como actores del clientelismo dentro de una
cierta responsabilidad holística.
De esa manera, los nuevos paradigmas en RS promueven el clientelismo
político, moderno y de mercado. A aquellos que siguen una tendencia
clientelar tradicional, los invita a que se desenvuelvan bajo una gura
de líder supremo que soluciona las problemáticas ciudadanas, patrocina
propuestas de mejora sociales y asesora e impulsa la gestión de las
entidades sin ánimos de lucro. La RS clientelar, como tópico, se enmarca en
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un ámbito disciplinario más amplio de la ética empresarial y la política. En
ese sentido, Brickley et al. (2005) identicaron algunos referentes teóricos
que abordan este tema:
Relación ética y acción empresarial de Weber.
Teoría del bien común y los stakeholders de Argandoña.
Teoría sobre la gestión clientelar éticas de Samper.
Teoría sobre la RS de las empresas Fernández y Llano.
Todas estas teorías abordan la cultura ética, política y empresarial
-pertinente al peso relativo- que tiene la ética empresarial como medio,
servicio del utilitarismo individual, su naturaleza política como n en
misma y servicio de la humanidad (Weber, 2014). En el fondo, el problema
ético y radical de la RS clientelar radica en la antigua cuestión del bien
individual frente al bien común, del egoísmo frente al altruismo, del interés
propio y del interés colectivo.
Al nal, deriva en la necesidad de tomar una decisión trascendental de cara
al futuro de la humanidad: seguir por el camino de una economía enfocada
en el bien común, contando con el apoyo de actores comprometidos con el
bienestar individual (Brickley et al., 2005); o caminar por un nuevo sendero
de una economía que logre el bien colectivo, con actores verdaderamente
comprometidos con la humanización de cada lugar de vida.
2. La responsabilidad social en el camino humanista
Sin duda, es posible plantear un camino del clientelismo político con
un enfoque económico que logre el bien común; sin embargo, se requiere
de individuos realmente involucrados en lograrlo, cuyo propósito inicial
no sea alcanzar su bienestar, pues este surge como resultado inherente a
su labor. Por supuesto, este planteamiento no se debe confundir con esta
idea inconcebible de tener una economía en la que los individuos hagan su
labor por humanitarismo, donde cada uno obtiene lo que necesita gracias
al humanitarismo del resto.
Esto implicaría una sociedad sin utilitarismo y sin mercado, donde la
producción y la distribución de bienes y servicios se hiciese por ética y no
por el interés de la acumulación de la riqueza. Si bien el alcance del presente
estudio no pretende llegar al desarrollo de semejante teoría económica,
es pertinente considerarla como una posibilidad frente al individualismo
de Adam Smith y al cooperativismo de John Nash (Brickley et al., 2005).
Además de las consideraciones éticas burocráticas de Weber, otra
dimensión fundamental sobre la reinversión en RS es la llamada “eciencia
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Responsabilidad social clientelar: hacia la reconguración de un nuevo paradigma dominante
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del gasto”. Según Aron (2004), diversas posturas clientelares determinan la
ecacia de la RS en la medida en que dicho gasto sea eciente en términos
de resultados: rentabilidad, participación de mercado, entre otros. En este
contexto, la equidad no necesariamente se opone a la eciencia, lo cual
deben comprender los empresarios de cara al futuro, pues en el camino
de buscar la equidad, la estructura de la eciencia clientelar se tiende a
desestabilizar ante la aparición de situaciones adversas; por ejemplo, los
incentivos para los trabajadores que logran, con mayor mesura, su gestión
laboral.
Bajo dicha perspectiva, la verdadera capacidad que tiene el individuo
para conseguir ciertos logros clientelares está condicionada por las ventajas
a nivel económico y social, así como por su libertad en términos políticos y su
competencia para generar iniciativas. Todas estas aristas se complementan
entre sí y son necesarias para lograr resultados sostenibles.
