ANARTIA, 26 (“2014” 2016): 9 - 28
ISSN: 1315-642X
Conservación del jaguar
(Panthera onca L.) en Venezuela:
necesidad del diálogo de saberes y la
participación social
Hugo Cerda1*, Rafael Carreño2,3, Ángel L. Viloria2
y Włodzimierz Jędrzejewski2
1 Universidad Estatal Amazónica, Vía Napo km 2½ Paso Lateral S/N Puyo,
Pastaza, Ecuador. Dirección actual: Facultad de Recursos Naturales,
Escuela Superior Politécnica de Chimborazo, Panamericana Sur, km 1½,
Riobamba, Chimborazo, Ecuador.
2Centro de Ecología, Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC),
Apartado Postal 20632, Caracas 1020-A, Venezuela.
3Sociedad Venezolana de Etnobiología y Etnoecología. Caracas 1020-A, Venezuela.
*Autor para correspondencia: hugocerda04@gmail.com
“Si no es la proximidad del salvaje lo que inquieta al hombre del campo,
es el temor de un tigre que lo acecha, de una víbora que puede pisar”
Domingo F. Sarmiento
(Civilización i Barbarie. Vida de Juan Facundo Qiroga.
Aspecto físico, costumbres, i ábitos de la República Argentina. 1845)
EL CAMBIO EPISTÉMICO EN LA DISCIPLINA DE
LA CONSERVACIÓN BIOLÓGICA Y EL DIÁLOGO
DE SABERES
Desde los años sesenta y setenta se ha enfatizado progresiva-
mente la inter, la trans y la metadisciplinariedad, en las cuales dis-
tintas disciplinas están relacionadas unas con otras y se alcanzan
niveles de comprensión que transcienden a las disciplinas individua-
les. Además las teorías de sistemas de L. von Bertalanffy y la teoría
de la complejidad (Weckowicz 1989, Andrade 2007) han planteado
Cerda et al.
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metodologías y marcos conceptuales para articular un conocimien-
to fraccionado del mundo (Martínez 1996, Leff 2007).
El Paradigma de la Complejidad aglutina a científicos de diversos
campos de conocimiento que proponen la conveniencia de adop-
tar nuevos modelos teóricos, metodológicos y, por ende, una nueva
epistemología que permita a la comunidad científica elaborar teo-
rías más ajustadas de la realidad dinámica, heterogénea y compleja.
El Paradigma de la Complejidad posibilita, al mismo tiempo, dise-
ñar y poner en prácticas modelos de intervención –social, sanita-
ria, educativa, política, económica, ambiental, cultural, entre otras.
También postula la necesidad de organizar el conocimiento científi-
co desde la transdisciplinariedad.
De acuerdo con Edgar Morin (2001), la proyección transdis-
ciplinaria de las ciencias persigue como objetivo «no un sector o
parcela sino un sistema complejo que forma un todo organizador
donde opera el restablecimiento de conjuntos constituidos a par-
tir de interacciones, retroacciones, interretroacciones y constituyen
complejos que se organizan de por sí». La transdisciplinariedad es
complementaria al enfoque disciplinario; hace emerger de la con-
frontación de las disciplinas nuevos datos que las articulan entre sí,
y nos ofrece una nueva visión de la naturaleza y de la realidad. La
transdisciplinariedad no busca el dominio de muchas disciplinas,
sino la apertura de todas las disciplinas a aquellos que las atraviesan
y las trascienden (Nicolescu 2002, 2005)
La nueva epistemología es pertinente ante la alarmante pér-
dida de la biodiversidad, sus múltiples causas humanas, los proble-
mas asociados con estas pérdidas y la necesidad de sensibilizar a la
sociedad acerca de este asunto (Primack et al. 2001). En la década
de 1990, se planteó que para alcanzar los objetivos de conservación
se requería una mayor integración entre científicos medioambienta-
les y la sociedad (Pandey y Wells 1997, Rozzi y Feinsinger 2001).
