Instituto de Estudios Políticos y Derecho Público "Dr. Humberto J. La Roche"
de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad del Zulia
Maracaibo, Venezuela
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197402ZU34
ppi 201502ZU4645
Vol.39 N° 70
2021
Recibido el 20/05/2021 Aceptado el 04/08/2021
ISSN 0798- 1406 ~ De si to le gal pp 198502ZU132
Cues tio nes Po lí ti cas
La re vis ta Cues tio nes Po lí ti cas, es una pu bli ca ción aus pi cia da por el Ins ti tu to
de Es tu dios Po lí ti cos y De re cho Pú bli co “Dr. Hum ber to J. La Ro che” (IEPDP) de la Fa-
cul tad de Cien cias Ju rí di cas y Po lí ti cas de la Uni ver si dad del Zu lia.
En tre sus ob je ti vos fi gu ran: con tri buir con el pro gre so cien tí fi co de las Cien cias
Hu ma nas y So cia les, a tra vés de la di vul ga ción de los re sul ta dos lo gra dos por sus in ves-
ti ga do res; es ti mu lar la in ves ti ga ción en es tas áreas del sa ber; y pro pi ciar la pre sen ta-
ción, dis cu sión y con fron ta ción de las ideas y avan ces cien tí fi cos con com pro mi so so cial.
Cues tio nes Po lí ti cas apa re ce dos ve ces al año y pu bli ca tra ba jos ori gi na les con
avan ces o re sul ta dos de in ves ti ga ción en las áreas de Cien cia Po lí ti ca y De re cho Pú bli-
co, los cua les son so me ti dos a la con si de ra ción de ár bi tros ca li fi ca dos.
ESTA PU BLI CA CIÓN APA RE CE RE SE ÑA DA, EN TRE OTROS ÍN DI CES, EN
:
Re vicyhLUZ, In ter na tio nal Po li ti cal Scien ce Abs tracts, Re vis ta In ter ame ri ca na de
Bi blio gra fía, en el Cen tro La ti no ame ri ca no para el De sa rrol lo (CLAD), en Bi blio-
gra fía So cio Eco nó mi ca de Ve ne zue la de RE DIN SE, In ter na tio nal Bi blio graphy of
Po li ti cal Scien ce, Re vencyt, His pa nic Ame ri can Pe rio di cals In dex/HAPI), Ul ri ch’s
Pe rio di cals Di rec tory, EBS CO. Se en cuen tra acre di ta da al Re gis tro de Pu bli ca cio-
nes Cien tí fi cas y Tec no ló gi cas Ve ne zo la nas del FO NA CIT, La tin dex.
Di rec to ra
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OIRALITH
M. C
HIRINOS
P
ORTILLO
Co mi té Edi tor
Eduviges Morales Villalobos
Fabiola Tavares Duarte
Ma ría Eu ge nia Soto Hernández
Nila Leal González
Carmen Pérez Baralt
Co mi té Ase sor
Pedro Bracho Grand
J. M. Del ga do Ocan do
José Ce rra da
Ri car do Com bel las
An gel Lom bar di
Die ter Nohlen
Al fre do Ra mos Ji mé nez
Go ran Ther born
Frie drich Welsch
Asis ten tes Ad mi nis tra ti vos
Joan López Urdaneta y Nil da Ma rín
Re vis ta Cues tio nes Po lí ti cas. Av. Gua ji ra. Uni ver si dad del Zu lia. Nú cleo Hu ma nís ti co. Fa-
cul tad de Cien cias Ju rí di cas y Po lí ti cas. Ins ti tu to de Es tu dios Po lí ti cos y De re cho Pú bli co
“Dr. Hum ber to J. La Ro che”. Ma ra cai bo, Ve ne zue la. E- mail: cues tio nes po li ti cas@gmail.
com ~ loi chi ri nos por til lo@gmail.com. Te le fax: 58- 0261- 4127018.
Vol. 39, Nº 70 (2021), 303-319
IEPDP-Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas - LUZ
Había una vez un Estado... notas
para problematizar el Estado a partir de
interpretaciones complementarias
DOI: https://doi.org/10.46398/cuestpol.3970.19
María Elena Nogueira Joaquín *
Resumen
El objetivo central de estas notas es explorar una serie
de aspectos asociados con las miradas institucionales y
antropológicas sobre el Estado, respectivamente y de manera
complementaria. En términos metodológicos, el presente escrito
es una reexión de carácter estrictamente teórico. En este sentido,
y al carecer de referencia empírica concreta, no se discutirán
aquí, la escalaridad del Estado, o los alcances de este en términos
de funciones, instituciones y reformas. Se trabajará desde los
aspectos institucionales y no-institucionales -antropológicos-
del mismo, abordando diferentes perspectivas y autores. Se considera
que estas dos miradas ofrecen abordajes distintos, pero necesariamente
complementarios que permitirán problematizar al Estado comprendiendo
sus planos macro y micro como campos en tensión. El escrito concluye con
una reconsideración analítica del vínculo del Estado con la sociedad civil, la
ciudadanía y sus heterogéneas manifestaciones.