La relación cliente-mercado (comercio), como un modelo sostenible de
negociación, dotación y generación de recursos, alude a la dimensión teórica
de la libertad individual vs. la igualdad o la equidad. Desde una perspectiva
ética, la desigualdad transgrede el principio de libertad individual. Se
entiende que la igualdad se conforma por las posibilidades que tienen todos
los individuos para gozar del mismo tipo de libertad u oportunidades para
ejercerla, por lo que un postulado adecuado sería eliminar el clientelismo
dominante de masicación de riqueza en pocas manos.
Si se considera que ser libre es un hecho realmente importante, es
inconcebible que la libertad sea exclusiva de un grupo reducido. En
términos de una relación clientelar, esto quiere decir que una de las partes
veta ciertos benecios a la otra, hecho que equidista totalmente de ser una
relación transparente y equitativa (Melinko, 2015). En tal marco, la RS
clientelar tiene distintas implicaciones cuando se toma conciencia de que el
éxito de una relación se logra con oportunidades y condiciones favorables
para todos; por ende, en el mercado actual, la relación “tantas ganas, tanto
inviertes” es totalmente inequitativa.
3. Tipología de la dominación en responsabilidad social
Respecto al pensamiento tradicional, carismático y racional burocrático,
Weber (2000) consideró que, en la relación cliente-comercio-obtención
de bienes, el objetivo se conoce en función del recurso para la interacción
clientelar, donde la racionalidad de la acción que se realiza está determinada
por el nivel de conocimiento que tenga en la adquisición, costo-benecio
o la generación de responsabilidad. En relación con un valor, la postura
burocrática del acto racional expone que el n denido real y el establecido
empírico implican cuestiones de honor, dado que el clientelismo representa
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un acto en el que debe prevalecer la RS racionalmente aceptada por todos,
no con el n de alcanzar logros extrínsecos, sino para mantenerse leal al
concepto de honor. De esa manera, la acción se ve determinada por el nivel
de conciencia y el estado emocional de la persona.
En cuanto a las tipologías dominantes tradicionales en la interacción
cliente, comercio, individuo, bien o búsqueda de condiciones sociales,
culturales o vivenciales necesarias para las partes, según Weber (2014), son
las que determinan las prácticas propias de cada persona y sus creencias.
Estas responden a ciertas experiencias de vida diaria o al conformismo
progresivo del actuar en sentido gurado por la forma de entender la
monotonía en comunidad.
De acuerdo con la reexión de Aron (2004), la racionalización es una
característica de la sociedad actual. Por este motivo, los actos que realiza
cada persona pueden clasicarse apegados a la losofía de Weber; es decir,
según el nexo que existe entre la solidaridad, la eticidad, la equidad, el
desarrollo de la ciencia y la política. En este contexto, Weber (citado por:
Aron, 2004) abordó el acto carismático desde el sabio, entendiéndolo como
un ser cuyo n es lograr la plena felicidad de las partes clientelares y que sea
válida en términos universales.
En ese sentido, la investigación cientíca surge como una estructura
totalmente racional, en aras de demostrar una verdad. Este proceso se
encuentra limitado por los juicios que cada individuo tiene con respecto
a lo que considera verdadero, sobre todo ante situaciones aceptadas como
verdaderas de manera universal.
El modelo de dominación racional (enfocado desde la RS clientelar)
surgió a raíz del respeto por las leyes inherentes a la vida, pues, al
transgredirlas, los resultados no pueden considerarse legítimos. Por ello,
la ciencia es un elemento sustancial, sobre todo en las actuales culturas
occidentales (Weber, 2010). Según Aron (2004), la ciencia positiva y la
lógica a la que se apegó Weber son elementos intrínsecos del desarrollo
de la racionalización que se ha dado durante la historia. El autor armó
que hay dos elementos que determinan el alcance que tiene una verdad
cientíca: lo inconcluso y la objetividad. Esta última se entiende como la
autenticidad de la ciencia, es decir, el proceso de búsqueda de la verdad
donde no entran en juego los juicios de valor (Aron, 2004).
Lo inconcluso es una característica inherente de la ciencia actual, debido
a que se encuentra en una constante transformación, búsqueda de la verdad
en la relación intelectual de causa-efecto, interpretación del ser en cuanto
a lo que piensa, siente y desarrolla. Puesto que dicha búsqueda implica
actualizar permanentemente las grandes interrogantes -y sus respuestas-
de la existencia humana, es necesario indagar hasta desmotar los mitos de
lo verdadero, lo falso, lo imaginario, e incluso, lo fantasioso de la existencia
del mundo en su innito.
