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Revista Cuadernos Latinoamericanos. Universidad del Zulia. Vol 32, N° 57, enero-junio, 2020, págs: 15-37.
Maracaibo-Venezuela. ISSN 1315-4176
Cooperación cientíco-tecnológica entre Argentina y México... / 15-37
María Paz López
anclado a Estados Unidos, situación que ha tensionado históricamente la política exterior
mexicana hacia los países de la región, y, a su vez, ha condicionado la percepción de
los países latinoamericanos hacia México (Chabat, 2014; Pellicer, 2014). De acuerdo con
Chabat (2014), durante la gestión de Enrique Peña Nieto (2012-2016), se apuntó, al menos
desde el plano retórico, a la recuperación de la imagen de liderazgo y la aproximación
hacia América Latina. Ahora bien, en los hechos, el acercamiento a los países del Mercosur
se ausentó (Pellicer, 2014), aunque se sostuvieron relaciones cordiales con los gobiernos
latinoamericanos de distinto signo político como Cuba, Argentina y Venezuela (Chabat,
2014).
En el caso de Argentina, desde 1980, la política exterior experimentó un juego de equilibrios
entre las tendencias autonomistas -que privilegiaron a la región como escenario principal
de la agenda- y las de inserción con la potencia hegemónica -Estados Unidos- (Simono,
2009). Especícamente, las administraciones de Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina
Fernández (2007-2015) buscaron fortalecer las relaciones con Latinoamérica, y, aunque el
vínculo del país con la región fue reducido sensiblemente a Sudamérica, también se centró
en México y Cuba (Miranda, 2012; Busso, 2014).
En tercer lugar, los aportes realizados desde los estudios de política cientíco-tecnológica
advierten sobre las capacidades existentes en los países estudiados para el desarrollo de
la biotecnología. En América Latina, Brasil es el país con mayor desarrollo en biotecnología,
seguido por Argentina, Chile, Colombia, Cuba y México (Trejo, 2010). En el caso especíco
de México, el país cuenta con una serie de factores clave para el desarrollo de la industria
biotecnológica como son la gran biodiversidad de ecosistemas y especies, el capital humano
altamente capacitado, una importante red de centros de investigación en diferentes áreas
biotecnológicas, costos de manufactura competitivos a nivel internacional y un avanzado
marco regulatorio. En este marco, el país destaca como uno de los proveedores más
importantes para Estados Unidos y la investigación, desarrollo y comercialización de productos
biotecnológicos atraviesa un período de expansión y diversicación (PROMÉXICO, 2016).
De acuerdo con Amaro y Morales (2016), en México la biotecnología ha obtenido alto
interés dentro de los planes y programas de ciencia, tecnología e innovación, tanto a
nivel federal como estatal. Sin embargo, se ha tratado más de una serie de programas
abocados a ciertas particularidades del sector que de una política integral. Por otra parte,
aunque existen centros de investigación con una importante actividad de investigación
cientíca y aplicada, en ocasiones no cuentan con mecanismos para transferir la tecnología
o no encuentran demandantes, mostrando una baja conectividad con el sector industrial,
situación que se repite también en otros países latinoamericanos (Amaro y Robles, 2013).
En cuanto a las empresas pequeñas y medianas, las mismas carecen de recursos para
invertir en investigación y desarrollo (I+D), contando con pobres capacidades tecnológicas
y de innovación. Así, aunque existen casos exitosos de empresas nacionales que logran
innovar y ser altamente competitivas, esto no es una tendencia generalizable (Amaro y
Morales, 2016).
En el caso de Argentina, el despliegue de capacidades cientícas tempranas constituyó
un excelente punto de partida para desarrollos biotecnológicos posteriores. Así, hacia la
década de 1980, la administración de Raúl Alfonsín (1983-1989) colocó a la biotecnología
como una de las áreas más dinámicas del campo cientíco, generándose importantes y