Además, en ese periodo las sociedades ecológicas y los ecologistas
abogaron por la vinculación de los científicos con los políticos y
administradores, que tomaban las decisiones sobre medio ambiente
y con los educadores que enseñaban a los niños (Lubchenco et al.
1991, Vitousek 1994).
La Iniciativa de una Biosfera Sostenible propuesta por la So-
ciedad de Ecología de los Estados Unidos de Norteamérica (The
Conservación del Jaguar en Venezuela 11
Ecological Society of America’s Sustainable Biosphere Initiative,
ESA-SBI), buscaba promover la adquisición, divulgación y utiliza-
ción del conocimiento ecológico para asegurar la sustentabilidad
de la biosfera, a través de la integración de la comunidad científica
con los actores que toman decisiones para conseguir la sustentabi-
lidad de la biosfera. Uno de los principios subyacentes en este pro-
yecto es que la investigación básica es el fundamento sobre el cual
deben descansar las decisiones ambientales informadas: mientras
mayores sean las necesidades postuladas, más importante será la
investigación básica. La ISBI reconoce que la investigación básica,
realizada a través de la curiosidad intelectual de científicos indivi-
duales, debe suministrar la información de la cual van a depender
las decisiones ambientales adecuadas. El saber generado por tales
estudios deberá incorporarse a las políticas sobre recursos naturales
y su manejo (Huntley et al. 1991, Rozzi et al. 1998, 2000). Adicio-
nalmente, en los años 1990, se realizaron importantes reuniones
internacionales de las que surgieron convenios y compromisos de
carácter vinculante para todos los gobiernos firmantes. Por ejem-
plo, la Declaración de Río de Janeiro sobre Medio Ambiente y De-
sarrollo (ONU 1992a), el Convenio sobre la Diversidad Biológica
(ONU 1992b), el Programa 21, también conocido como Agenda
21 (ONU 1992c), el Protocolo de Kioto [sobre el Cambio Climáti-
co] (ONU 1998) y más recientemente el Plan de Implementación
y la Declaración de Johannesburgo [sobre Desarrollo Sostenible]
(ONU 2002) así como numerosas otras de seguimiento a las mis-
mas, han promovido la cooperación entre los políticos y los cientí-
ficos y la toma de decisiones políticas basadas en el conocimiento
científico (Fowler 1977, Barrera 1979, Hernández 1982, Balmford
et al. 2005).
A su vez las disciplinas de la etnología, la antropología, la
antropología médica, la etnoecología, la agroecología, la sociolo-
gía y la filosofía plantearon la necesidad de la interrelación entre
sistemas de conocimiento diferentes, reconociendo como saber al
conocimiento popular, la ciencia del pueblo, los sistemas de saberes in-
dígenas, tradicionales y populares (Fals Borda 1988, Hviding 2003),
el conocimiento ecológico tradicional (o Traditional Ecological Knowled-
ge, TEK, en inglés) y el conocimiento ambiental (Kimmerer 2002,
Bethel et al. 2011, Taita et al. 2012). El Consejo Internacional para
la Ciencia (CIC o ICS por sus siglas en inglés) es quizá la más alta
Cerda et al.
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autoridad científica multilateral en el mundo. En su Declaración
sobre la ciencia y el uso del saber científico” (ICSU-UNESCO
1999), elaborada durante la Conferencia Mundial sobre la Cien-
cia, organizada por la UNESCO en 1999, en colaboración con el
ICSU, recomendó considerar los sistemas tradicionales y locales
de conocimiento como expresiones dinámicas de la percepción y
la comprensión del mundo, ya que pueden aportar, y lo han hecho
en el curso de la historia, una valiosa contribución a la ciencia y la
tecnología, siendo necesario preservar, proteger, investigar y pro-
mover ese patrimonio cultural y ese saber (ICSU-UNESCO, 1999:
consideración 26). La “Declaración de Budapest”, como también
se conoce a este documento, llamó además a la acción en diversos
frentes. Por ejemplo, a) tener en cuenta el saber, las fuentes y los
productos tradicionales y promover el diálogo de saberes y, b) im-
pulsar los procesos de intercambio entre la comunidad científica
y los poseedores de los saberes tradicionales (Nakashima 2007,
Nakashima y Nilsson 2006).
