Editorial5
ANARTIA
Publicación del Museo de Biología de la Universidad del Zulia
ISSN 1315-642X (impresa) / ISSN 2665-0347 (digital)
https://doi.org/10.5281/zenodo.13756027 / Anartia, 38 (junio 2024): 5-10
Editorial
Ochenta años del Instituto de Ciencias Naturales del estado Zulia,
sus ciclos de creación y destrucción
En 1777, Francisco de Santa Cruz, Gobernador de la
Provincia de Maracaybo, territorio que ese año, por ins-
trucción del Rey Carlos III de España, traspasaba su de-
pendencia política y militar del Virreinato de la Nueva
Granada a la recién creada Capitanía General de Venezue-
la, hizo al Rey un curioso envío de muestras de diversos
tipos de maderas de Maracaibo y de otros objetos de histo-
ria natural. Juntaba una detallada memoria explicativa de
cuya lectura podría colegirse el elevado nivel de instruc-
ción de nuestro gobernador español, quien probablemente
tenía en posesión alguna de las dos últimas ediciones del
Systema Naturae de Carolus Linnaeus (1758 y 1767). Las
cajas con el muestrario y su catálogo arribaron a Madrid en
1778, y fueron incorporadas al Real Gabinete de Historia
Natural, instituido en 1771 con la colección donada por
su fundador el noble guayaquileño Pedro Franco Dávila.
La institución abrió sus puertas al público en noviembre
de 1776. Puede ser difícil de imaginar que en aquel edificio
construido poco antes en el número 13 de la calle Alcalá
de Madrid, para este exclusivo propósito, se inaugurara la
primera exposición de ciencias naturales de la cuenca del
Lago de Maracaibo. Se reporta igualmente la llegada de
algunos mamíferos y aves vivos de la región para ser exhi-
bidos en la ménagerie de los Jardines del Palacio Real de
Aranjuez, algunos de los cuales parece que no fueron del
total agrado del rey.
Durante los próximos cuarenta años no hay otros re-
gistros o testimonios evidentes de que alguien ocupara sus
horas de ocio en la recolección o estudio de las formas de
vida locales y de la naturaleza circundante, con excepción
de algunas relaciones geográficas del final del siglo XVIII
en donde consta mención de minerales, plantas y algunos
animales. Cerrados los puertos de las ciudades y pueblos
españoles de América para los mercaderes no hispanos
desde el siglo XVI, y aparte de los rebeldes filibusteros y
corsarios que en respuesta a tal prohibición saquearon y
asolaron las ricas posesiones del Caribe, solamente los ex-
pedicionarios autorizados por el monarca imperial más
poderoso del momento pudieron poner pie en tierras
americanas. Fue por esto posible el desarrollo de la Real
Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada (1783-
1808, 1812-1816), constituida únicamente por españoles
ibéricos y americanos, pero también la llegada autorizada
a Venezuela como invitado especial para la Expedición de
Límites del Orinoco del adelantado apóstol de Linnaeus,
el naturalista sueco Pehr Löfling, quien ingresa al país por
la costa oriental en 1754 y fallece prematuramente en 1756
en la misión de San Antonio del Caroní. Seguirán Alexan-
der von Humboldt y Aimé Bonpland, quienes, entran por
Cumaná en 1799, explorarán la geografía y los elementos
naturales del macizo de Caripe, la Cordillera de la Costa,
parte de los llanos venezolanos, el Orinoco hasta su cone-
xión con el Amazonas en el brazo Casiquiare. A final de
1800 cuando dejan Venezuela hacia la isla de Cuba, se re-
tiran sin haber conocido sino a través de relatos y lecturas,
las regiones occidentales de la capitanía, el Lago de Mara-
caibo y su cuenca.
Haciendo uso de un extraño salvoconducto, el botáni-
co francés Auguste Plée, logró ingresar a Venezuela por el
puerto de Maracaibo, poco después de la batalla naval del
lago. Viajó hasta la región de Perijá y acopia colecciones
de plantas que fueron estudiadas por Agustin de Candolle
en Suiza. También remitió a París las primeras muestras
científicas de peces del lago, descritas por Georges Cuvier
y Achille Valeciennes y algunos reptiles estudiados por An-
dré Duméril, su hijo Auguste Duméril y Gabriel Bibron.