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En este marco, el conocimiento de la realidad, creación o evolución en su
totalidad representa una primicia que es imposible de lograr y se encuentra
en la cúspide de un espiral hasta el momento sin terminación, donde la
ciencia simboliza el devenir en la posibilidad de comprobar realidades.
Por lo tanto, el conocimiento está sujeto a las interrogantes que el sabio se
plantee con respecto a estas diatribas.
Así, por más que se le busquen respuestas, siempre existirá aquella
relacionada con lo divino por la capacidad de cuestionarse que es imaginable
pensar al hombre creando montañas de la nada o que los robots inteligentes
dejaron un mundo para ser poblado por humanos. En n, la mitología de lo
que se ve, escucha y se sabe varía de acuerdo con la época, la sociedad, los
valores y la cultura que se renuevan a través de la historia y plantean nuevas
problemáticas que deben resolverse desde los pensamientos que cada día
aparecen (Aron, 2004).
Lo anterior permite armar que la autenticidad y la lógica que la ciencia
tiene a nivel universal obligan a que el sabio sea imparcial y controle sus
juicios, con el propósito de obtener resultados certeros. Ahora bien, esto no
quiere decir que el sujeto esté inhabilitado para exteriorizar su curiosidad;
todo lo contrario, puede hacerlo siempre y cuando sus juicios no rijan una
veracidad que sea cticia en su comprobación cientíca. Como es lógico, el
ser humano diere en valores y principios, por lo que las obras que realice
darán cuenta de ellos.
Desde el ámbito de la RS, haciendo especial énfasis en cuánto se gana y
cuánto se invierte con el n de lograr armonía del entorno social que rodea
a cada generador de capitales, Weber (2000) planteó la siguiente pregunta:
¿Cómo es posible que exista una ciencia objetiva de obras colmadas de
valores si la burocracia política tiene mayor reconocimiento que la misma
ética social? En aquella máxima de los conceptos de Weber, la necesidad
de tener actitudes racionales comprende dos grandes incógnitas: ¿Cómo
se pueden plantear los juicios ante hechos denidos como creaciones de
valores? ¿Cómo lograr una axiología apofántica en una sociedad donde la
disposición social acapara los espacios comunales?
Ante estas diatribas e incógnitas preocupantes, Weber (citado por: Aron,
2004), diferenció el juicio de valor y la interrelación con la moral, la cultura
y la ética social. Por un lado, el juicio de valor tiene su propia naturaleza
en cada persona, es algo individual y de carácter subjetivo que, al emitirse,
evidencia la personalidad de cada sujeto. Por el contrario, la interrelación
con los valores no es más que el hecho de que la persona pueda aceptarlos
o no, es decir, no existe como tal un juicio, sino la relación que tiene el
hecho per se con el valor. De este modo, el juicio de valor es una aseveración
basada en la moralidad, lo que debe ser y en función de la deontología
situacional; mientras que la relación de los valores se deriva de un proceso
objetivo donde se selecciona y organiza la información.
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Cabe mencionar que el ser humano tiende a explicar los sucesos a través
de proposiciones que se corroboran mediante la experiencia, siendo capaz
de entenderlas. En su nita vida, pero en miras innitas de razonamiento,
el ser humano comprende a través de un proceso donde intervienen varios
conceptos y experiencias. Esta comprensión se vuelve inmediata cuando
considera que es verdad para mismo o real, dado que la conducta es
inteligible y propia de la persona. Esto se debe a que los individuos tienen
conciencia de sus actos (Aron, 2004).
4. El clientelismo
El clientelismo se dene como la acción ciudadana, el conjunto
de los grupos de profesionales, no profesionales u otra gura para el
cumplimiento particular de las relaciones que generan compromisos de
empleo, pagos, bienes y servicios, así como el intercambio de acciones en el
que se regulan los servicios o las prestaciones que de ellos se deriven, lo que
crea una responsabilidad y compromiso entre las partes. De esta manera,
se logra una relación recíproca de acciones entre grupos, políticos, clientes,
ciudadanos, entre otros.