En 2005 se publica la “Evaluación de Ecosistemas del Mi-
lenio” (Sarukhán y Whyte 2005), la cual ofrece una síntesis que
analiza el estado actual de los ecosistemas en la Tierra e incluye
resúmenes y directrices para la toma de decisiones. Se concluye,
que la actividad humana está teniendo un impacto importantísimo
y creciente sobre la diversidad biótica de los ecosistemas del mun-
do (Powledge 2006).
A partir del nuevo milenio existe un consenso general entre
los ecólogos y en especial entre los ecólogos de la conservación so-
bre su obligación como científicos de: (1) tener participación social
(Bradshaw y Beckoff 2000, 2001); (2) realizar investigación dentro
de enfoques transdisciplinarios e interdisciplinarios que integren
los factores humanos y biológicos (Berkes y Folke 1998, Berkes
et al. 2003); (3) ejercer la ciencia con un enfoque local, caso por
caso, en donde las estrategias y agendas producidas a nivel local,
implementadas por instituciones e individuos locales fuertes, sean
la clave para alcanzar el éxito (Primack et al. 2001, Hviding 2003,
Armitage et al. 2009) y (4) obedecer al deber ético de contribuir,
defender, promover el cumplimiento de los acuerdos internaciona-
les sobre la diversidad biótica y la protección del medio ambiente
(Sarukhán y Whyte 2005).
Conservación del Jaguar en Venezuela 13
DESAFÍOS PARA LA PARTICIPACIÓN SOCIAL
EN ESTUDIOS DE CONSERVACIÓN BIOLÓGICA
A pesar de estos acuerdos y constantes llamadas de atención,
aún existen desafíos importantes para que los biólogos y otros profe-
sionales de la conservación puedan desarrollar un trabajo efectivo en
el contexto social. Estos desafíos incluyen en primer lugar involucrar
conceptos y metodologías que aún están en proceso de desarrollo
para abordar la integración del conocimiento de las funciones eco-
lógicas con las dimensiones sociales a nivel local, regional y global
(Holling 2004, Jax y Rozzi 2004); en segundo lugar desarrollar y
enriquecer la biología de la conservación y la ecología también en
otros ámbitos que las hagan más comprensibles a los no especialistas
(Noss 1999) y difíciles de evaluar por su conexión societal o ambien-
tal (Coura y Willcox 2003, Petersen et al. 2010); y en tercer lugar pro-
pender a que los planes de estudios y currícula, en particular los de la
educación formal infantil, introduzcan la innovación necesaria para
acometer transformaciones sociales, lo cual todavía no se ha logrado
(Clark 2001). En este contexto, muy pocos estudios han demostrado
que el “Diálogo de Saberes” se haya incorporado real y efectivamen-
te en la ecología de la conservación (Heemskerk et al. 2003).
VENEZUELA, EL DIÁLOGO DE SABERES Y LA
CONSERVACIÓN DE LAS ESPECIES
En Venezuela han existido recientemente varios grupos de ecó-
logos y biólogos de la conservación altamente motivados a resolver
los problemas ambientales que tenemos y aumentar la colaboración
entre la ciencia y la sociedad venezolana. Esta situación se ha visto
históricamente favorecida en primer lugar, por la naturaleza solida-
ria de las poblaciones rurales e indígenas en Venezuela que brindan
apoyo a los proyectos de investigación ecológica y de conservación,
son proclives al aprendizaje directo de la naturaleza y están muy
motivadas a recibir de fuentes externas, otras nociones de educación
ambiental distintas a las que proveen sus propias experiencias.
En segundo lugar, la educación conservacionista, hoy en día
educación ambiental, en Venezuela, tuvo su origen al final del si-
glo XVIII, con la brevísima influencia de la pedagogía social, del
pensamiento continental y de la originalidad latinoamericana pro-
Cerda et al.