Sin embargo, a su regreso de las montañas en 1824, Plée
fue acusado de espía por las autoridades revolucionarias
de Maracaibo y expulsado del país, no sin antes habérse-
le confiscado sus colecciones biológicas. O al menos así lo
afirmó con resentimiento un testigo de excepción quien
además denunció el abominable acto de destrucción de las
muestras, un coterráneo de Plée, oficial militar, que al ser
sorprendido en actividades encubiertas sufrió su mismo
destino.
Como quiera que sea, es oportuno señalar que la co-
lección de maderas de Maracaibo del Gobernador Santa
Cruz, mencionada previamente, no pudo ser localizada en
el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, en
1999, por lo cual se presume su desaparición. Y empeza-
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mos así relatando episodios para el prontuario maracaibe-
ro de creación y destrucción.
Se ha investigado poco el paso por la ciudad y en general
por la región zuliana del extraordinario señor Don Chris-
tian F. Witzke, primeramente, danés y luego venezolano.
Inquieto empresario venido a Maracaibo en 1879 como
socio de la firma comercial Minios, Breuer & Co. (y yer-
no de su accionista principal H. G. Breuer), dedicada al
comercio del café, pero también a inversiones tan diversas
como el alumbrado eléctrico y las empresas ferrocarrileras
regionales. Witzke devino en destacado hombre público,
coleccionista, bibliófilo, anticuario y dirigente de organi-
zaciones gremiales, al punto de tal notoriedad que el Rey
de Dinamarca lo nombró cónsul de su país en Maracaibo.
Admirador de la naturaleza tropical, de la geografía y la
historia del generoso país que lo recibió, y en posesión de
los medios materiales suficientes, se permitió el placer de
instalar en los jardines de su residencia el primer zoológico
del cual se tenga noticia en Maracaibo. Como sus agentes
recorrían la cuenca navegando el lago y sus ríos, llenó sus
jaulas de fieras y aves capturadas en las selvas milenarias.
Puso tal colección viviente a la vista pública y los transeún-
tes informados pudieron acudir libremente a disfrutar de
su espectáculo. En 1889 El Zulia Ilustrado hizo especial
mención de un águila arpía que hizo traer Witzke del sur
del lago. Requerido por el presidente Cipriano Castro,
Witzke se mudó a Caracas en 1906, donde fue nombra-
do Director del Museo Nacional e hizo una destacada y
variadísima carrera hasta su fallecimiento en 1921. Fundó,
además, el Museo Bolivariano e hizo donación final de
su extraordinaria biblioteca a la Academia Nacional de la
Historia. Como no han quedado registros que indiquen lo
contrario, es de suponer que al abandonar la región occi-
dental se llevó su zoológico a la capital.
En 1930 el señor Benito Roncajolo (nieto del empresa-
rio corso de los ferrocarriles en el Zulia, Benoît Roncajolo
Bruno), viajero de la cuenca, coleccionista de mariposas
y amante de los animales estableció un nuevo zoológico
privado en sus propios predios, donde hacía residencia, la
Quinta Belfort, en el sector El Milagro. Poco tiempo des-
pués un joven folclorista, naturalista y taxidermista cara-
queño, Agustín Pérez Piñango, quien llegó a Maracaibo en
1925, estableció con sus colecciones personales de objetos
de historia natural, animales y plantas disecadas un museo
de ciencias naturales de carácter privado, instalado en una
casa ubicada al final de Bella Vista. Ni el zoológico de Ron-
cajolo ni el museo de Pérez Piñango fueron tan conocidos
en su momento. Con el paso del tiempo, Roncajolo, hom-
bre proactivo en la vida pública llegaría a la presidencia del
estado Zulia, promoviendo desde distintas posiciones de
poder la institucionalización de recintos para el culto a las
ciencias naturales. A Pérez Piñango la posteridad lo honra-
ría con el humilde título de Profesor, llegando a ser perso-
naje conocido, apreciado y relativamente influyente en el
ámbito cultural local. No obstante, aún en 1935 por exhi-
bir ramas secas y animales disecados fue motejado de brujo
y su pequeña institución cerrada por orden de la máxima
autoridad estatal. Al fallecer Juan Vicente Gómez al final
de ese mismo año y preverse de inmediato la sustitución
del presidente de la República y de los presidentes de los
estados, Pérez Piñango se animó a continuar sus iniciati-
vas culturales en pro del conocimiento de lo autóctono en
lo natural y en lo social, y se ocupó diligentemente de la
difusión de las tradiciones indígenas zulianas y del folclor
musical y escénico. Orientado hacia esta temática estable-
ció en 1936 “El Parque de la Tradición”, institución que
permanecería activa y en evolución como espectáculo cul-
tural durante más de tres décadas. En general, se le deben
iniciativas útiles durante el interregno de la universidad
clausurada (1904-1946), su presencia en la ciudad atasca-
da sirvió de estímulo para gestiones más formales que ven-
drían después desde la regularidad académica.