Palabras clave: Estado; Instituciones; Antropología del Estado;
Sociedad Civil; Ciudadanía
Once upon a time there was a State... Notes on
problematizing the State on the basis of complementary
interpretations
Abstract
The main purpose of the notes here presented is to explore a series of
aspects associated with institutional and anthropological views of the State,
respectively and in a complementary manner. From a methodological
* Departamento de Sociología y Trabajo Social. Universidad de Valladolid (España). Facultad de Ciencia Política
y Relaciones Internacionales. Universidad Nacional de Rosario (Argentina). ORCID ID: https://orcid.org/0000-
0001-6820-5721. Email: mariaelena.nogueira@uva.es
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María Elena Nogueira Joaquín
Había una vez un Estado... notas para problematizar el Estado a partir de interpretaciones
complementarias
perspective this study is of a strictly theoretical nature therefore, since
it lacks concrete empirical support, questions such as the schooling of
the State or its scope in terms of functions, institutions, and reforms will
not be discussed here. Furthermore, We will work from the institutional
and non-institutional -anthropological - aspects of the State, addressing
dierent perspectives and authors. It is considered that these two positions
oer dierent but necessarily complementary approaches that will make
it possible to problematize the State by understanding both its macro and
micro levels as areas in conict. The paper concludes with an analytical
reconsideration of the State’s link to civil society, citizenship, and its
heterogeneous manifestations.
Keywords: State; Institution; State Anthropology; Civil Society;
Citizenship.
Introducción
El tema central de este artículo es el Estado
2
. Interesa recuperar este
concepto esencialmente moderno para problematizarlo desde un enfoque
que está tomando una relevancia cada más creciente: la antropología
política y del Estado. Es ese contexto, es oportuno preguntarse por qué y
cómo dicha relevancia se hace presente, cuáles son aquellos aspectos que
nos acercan otra vez al Estado como concepto central de la teoría política
moderna y contemporánea, pero también como un referente social, un
lugar al que el ciudadano recurre en forma constante.
El objetivo central de estas notas es explorar una serie de aspectos
asociados con las miradas institucionales y antropológicas sobre el Estado
respectivamente y de manera complementaria.
En términos metodológicos, se trata de una reexión de carácter
estrictamente teórico. El recorrido que aquí se realiza no lo incorpora
como una unidad de observación empírica en la construcción del objeto
de estudio. Para la construcción teórica, la categoría analítica principal es
el Estado. En este sentido, y al carecer de referencia empírica concreta,
no se discutirán aquí cuestiones tales como la escalaridad del Estado, o
los alcances del mismo en términos de aparato, funciones, instituciones
y reformas. Se trabajará desde dos dimensiones de análisis denominadas
institucional y no-institucional en términos amplios, que serán abordadas
desde diferentes autores y perspectivas.
Para organizar la discusión, el punto de partida resulta considerar
al Estado como una institución (analizando su institucionalidad) pero
también como una relación social. Se considera que este tipo de análisis
2 A lo largo de todo el escrito se referirá al Estado, con mayúscula, con la excepción de citas textuales que lo
indiquen con minúsculas.
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permitirá una visión macro, referida al Estado-institución y otra micro,
referida al Estado no-institución siempre bajo el supuesto de que éstas no
se presentan como dicotómicas y resultan más bien complementarias.
En forma adicional, es relevante considerar al Estado en su contexto.
Como señalan Oszlak y O’Donnell en un clásico artículo de 1976, el “nivel
de contexto” resulta central para cualquier indagación de la realidad social.
Estos autores denen ese contexto como aquellos factores que se encuentran
por fuera del objeto especíco de investigación –en este caso, el Estado– y
que resultarán centrales para su comprensión, descripción y explicación. En
este sentido, las referencias que siguen han sido consideradas, en general,
en contextos de regímenes políticos democráticos, independientemente de
sus grados intrínsecos de democratización (Tilly, 2010; Whitehead, 2011),
los cuales requerirían una investigación especíca.
Dicho esto, el escrito se divide en cuatro apartados. A esta Introducción,
le sigue un apartado que establecerá los principales aspectos asociados a la
comprensión institucional del Estado. En segundo lugar, se introducirán
aquellos aspectos denidos como no-institucionales, abordando en
particular una mirada de la antropología política. Para nalizar, se presentan
unas conclusiones en las que se despliegan los aspectos más destacables
que sugieren el análisis propuesto.
1. La institución estatal
A riesgo de no ser original, se iniciará este apartado con la denición
institucional, de raíz weberiana, de Estado. A propósito, y se citará
inextenso, el Estado es:
Una asociación con base territorial, compuesta de conjuntos de instituciones
y de relaciones sociales (la mayor parte de ellas sancionadas y respaldadas por el
sistema legal de ese estado) que normalmente penetra y controla el territorio y los
habitantes que ese conjunto delimita. Estas instituciones reclaman el monopolio
en la autorización legítima del uso de la coerción física y normalmente tienen,
como último recurso para efectivizar las decisiones que toman, supremacía en
el control de los medios de esa coerción sobre la población y el territorio que el
Estado delimita (O’Donnell, 2010: 76. Énfasis propio).
A los nes de esta exploración, se destacarán dos términos que este autor
considera: instituciones y relaciones sociales, y que aparecen, aunque de
distinta forma, en toda su obra
3
. En esta línea, Oszlak (1978) también señala
esta diferencia en términos analíticos. Es decir, para la comprensión del
3 El politólogo argentino Guillermo O’Donnell “interviene” la célebre denición del pensador alemán, en relación
con el sustento de ese reclamo: la autorización legítima. Esto, como bien indica, le permite asociar su denición
de Estado a una de las dimensiones constitutivas: la legal. Asimismo, la consideración del Estado no aparece de
manera homogénea durante toda su obra. Las particularidades de esto pueden revisarse en Bertranou (2015).