14 ANARTIA, 26 (“2014” 2016): 9 - 28
puesta por Simón Rodríguez, maestro del Libertador Simón Bolívar
y de otros personajes vinculados al movimiento civil que gestó la
independencia de Venezuela, permitiendo caracterizar la identidad
nacional y la cultura latinoamericana.
La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela
propone garantizar un ambiente sano, seguro y ecológicamente
equilibrado, sin embargo, en los últimos años esta premisa legal no
ha podido frenar la intensa destrucción del ambiente en el país.
LA CONSERVACIÓN DEL TIGRE O JAGUAR
(Panthera onca, Linnaeus)
El tigre, jaguar o yaguar (Panthera onca L.), gran felino endé-
mico de América tropical y emblemático para muchas de sus cul-
turas originarias, también es relativamente bien conocido desde el
punto de vista de la ciencia occidental, por ello es apropiado para
la práctica del diálogo de saberes en el contexto de la biología de la
conservación. En Venezuela, la tendencia práctica predominante
ha sido la de considerar solamente trabajos académicos de inves-
tigación científica como insumos para la elaboración de planes y
proyectos para su conservación, obviando manifestaciones cultu-
rales menos formales que pueden servir para reorientar elementos
ancestrales de su conocimiento que subyacen en la sociedad vene-
zolana. Por ejemplo, la revisión de la historia anecdótica, la ora-
lidad cotidiana y la toponimia en la geografía nacional permitiría
identificar conocimientos provenientes de la experiencia humana
que son potencialmente útiles para la educación ambiental (Carre-
ño 2015a, 2015b).
El jaguar es un mamífero carnívoro, depredador tope, que
ha sido considerado como una especie paraguas (Isasi Catalá 2011).
También puede ser considerado una especie bandera en Venezuela,
porque posee un gran valor simbólico, espiritual y sagrado, para los
diversos grupos socioculturales venezolanos (Hoogesteijn y Mon-
dolfi 1992). El jaguar es capaz de atraer la atención pública nacional
y ser un factor de motivación para la conservación de los ecosiste-
mas donde habita (Jędrzejewski et al. 2011). Otro uso de las especies
paraguas como el jaguar es que pueden servir de modelo para el
establecimiento de corredores ecológicos que interconectan áreas
naturales relativamente aisladas (Roberger y Angelstam 2004).
Conservación del Jaguar en Venezuela 15
La distribución del jaguar en Suramérica y América Central
se ha reducido en aproximadamente un 50% durante el siglo XX
(Swank y Teer 1989, Sanderson et al. 2002). Entre los años 1950 a
1970, se llevó a cabo una intensa matanza de jaguares debido a la
moda de usar pieles de felinos manchados como vestido en América
del Norte y Europa (Gieteling 1972, Fitzgerald 1989, Ruíz-García
et al. 2006, Payán y Trujillo 2006). En consecuencia las poblacio-
nes del jaguar disminuyeron sustancialmente en varios partes de la
región neotropical. A pesar de una prohibición internacional sobre
el comercio de pieles la disminución de la población de jaguar no
se detuvo y todavía continúa. Esa persistente disminución de pobla-
ciones de jaguares se ha atribuido a tres principales impactos antro-
pogénicos: (1) la deforestación, (2) el desarrollo de la ganadería, y
(3) la cacería ilegal de jaguares (“tigres”) bien como presa comercial
o como presa de subsistencia (Quigley y Crawshaw 1992, Nowell y
Jackson 1996, Zeller 2007). No obstante, dos estudios muy recientes
plantean que además de ello, en Venezuela la cacería en retaliación
por la depredación de ganado es el factor que provoca más rápida-
mente la extinción local del jaguar (Jędrzejewski et al. en prensa a, b).