Favorecido por el advenimiento de Isaías Medina An-
garita en la presidencia de la república, Benito Roncajolo
preside el estado Zulia. En esta ventajosa condición y se-
guramente apoyado por sus allegados, establece en 1943
los decretos de creación del Instituto de Ciencias Natura-
les del estado Zulia (ICNEZ) y de la Cátedra de Zoología
en la Escuela de Taxidermia de dicho instituto, al cual se
incorpora el primer Jardín Zoológico dependiente de la
administración pública. Los registros indican que Ron-
cajolo puso a disposición su propia colección de animales
para iniciar este último. El primer ICNEZ funcionaría
en la casa del Club del Policía, donde además se reunía su
primera junta directiva, presidida por Jesús Enrique Los-
sada. Otros miembros de esta junta fueron Adolfo Pons,
José E. Araujo y Atilio Ferrer. Todos distinguidos como
académicos o voluntariosos comerciantes. Al ser sustitui-
do Benito Roncajolo en sus funciones gubernamentales, el
nuevo presidente del estado, Héctor Cuenca, se apresura a
derogar los decretos anteriores y el 22 de febrero de 1944
establece otra vez y por un nuevo decreto el Instituto de
Ciencias Naturales del estado Zulia, el cual estaría consti-
tuido por una serie de dependencias similares a las previa-
mente creadas: Museo de Ciencias Naturales, Jardín Zoo-
lógico, Jardín Botánico, División de Taxidermia, División
de Herborización, y la Cátedra de Ciencias Naturales. Es
de presumir que estas acciones se ejecutarían en acuerdo
con el anterior presidente de estado, toda vez que existe
relación escrita de que Roncajolo donó sus colecciones de
especímenes zoológicos, los cuales conformaron el núcleo
de las colecciones del museo. Simultáneamente se decre-
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tó la fundación de la Sociedad de Ciencias Naturales del
estado Zulia, encargada de elaborar el reglamento interno
del ICNEZ y de la búsqueda de recursos económicos para
su manutención y desarrollo. Estuvo integrada por desta-
cadas e influyentes personalidades intelectuales y empresa-
riales de Maracaibo: Jesús Enrique Lossada, Alberto Levy
Romero, José Domingo Leonardi, Darío Parra, José Quin-
tini, Marcelino Pulgar, Adolfo Pons, Ana M. Rodríguez,
Hunaldo Cuenca, Ramiro Finol, J. M. Ríos, Ligia G. de
Altimari, Graciela L. de Cáceres, Luis A. Alaña, Julio C.
Pons, Benito Roncajolo, Hno. Ildefonso Gutiérrez, Ma-
nuel A. Belloso, José A. Araujo, Carlos Julio D’Empaire,
Hans Adolf Graef, Silio Romero Paz y Atilio Ferrer Arria.
