Pérez-Hernández
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ANARTIA
Publicación del Museo de Biología de la Universidad del Zulia
ISSN 1315-642X (impresa) / ISSN 2665-0347 (digital)
Anartia, 33 (diciembre 2021): 88-98
Memorias de mis años en el Museo de Biología
de la Universidad Central de Venezuela (MBUCV)
Memories of my years at the Museum of Biology
of the Universidad Central de Venezuela (MBUCV)
Roger Pérez-Hernández
Profesor Jubilado del Instituto de Zoología y Ecología Tropical, Facultad de Ciencias, Universidad Central de Venezuela,
Caracas, Venezuela.
Correspondencia: perezroger2002@gmail.com
(Recibido: 15-11-2021 / Aceptado: 15-12-2021 / En línea: 05-02-2022)
RESUMEN
Este trabajo narra la historia del Museo de Biología de la Universidad Central de Venezuela, desde sus orígenes, hasta los
tiempos durante los cuales yo fui el responsable del mismo. Este documento describe cómo y dónde se formó el museo,
sus diferentes ubicaciones hasta llegar al espacio que ocupa actualmente. Igualmente, comenta la participación de algunos
miembros del museo, profesores y estudiantes, así como también los problemas de nanciamiento para poder mantener
sus colecciones. Finalmente, se incluyen varias referencias sobre el museo y algunos trabajos que impulsaron la producción
electrónica de catálogos y mapas de las colecciones de vertebrados tetrápodos.
Palabras clave: Charles Ventrillon, Historia, Facultad de Ciencias, Instituto de Zoología y Ecología Tropical, Janis Racenis.
ABSTRACT
is work narrates the history of the Museum of Biology of the Universidad Central de Venezuela, from its origins, until
the times during which I was responsible for it. is document describes how and where the museum was formed, its
dierent locations until it reached the space it currently occupies. Likewise, this work comments on the participation of
some members of the museum, teachers and students, as well as the nancing problems faced to maintain their collections.
Finally, this work includes several references about the museum and some works that prompted the electronic production
of catalogs and maps of its tetrapod vertebrate collections.
Keywords: Charles Ventrillon, History, Faculty of Sciences, Instituto de Zoología y Ecología Tropical, Janis Racenis.
EL ORIGEN DEL MUSEO:
PRIMEROS PASOS
El Museo de Biología de la Universidad Central de Ve-
nezuela (MBUCV) fue fundado en el año 1949 por el pro-
fesor Janis Racenis (Fig. 1). Los primeros ejemplares que
integraron este museo surgieron a partir de la catalogación
de plantas y animales recolectados por sus estudiantes, du-
rante las salidas de campo a la Estación Biológica de Ran-
cho Grande en el Estado Aragua. Inicialmente, los ejem-
plares encontrados fueron incluidos en un único catálogo.
Sin embargo, años más tarde, y debido al creciente número
de ejemplares recolectados, Racenis llegó a conformar tres
volúmenes, también llamados catálogos originales.
Durante mi formación como investigador en el Institu-
to de Zoología Tropical, tuve la oportunidad de mantener
largas conversaciones con el profesor Racenis. Muchas de
estas conversaciones me permitieron indagar sobre cues-
Memorias de mis años en el MBUCV
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ANARTIA
Publicación del Museo de Biología de la Universidad del Zulia
ISSN 1315-642X (impresa) / ISSN 2665-0347 (digital)
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tiones peculiares en las cuales estaba interesado, como por
ejemplo, qué motivó a Racenis a venir a la Escuela de Bio-
logía. Apasionado por la diversidad de las especies tropica-
les de fauna y ora, al nalizar su doctorado en Alemania,
concursó para una posición, al ver publicado en un perió-
dico de la localidad en la que vivía, un anuncio rmado
por el profesor Tobías Lasser, requiriendo biólogos para
trabajar en el recién iniciado Departamento de Biología
de la Escuela de Ciencias de la Universidad Central de Ve-
nezuela (UCV) (Lindorf 2008). Racenis sería contratado
para ingresar en aquel departamento e impartiría clases de
zoología y botánica, culminando sus labores como profe-
sor-investigador en 1976.
Racenis pensaba que no era producente mantener
colecciones aisladas paralelas, dentro de la misma insti-
tución. De manera que a nales de los años 1950 decide
que las muestras botánicas almacenadas hasta entonces en
el MBUCV pasen a formar parte del Herbario Nacional
ubicado en el Jardín Botánico de la UCV. Desde aquel mo-
mento el MBUCV quedó exclusivamente para resguardar
muestras zoológicas. La gran mayoría de esas muestras, ha-
bían sido catalogadas por Racenis en los catálogos origina-
les, y buena parte de ellas ya habían sido citadas en revistas
cientícas. Al iniciar mi trabajo en el museo, Racenis me
informó que debía evitar confusión y no cambiar el núme-
ro asentado en los catálogos originales, manteniéndolos
en los nuevos catálogos que Racenis muy sabiamente creó
para las diferentes colecciones del MBUCV.