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Estado en abstracto; señalando que el este como tal articula dos planos que
lo constituyen: el de las relaciones sociales y el del aparato institucional. En
el primer caso, la referencia es a un conjunto diverso de relaciones sociales
(intergubernamentales, políticas, administrativas, etc.), mientras que, en el
segundo, se reere a las organizaciones burocráticas (la burocracia estatal)
que resultan, en rigor, su “objetivación institucional”. De este modo, para
este autor, el aspecto institucional del Estado se vincula directamente con
sus burocracias.
4
El Estado es, entonces, una institución que, como agrega O’Donnell,
“condensa y procesa poderes que emergen de la sociedad (a nivel local,
internacional y transnacional)” generando sus propios poderes, devolviendo
así un producto: las políticas públicas pudiendo ser éstas, también, grandes
omisiones (2010:78).
El Estado, en palabras de Mann (1991) es un concepto confuso. Ha sido
consecutivamente abordado haciendo foco diferencial en instituciones
y relaciones sociales por autores marxistas, weberianos, estructural-
funcionalistas, sistémicos, neomarxistas y neoweberianos y la lista se
amplía tal como remarcan Skocpol (1989) y Jessop (1999). En ese devenir
teórico diverso, algunos acuerdos destacan y nos facilitan su abordaje
conceptual. Evans (1996), por ejemplo, identica al Estado como un agente
de cambio y a partir de allí observa su inuencia en diferentes países con
trayectorias estatales diversas. Retomando a Polanyi (2016) señala que aún
sin intervenir, el Estado interviene, es el tejido que permite al mercado
operar. El clásico polaco advierte, de hecho, que el mercado sólo es posible
en un contexto de normas sociales generalizadas y de formas y políticas
jadas por el Estado.
Evans señala los nes de la década de 1980 como la “tercera ola” en
materia de estudios estatales indicando que allí comienza a recuperarse el
interés en el Estado no en términos de sus capacidades, carácter y alcance de
sus burocracias sino en cuanto estructura institucionaliza y ecaz (Evans,
1996. Énfasis propio).
Aquello que resulta una estructura institucional en Evans es el
primero de los aspectos que destaca Mann (1991) en su denición de los
atributos estatales: 1) conjunto diferenciado de instituciones y personal; 2)
carácter centralizador (las políticas públicas van del centro a la periferia);
3) limitación territorial de su área de aplicación y; 4) el monopolio de
dominación coactiva autoritaria sostenida en el monopolio de la violencia
física, considerando a Weber. Mann sostiene que aquí se puede observar lo
institucional y funcional del Estado, pero advierte, “la denición de Estado
4 Es preciso señalar que estas dimensiones no se desarrollan necesariamente de una manera armónica y simultánea.
Oszlak advierte sobre esto dado que su estudio enfatiza sobre la construcción del Estado-nación en términos de
un proceso histórico y no abstracto.
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se concentra en su naturaleza institucional y territorial centralizada” (…) “el
Estado es una arena, una condensación, una cristalización, una sumatoria
de relaciones sociales” (Mann, 1991: 66 y ss. Énfasis propio).
Este autor destaca además un elemento que se considera fundamental en
cuanto es el supuesto inicial de este escrito: los Estados son centrales para
comprender a la sociedad. ¿Supone esto una división entre Estado y sociedad
civil? En verdad no, el propio Mann señala que es común la separación
de Estado y sociedad civil/ propiedad pública y privada en este sentido;
sin embargo, se trata de observar estos dos planos como entrelazados de
manera permanente. Muchos de los autores, entre otros los que hemos
venido señalando que responden a esta tradición “institucionalista” del
Estado, parten o adscriben a este supuesto teórico fundamental.
En Mann el Estado otorga límites territoriales a las relaciones sociales
por fuera de él. De este modo, indica el autor:
El Estado penetra la vida diaria más de lo que hizo cualquier Estado histórico.
Su poder infraestructural se ha incrementado enormemente. Si existiera una Reina
de Corazones, todos nos empequeñeceríamos ante ella: de Alaska a Florida, de las
Shetland a Cornwall no hay lugar para esconderse del alcance infraestructural del
Estado moderno (Mann, 1991:71).
Esta clara aportación nos sitúa en los alcances del Estado, y en buena
medida, en la dimensión legal de este complejo institucional. En este
punto, es posible observar un primer desplazamiento de la dimensión
institucional a la de las relaciones sociales. Esto tiene sentido pues en
rigor, estas dimensiones analíticas son difíciles de comprender por fuera
de la articulación que les provee el Estado como tal (Oszlak, 1978). Se
considera que una perspectiva de relevancia en este aspecto la constituye
la conceptualización de Bourdieu (1996). El pensador francés reconoce al
Estado a partir de la acumulación de diferentes tipos de capital. Podríamos
agregar, de diferentes relaciones sociales que constituyen capitales de
distinto origen. La génesis del Estado se vincula directamente con ese
proceso de acumulación de capitales. A través de esta dinámica el Estado,
en sus palabras, “Se encarna en la objetividad y en la subjetividad”. El
Estado se instituye como estructura, pero, además, es profundamente
estructurante: “En nuestras sociedades el Estado contribuye en una parte
determinante a la producción y a la representación de los instrumentos de
construcción de la realidad social” (Bourdieu, 1996: 2).
