
to de lo natural, de los equilibrios microscópicos de la ecología, se
añaden puntuales informes de historia natural y paleontología.
Estudios de especies apenas nombradas, y otras desconocidas,
enriquecen el haber de la región como gran nicho ecológico y am
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plían el conocimiento de la geografía zuliana desde los días de Pittier
y Jahn. Diría que el Departamento llegó a mantener una línea espe
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cializada en la zona del Guasare y Perijá, hoy convertida en inminen
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te área de desastre, en la biblioteca reposan aquellos estudios, en su
mayoría tesis de grado, como recordatorio de cuanto fue arrasado
por el desarrollo de la explotación carbonífera, por ejemplo. El basi
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lisco perseguido por Harold Molero y el batido Caño Carichuano, de
Orlando Ferrer, resultaban emblemas de cuanto era preciso conocer
y resguardar. Como un episodio admonitorio debe verse ese de la
orca (Orcinus orca) varada frente a la isla de San Carlos, a comienzos
de 1979. El animal fue transportado hasta la Universidad del Zulia
por un grupo de estudiantes del Departamento de Biología. Muchos
de los que se graduaron en los siguientes años aparecen afanados y
entusiastas en la diligencia de eviscerar, clasificar y limpiar los hue-
sos del cetáceo. Aquello debió ser una tarea titánica si se piensa en los
mínimos recursos de que disponían, al parecer tampoco hubo mayor
apoyo de las autoridades, juzgaban aquello solo como un pasatiem-
po de muchachos aventureros. Desde los días del pingüino, en 1955,
no se veía en Maracaibo una novedad de esa naturaleza.
En un número de 1993, y en lo que sería una segunda época,
apareció el informe de aquel suceso, toda la documentación, datos
volumétricos, caracterización, métodos de trabajo, aparecen consig
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nados en unas breves páginas debidamente ilustradas con seis imáge
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nes. Si del pingüino solo queda la autopsia firmada por el doctor
Adolfo Pons, de la orca, y más de veinte años después, tenemos todo
un capítulo forense de historia natural. El avistamiento de ballenas
jorobadas en el Caribe venezolano por el pintor López Méndez y He
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mingway (1938) es como la protohistoria de este cetáceo que avanza
como tragado por el lago. En esa misma tradición seguirán otros in
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formes como los firmados por el profesor Tito Barros y sus colabora
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dores, sobre otras especies mal conocidas, manatíesy osos hormigue
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ros. Si bien son capítulos fúnebres, en el futuro ese conocimiento de
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biera servir para su conservación, o para cuando haya otras conside
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raciones de los ciudadanos y las instituciones sobre la herencia bioló
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Campos
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ANARTIA, 25 (2013 “2015”): 11 - 16