Siempre curioso me interesé en preguntarle acerca de
los lugares en los que había funcionado el museo. Tal como
indica Lindorf (2008) la Facultad de Ciencias Físicas y
Mateticas había sido trasladada desde la antigua sede
de la Universidad, en el centro de Caracas (actualmente el
Palacio de las Academias), a la Casa de la Ocina del Tra-
piche de la Hacienda Ibarra (Fig. 2). Allí, los estudiantes de
ingeniería, arquitectura y ciencias recibieron clases desde
1947 hasta 1954.
Posteriormente, el MBUCV sería ubicado en un nuevo
edicio diseñado por el arquitecto Carlos Raúl Villanue-
va. Esta construcción era uno de los edicios más bellos
de la Ciudad Universitaria, muy cerca del famoso Reloj de
la UCV. La nueva sede del museo era un edicio de una
sola planta y debajo, entre las columnas, se podía caminar
libremente y observar el resto del campus universitario. La
fachada principal daba a la Plaza del Rectorado y estaba
formada por dos murales. Uno de estos murales fue rea-
lizado por el artista caraqueño Armando Barrios y el otro
fue obra del pintor y muralista valenciano Oswaldo Vigas
(Fig. 3). La fachada posterior del edicio tenía grandes
ventanales por los que se podían apreciar preciosas vistas
del campus universitario.
No fue sino hacia nales de los años 1960 cuando nue-
vamente el museo experimentaría una mudanza. Producto
de años convulsos e inuenciados por la Renovación Aca-
démica de 1968 en la Facultad de Ciencias, el museo fue
desalojado del edicio que con gran esmero se había dise-
ñado, y sus colecciones se repartieron entre dos lugares de
la Ciudad Universitaria. Uno de estos fue la planta baja de
la antigua Residencia Estudiantil Femenina y el otro era un
espacio que actualmente ocupa la Biblioteca de la Escuela
de Comunicación Social (parte de la Facultad de Humani-
dades y Educación).
En el espacio que ocupara el museo se colocó la Ocina
de Auditoría del Consejo Universitario (Lindorf 2008).
Figura 1. El profesor Janis Racenis, fundador del Museo de Bio-
logía de la Universidad Central de Venezuela (arriba). Ex Libris
de la biblioteca de Janis Racenis (abajo).
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Figura 2. Casa de la Ocina del Trapiche de la Hacienda Ibarra, Caracas.
Figura 3. Antigua sede del Museo de Biología de la Universidad Central de Venezuela. Arriba: edicio en construcción en 1952.
Abajo: fachada principal del edicio ya construido, donde se aprecian las obras de los artistas plásticos venezolanos Armando Barrios
(1953, a la izquierda) y Oswaldo Vigas (1954, a la derecha).
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Ese edicio sería transformado añadiéndosele ocinas a la
planta baja que hicieron que el edicio perdiera su encan-
to inicial, convirtiéndolo, a mi entender, en el edicio más
antiestético de la UCV.
La decisión de realizar esta mudanza fue tomada por el
Consejo Universitario, sin contar con ninguna oposición
por parte de las autoridades de la Facultad de Ciencias de
aquel momento. Estoy plenamente convencido que si el
eminente profesor de Zoología Alonso Gamero (Fig. 4)
hubiera continuado como Decano de dicha Facultad, no
hubiese permitido realizar tal desalojo.
Finalmente, a nales de 1974 el museo sufrió una últi-
ma mudanza. Esta vez, para ocupar la mitad de la planta
baja del edicio asignado por la Facultad de Ciencias don-
de sería ubicado el Instituto de Zoología Tropical.
MIS COMIENZOS
El 15 de septiembre de 1975 inicié mi trabajo en el Ins-
tituto de Zoología Tropical (IZT) y en el MBUCV. Hacía
10 años que Racenis había fundado el IZT, instituto al cual
estaba adscrito el MBUCV. Entre mis primeras activida-
des asignadas destacaban la docencia de un curso de La-
boratorio de Biología Animal y ordenar las colecciones de
aves y mamíferos del museo. El museo disponía de otras
colecciones de menor tamaño, especialmente de inverte-
brados, para las cuales no se contaba con especialistas en
el instituto.