El Estado es entonces, institución y relación social. Esto nos acerca al
segundo plano de análisis. Es sugerente mencionar que, en lo que se ha
denominado visión institucional, hay un reconocimiento de esas relaciones
sociales. Menciona O’Donnell al respecto:
El Estado también es, y no menos fundamentalmente, un conjunto de
relaciones sociales que establece un cierto orden y en última instancia lo respalda
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con una garantía coactiva centralizada, sobre un territorio dado. Muchas de estas
relaciones se formalizan en un sistema legal surgido del Estado y respaldado
por él. El sistema legal es una dimensión constitutiva del Estado y del orden que
éste establece y garantiza en un cierto territorio. Este orden no es igualitario ni
socialmente imparcial (O’Donnell,1993:166).
Para marcar esa desigualdad, este autor desarrolla los alcances del
Estado en términos de dicha legalidad y lo hace a partir de establecer
“zonas” que describen hasta dónde (o cuánto) el Estado penetra en el
territorio (parafraseando a Mann). Se considera que este es un aspecto
fundamental que, en ocasiones es “olvidado” por esta visión institucional
que pone énfasis en el aparato estatal, las funciones, el funcionamiento
interno de las burocracias, etc.
Por su parte, O’ Donnell se pregunta en forma textual “¿Qué ocurre
cuando la efectividad de la ley se extiende irregularmente (si no desaparece
por completo) por el territorio, las relaciones sociales? (…) ¿qué se supone
que debe regular?” (1993: 169). Distintas “zonas” hablan del Estado en
el territorio con el trasfondo de la dimensión legal, aunque no nos dicen
mucho aún sobre qué es el Estado para quienes habitan esos territorios.
Allí, como señala este autor, es donde las visiones antropológicas tienen un
enorme interés.
2. Lo no-institucional en el Estado
Hace ya algunos años que re-circulan con fuerza distintas perspectivas
de la antropología política y, más en particular, del Estado entre los estudios
sociales. Como señala Schavelzon (2010), probablemente en los territorios
de América del Sur, la creciente participación de campesinos e indígenas
en la realidad política, en la formación del Estado, haya contribuido a este
interés. Pero también, y por diferentes razones, en Europa esta perspectiva
cobra relevancia en contextos en los que el Estado-Nación como institución
fundacional de la política occidental pierde peso sobre las estructuras
supranacionales como las propuestas por la Unión Europea, tal como
advierte el propio Abélès (citado en Schavelzon, 2010).
Desde las perspectivas más asociadas con la ciencia política, sin
embargo, autores como Beck plantearon hacia nales del siglo XX que el
Estado moderno continuaba, pese a sus derroteros, siendo una institución
simbólicamente rica (Beck, 1998). Esta armación cobra una singular
relevancia en contextos excepcionales: la pandemia iniciada a comienzos
del año 2020, por ejemplo. Se abrirá aquí un breve paréntesis contextual:
en
febrero de ese año, Giorgio Agamben cargaba contra la excepcionalidad del
estado de emergencia italiano, en un contexto paradigmático de crecimiento
de casos de la enfermedad por COVID-19, y trágicamente también, de
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muertes en ascenso. El lósofo recupera la cuestión de la excepcionalidad
del Estado vinculada con la suspensión del orden jurídico y, en denitiva,
de las libertades individuales, uno de sus temas de análisis más relevantes.
A partir de allí, se dispara una muy sugerente discusión respecto de los
límites del estado de excepción y también, como era lógico, de los alcances
del Estado (Martínez Olguín, 2020; Carmona, 2020; Observatorio Social
del Coronavirus, 2020; Ruíz Valdivia, 2020, entre otros muchos).
Sólo por sintetizar y referir una posición diferente, se mencionará el
análisis que De Sousa Santos (2020) que se ofrece como alternativa en el
debate. En referencia a la inicial posición de Agamben, marca con claridad:
La excepcionalidad de esta excepción no le permitió pensar que hay
excepciones y excepciones, y que, por lo tanto, en el futuro no solo tendremos que
distinguir entre Estado democrático y Estado de excepción, sino también entre
Estado de excepción democrático y Estado de excepción antidemocrático (De
Sousa Santos, 2020:40).
Esto nos sitúa en un nuevo plano, en el que el Estado, aún uno excepcional,
necesita seguir siendo interpelado. La narrativa de la pandemia habilita
a problematizar el Estado, sobre todo sus componentes históricamente
cuestionados, tales como: la inecacia de sus burocracias, el deterioro de las
instituciones del bienestar o su avasallamiento sobre las libertades, entre
otros aspectos. Como señala el autor portugués, el paradigma neoliberal
ha “incapacitado” al Estado para gestionar la emergencia y, de nuevo, los
recortes presupuestarios en materia sanitaria, por ejemplo, están en el aire.
Este contexto también habilita a problematizar ese Estado en todas sus
dimensiones y se abre este paréntesis en consecuencia.