En un sistema clientelar, el propósito es ejecutar acciones entre las dos
partes -que benecien en ambos sentidos-, para la adquisición de bienes
o servicios. Bajo dicho panorama, la toma decisiones debe favorecer al
cliente, quien tiene la premisa de atención y la acción racional y protagónica
(Sabater, 2019). La relación entre cliente, patrón y comerciante (o cualquier
otra) se fortalece mediante la interacción que tienen los involucrados.
Además, las características de esta relación clientelar aparecen ante la
necesidad de llevar a cabo un proceso comercial, sea desde una acción
integral o una mediación formal o informal.
La denición de clientelismo es propia de la relación entre dos o más
personas que deciden entablar una acción compartida para la adquisición
de bienes y servicios, materiales, recursos o acciones patronales que se
estructuran según su enfoque, el cual puede ser tradicional, moderno,
político o de mercado (Rodríguez, 2020). El clientelismo, bajo una apariencia
legal paradigmática, se utiliza de manera discreta, individualista y puede
resultar en varios casos como un secreto a voces, sobre todo en escucha de
los detentadores del poder político que, bajo su mirada, desarrollan acciones
que transgreden las normas y los derechos de convivencia, lo que conlleva a
actos de corrupción que, por lo general, son penados jurídicamente.
Sin duda, existen pocos incentivos para acabar con el sistema clientelar
que benecia a aquellos que están en el cargo, quienes logran riquezas a
costa de decisiones que transgreden todo ámbito legal. De acuerdo con
Weber (2000), desde la sociología y cualquier perspectiva objetiva, el
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entendimiento de esta postura es irracional, más aún si se considera que
una estrategia populista y frecuente en este sistema democrático es apelar a
la Constitución para prometer soluciones ciudadanas que son, en realidad,
obras sencillas que se ejecutan con sobreprecios o nunca se desarrollan.
Las redes clientelares representan organizaciones con nes comunes al
servicio de la ciudadanía, pero, desde el elemento material de intercambio
del clientelismo, los efectos se presentan en la postura social y política de
los participantes. Si bien la relación entre cliente-patrón -en el caso de la
organización- posibilita una generación de necesidad de labor, las acciones
del cliente-gerencia logran benecios para ambas partes (Malcolm, 2016).
En la dimensión racional, la lógica del juicio ético se construye como una
postura apofántica, donde los factores determinan la relación clientelar y el
carácter de transacción. Esto sucede también en las sociedades primitivas,
donde la separación del espacio, el tiempo y las acciones del hecho para
la subsistencia de vida se traducen en una forma de intercambio entre
la naturaleza, el bien, el consumo y la propia vida. En dicha losofía, se
aprecia que, desde tiempos memoriales, el clientelismo ha permanecido en
benecio de una parte en desmedro de la otra. De esa manera, el hombre
se aprovecha de la naturaleza y destruye sin devolver su belleza (Weber,
2000).
En la dimensión normativa se parte de la legislación, es decir, el
instrumento que norma la convivencia de los ciudadanos en función de las
diferentes acciones de comercio, los modelos de intercambio o la gestión
de bienes y servicio. En este contexto, la relación comercial entre cliente,
patronos, establecimientos, gerentes o la simple razón compraventa concreta
una acción entre partes que demandan: uno bienes y otros servicios. Esta
dualidad de interacción debería estar orientada u ordenada por la máxima
de la dignidad humana y no como negocio en función del aprovechamiento
del ciudadano para el benecio propio de uno sobre el otro.
Así, las dimensiones clientelares se conguran desde las dimensiones
personales y empresariales, donde uno adquiere un bien y el otro lo
distribuye, bien sea de manera grupal o individualizada. Puede suceder
que las relaciones clientelares se confundan con las anidades personales,
familiares, culturales, étnicas, religiosas, sociales, políticas o deportivas
(Brickley et al., 2005). Las estructuras dimensionales del clientelismo
representan factores subjetivos que vinculan patrones de medida entre
cliente y comercio. De este modo, se transforman en indispensables para la
relación clientelar acostumbrada a que se benecie a una de las partes y no
de manera equitativa.