Hasta los años 1950 el jaguar se distribuía en la mayor par-
te del territorio venezolano a excepción de las partes altas de los
Andes y zonas más secas del país (Giacopini Zárraga 1992). Sin
embargo, durante los últimos 75 años, la especie ha sido extirpada
de un 27% de su territorio natural, debido a los tres impactos antró-
picos ya mencionados. Actualmente los jaguares se encuentran en
aproximadamente en 65% del territorio venezolano (Jędrzejewski et
al. datos no publicados). La deforestación es el problema más grave
para los jaguares en Venezuela. Hace cincuenta-sesenta años, los
bosques cubrían 76 millones de hectáreas (84% del territorio del
país), actualmente en Venezuela han quedado aproximadamente 47
millones de hectáreas de bosques (51% de su territorio). En prome-
dio, anualmente se reduce el 0,6% de los bosques venezolanos. Las
deforestaciones más graves, con fines de desarrollo de agricultura y
ganadería, ocurrieron en Venezuela entre los años 1960-1995. Se es-
tima que el área total deforestada en este periodo fue de 24 millones
de hectáreas. Las deforestaciones más intensas ocurrieron al norte
de Orinoco, donde el 69% del bosque fue destruido.
Aunque, también se han verificado reforestaciones en las zo-
nas abandonadas, la pérdida total o depauperización de los hábitats
Cerda et al.
16 ANARTIA, 26 (“2014” 2016): 9 - 28
de jaguares al norte de Orinoco, especialmente en los Llanos occi-
dentales y en el sur del Lago de Maracaibo, fue muy grande en esta
época (Pacheco Angulo et al. 2011, datos no publicados del Centro
de Ecología IVIC-http://www.ivic.gob.ve/ecologia/restecologica/
?mod=desforestacion.php).
Actualmente, al norte del río Orinoco, los bosques cubren sólo
el 20% del territorio. En los últimos años se observa de nuevo un
aumento de la tasa de deforestación. Las mayores deforestaciones
ocurren en la Sierra de Imataca, la Sierra de Perijá, y los Llanos oc-
cidentales, especialmente en los estados Barinas y Portuguesa, pero
también en Falcón y en varias otras partes del país (Centro de Eco-
logía IVIC, datos no publicados). La crisis económica exacerba el
avance de este proceso. Las recientes decisiones políticas guberna-
mentales de promover a gran escala varios renglones de explotación
minera, amenazan con intensificar la destrucción de los bosques
naturales. Desafortunadamente los nuevos proyectos mineros vene-
zolanos incluyen en gran medida el territorio de los estados Bolívar
y Amazonas, así como varias zonas ya legalmente protegidas al nor-
te del Orinoco.
El desarrollo de la ganadería es también una amenaza muy
importante. Actualmente en Venezuela, hay aproximadamente 5
millones de cabezas de ganado. El área total donde se encuentra
cualquier tipo de ganado cubre entre 30 y 40% del territorio del
país.
Para los jaguares, eso significa primero cambios de sus hábitats
naturales, como ya se ha mencionado. Por otra parte, los jaguares
que atacan al ganado, son eliminados muy rápidamente, aunque
la pérdida de ingresos causada por esta depredación usualmente
no es grande. No obstante, en la mayoría de los hatos y fincas los
ganaderos matan jaguares después de los primeros ataques o sólo
al advertir sus huellas. El exterminio de jaguares es especialmente
fuerte en años de sequía, cuando los jaguares comen vacas ya mori-
bundas por hambre o atrapadas en el barro de los cuerpos de agua
que están secándose. Con la progresiva deforestación dentro de las
fincas, los jaguares tienen menos presas naturales y atacan más el
ganado. En respuesta, los ganaderos matan jaguares, usando perros,
trampas, veneno, o esperándolos cerca de las presas. Ese mecanis-
mo causa una disminución rápida y mantiene a raya las poblaciones
Conservación del Jaguar en Venezuela 17
de jaguares en todas las zonas ganaderas (Hoogesteijn et al. 2002,
Jędrzejewski et al. en prensa b). Las últimas causas de disminución
de los jaguares son la caza comercial y de subsistencia.
