Recensión: Butterflies & other insects. My enduring impressions 157
colecciones privadas de plantas y animales, gabinetes de curiosida-
des, que en muchos casos pasaron a formar el núcleo de los museos
más emblemáticos de nuestro tiempo.
El libro de Ackery ilustra muy bien cuáles fueron las motiva-
ciones de los hombres que estructuraron la ciencia de la lepidopte-
rología y formaron una parte de la sociedad del conocimiento desde
la época en que el coleccionismo parecía mera ociosidad. ¿Cuántos
sabíamos que la búsqueda y cacería de mariposas se profesionalizó
durante la expansión colonial de países como Gran Bretaña y Fran-
cia?, que los grandes pensadores que en su madurez aportaron las
ideas básicas sobre las que gravita la biología moderna (p. ej., Hum-
boldt, Wallace, Darwin, Bates, Müller) fueron en su juventud caza-
dores profesionales de mariposas y de muchos otros organismos;
proveedores de los gabinetes privados y museos reales de Europa.
Que la pasión por las mariposas y su colorida diversidad hizo céle-
bres a unos cuantos personajes, consumió fortunas, arruinó fami-
lias, condujo a juicios ridículos, pero también hizo infames a falsi-
ficadores, cleptómanos y despiadados comerciantes. Phillip Ackery
habla categóricamente de la obra de sus predecesores en la institu-
ción museística. Con gracioso respeto evoca anécdotas de curadores
y conversaciones o epístolas entre entomólogos; dicta una cátedra
erudita sobre los obsesos pioneros de la taxonomía de mariposas en
Suecia, Holanda, Francia, Norteamérica y más aún sobre una va-
riedad asombrosa entre sus compatriotas británicos inmersos como
locos en el asunto de las mariposas: coleccionistas, filántropos, ex-
ploradores, militares entusiastas, naturalistas, taxónomos, pintores,
millonarios excéntricos, y científicos profesionales. Desfilan por
igual Sir Hans Sloane, Sir Joseph Banks patriarcas fundadores del
Museo Británico, William Jones of Chelsea o William Chapman
Hewitson cada cual más perfeccionista en la ejecución de aguadas
y acuarelas de preciosas mariposas exóticas copiadas con fidedigna
exquisitez. El Barón Rothschild quien invirtió la fortuna de su fami-
lia de banqueros en formar una de las colecciones de mariposas más
grandes de la historia, pagando los servicios perennes de un ento-
mólogo profesional (Karl Jordan) para su estudio, o el mítico mon-
tañista y explorador George Mallory, fatalmente desaparecido entre
los glaciares del Everest y alguna vez vagamente ligado a la misión
de recolectar mariposas en los Himalaya. Ackery habla del arte, de
superestrellas de su tiempo como Maria Sybilla Merian (Metamor-