Al ingresar al IZT, las colecciones de aves y mamíferos
eran las únicas que aún no estaban ubicadas en el espacio
que se les había asignado. A mi llegada, recuerdo que me
recibió el Director del Instituto, Jesús María Pacheco,
quien me indicó el local donde debía ordenar y hacer el
inventario de dichas colecciones. Desde ese momento,
entré a formar parte de la Sección de Morfo-taxonomía,
cuyo jefe era Racenis. Este grupo contaba tan solo con
cinco miembros: Racenis (a punto de jubilarse), dos téc-
nicos (René Martínez y Clemente Ereu), mi persona y se
contaba, además, con la ayuda de la señora Racenis quien
realizaba tareas relacionadas con la Secretaría del Museo.
Al comenzar a ordenar las colecciones, y con la ayuda
del director Pacheco, compramos ocho armarios adecua-
dos para ubicar la colección de aves. El museo, además,
contaba con presupuesto para el mantenimiento de las co-
lecciones. Entre los gastos más destacados en esos comien-
zos, estuvo la compra de ocho tambores de alcohol para el
mantenimiento de todas las colecciones durante un año y
un tambor de glicerina para varios años. Por otro lado, el
presupuesto para la compra de equipo nos permitió incluir
dos congeladores para guardar material proveniente de las
salidas de campo. Igualmente, compramos varios deshumi-
dicadores para mantener la humedad óptima en las colec-
ciones de malacología, aves y mamíferos.
Racenis orientó gran parte de mi trabajo en el museo
con recomendaciones relevantes. Una de esas primeras re-
comendaciones fue la de conservar todas las etiquetas de
las colecciones, independientemente del deterioro que es-
tas pudieran presentar. La idea era sustituir (sin desechar)
las etiquetas deterioradas por nuevas etiquetas incorporan-
do todos sus datos; si no era posible realizar esto, entonces
había que buscar los datos en el catálogo o en las libretas
de campo de los colectores para incorporar esos detalles.
Otra de las recomendaciones estaba relacionada con po-
sibles pérdidas de material de las colecciones producto de
las anteriores mudanzas. Racenis sugería revisar todas las
pieles y en el caso de los mamíferos, también debía revisar
los cráneos y sus números. Un año después de iniciar esta
tarea, el museo contaba con casi 4.000 ejemplares de ma-
míferos y unos 700 ejemplares de aves.
Para organizar la colección de mamíferos recibí mucha
ayuda de Carlos Julio Naranjo, biólogo que trabajaba en
la sección de Ecología del Instituto. Desde el primer mo-
mento nos hicimos amigos; era sorprendente su memoria,
conocía las colecciones de aves y mamíferos y todos los
datos históricos que, por supuesto, yo desconocía. Lamen-
tablemente, esta valiosa ayuda duró poco tiempo, porque
Carlos Julio se iría con su familia a vivir denitivamente a
la ciudad de Mérida.
En la colección de aves recibí mucha ayuda de los es-
tudiantes de la Escuela de Biología, Francisco Gómez De-
Figura 4. En el interior del museo en la sede de la Plaza del Rec-
torado. De izquierda a derecha: Director del Museo Janis Race-
nis, Alonso Gamero Decano de la Facultad de Ciencias y Ma-
nuel Ramírez Profesor del Instituto de Zoología Tropical.
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llmeier (Pancho Gómez), Miguel Madriz y Miguel Len-
tino, todos pertenecientes al Museo de Historia Natural
La Salle. Estos estudiantes junto con otros que procedían
del mismo museo eran excelentes taxónomos de los dife-
rentes grupos de vertebrados, resultando siempre muy bue-
nos alumnos, entre estos Alfredo Paolillo. De esta forma,
contando con su invaluable ayuda, a los pocos días, ya tenía
ordenada esta colección y a mí solo me quedaba hacer lo
más tedioso, el inventario de cada uno de los ejemplares.
Para comprender mejor cómo funcionaban las colecciones
de museos, mis estudiantes me animaron para que trabajara
por las noches en las colecciones del Museo de Historia Na-
tural La Salle. Durante casi seis meses trabajaba durante el
día en la colección del museo y por las noches en las colec-
ciones del Museo de Historia Natural La Salle. Todo esto,
empezaba a resultar agotador y monótono, así que después
de medio año abandoné las visitas nocturnas a La Salle.
A esta colaboración por los mencionados estudiantes
se unió el profesor Edgardo Mondol, a quien conocía
desde hacía varios años, cuando, siendo estudiante, tra-
bajaba con la profesora Roberta Bodini en Anatomía de
Primates. Mondol se entusiasmó muchísimo, y al ver ese
movimiento de estudiantes en el Museo, me sugirió que lo
ayudara en el dictado del laboratorio de la materia Masto-
zoología. Esta colaboración se hizo tangible al año siguien-
te y a partir de ese momento, Mondol estuvo pendiente
de las colecciones. A Mondol le asigné un espacio en el
museo (dos armarios) exclusivamente para sus preparacio-
nes anatómicas.