Matar los jaguares es comúnmente aceptado en la sociedad
rural venezolana, sobre todo por el miedo, la superstición que
causan estos animales y por la depredación que hacen del ganado
(Jędrzejewski et al. 2001, en prensa b). Además, la caza de jaguares
es considerada como una fuente adicional de dinero para mantener
a las familias (Jędrzejewski et al. 2011). La cacería por sus pieles y
otros productos (cráneos, colmillos, y grasa) y el comercio de estos
fue recientemente confirmado en diversas regiones de Venezuela (p.
ej., regiones de Imataca y Caura, Delta Amacuro, Amazonas, re-
giones de los Llanos, piedemonte andino y Perijá) (Jędrzejewski et
al. 2011, en prensa b). Pero, en la mayoría de los casos, la caza de
jaguares es accidental. Los cazadores, cuando van a cazar carne de
consumo (venados o lapas) y se encuentran con un jaguar, dispa-
ran y lo matan. El daño de ese tipo de cacería a las poblaciones de
jaguares es mayor en zonas más pobladas, porque el número de ca-
zadores está correlacionado con la densidad humana. Cuando hay
más gente, hay más cazadores y más casos de muerte de tigres. Así
mismo, el impacto de la cacería es mayor en las zonas secas y me-
nos productivas, porque en estas zonas hay menos presas naturales
y la reproducción del tigre es más lenta (Jędrzejewski et al. 2011, en
prensa b).
Para detener la extirpación de los jaguares en varias partes de
Venezuela es perentorio buscar soluciones complejas, que impidan
principalmente estos tres tipos de impacto humano. Tenemos que
recordar, que todo lo que ayuda a los tigres, ayuda también a la con-
servación general de la naturaleza, ya que el jaguar está en la cima
de la pirámide trófica. Lo más importante es detener la deforesta-
ción, pero también se debe garantizar a los jaguares suficiente área
natural sin actividades de cacería y ganadería.
La protección legal de un área puede frenar su deforestación y
disminuir el impacto de la cacería. En zonas protegidas (incluso en
zonas sólo parcialmente protegidas) las densidades poblacionales y
la tasa de reproducción de los jaguares son más altas que en otros
sectores alrededor. Por ejemplo, en el Hato Piñero la protección del
50% del área de bosques y la prohibición completa de la cacería han
Cerda et al.
18 ANARTIA, 26 (“2014” 2016): 9 - 28
resultado en que la población local de jaguares tiene una densidad
de 4,4 individuos por cada 100 km2, lo cual denota muy buenas con-
diciones para esta población (Jędrzejewski et al. en prensa c). Los
parques nacionales pueden ser aún más eficientes en conservación.
La práctica de la conservación muestra que los parques nacionales
protegen la naturaleza mucho mejor que cualquier otro tipo de áreas
protegidas. Los parques nacionales también pueden servir de herra-
mienta importante para el desarrollo de la educación ambiental y
por eso pueden tener un efecto positivo en la conservación de la na-
turaleza no sólo dentro de sus linderos, sino también en territorios
aledaños. Algunas tendencias pregonan que los parques nacionales
pueden ser un motor de desarrollo de la economía local en zonas
rurales. En el entendido de que estos funcionen bien, pueden atraer
la afluencia de turistas, quienes visitan los lugares acondicionados
para recibirlos para observar el paisaje, la flora y la fauna, recrearse
y aprender sobre la naturaleza. Ese proceso requiere una oferta mí-
nima de servicios, como transporte, guiatura, alojamiento temporal,
alimentación, consumo de bienes autóctonos, intercambio con ar-
tesanos nativos, etc., lo cual fomenta el desarrollo de la economía
local. También el turismo supondría un intercambio intelectual que
enriquecería la educación de los niños y jóvenes en comunidades
alrededor de los parques.