En estos contextos “excepcionales” la lectura que ofrece la antropología
política resulta de enorme interés permitiendo “salir” de la cuestión
estrictamente institucional para abordar el Estado desde una perspectiva
cultural, simbólica ausente en los abordajes institucionales. De las
diferentes lecturas asociadas a estos trabajos (Schavelzon, 2010; Clastres,
1981 y 2010; Abélès, 2020) se comprenden dos grandes posibilidades
de análisis. La primera tiene entre sus principales referentes a Pierre
Clastres. Para este autor, el Estado es el origen de la desigualdad. Las mal
llamadas “incompletas” sociedades primitivas son sociedades igualitarias
precisamente por la ausencia de la institución estatal. Esto es así pues en
las sociedades primitivas, largamente estudiadas por Clastres, lo político y
lo social forman una unidad. No existe allí la cción moderna que separa
sociedad de Estado. En estas sociedades el poder circula, pero no implica
coerción, uno de los atributos esenciales del Estado. Las sociedades
primitivas ignoran la desigualdad, desconocen los preceptos de unos
mandar y otros obedecer. En este aspecto, la sociedad que describe Clastres
tiene un parecido de familia con el estado de naturaleza de los pensadores
contractualistas desde la ciencia política, y especialmente del descripto por
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Había una vez un Estado... notas para problematizar el Estado a partir de interpretaciones
complementarias
Thomas Hobbes en su Leviatan. Pero, existe una diferencia, en el estado
de naturaleza lo habitual es el caos, el Hombre pacta, construye el Estado,
delega su autonomía plena, pero crea orden. Como es sabido el planteo
hobbesiano es profundamente negativo respecto del futuro del Hombre en
una sociedad “primitiva”. El problema del orden, tan presente en Hobbes,
en otros contractualistas, y mucho tiempo después retomado por el propio
Durkheim, es quizá aquello que invita a seguir pensando cuáles son los
aspectos que legitiman el permanecer en la forma-Estado.
Evidentemente, y como señalan varios especialistas en su obra, la
perspectiva de Clastres posee un supuesto anarquista. Esto queda expresado
con claridad en uno de sus escritos citado a continuación inextenso:
El ejemplo de las sociedades primitivas nos enseña que la división no es
inherente al ser social; en otros términos, que el Estado no es eterno, que tiene en
todas partes una fecha de nacimiento. ¿Cuál ha sido la causa de su surgimiento?
La pregunta sobre el Estado debe precisarse así: ¿en qué condiciones la sociedad
deja de ser primitiva? ¿Por qué las codicaciones que se conjuran al Estado fallan
en tal o cual momento de la historia? Es indudable que sólo la interrogación atenta
al funcionamiento de las sociedades primitivas permitirá esclarecer el problema
de los orígenes. Y quizá la solución del misterio sobre el momento del nacimiento
del Estado permita esclarecer también las condiciones de posibilidad (realizables
o no) de su muerte (Clastres, 1981: 186).
Es posible considerar que los estudios que focalizan en las relaciones
de poder, en la construcción de lo político que caracteriza a una sociedad
determinada olvidan, sin embargo, el rol del régimen político en los Estados
modernos. El régimen nos ofrece una variable “mediadora” de interés ya
que dene aspectos centrales en el Estado: los orígenes de la legitimidad, las
formas de gobierno, el ejercicio del poder, etc. Es por esto que buena parte
de la literatura asociada con el Estado, ha abordado también la cuestión del
régimen político: autores como O’Donnell (2010) o Iazzetta (2007) entre
otros, lo recuperan como un elemento “co-constitutivo” de la democracia.
5
Pero, la antropología política también elabora una minuciosa reexión
sobre el Estado en la sociedad moderna. Es decir, considera la interacción
con lo “no estatal” que puede permitir un “acercamiento diferente al
Estado” (Schavelzon, 2010: 85). En este sentido, en el marco de los estudios
antropológicos también sería posible mencionar los trabajos de Foucault
(1997), Das y Poole (2004), Auyero (2008 y 2013) entre otros autores
que se mencionarán más adelante. Schavelzon, los sitúa en: “Un bagaje
5 El Estado en el contexto de un régimen democrático supone, al menos, la institucionalización de los principios
básicos de la democracia política o poliarquía. La democracia dene un modo de acceso y ejercicio del poder.
Como explica Iazzetta (2011), el primero reere al tipo de régimen, lo segundo, se vincula especialmente con el
Estado que “acompaña” a ese régimen. En denitiva, el análisis de estas categorías supone una relación necesaria
para comprender el funcionamiento de las democracias en la actualidad dado que: “Los atributos que denen
la estatatidad de un Estado no garantizan su democraticidad; esta cualidad dependerá de otras iniciativas y
dispositivos que lo tornen compatible con una democracia. Ésta afecta el modo de operar del Estado y le impone
nuevas responsabilidades que lo tornen consistente con ella” (Iazzetta, 2011: 88. Cursiva en el original)
311
CUESTIONES POLÍTICAS
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disciplinar de estudios de afuera (2010, p. 85. Énfasis en el original).
Esto podría suponer un acercamiento diferente al Estado. Es decir, la
interacción de lo estatal con lo no-estatal, o, dicho de otra manera, lo estatal
con lo social, el Estado con la sociedad civil, en la interpretación moderna
de la sociedad occidental que, por supuesto, sólo es posible interpretar
en forma separada en términos cognitivos y analíticos. Esta perspectiva
ofrece una interpretación complementaria a los estudios institucionales ya
mencionados, a los que enriquece con el: “Estudio de la continua interacción
con lo no estatal, con lo que está en vías de estatalización o con lo que,
al mismo tiempo, se maniesta dentro y fuera del Estado” (Schavelzon,
2010:88. Énfasis propio). A continuación, se recuperan algunas miradas
en este sentido.