En diciembre de 1975, abrieron un concurso de creden-
ciales, al cual me presenté y le gané al único candidato que
competía por el cargo. Fue el último Consejo de Facultad
de ese año. Al año siguiente, pasados pocos meses, regresó
al IZT después de hacer su Doctorado en Inglaterra, Jesús
Alberto León, y a los pocos días nos dieron la noticia que
sería nombrado Director del IZT. Unos días después de
tomar posesión ante la inminente jubilación del profesor
Racenis, el nuevo director me designa Director o Encarga-
do del Museo. Ser director del Museo no contemplaba una
remuneración extra, como tampoco la contempla en los
actuales momentos. Así que empecé como encargado del
MBUCV desde el segundo trimestre de 1976 hasta na-
les de 1978, cuando terminó el mandato de Jesús Alberto
León como director del Instituto.
Además de mantener las colecciones originarias del mu-
seo, también era responsable de cuidar otras colecciones
que no tenían mantenimiento, entre las que destacaba las
colecciones de invertebrados. Esto requería una dedica-
ción en tiempo de la que no disponía, por lo que empezaba
a ser urgente incorporar en esta actividad a otras personas
interesadas en mantener dichas colecciones. En un primer
momento empecé a entusiasmar a algunos alumnos para
que trabajasen ad honorem en el museo. El primero de es-
tos estudiantes fue el Bachiller Luis Gorrín, un apasionado
de los corales. En un principio, Gorrín se encargó de orde-
nar los corales haciendo un inventario y nuevas etiquetas
de identicación. Gorrín estaba asesorado por la profesora
Evelyn Zoppi de Roa y seguía el trabajo publicado por ella,
sobre el estudio de los equinodermos de Venezuela (Zoppi
de Roa 1967). El trabajo y la orientación de la profesora
Zoppi fueron de vital ayuda para que Gorrín cumpliera
con su trabajo ecazmente y lo realizara en poco tiempo.
Gorrín mostró especial interés en incorporar a otros estu-
diantes que se ocupasen de otras colecciones. Sin embargo,
sus intentos resultaron fallidos, ya que los estudiantes du-
raban poco tiempo. Sin embargo, al poco tiempo Gorrín
entusiasmó a Jorge Limongi, un estudiante que había tra-
bajado con insectos y que se encargaría de la colección de
chicharras que con mucho esmero había cuidado el profe-
sor Charles Ventrillon.
UN HOMENAJE AL PROFESOR CHARLES
VENTRILLON
Un día se me acercó Jesús Alberto León y me dijo: “Aca-
bo de hablar con Francisco Mago, me pregunta si podemos
mudar al profesor Charles Ventrillon (Fig. 5) a la ocina
que Janis Racenis acaba de dejar, ya que necesitamos el
espacio donde ahora está Ventrillon para utilizarlo como
ocina y almacén de la revista Acta Biológica Venezuelica.
Eso sí, deberás tener mucho tacto con el profesor Ventri-
llon porque es una persona muy estimada en el Instituto.
Yo le contesté que no había ningún tipo de problema: “No
te preocupes, él fue mi profesor de Dibujo Biológico y
cuando pasa por aquí siempre conversamos un buen rato.
Charles Ventrillon, uno de los fundadores del IZT, fue pin-
tor y profesor de dibujo en la Facultad de Arquitectura y
dibujo biológico en la de Ciencias. Ventrillon llegó a pu-
blicar en 1973 un libro sobre este último tema (Ventrillon
1973, Fig. 6) y la Galería de Arte Nacional publicaría un
catálogo crítico sobre la obra de Ventrillon en sus recintos,
incluyendo datos de interés biográco de este noble artista
y pedagogo (Da Antonio 1980).
Días después se presentó en mi ocina, le expliqué la
situación, le mostré dónde queríamos mudar su colección,
sus herramientas de trabajo y su mesa de dibujo. Se quedó
observando la ocina que había dejado Racenis, y me dijo
tajantemente: “Aquí no caben mis cosas…” Yo no sabía que
decir y después de pensar un poco le dije: “Pero fíjese en
los grandes ventanales que tiene este espacio: aquí tendrá
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luz natural. En cambio, en su espacio de arriba no hay ni
ventanas porque en realidad eso era un depósito…
El profesor se quedó callado, y luego me dijo: “¡Chico,
múdame!”
Como dije anteriormente, justo en esos días se presen-
tó Luis Gorrín para decirme que conocía a un muchacho
que había trabajado con insectos en un museo en Bélgica.