Medina Angarita asiste el 24 de julio de 1944 a la festiva
inauguración del ICNEZ, establecido en un parque urba-
no en el sector La Arreaga del barrio Los Haticos, ya depo-
sitario del zoológico y en edificación sede de las otras de-
pendencias, la que llegó a ser mejor conocida por alojarse
allí las exhibiciones del museo. Estos espacios, a los cuales
Pérez Piñango como director del instituto mudó los espec-
táculos dominicales del Parque de La Tradición, llegaron a
ser importantes como localidad de enseñanza, recreación
y esparcimiento. No obstante, algunos especialistas han
documentado la relevancia de este zoológico como institu-
ción pionera en el estudio de los reptiles venezolanos, par-
ticularmente conocido por su exitoso programa de manejo
de serpientes en cautiverio. Así mismo, y a pesar de que por
la época no se trataba precisamente de un zoológico dise-
ñado según los patrones modernamente recomendados o
aceptados por los organismos internacionales reguladores
de condiciones idóneas de espacio, ambientación y respeto
ético hacia los animales, éste funcionó con éxito y la can-
tidad de animales mantenidos y exhibidos fue siempre en
incremento hasta el momento de su cierre en 1966. Se re-
cuerda particularmente en contexto anecdótico la aclima-
tación exitosa de un pingüino antártico (Eudyptes chryso-
come) rescatado en la playa Zulia Mar (entre Paraguaipoa
y Kaimarechico) en abril de 1955, el cual fue la atracción
El destacado naturalista y folclorista venezolano, Profesor Agustín Pérez Piñango, director del Instituto de Ciencias Naturales del Esta-
do Zulia, acariciando un león africano macho (Panthera leo) en las instalaciones del zoológico de Los Haticos, el cual formaba parte de
dicho instituto. Enero 1956 (foto: Pedro Abel Barrios, cortesía de Hender Barrios, Maracaibo).
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principal para los visitantes durante una temporada me-
morable. No se hacía investigación científica en el ICNEZ,
sin embargo, algunos artículos de interés zoológico apare-
cidos en revistas especializadas mencionan registros taxo-
nómicos y geográficos curiosos de animales depositados en
las colecciones del Museo de Ciencias Naturales del estado
Zulia, particularmente insectos. Referencias de credibili-
dad indican que la colección de mariposas de Roncajolo
era singularmente grande y diversa. En 1958 se amplía la
sección de Botánica del ICNEZ con el establecimiento de
la Granja del Estado, dedicada a la producción de horta-
lizas, legumbres y frutas para dotar a las instituciones de
beneficencia y a los comedores escolares del estado. Esta
granja de unas 40 hectáreas se ubicaba al sur de la ciudad.
Aún no se perfila posibilidad de que el instituto pueda
ampliar sus funciones hacia el ámbito de la investigación.
Obviamente había sido concebido como un espacio para
la divulgación y popularización de las ciencias naturales,
sin interés de interactuar con las instituciones académicas.
El establecimiento del Instituto de Ciencias Natura-
les y de las iniciativas que lo precedieron fueron eventos
aislados de la academia, máxime cuando ocurrieron en un
tiempo en el que la Universidad del Zulia se encontraba
cerrada (1904-1946). En 1960 es posible prever que el des-
tino del ICNEZ era desaparecer. Ese año el ejecutivo esta-
tal, orientado por intereses cada vez más políticos, vende
los terrenos de la sede del ICNEZ al Ministerio de Justicia
para la construcción de la sede del Sindicato de Trabajado-
res (Fetrazulia). Tal acción tiene dos posibles lecturas, la
primera es la pérdida de interés por el proyecto cultural y
científico representado en el Instituto de Ciencias Natura-
les, la segunda es la proyección de una mudanza del institu-
to a espacios más amplios, accesibles para el gran público,
con un proyecto claro de expansión. El paso de pocos años
definirá que no fue este último el destino de tan histórica
iniciativa.
Paralelamente a la decadencia del ICNEZ se verifican
iniciativas que llevarán de una u otra forma las ciencias
naturales a los ámbitos académicos de la región. En 1961
José Ramón Labrador Schoonewolf funda la Cátedra de
Entomología en la Facultad de Agronomía de La Univer-
sidad del Zulia y establece una colección de insectos en di-
cha institución. Con el apoyo definitivo de las autoridades
decanales, a finales de los 1970 y principios de 1980 dicha
colección devino en el actual Museo de Artrópodos de la
Universidad del Zulia “Dr. Edmundo Rubio Espina”. En
1962 Adolfo Pons establece la Estación Biológica de Kas-
mera, río Yasa, Sierra de Perijá, estado Zulia, que por un
par de décadas será un importante centro de investigación
para estudios de medicina tropical y ciencias naturales.