3. El Estado desde “afuera”
El análisis anterior da lugar a considerar otra cara del Estado. Desgranar
el Estado para su análisis no signica comprenderlo desde una perspectiva
individualista, o incluso voluntarista, sino observar que desde esta
dimensión es necesaria su problematización. Como menciona Jessop (1999),
la preocupación por el Estado, al menos desde su perspectiva institucional,
se desvanece a partir de la visión de Foucault. Esta armación puede, sin
embargo, dar lugar a interpretaciones equivocadas. En el cuestionamiento
de este pensador francés al Estado-institución, se destaca la denición de
gubernamentalidad. Ésta es: “Entendida en el sentido amplio de técnicas y
procedimientos para dirigir el comportamiento humano. Gobierno de los
niños, gobierno de las almas y de las conciencias, gobierno del hogar, del
estado o de sí mismo” (Foucault, 1997: 82). Evidentemente esto instala al
“gobierno del Estado” en el plano tradicionalmente vertical de la política
en cuanto existe un ejercicio de control constitutivo en cada uno de estos
aspectos. En otras palabras, la racionalidad política se orienta al control y
eso se identica con la idea de gobierno.
Ese vínculo vertical de la política y lo político es cuestionado en términos
de una racionalidad única. El análisis iniciado por Foucault no sólo
interroga la dimensión institucional del Estado, sino que ofrece un nuevo
deslizamiento desde las instituciones a las relaciones sociales y al ejercicio
de poder en la ciudadanía. En verdad, no hay un Estado, un “cuerpo único”
que resulte responsable de controlar la conducta de los ciudadanos; por
el contrario, existen “una gran variedad de autoridades (que) gobiernan
en sitios diferentes y con distintos objetivos” (Rose et al., 2006: 116).
En este punto, es relevante introducir a un autor pionero de la corriente
antropológica que intentamos problematizar -casualmente- contemporáneo
a Foucault. Abrams (1977) sentencia en cuanto al Estado institución: no hay
Estado, sólo máscaras de dominación política que proyectan ilusoriamente
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Había una vez un Estado... notas para problematizar el Estado a partir de interpretaciones
complementarias
una unidad que, en verdad, no existe. Esto no signica negar al Estado,
implica sí concebirlo de una manera radicalmente diferente que supone,
en parte, “desestatizar el pensamiento sobre los modos de ordenamiento
social” (Franzé Mudanó, 2013: 12).
La lectura de Touillot acerca de Abrams, sugiere que los estudios sobre
el Estado “edicio” tienen una función clara en cuando legitiman: “La
imagen de una entidad supuestamente desinteresada” (Touillot, 2011:153).
Sin embargo, si se consideran las concepciones señaladas en el marco de la
perspectiva institucional, el Estado en abstracto no aparece casi nunca en
forma “desinteresada”. Desde la más ingenua interpretación del marxismo
clásico hasta los elaborados enfoques de Evans o Mann, el Estado responde
a racionalidades diversas en relación con actores diversos: clases sociales,
élites políticas, empresarios, etc. Dicho de otro modo, no habría Estado,
sino Estados. Se considera que lo más sugerente y epistemológicamente
constructivo de esta perspectiva se vincula con la imposibilidad de
comprender al Estado como una unidad, con una racionalidad unívoca.
Siguiendo esta tradición, otro autor paradigmático resulta Gupta
(2015). En buena parte de su obra, Gupta aborda las prácticas corruptas de
los funcionarios del Estado con la población rural de una localidad india.
Para hacerlo realiza una etnografía de ese Estado, a partir del examen de
los discursos de corrupción en la vida contemporánea de sus ciudadanos.
La práctica etnográca, como instrumento teórico-metodológico permitió:
“Desagregar al estado centrándose en las diferentes burocracias” (Gupta,
2015: 73). Este tipo de estudios niega, precisamente, la cosicación
inherente a las descripciones unitarias de “El Estado”.
Además, destacan también los trabajos de Auyero (2013 y 2008)
cuyo eje de análisis resulta el funcionamiento de la dominación política
en los sectores urbanos pobres. Siguiendo a Gupta (2015), Auyero
indaga especialmente en los encuentros cotidianos de los ciudadanos
con las burocracias estatales (everyday practices of bureaucracies),
conceptualizándolos como fundamentales para la construcción cotidiana del
Estado. Auyero comprende al Estado desde la burocracia “diaria”, es decir,
la cara visible del Estado para la ciudadanía: funcionarios de diversos tipos
y rangos que forman parte del aparato y que representan, en este sentido,
el “Estado vivido”. Este situarse en el plano de la dominación política –a
partir del relato de estos funcionarios y sus efectos en la ciudadanía– en
términos de la comprensión del Estado, no signica, sin embargo, negar
la dimensión institucional que se ha establecido previamente. Supone, sí,
establecer una dimensión de análisis igual de relevante: la representación
de la dominación estatal en el plano micro, a nivel de los ciudadanos: “El
Estado es a la vez una estructura abstracta a nivel macro y un conjunto
de instituciones a nivel micro con las cuales los habitantes urbanos pobres
interactúan de manera directa e inmediata” (Auyero, 2013: 21).