Mi respuesta fue tajante: “¿Otro más? ¿Y durante cuánto
tiempo se ocupará de esa colección?” Por el instituto ha-
bíamos tenido varios pasantes para ocuparse del manteni-
miento de las colecciones, pero al no parecerles un trabajo
interesante, pronto se retiraban y nadie se había ocupado
en particular de la colección de chicharras (Homoptera)
del profesor Ventrillon. Era una gran colección que incluía
ejemplares de muchas partes del mundo, producto de in-
tercambios realizados a través del museo con otros museos
extranjeros.
En denitiva, le contesté a Gorrín: “Bueno, dile a ese
muchacho que venga y hablaremos…
Al rato Gorrín se presentó con el estudiante Jorge Li-
mongi, muy educado. Gorrín estaba entusiasmado con todo
lo que el muchacho sabía en entomología. Le pregunté dón-
Figura 5. Charles Ventrillon en isla Cuba, Orinoco medio. A su derecha un ayudante, a su izquierda el ecólogo y herpetólogo Carlos
Rivero Blanco y a su lado el Ingeniero y entomólogo Carlos Bordón. Foto: archivo de Carlos Rivero Blanco†.
Figura 6. Portada del libro Dibujo para biólogos, perteneciente a
la serie Colección Cientíca de Monte Ávila Editores.
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de aprendió a montar los insectos y me contestó que en el
museo en Bruselas. Subimos al cubículo de Ventrillon y le
mostré una gaveta donde estaban guardadas las chicharras,
totalmente cubiertas de una especie de telaraña que en reali-
dad era un hongo gigante. Le pregunté: “¿Tú podrás arreglar
esto?” Lo único que me contestó fue: “Vamos a revisar los
estantes, a ver si el profesor tiene reactivos con qué resolver
este problema. Uno de los estantes tenía los reactivos nece-
sarios para eliminar el hongo y salvar los ejemplares.
Unos días después Limongi me dijo: “Puede venir a ver
mi trabajo.” Al ver todas las chicharras en perfecto estado,
en su caja reluciente y desinfectada, comenté: “Tienes que
seguir trabajando en el museo, no puedes irte de aquí.
Había la posibilidad de conseguirle una ayuda y fui a
la ocina de la profesora García Banús, encargada de las
pasantías de la Facultad. Le dije:
− Profesora García, necesito que asignen de inmediato
una pasantía remunerada.
− ¿Para qué será?
− Para el Museo de Biología, que es patrimonio nacio-
nal.
−- Pero ya tienes muchos pasantes en el Instituto….
−- Sí, pero necesito contratar a un especialista.
La profesora se me quedó mirando y dijo: “Hijo mío
¿de cuándo acá un especialista gana 10 bolívares la hora?”
Solo pude reírme y decirle: “Pues entonces, mi querida
profesora, lo único que se me ocurre es invitarla a venir con-
migo al museo, para que vea lo que hace este especialista.
Con toda su paciencia, la profesora García Banús me
acompañó hasta el museo. Cuando vio las gavetas cura-
das por Limongi y las comparó con las docenas que aún
estaban por arreglar, su comentario fue: “Dile al mucha-
cho que pase por mi ocina urgentemente, está aceptado y
comienza esta semana. Que te dé el horario para que tú le
controles la asistencia de la pasantía remunerada.
A Ventrillon lo mudamos a su nueva ocina, y le anun-
cié: “profesor, tenemos un ayudante.” Y le presenté a Li-
mongi. Antes de despedirme, dije: “Después me gustaría
hablar con usted, profesor Ventrillon. Yo estaré en mi o-
cina... Ah, se me olvidaba: si quiere puede hablar en francés
con Limongi…
Pasaron toda la mañana hablando. Al terminar, el profe-
sor vino a buscarme a mi ocina, me abrazó y me dijo con
su acento francés:
− Chico, ¡me has rejuvenecido veinte años!
− Me alegra que esté contento.
− Sabes, es que me queda poco tiempo de vida: mira...
Y me enseñó en su cara, entre su espesa barba blanca,
una pequeña protuberancia que apenas se veía: “Tengo
cáncer y no me queda mucho tiempo de vida. El hijo de
Mondol me atendió y me lo diagnosticó
Aunque la historia era triste, al menos supe que el profe-
sor Ventrillon se iría de este mundo con un peso menos en-
cima, porque le preocupaba el catálogo donde se asientan
todos los datos de cada uno de sus ejemplares. Así que le
respondí: “profesor, no se preocupe: después de que arre-
glemos la colección, iremos con el catálogo.