También una estación de campo en Zipayare y otra en la
laguna de Las Peonías. Simultáneamente funda la revista
científica Kasmera del Departamento de Microbiología y
Medicina Tropical (actualmente Departamento de Enfer-
medades Infecciosas y Tropicales) de la Facultad de Medi-
cina de la Universidad del Zulia, la revista servirá de medio
de comunicación y difusión de resultados de investiga-
ciones en medicina tropical y zoología. En la estación de
Kasmera se crea un museo zoológico que alojará coleccio-
nes importantes de vertebrados (aves y reptiles, principal-
mente) e invertebrados (artrópodos y gusanos de interés
médico).
El 21 de enero de 1966, el Gobernador Octavio Andra-
de Delgado decreta la creación de un parque de ciencias
naturales en la zona sur de la ciudad, donde funcionaba la
Granja del Estado. Simultáneamente se decreta la reorga-
nización de la Sociedad de Ciencias Naturales del estado
Zulia. La integrarán José Lugo Rivas, Manuel Govea Vale,
Néstor Noguera Nieto, Felipe Hernández, Marcelino Pul-
gar, José Asdrúbal Araujo, Jesús María Roldán, Ramón
Parra Atencio, José Ramón Labrador, Pedro A. Barboza
de La Torre y Agustín Pérez Piñango. Es evidente que esta
organización seguiría siendo una estructura burocrática
para la gestión del parque y la procura de fuentes de in-
greso económico, y no una sociedad científica, a pesar de
la presencia por primera vez en la junta, de Pérez Piñango
(tratado inicialmente como un empleado público, admi-
nistrador o director del ICNEZ, pero en realidad el alma
viva del proyecto), Labrador, Barboza y Roldán.
Ese mismo año, enfrentando la instrucción guberna-
mental de desalojo del mobiliario y bienes del Instituto
de Ciencias Naturales de su sede histórica en Los Hati-
Inusual registro fotográfico de una pareja de matamatas o cari-
patúas (Chelus orinocensis), especie de quelonio dulceacuícola de
apariencia poco menos que espectacular. Zoológico de Los Ha-
ticos, Maracaibo. Enero 1956 (foto: Pedro Abel Barrios, cortesía
de Hender Barrios, Maracaibo).
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cos, Adolfo Pons realizó en su representación frustrantes
gestiones ante personalidades políticas e instituciones del
estado, tratando de influir en contra de tales disposiciones.
No obstante, fue imposible revertir las acciones. Los ani-
males del zoológico, alrededor de 700, fueron trasladados
a una localidad en el sector Los Pozos, donde necesaria-
mente dejaron de ser atendidos con la misma eficiencia.
El 30 de octubre se consuma el cierre del instituto, con la
mudanza desordenada de las colecciones del museo a una
antigua casa situada en el centro de Maracaibo, quedando
ya no para exhibición sino arrumbadas en un espacio insu-
ficiente y en calidad de depósito.
En este ciclo de creación y destrucción al cual parece
condenado el patrimonio cultural de Maracaibo, y en si-
multaneidad con esta tragedia, se funda el Centro de In-
vestigaciones Biológicas de la Facultad de Humanidades y
Educación de la Universidad del Zulia. En 1967 aparece el
primer número de su Boletín, revista periódica de carácter
científico que sobrevive con ingentes esfuerzos las adversi-
dades del presente. En 1968 llega a Maracaibo el Profesor
Ramón Acosta, caraqueño, quien es empleado en la Es-
cuela de Educación e inicia en colaboración con algunos
miembros del Centro de Investigaciones Biológicas el es-
tablecimiento paulatino de un laboratorio de taxidermia.
Llegará a ser, a principios del siglo XXI, un organismo de
alta profesionalidad.
En estado de parálisis el Instituto de Ciencias Naturales
del estado Zulia durmió durante seis años a la espera de
una rehabilitación que nunca llegó. La casa en la cual se de-
positaron sus colecciones biológicas y su biblioteca, todas
de un valor incalculable por su registro histórico y geográ-
fico, fue saqueada, vandalizada y finalmente derrumbada
en 1972 durante la demolición del sector tradicional del
casco histórico de Maracaibo. La zona residencial históri-
ca, abatida con poca o nula consideración de su significado
patrimonial, fue transformada en una enorme plaza o bou-
levard al cual se le bautizó irónicamente con el nombre de
“Paseo Ciencias”.