Dicha gura del clientelismo dominante se dene como la gestión de las
políticas públicas ciudadanas que engranan el entramado de lo político, lo
social, lo económico y lo cultural en descomposición social, sin pertinencia
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de caso omiso a las estructuras del orden jurisdiccional. Además, requiere
basarse en principios normativos que, en muchos casos, son exibles,
adaptándose a las diversas realidades en el llamando clientelismo de
participación protagónica ciudadana.
Estos principios, normas y legislaciones emanan del orden
constitucional o alma mater de las naciones, en determinación de la
reglas para deberes y derechos de interacción humana, donde la gestión
y las diferentes actividades en las que interviene el ciudadano, con el
n de obtener, facilitar, comercializar o desarrollarse desde la relación
clientelar, representan responsabilidad de acciones públicas que necesitan
considerarse en la obligatoriedad de las ordenanzas para la paz del buen
vivir (Argandoña, 1998).
En concordancia con Villegas (2018), los principios más relevantes de
gestión clientelar son los siguientes:
1. Atención enfocada en el cliente: la meta primordial es la atención
del cliente (o el desarrollo ciudadano).
2. Esquema jerárquico: direccionalidad de las acciones verticales.
3. Denir responsabilidades: establecer claramente los responsables
de la toma de decisiones.
4. Transparencia de los medios de participación social clientelar:
la actividad de los actores sociales debe estar estrechamente
relacionada con las metas planteadas.
5. Personal capacitado: cada individuo se desenvuelve en la posición
que le compete de acuerdo con sus habilidades, conocimientos y
aptitudes.
6. Adecuada coordinación: es necesario tener uidez dentro de todo el
proceso para lograr resultados ecientes.
7. Comunicación constante: es necesario contar con recursos
comunicacionales que aporten a tener relaciones adecuadas.
Por lo tanto, un modelo clientelar que facilite una gestión política y
ciudadana adecuada basa su estructura en cómo esté concebido, las metas
que se hayan planteado, y los procesos y las actividades a seguir para
alcanzarlas.
4.1. Tipos de clientelismo
En cuanto a la especicación de los tipos de clientes, la literatura
representa una diatriba de entendimiento basada en el bien y el servicio.
De esta forma, el tipo de clientelismo se ve condicionado por la exigencia, el
conformista y el que decide referenciar la situación causa- efecto, es decir,
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buscarle la relación lógica para la acción clientelar. La ecacia, la política
y la cultura en los tipos de clientelismo cuentan con modelos formales,
democráticos, subjetivos, ambiguos y políticos, entre otros. En muchos
casos, estos modelos predisponen a una sociedad para el consumo sin
valorar el buen vivir, puesto que es usual el benecio propio sobre el del
otro.
Los modelos antiguos de clientelismo, los tradicionales, actuales o
modernos han buscado o buscan lograr un n en la interacción de bienes y
servicios a través de la adecuada gestión piramidal y no transversal; es decir,
está el dador, líder, gerente y vendedor, y el empleado, cliente y comprador.
En otras palabras, el ser humano que interactúa en la cadena clientelar para
el buen vivir es el que se denomina “cliente tradicional”.
El clientelismo tradicional representa el resultado de estructuras
no iguales que se conjugan entre y ponen mayor atención a las
diversas características organizacionales, empresariales, locales o de
establecimientos donde predomina el enfoque del patrón y sus diferentes
acciones. En este caso, las instituciones se denen como entes lineales y
a sus decisiones como verticales, donde no se permite la intervención del
talento perteneciente al proceso institucional o clientelar. Por otro lado,
para Weber (2000), en el clientelismo de las organizaciones, los directivos,
los gerentes, los dueños y los líderes emplean medios adecuados para
alcanzar las metas. Aquí, el llamado jefe, patrón o director tiene facultad
y autoridad para tomar decisiones ante el talento o los arquetipos propios
institucionales. En este contexto, la relación de las actividades clientelares
no da cabida a que se desarrollen relaciones informales o subjetivas.