Charles Ventrillon falleció unos meses más tarde en Ca-
racas, el 9 de diciembre de 1977. Es mi pequeño homenaje
a un gran profesor, quien era, además, un véritable gentle-
man…
UN PROYECTO INCONCLUSO
En esa época, fui invitado por el CONICIT (Conse-
jo Nacional de Investigaciones Cientícas y Tecnológicas,
predecesor del Ministerio de Ciencia y Tecnología) a una
reunión de la Red Nacional de Museos, pautada para dos
días en el Hotel Macuto Sheraton en la zona de Caraba-
lleda. En esa reunión estarían presentes el presidente del
CONICIT, Dr. Tulio Arends, la profesora Estrella Be-
naim, el biólogo Nelson Otero Granadillo (Director de la
revista Reto), Abdem Ramón Lancini (Director del Museo
de Ciencias Naturales), Josep María Cruxent, los esposos
Federico y Rosario Pannier, Erika Wagner y Carlos Schu-
bert por el IVIC y yo. La idea del Dr. Arends era construir
un pequeño Museo de Historia Natural en cada Capital
de Estado. Para hacer este proyecto se necesitaba saber qué
presupuesto debía tener cada museo. La idea no sólo era
muy interesante, sino necesaria; tener un museo regional
en cada capital de estado, sería un lujo para un país mega-
diverso como el nuestro. En la primera mañana hablaron
varios sociólogos y todo quedaba en una idea vaga del pro-
yecto, hasta que después de comer el Dr. Arends habló y de
una manera clara y contundente, muy práctica dijo: “para
mañana al mediodía tengo que irme de aquí con una idea
clara de un modelo piloto de estos museos, cuyo primer
diseño será realizado en Coro, Estado Falcón necesitamos
de inmediato todas las áreas y necesidades para el diseño y
funcionamiento de este museo. A partir de esa tarde, con
excepción de algunos asistentes, nos dedicamos el resto del
día, hasta la madrugada, a la construcción hipotética de ese
museo en Coro. Al día siguiente entregamos todo lo ne-
cesario para el futuro museo regional. Lamentablemente,
tan maravillosa idea jamás se materializó, al diluirse con los
siguientes directores del CONICIT.
CRECE MORFO-TAXONOMÍA
En 1977 regresa de su doctorado en Alemania Roberta
Bodini y se incorpora al trabajo de investigación en el IZT
y también al Museo de Biología. Ante su llegada, conside-
Memorias de mis años en el MBUCV
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ramos oportuno buscar nuestro propio espacio dentro del
museo y dispusimos de un área para hacer nuestras propias
ocinas. Meses más tarde, regresaron de sus postgrados al
IZT, Delia Rada de Martínez y Rafael Martínez E., quie-
nes también contarían con un espacio dentro del museo,
incorporándose al grupo de investigación en Morfo-taxo-
nomía.
Al año siguiente, nalizada la gestión de Jesús Alber-
to León como director, no fui raticado por el siguiente
director, aunque en una carta León manifestó mis logros
obtenidos como encargado del MBUCV. En ese perio-
do, uno de los factores que más contribuyó al impulso del
museo, fue el hecho de tener un presupuesto que, aunque
inferior al de las otras secciones del instituto, nos ayudó
mucho en organizar y mantener las colecciones. Lamenta-
blemente, esta asignación fue decreciendo con el tiempo,
hasta llegar a una carencia total de presupuesto.
En noviembre de 1978, me presenté al concurso de
oposición bajo la tutela de Roberta Bodini, esto cambia-
ría el enfoque de mi trabajo hasta ese momento. Tenía que
repartir el tiempo entre la investigación, la docencia y co-
lateralmente, el trabajo en el Museo de Biología. Sin em-
bargo, la mayoría del tiempo nuestra investigación giraba
en torno a la Colección de Mamíferos del Museo, ya que
éstas se utilizaban no sólo en investigación, sino también
en docencia.
A partir del año 1987, comienzo a desarrollar un tra-
bajo más dinámico en el museo. Una de nuestras primeras
actividades fue retomar la colaboración con la Asociación
Venezolana para el Estudio de las Mamíferos (AsoVEM).
Con ellos, al principio de cada año, se realizaba una reu-
nión para planicar las actividades del año (Fig. 7). Así
mismo, se determinó que las reuniones de la Junta Direc-
tiva se harían en la sede de nuestro museo y los archivos de
la asociación se guardarían en el laboratorio de la profesora
Marisol Aguilera en la Universidad Simón Bolívar.
A partir de este momento, en 1989, se estableció la orga-
nización de exposiciones itinerantes sobre diversos grupos
de mamíferos. La primera exposición se presentó a nales
de noviembre durante la convención anual de AsoVAC. La
mayoría de las siguientes exposiciones fueron planicadas
y montadas en el MBUCV.
LA HISTORIA DE AsoVEM
La primera exposición fue “Marsupiales” y fue presen-
tada en Caracas, en 1989 en la Facultad de Ciencias. Esta
exposición dio pie a la posterior publicación en la serie de
Cuadernos Lagoven (Fig. 8) con el mismo nombre, del cual
soy autor con la colaboración de Pascual Soriano y Daniel
Lew. Al año siguiente presentamos en Cumaná en el Mu-
seo del Mar, el trabajo titulado “Los Mamíferos y el Medio
Figura 7. Reunión de la Asociación Venezolana para el Estudio de los Mamíferos (AsoVEM), Caracas, 2010.
