
T. R. Barros
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amable norteamericano pasó a ser investigador invitado de
nuestra institución, y se dio a conocer impartiendo clases
de paleontología en la Facultad Experimental de Ciencias.
Estableció e hizo crecer la nueva Sección de Paleontología
dentro del museo. John fue además de profesor, un motiva-
dor e impulsor del estudio de los fósiles, lo que condujo a
que varios estudiantes de biología de esa época, dedicaran
sus trabajos de grado al escrutinio del pasado geobiológi-
co; entre ellos podríamos nombrar a Isabel Olivares, Asca-
nio Rincón y Rita Rivera.
Durante el tiempo que John permaneció en Venezuela
después de 1990, siempre estuvo ligado al museo, a la co-
lección que curaba, a la investigación y a la exploración de
campo. Su experiencia museística en Maracaibo fue muy
intensa. Fuimos sus compañeros y colaboradores en prime-
ra línea en excursiones a sitios singulares con yacimientos
principalmente del Devónico, el Jurásico, el Cretácico, y el
Pleistoceno. Aprendimos mucho de sus métodos meticulo-
sos y de su admirable paciencia para la correcta extracción
y limpieza de fragmentos de fósiles, desde insectos hasta
grandes huesos de mamíferos, algunas veces inmersos en
petróleo o alquitrán, otras en duras matrices rocosas. John
también publicó parte de sus hallazgos paleontológicos en
revistas cientícas y ayudó al impulso temprano de Anartia,
reportando en su tercer número el descubrimiento de restos
de un ictiosaurio (reptil marino) del Cretácico de la Sierra
de Perijá, y formando parte de su comité editorial. Invitó
a nuestra universidad a paleontólogos de Gran Bretaña,
Australia, Estados Unidos de América y Brasil y estableció
las conexiones con especialistas vinculados al Museo de
Rancho la Brea en Los Ángeles (EEUU), cuando durante
varios años estuvo dedicado a descubrir y excavar los tesoros
fosilizados en los lagos de asfalto del estado Zulia, llamados
localmente menes. Se le debe a John, a su recordada esposa
Belkis y a los entonces estudiantes Ascanio Rincón y Víc-
tor Hugo Gutiérrez la recuperación y el traslado en 1991
de una muestra matriz de roca del Jurásico de La Grita en
el estado Táchira, de la cual se extrajo el material tipo para
describir al primer dinosaurio conocido de Venezuela; y fue
gracias a su empeño que un grupo del MBLUZ participó
en una exitosa expedición paleontológica al páramo de Ce-
rro Pintado en la Sierra de Perijá, con recursos logísticos del
Ejército y la Fuerza Aérea de Venezuela.
La actividad académica de John, sus gestiones y cone-
xiones externas permitieron que un grupo signicativo de
investigadores de la diversidad biológica establecidos en
instituciones de Maracaibo y Caracas asistiera a un me-
morable taller de trabajo sobre el Pleistoceno de Venezue-
la en la Facultad de Geociencias y Museo de Historia Na-
tural de la Universidad de Texas, en Austin. John regresó
a su país de origen hace más de 20 años y desde entonces
ha invertido parte de su vida en escribir novelas. Es grato
para nosotros dedicarle este corto recuento y presentar la
revista, desde su portada, con un artículo sobre una es-
pecie de mamífero acorazado que compartiera escenario
ecológico con los primeros humanos que poblaron la tie-
rra venezolana.
Por su importancia histórica para el MBLUZ también
se reseña especialmente en este número de Anartia el libro
Dierent lives in one, colección de recuerdos personales
de John M. Moody, con los que el autor estructura una
auténtica autobiografía. Igualmente favorecemos la his-
toria de la zoología en MBLUZ con la publicación del
catálogo del material tipo de anbios y reptiles alberga-
do en su colección. Otros artículos en esta edición tratan
sobre ranas centrolénidas, ecología de pequeños lagartos
y la anidación del cocodrilo americano en el occidente de
Venezuela.
Con mención respetuosa queremos honrar también la
memoria de tres cientícos venezolanos recientemente fa-
llecidos: Carlos Rivero-Blanco (1942-2021), Rafael Mar-
tínez Escarbassiere (1929-2022) y Delia Rada de Martínez
(1940-2023), quienes en vidadestacaron como docentes
universitarios, divulgadores y conservacionistas de la na-
turaleza venezolana, pero principalmente como investiga-
dores en zoología tropical. Invitamos y motivamos a sus
colegas y discípulos a escribir sobre sus trayectorias y lega-
dos, para dejar debido testimonio en concordancia con la
tradición que empieza a establecer esta revista.
Una vez más ofrecemos sinceros gestos de gratitud a
quienes nos ayudan en la producción de Anartia: el equi-
po editorial, los autores, los revisores y los benefactores, las
amigas de Ediciones Astro Data S.A., en Maracaibo, don-
de la revista adquiere formato e imagen. Nada sería posible
sin su comprometido acompañamiento. Esperamos seguir
dando difusión y visibilidad a los descubrimientos y estu-
dios novedosos en las ciencias naturales, privilegiando la
zoología y la paleontología de Venezuela y el mundo.
Tito R. Barros