El clientelismo subjetivo se presenta con un proceso donde el predomino
del liderazgo pone el acento en la interacción entre sus diferentes
componentes de los modelos sistemáticos, jerárquicos, burocráticos y
racionales; es decir, la razón de la oferta y la demanda, empleado-empleador,
comprador-vendedor, y toda relación que se genere de un proceso clientelar,
lo que es propio del ciclo de vida o costumbre desarrollada desde tiempos
experienciales.
En cuanto al clientelismo subjetivo, la organización tiene un enfoque
cíclico que está determinado por sus involucrados e incluye aquellos
enfoques que dan más importancia a los procesos por experiencia en
predominio de unos sobre otros. En este caso, los valores y las creencias
de las personas se anteponen ante situaciones concretas, como sucede en
el modelo formal; es decir, abogan por las creencias e interpretaciones por
encima de cualquier situación en concreto, pues conciben este sistema
como algo denido que no cambia y, nalmente, enfocan su atención en las
relaciones que se desenvuelven a su alrededor (Weber, 2010).
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Por otra parte, el clientelismo ambiguo hace referencia a lo inestable y
lo complejo que resulta de la existencia de la institución. Así, las decisiones
se ejecutan, de manera formal o informal, según lo requiera la situación,
el interés y el benecio de los involucrados. En este caso, las instituciones
mantienen una losofía ambigua, hecho que limita a ejecutar acciones más
adecuadas, ya sea por inseguridades o falta de conocimiento (Guerrero,
2015).
En el clientelismo democrático, las organizaciones entablan sus normas
mediante el consentimiento de los participantes; por lo tanto, se toma en
cuenta las ideas de cada individuo y se considera que todos son capaces
de decidir. Es por ello por lo que se construyen decisiones compartidas y
aceptadas (Malcolm, 2016). Por otro lado, en el clientelismo moderno o
político, las organizaciones son un espacio donde se entablan acciones
clientelares y en los que las decisiones se toman dentro de un espacio de
negociación. El análisis de este enfoque se destina a distribuir el poder a lo
largo de la organización, los negocios y los tratos que se efectúan (Weber,
2010).
Como se aprecia en las ideas de Descartes, el clientelismo ha transcurrido
por una serie de modelos que responden a los cambios de las posturas
políticas ciudadanas, de ahí que, en esta postura clientelar de las ideas
cartesianas, la modernidad asume al clientelismo político como aquel que
impera en las organizaciones de los Estados y engrana el entramado social,
económico, cultural y administrativo. De acuerdo con Guerrero (2015),
entre los otros tipos de clientelismo se hallan los siguientes:
1. Clientelismo tradicional: surgió con base en el estudio sobre el
caciquismo y patronazgo y se caracteriza porque existe una cierta
relación comercial donde se desarrolla un proceso de intercambio
entre el patrón y el cliente. Así, el caudillismo y el clientelismo son
una manera de interactuar que representa cierta lealtad.
2. Clientelismo moderno: hace alusión a todas las acciones públicas que
el Estado concentra para la toma de decisiones. De esa manera, se
planican las posturas de la ciudadanía con carácter gubernamental
y se dotan recursos para sueldos, reparaciones, materiales de
vías, necesidades propias de la población. Asimismo, existe una
concentración del capital humano y de recursos controlados por el
Gobierno. No es extraño que los estudios clientelares se enfoquen en
este clientelismo que, si bien se relaciona con un sistema burocrático
y democrático, posibilita presenciales enfoques premodernos que se
asemejan a las relaciones patronales.
3. Clientelismo de mercado: se basa en la participación de la
mediana empresa, donde las guras políticas son esenciales para
lograr reformas que aporten con procesos de descentralización,
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globalización, elecciones populares y formas de participación
ciudadana que, en todos los casos, se aanzan en la Constitución de
cada país.
4. Clientelismo político: implica acciones ciudadanas desde la
organización del Estado en competencias de ordenanzas del buen
vivir.