Pérez-Hernández
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Acuático”; en 1991 realizamos la exposición del trabajo
“Los Carnívoros de Venezuela, organizada por Francisco
Bisbal y presentada en Barquisimeto; Finalmente, en 1993
presentamos en Mérida el trabajo titulado “Los Edentata
de Venezuela.
Adicionalmente a las actividades con AsoVEM en el
MBUCV, se prepararon dos exposiciones importantes, la
primera en 1991 bajo el marco de la celebración de los 270
Años de la Universidad Central de Venezuela. La segunda
exposición se realizó al año siguiente, con el montaje de
“Los Mamíferos de Venezuela, presentada por la AsoVEM
en el I Congreso Latinoamericano de Teriología (COLA-
TER), celebrado en la Universidad Simón Bolívar en Sar-
tenejas, Venezuela.
Entre otras actividades realizadas, puedo mencionar mi
participación como miembro del Comité Organizador de
la Asociación de Museos y Colecciones de Zoología de Ve-
nezuela (1990), donde fui elegido Vocal de la Junta Direc-
tiva; adicionalmente en esa reunión presenté la ponencia
“Museo de Biología de la Universidad Central de Venezue-
la (MBUCV)”, celebrada en la Estación Biológica de Ran-
cho Grande, en el Parque Nacional Henri Pittier, Aragua,
Venezuela. Se pretendía realizar este tipo de reuniones de
forma periódica para promover y difundir las actividades
desarrolladas en cada una de las colecciones zoológicas del
país. Sin embargo, esto no fue posible debido a que no se
terminaron de formalizar los estatutos de la Asociación y
se diluyó la constitución formal de la misma.
En el año 1992 fui nombrado director del MBUCV,
cuyo cargo desempeñé hasta mediados del año 2002. En
mayo de ese mismo año, asistí al Simposio Internacional
y Primer Congreso Mundial sobre Preservación y Con-
servación de Colecciones de Historia Natural en Madrid,
España. Aquí, presenté dos carteles, el primero titulado
“Museo de Biología de la Universidad Central de Vene-
zuela (MBUCV)” y el segundo, “El uso de las colecciones
zoológicas en los trabajos biogeográcos: una propuesta.
Además de los carteles, para el primer caso publiqué un ar-
tículo extendido que recopilaba detalles del museo (Pérez-
Hernández 1993). Entre otros trabajos relacionados con el
museo destaca el trabajo realizado con Gregori Colomine
y Gustavo Villarroel, donde se describían las actividades
del museo universitario (Pérez-Hernández et al. 1997).
En el año 2010, fui llamado a participar por dos de mis
compañeras del museo, Carmen Ferreira y Mercedes Sala-
zar, en el homenaje realizado al profesor Juhani Ojasti. En
él narramos las actividades realizadas por este investigador
en el Museo de Biología de la Universidad Central de Vene-
zuela durante su larga vida académica (Salazar et al. 2010).
En estos últimos años, las dicultades para conseguir -
nanciamiento, no sólo en los museos, sino también en las
universidades y otros institutos de investigación, han crecido
aceleradamente. Esto conllevó a que la única salida para sol-
ventar los problemas de mantenimiento e investigación en
los museos, fuese la de introducir proyectos de gran enverga-
dura con fuentes de nanciación externa. De esta forma, en
el año 1993 algunos investigadores del museo presentamos
ante el CONICIT el proyecto: “Sistema de Información
Geográca vinculado a una Base de Datos Zoológica Na-
Figura 8. Portada del Cuaderno Lagoven Marsupiales de Vene-
zuela (arriba) y fotografía del profesor Roger Pérez-Hernández
sosteniendo un ejemplar de Chironectes minimus en su laborato-
rio (abajo).
Memorias de mis años en el MBUCV
97
cional, gracias al cual preparamos y coordinamos las bases
de datos de las colecciones de vertebrados tetrápodos (an-
bios, reptiles, aves y mamíferos) y un atlas con cada uno
de los mapas de distribución de las especies presentes en di-
chas colecciones. Este proyecto que lideré como responsable
principal llegó a feliz término en 1996, siendo de gran ayuda
para consulta de investigadores nacionales e internacionales.
Después de este proyecto solicitamos otros para apoyar co-
lecciones como las del Museo de Historia Natural La Salle y
las del museo de la Estación Biológica de Rancho Grande.
Toda esta iniciativa hizo posible desarrollar una verdadera
Red de Museos en donde se podían consultar las colecciones
catalogadas en dichos museos.