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Algunos trabajos en esta línea recuperan el término de Lipsky (1980),
“burócratas de calle” en relación con aquellos funcionarios del Estado de
circulación territorial permanente, mediadores entre las normas –legales y
no– que lo constituyen y la ciudadanía. Ejemplos de este burócrata serían
maestros, policías, trabajadores sociales, etc. Aunque esto representa un
aspecto innovador de la burocracia como institución del Estado, y nos sitúa
en un plano micro de vínculo entre el burócrata y el ciudadano, la noción de
política y, en términos más especícos, del Estado, sigue manteniendo una
profunda interpretación institucionalista o estadocéntrica (Franzé Mudanó,
2013). De hecho, Lipsky señala que: “Los burócratas de la calle determinan
si los ciudadanos son candidatos adecuados para recibir benecios o
sanciones de gobierno” (1980: 782). Es decir, se observa una interpretación
vertical de la política, donde hay un centro decisor que “devuelve” políticas
a la ciudadanía. Y, como se ha podido observar, el proceso es algo más
complejo e involucra a varios actores.
Esta idea de Lipsky resulta, a criterio de quien escribe, una especie
de posición intermedia entre la posición institucional antes descripta y
los estudios de corte antropológico y etnográco. Estos últimos (Gupta,
2015 o Auyero, 2013, por ejemplo) se sitúan bastante más allá de la sola
interpretación del plano micro y el vínculo burócrata-ciudadano; avanzan
más bien en una interpretación del Estado en términos micro y con esto
prestan especial atención a los alcances simbólicos del Leviatan, no desde
la dimensión legal que antes era recuperada desde O’Donnell, y sí desde
una forma más amplia de comprender el objeto de estudio, en la que parten
del ciudadano y su comprensión del Estado.
Dentro de esta perspectiva, autores como Shore (2010) se preguntan
acerca de la relevancia de abordar las políticas públicas (y aquí, se agrega,
el Estado), desde la antropología. La pregunta tiene una muy pertinente,
aunque compleja respuesta: el aporte de una perspectiva crítica para
comprender la manera en que las políticas funcionan como símbolos, como
estatutos de legitimidad y, en última instancia, como tecnologías políticas.
Se coincide plenamente con Franzé Mudanó respecto de la necesidad
de “conceptualizar al estado y las políticas como objeto de investigación
etnográca requiere, pues, contextualizar los modos de acción y los campos
de tensión, según las peculiaridades y giros contemporáneos, retornando
a las prácticas sociales cotidianas en las que se concretan las relaciones
entre gobernantes y gobernados, aunque no se expresen en formas de
acción explícitamente políticas (…)” (2013: 14. Énfasis propio).
Estas miradas ofrecen una serie de herramientas teórico-metodológicas
relevantes para un abordaje del Estado que la ciencia política más “ortodoxa”
suele olvidar: la etnografía resulta fundamental para la comprensión de
esos campos de tensión mencionados previamente. Desconocer esto es, en
parte, desconocer al Estado y situarse, incluso tácitamente, en una posición
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María Elena Nogueira Joaquín
Había una vez un Estado... notas para problematizar el Estado a partir de interpretaciones
complementarias
que desentiende al Estado de la sociedad civil. Una de las grandes riquezas
de enfocar la problematización del Estado en este plano supone ponderar
simultáneamente dos cuestiones: la necesaria conceptualización del Estado
como una relación social (a veces suspendida por la visión institucional) y la
incorporación en su estudio de uno de sus actores centrales: la ciudadanía,
pero no en términos de la dimensión legal sino a nivel micro, en el plano
de los encuentros cotidianos con el Estado territorialmente dispuesto.
Este es uno de los importantísimos aportes de esta perspectiva de carácter
antropológico-etnográco.
Una riqueza “extra” de estos enfoques radica en la generalización de
una visión de la política asociada también a esa tensión formativa. No
hay aquí decisores únicos, ciclos de políticas inalterables, cajas negras o
inputs y outputs, por el contrario, las relaciones de poder se materializan
de manera compleja en las prácticas y los discursos de los actores estatales
y no estatales.
Asimismo, y como señala con enorme claridad Shore (2010), en el
contexto neoliberal que nos convoca de manera estructural, y pandémico
en términos coyunturales, los alcances de estas perspectivas asociadas
a las prácticas estatales aportan una enorme vitalidad. La apelación a la
gobernanza proveniente del New Public Management en términos políticos,
y el emprendedurismo exagerado en términos económicos sitúan como un
valor central en la sociedad el plano de lo individual. No importa ya el lazo
social o, en última instancia, el tradicional planteo durkheimniano acerca
de la constitución de ese lazo social, todo eso quedó en la modernidad. Hoy,
se impone el plano individual, y las “técnicas del yo”:
El arte del gobierno moderno se ha convertido, en efecto, en el arte de gobernar
desde la distancia, inculcando los hábitos de la autogestión y de la autorregulación.
Las políticas asociadas con el neoliberalismo (que incluyen la teoría del New
Public Management y la reforma de las instituciones públicas) proveen ejemplos
excelentes de cómo funcionan estas formas de gubernamentalidad (Shore, 2010:
32).
Dicho esto, se procederá a establecer un conjunto de comentarios nales
–abiertos– que abogan por un uso complementario de estas visiones cuya
operacionalización conceptual es de necesario trabajo y ofrecerá, sin dudas,
análisis mucho más ricos y, sobre todo, reales, del Estado en nuestro tiempo.
Conclusiones
Como bien señala Bourdieu (1996), la acción de “pensar” el Estado tiene
el riesgo de no operar críticamente y más bien: “En su provecho, al aplicar
al Estado categorías del pensamiento producidas y garantizadas por el
Estado” (1996: 20). En este sentido, la propuesta por una problematización
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del Estado supone eludir esa crítica, que seguiría legitimando una visión
“tradicional”.