De lo anterior se inere que el clientelismo ha generado perturbaciones
en el colectivo ciudadano, lo que se evidencia en un cierto grado de
intercambio donde se regulan las prestaciones de servicio (obtenidas de
manera particular o política). Dichas alteraciones se utilizan como excusa
para que las autoridades incrementen el patrimonio y, de esa manera,
adquieran el poder necesario para obtener la reelección.
5. Paradigma del clientelismo como nueva imagen ciudadana
sin dominación
Cuando se experimenta un cambio en el paradigma del clientelismo,
es necesario analizar lo que piensan, sienten y desean los ciudadanos.
Entonces, es fundamental que cada uno se pregunte lo siguiente: ¿Qué
se puedo hacer? ¿Qué está permitido? ¿Cómo se puede lograr? Así, el
objetivo es adoptar unos nuevos paradigmas y entrar en la búsqueda de una
postura: la de mancomunidad, en la que se busque la realización individual
y colectiva mediante la experiencia empírica o profesional.
En este sentido, el paradigma hace referencia las ideas que se conjugan
entre sí, una suerte de “matriz disciplinaria” que agiliza la interacción
de la comunidad, la cual se dene como el conjunto de ciudadanos. Por
ello, el objetivo es evidenciar la forma en que los cambios paradigmáticos
inciden en el escenario clientelar enfocado en la RS, en vista de que varios
paradigmas de la modernidad, relacionados con la ciencia, el ámbito social
y cultural, siguen vigentes.
Los cambios de paradigmas comprenden la estructura y la relación que
mantiene el cliente y el gerente, y representan el entorno donde se establece
el sistema de un “nosotros”, el que debería sustituir el “yo” o el “tú” por
una relación de interdependencia. La teoría del clientelismo moderno y
político niega el nexo del objeto con el accionar del mercado, debido a que
el pensamiento y la postura del cliente son situaciones que se desencadenan
en la mente; por lo tanto, se enfoca en comprender cómo desarrollar el
proceso de buen vivir para las partes.
Para el desarrollo de los nuevos paradigmas, Weber (2000) se basó en
cuatro antecedes sobre la tipología del idealismo social y la comprensión
de la política ciudadana, con el n de erradicar el llamado clientelismo
dominante:
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1. El acto racional respecto con un n: el individuo está claro respecto
con el n.
2. El acto racional afectivo o emocional: está dado por un estado de
consciencia y emocionalidad del individuo, es decir, cómo la persona
reacciona ante diversas situaciones.
3. El acto tradicional: hábitos, costumbres y creencias que determinan
la forma de actuar de la persona.
4. Acto racional respecto con un n: el signicado que cada persona da
a su conducta.
En el orden del proceso clientelar, comprender la investigación cientíca
surgió en la losofía de la estructura totalmente racional, en aras de
demostrar una verdad. Cabe señalar que este proceso se encuentra limitado
por los juicios que cada individuo tenga con respecto a lo que considera
verdadero, sobre todo ante situaciones que son aceptadas como verdad
de manera universal. Según Weber (2000), los antecedentes que llevan
al clientelismo, desde la postura paradigmática de dominio en la ciencia,
son parte del modelo racionalista que es propio de la cultura occidental.
Precisamente, la ciencia positivista y racional está inmersa en este modelo.
6. Teoría burocrática de Weber
Para Weber (2014), en contraste con Habermas y la teoría crítica,
la burocracia dominante en el ser representa una manera ecaz de
organización, con una estructura jerárquica denida, donde se establecen
normas claras que todos los involucrados deben respetar. La RS, como una
de ellas, en su dominada postura del clientelismo de clases, permea todo un
camino, una forma de construir conocimientos, un proceso de interacción
entre las partes clientelares, donde es posible hablar de burocracia típico-
ideal, política, de dominación y de autoridad, dominación carismática
(familiar y religiosa) y dominación tradicional.
La teoría burocrática parte de la organización plena, con autoridad y
liderazgo enfocada en la RS que está engranada con la relación entre
pensamiento y realidad. Precisamente, la importancia de esta teoría radica
en esta relación que resulta ser el problema entre el sujeto y el objeto. De
acuerdo con Weber (2000), el marxismo, el empirismo y el positivismo no
despejan la relación entre teoría y realidad, pues parten de una postura
burocrática que entrelaza el método típico-ideal como una opción frente
a las potestades del clientelismo político que se adueña de las decisiones
ciudadanas.