Esos proyectos proveían nanciamiento para la crea-
ción de Bases de Datos con la información de cada colec-
ción, pero continuábamos teniendo otros problemas que
no podían ser nanciados por este tipo de proyectos. Entre
esos problemas destacan el equipamiento para exhibir y
el mantenimiento de las diferentes colecciones. Hacia los
años 90, gracias al Consejo de Desarrollo Cientíco y Hu-
manístico de la UCV (CDCH), fue posible la adquisición
de armarios herméticos para guardar y conservar en ópti-
mas condiciones las colecciones de aves y mamíferos. Es-
tos armarios antiguamente tenían que pedirse en EEUU,
pero fue posible encargar su fabricación a una empresa
en Mérida. Además de los armarios, los investigadores de
Ictiología y Herpetología necesitaban muebles rodantes
para aumentar la capacidad del espacio de las colecciones.
Para llevar a feliz término la nanciación y lograr comprar
estos muebles fue de vital importancia el apoyo recibido
por Gustavo Villarroel, en ese momento Director del IZT.
Siempre he tenido en mente que el trabajo de museo
debe llevar un enfoque educativo que contribuya a la en-
señanza de estudiantes en diferentes niveles y al público
en general. Así, en nuestro empeño compartí la tutoría de
tres tesis de pregrado con la profesora Esmeralda Ramos
de la Escuela de Computación de la Facultad de Ciencias,
UCV. En 1994 los Brs. Luis Rojas y Ana Cristina Villal-
ba desarrollaron un prototipo de sistema experto para la
identicación de los marsupiales de Venezuela y en 1997
el Br. Javier Márquez diseñó un prototipo de sistema ex-
perto para la identicación de los órdenes de mamíferos.
En 1996, junto con el profesor Jhonny Sepúlveda (Escuela
de Computación de la UCV), desarrollamos un soporte
didáctico para la enseñanza de la Biogeografía de Islas, uti-
lizando herramientas de tecnología multimedia. Esta tesis
fue realizada por Gabriela Manzanares para obtener su tí-
tulo de Licenciada en Computación.
REFLEXIONES FINALES
Siempre he pensado que los museos, en general, con-
servan parte de nuestra historia, y en particular el museo
objeto de discusión en este artículo alberga la historia de
la biodiversidad de nuestro país. Sin embargo, este tipo de
herbarios y colecciones zoológicas son vistos por algunas
personas como depósitos de plantas y animales muertos.
La realidad, es que este tipo de museos contienen datos
que describen el momento de captura de cada uno de los
ejemplares que son de valor extremo, e incluyen datos tales
como su ubicación geográca, fecha de captura, así como
otras observaciones importantes de los recolectores. Todos
estos datos forman parte de la historia de la evolución na-
tural de un país. Esta historia, años después nos permite
inferir el mantenimiento o deterioro de ese hábitat, para
determinar si ha ocurrido la intervención de su hábitat por
el humano o por cualquier evento natural que pueda haber
afectado ese ambiente.
En el transcurso de estos recuerdos, he nombrado al-
gunos de mis profesores, que años más tarde fueron mis
colegas en el IZT y en el MBUCV. Sin embargo, quedan
muchos sin mencionar, pero que no por ello fueron menos
importantes. Todos jugaron un papel crucial en mi paso
por la UCV. Sin embargo, me gustaría recordar especial-
mente a mi ex alumno y amigo fallecido recientemente,
Francisco Bisbal, luchador incansable, quien durante años
estuvo a cargo del Museo de la Estación Biológica de Ran-
cho Grande en el Limón (Patrimonio Nacional) en el Es-
tado Aragua. Francisco tuvo a su cargo el cuidado de tan
importante colección de relevancia mundial.
Durante años, cuidé con especial esmero las colecciones
del MBUCV y pensaba ¿qué ocurriría con las colecciones
cuando ya no estuviera a cargo del museo? Años siguientes
a mi jubilación, me permitieron darme cuenta de que mis
colegas, Carmen Ferreira y Mercedes Salazar, se ocuparían
del museo con la misma motivación que tuve durante años.
Motivación que tiene mucho mérito ya que a ellas les ha
tocado lidiar con la difícil situación que atraviesa el país y
en especial las que atraviesan las universidades e institutos
de investigación. Deseo que podamos continuar mante-
niendo nuestros museos y que podamos celebrar los 300
años de nuestra universidad.
Para nalizar quiero agradecer a mis amigos: Amelia
Hernández Muiño, Jafet Nassar Hernández y Beatriz Ote-
ro Calviño por sus contribuciones y comentarios a este ma-
nuscrito. Todos ellos saben que escribir estas líneas me ha
ilusionado y me ha recordado mi paso por el Museo.
Pérez-Hernández
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