En julio de 1973, la ciudad maltratada a la que algunos
bufones han querido llamar “capital científica de Venezue-
la”, florece con la creación de la Facultad Experimental de
Ciencias de la Universidad del Zulia, en ella su División de
Estudios Básicos Sectoriales acogerá un incipiente Depar-
tamento de Biología. Los hechos ocurren a la par con el es-
tablecimiento e inauguración del nuevo zoológico de Ma-
racaibo, denominado “Parque Sur”, actualmente “Parque
Zoológico Metropolitano del estado Zulia”, un desarrollo
paisajístico siempre insuficientemente dotado para su ma-
Aviso publicitario del Instituto de Ciencias Naturales del Estado Zulia, publicado en diciembre de 1964 (meses antes de su desapari-
ción) en el cuadernillo No. 6 del Glosario Popular, revista de décimas, glosas y gaitas populares publicado por el poeta y compositor
Adelmo Rincón Urdaneta (ARUFA).
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nutención, que fue concebido como un área moderna de
esparcimiento y aprendizaje. Las instalaciones envejecidas
y deterioradas, aún se explayan a lo ancho y largo de 40
hectáreas en el Municipio San Francisco.
La Facultad de Ciencias de la Universidad del Zulia
muy pronto aglutinó a un nutrido grupo de jóvenes pro-
fesores y estudiantes de diversos orígenes y criterios, gene-
rando un inusitado enriquecimiento sinérgico de intereses.
En 1976 se publica con auspicio de esta facultad, la revista
Anales de Ciencias, modernísimo medio de divulgación
científica, con trabajos importantes de ciencias naturales,
que sólo alcanzará dos números. La ciudad regresa al sensa-
cionalismo del año del pingüino, cuando en 1978 los estu-
diantes de ciencias, dirigidos por Ramón Acosta, rescatan
el cadáver de una orca de dos toneladas en los bancos de
arena de San Carlos, en plena barra del lago. Espontánea-
mente se levanta un campamento para la preparación del
esqueleto de aquel coloso y la noticia toma posición en los
diarios de la región. Finalizada la gran campaña taxidérmi-
ca y en la tribulación de las limitaciones para alcanzar los
objetivos esperados, los estudiantes de ciencias promueven
acciones radicales de reclamo a las autoridades universita-
rias. Los acontecimientos llegan hasta escalar el conflicto
de una huelga de hambre, todavía en la memoria. En plena
efervescencia y a mitad de la batalla llega a Maracaibo el
profesor José Moscó. En 1979 su vida se comparte entre el
apoyo a los huelguistas y la fundación del Museo de Biolo-
gía de la Universidad del Zulia, dependencia del Departa-
mento de Biología, que a partir de 1984 comienza a fun-
cionar en coordinación con el Laboratorio de Taxidermia
y Preparados Anatómicos de la Facultad de Humanidades
y Educación (posteriormente asimilado al Centro de In-
vestigaciones Biológicas).
El 24 de octubre de 1983, se inaugura el Jardín Botáni-
co de Maracaibo, a través de una Fundación creada desde
el Rotary Club de Maracaibo. Son 108 hectáreas de jar-
dines y bosques naturales repartidos entre los municipios
Maracaibo, Jesús Enrique Lossada y San Francisco. El dise-
ño paisajístico es obra de Roberto Burle Marx. Contó con
biblioteca y herbarios propios. Por acuerdos, convenios y
comodatos de la Fundación Jardín Botánico de Maracai-
bo, operaron allí varias iniciativas del Centro de Estudios
Botánicos y Agroforestales del Instituto Venezolano de In-
vestigaciones Científicas (sede Zulia) desde su creación en
2008 hasta su supresión en 2022.
La presente edición de Anartia, conmemora con respe-
to y admiración la presencia, paso firme y obra civilizadora
del Profesor Agustín Pérez Piñango en la ciudad de Ma-
racaibo, y celebra el octogésimo aniversario del estableci-
miento y fundación de su Instituto de Ciencias Naturales,
cuya efímera existencia representa un antes y un después
en la cronología del accidentado tránsito histórico de las
instituciones científicas locales.
Los Editores
Fachada de la entrada principal del Instituto de Ciencias Naturales del Estado Zulia.