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Por último, en su teoría burocrática, Weber (2014) distinguió los tipos
ideales de una organización postmoderna, con normas y reglamentos claros
de protección y orientación a un socialismo de clases, con principios que se
encuentran en la base de los tipos ideales de la absoluta e irreconciliable
separación entre pensamiento y realidad.
Conclusiones
La realidad del sujeto cognoscente en el clientelismo, independientemente
de su tipo, forma o estructura, es inagotable. Lo anterior, puesto que se
fundamenta en que un paradigma de dominación lo seguirá siendo hasta
que el binomio cliente-razón, axiológicamente, sea dominado por la RS.
En este contexto, el compromiso de dejar el “yo” independiente y el “tú”
dependiente, trasciende a un “nosotros” que se constituye como un modelo
interdependiente. Así, la RS clientelar deja de ser el modelo que impera
en las sociedades capitalistas y socialistas que están ideologizadas por el
enriquecimiento personal a costa del prójimo.
En el desarrollo pragmático del artículo, se interactuó con un andamiaje
de conocimientos que permiten entender desde el discurso del método
hasta las acciones burocráticas dominantes de la sociedad. La política,
la educación, la cultura y la economía son las aristas que conforman los
Estados y se presentan como desiguales, por lo que es importante considerar
lo siguiente:
Asumir una actitud escéptica y radical, y negar cualquier posibilidad
de conocimiento: esta es posición absurda, así sustente que es posible
el conocimiento desde la verdad de cada individuo, pues el intelecto
puede recrear fragmentos de esa realidad como responsable de la
acción social.
Integrar plenamente la teoría y la realidad: su postura idealista,
egocentrista y yoísta debe dejarse a un lado, lo que carece de
pertinencia con el pensamiento burocrático de la organización con
nes éticos, reglas claras y armonía de todos para todos, desde las
clases hasta el capitalismo ideológico en cooperación colaborativa.
El idealismo burocrático que plantea Weber: queda fuera de la
construcción ideal que realiza el intelecto, por lo que debe prevalecer
la realidad que condena al pensamiento a mantener una postura
protagónica, empática, asimétrica y lateral.
Lo que debe interesarle al estudioso de los fenómenos sociales del
clientelismo en materia de la dominación, desde la RS burocrática
weberiana, es nutrir su imaginación con la experiencia que le
proporcione la comparación de los hechos de la vida. Así, podrá
erigir conexiones causales adecuadas.
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Los tipos ideales representan modelos que la fantasía juzga
adecuadamente, es decir, son objetivamente posibles de acuerdo
con el saber universal.
Por otro lado, dentro de los postulados del estudio, se obtuvo un
nuevo enfoque que permite comprender el paradigma del clientelismo
marcado por la RS en postura de la convivencia participativa, protagónica
y emancipadora, conjugada esta con una crítica del ser que impregna los
espacios con organización que norma el espíritu de la colectividad. Todo
ello, entendido como un todo para el n de la dominación en presencia
burocrática.
Por consiguiente, a través de las ideas weberianas, se concluye la
necesidad de tomar en cuenta la denición del conocimiento dentro de las
disciplinas socioculturales contentivas de movimientos indisociables, entre
ellos, la comprensión y la explicación del clientelismo social, y la razón
de su argumentación para lograr un cambio dentro de los pensamientos
hegemónicos por uno holístico y emancipador.
Finalmente, se logró establecer, desde las teorías de la acción social, los
siguientes elementos: la construcción del individuo histórico, la elaboración
del objeto cientíco y la implicación causal. Estos representan una
posibilidad objetiva, causación adecuada y reglas basadas en experiencias;
es decir, el rol clientelar parte desde la interacción de las acciones totales
entre todos, para compartir el resultado armónicamente impregnado por el
altruismo y el bienestar colectivo.
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Esta revista fue editada en formato digital y publicada
en enero de 2023, por el Fondo Editorial Serbiluz,
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Vol.41 Nº 76