Problematizar el Estado en la actualidad resulta una tarea central de
las ciencias sociales. Se reere de este modo a todas aquellas disciplinas
que desde aportes diferentes contribuyen a la comprensión –en un sentido
weberiano– de la realidad social. Problematizar el Estado supone, ante todo,
ir más allá de los enfoques reduccionistas de las fórmulas “más o menos”
Estado, para situarse de un modo crítico en la construcción de un marco
analítico que lo aborde a partir de otros aspectos. Resulta un desafío de
construcción y operacionalización de una serie de categorías que, aplicadas
de modo recíproco, permitirían una mirada realmente global del Estado, no
ya de arriba hacia abajo o de abajo hacia arriba, sino de modo transversal.
Del análisis previo, se sugieren algunos ejes para abordar esta construcción:
En primer lugar, la necesidad de un planteo interdisciplinar. Es decir,
poder abordar el objeto propuesto desde diferentes campos disciplinares
con el supuesto de una construcción colaborativa en la que puedan eludirse
aspectos que se pretenden a priori exclusivos en cada caso.
En segundo lugar, el reconocimiento de un nuevo contexto. Es decir,
el Estado hoy no puede comprenderse sólo desde la interpretación que de
él forja la modernidad y la modernización, o lo que es lo mismo, la noción
de progreso vinculada con el capitalismo como sistema político, económico
y cultural. La propuesta de Negri y Hardt (2017) en este sentido es bien
sugerente: ¿qué implica el Estado posmoderno? No ya el moderno, sino
este Estado con el que convivimos. Esencialmente, paradojas. Y éstas se
expresan en el vínculo con la sociedad civil, un vínculo amplio y complejo.
Este Estado neutraliza el poder de la sociedad, lo horizontaliza en la forma-
Estado: “El Estado posmoderno anula todo poder social y le obliga a cobrar
su signicado sólo en la forma del Estado” (Negri y Hardt, 2017: 93). Esto
implica que los Estados generan estrategias de participación social en
términos institucionales o, “absorben” esas estrategias de participación
construidas desde la sociedad civil. La pregunta de Clastres tiene mucho
valor: ¿implica esa expresión genuina de lo social la posibilidad de anular
el Estado? o, ¿es posible la construcción de políticas sin el Estado? En este
momento, estas preguntas no encuentran una respuesta precisa. Esto es,
de modo ambivalente el Estado sigue teniendo ese carácter simbólicamente
rico que se planteaba desde Beck, pero, simultáneamente formas colectivas,
movimientos sociales, y diversos protagonistas no-estales producen
políticas por fuera de éste (Nogueira, 2021).
En tercer lugar, reconocer la amplitud del Estado. Se menciona esta
idea de amplitud en cuanto a los abordajes posibles. Abordar el Estado-
institución, pero también el Estado no-institución y todo lo que éste puede
implicar: las burocracias estatales, su conguración, el carácter de los
funcionarios, la representación de éstos por parte de los ciudadanos, lo que
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María Elena Nogueira Joaquín
Había una vez un Estado... notas para problematizar el Estado a partir de interpretaciones
complementarias
los ciudadanos piensan acerca de esos vínculos. Más allá de los aspectos
institucionales, estas dimensiones nos posicionan en el afuera del Estado,
pero no de una forma desconexa, por el contrario, nos ofrecen nuevas
herramientas para considerar el Estado-institución.
Para nalizar, la consideración del régimen político resulta un elemento
de interés que suele olvidarse. Como se ha mencionado, cualquier análisis
sobre el Estado resulta incompleto sin la interpretación del régimen
político. En general se aborda, por ejemplo, la idea de Estado democrático,
pero el Estado no ha sido siempre democrático, y la democracia es un
régimen político dinámico y diferencial al considerar territorios, sociedades
y prácticas.
Para nalizar, y volviendo al Estado, es absolutamente relevante re-
considerar el vínculo del Estado con la sociedad civil, con la ciudadanía
y sus heterogéneas manifestaciones. Si el Estado “elabora” las políticas
públicas, ¿cómo puede hacerlo sin los ciudadanos? En este sentido, y como
señalan Das y Poole (2004),
La etnografía es un modo de conocimiento que privilegia la experiencia y
la cotidianeidad. Incorporar estas cuestiones –experiencia y cotidianeidad–
en el accionar del Estado supone también incorporar subjetividades y aportar
diversidad a las respuestas posibles en términos de acciones y políticas públicas.
Pero, como indica Gupta, “si bien es necesaria la investigación sobre las prácticas
de los funcionarios estatales locales, por misma no es suciente para comprender
cómo se llega a construir y representar el Estado (2015: 76).
Y allí, el plano institucional es fundamental y legitima la relación circular
que se ha sostenido a lo largo de todo el escrito. Como se ha armado desde
el principio, se considera que estas dos miradas ofrecen abordajes distintos,
pero necesariamente complementarios, que permitirán problematizar el
Estado comprendiendo los planos macro y micro como campos en tensión.
Esto puede resultar un desafío para todos quienes como cientistas sociales,
comprenden que el Estado, a pesar de sus denominaciones coyunturales –o
gracias a ellas– tiene aún mucha tela para cortar.
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Esta revista fue editada en formato digital y publicada
en octubre de 2021, por el Fondo Editorial Serbiluz,
Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela
Vol.39 Nº Especial