Muchas de las áreas más importantes para la conservación de
los tigres en Venezuela no están cubiertas por ningún parque na-
cional, o en los casos que los hay su extensión es muy pequeña. Es
necesario considerar a fondo el desarrollo de una nueva red, más
compleja, de parques nacionales en Venezuela. Urge por ejemplo,
crear nuevos parques nacionales en Cojedes y Barinas; en Bolívar en
la región de la Sierra de Imataca; en Delta Amacuro, Monagas y en
varias otras partes del país.
Sin embargo, el buen funcionamiento de los parques naciona-
les requiere óptima cooperación entre sus guardaparques, personal
dedicado a la educación ambiental y los ecólogos científicos. Tal si-
nergia procuraría ante todo impactos educativos en las poblaciones
alrededor de los parques.
Junto con el desarrollo y mejora de la red de parques nacio-
nales u otras áreas protegidas es dable implementar y mantener
una red de corredores ecológicos que puedan unir todas las zonas
Conservación del Jaguar en Venezuela 19
importantes para la conservación de los tigres y asegurar el flujo
genético entre sus poblaciones. Por otra parte, la legislación vigente
requiere reformas en su implementación para detener la deforesta-
ción en general y promover la reforestación. También se debe procu-
rar soluciones para apoyar la conservación de la naturaleza dentro
de hatos ganaderos. Eso podría incluir herramientas económicas,
como la reducción de impuestos para los hatos en los que se proteja
la naturaleza y tengan áreas reservadas donde resguardar jaguares
u otras especies bandera. Por encima de todo, deben prevalecer pro-
gramas permanentes de concientización y educación ambiental a
escala nacional. Es probable que tales propuestas necesiten refor-
mas de ciertas leyes, pero también la inclusión definitiva de las co-
munidades locales en el proceso de conservación. En eso la colabo-
ración entre el pueblo y quienes practican la ciencia ecológica puede
ayudar mucho.
LA PARTICIPACIÓN SOCIAL Y EL DIÁLOGO
DE SABERES
La sensibilización social, cultural y ecológico-humana de las
comunidades participantes en proyectos de investigación científica
acerca de la conservación de las especies se establece propiciando
condiciones para un diálogo directo entre los investigadores cien-
tíficos que producen parte del saber y el saber ya disponible de esa
“otredad” que cohabita o convive con el jaguar en sus espacios de
distribución natural. Para esto se requiere escribir, publicar y dis-
tribuir textos ilustrados sencillos de enseñanza formal y sensibili-
zación, dirigidos a los actores locales como inductores del diálogo
de saberes; asumir, entre quienes conforman los grupos de investi-
gación, actitudes de apertura al recibimiento del conocimiento au-
tóctono tradicional y no académico. Deben ensayarse también otros
procedimientos que favorezcan la comunicación entre científicos y
estudiantes participantes en trabajos de campo, con los habitantes
del medio rural vecino a las áreas de presencia de jaguares, como
por ejemplo, fomentar conversatorios espontáneos o planificados
individuales o colectivos, actividades de recreación grupal (en parti-
cular con niños) y acompañamiento a locales en actividades de tra-
dición cultural asociada con el jaguar, fomentando a través de todas
las vías de comunicación posible, el diálogo de saberes.
Cerda et al.
20 ANARTIA, 26 (“2014” 2016): 9 - 28
Por lo arriba expuesto, sería prácticamente imposible aplicar
cualquier estrategia o plan de acción para la conservación del jaguar
en Venezuela sin el desarrollo en paralelo de programas educativos
no formales (en diálogo de saberes sensu Simón Rodríguez [1828] y
Paulo Freire 1989, 1990, 2002) dirigidos a la sociedad que convive
con el jaguar.
Tampoco sería posible detener la matanza indiscriminada por
miedo a los jaguares, el comercio de sus pieles y otras partes mencio-
nadas anteriormente. Así como tampoco sería posible para el Sistema
Nacional de Áreas Protegidas cumplir sus objetivos, si la educación
y la sensibilización general en el campo de la ecología y la conserva-
ción de la naturaleza no llega a constituirse en un objetivo al que se le
otorgue el mismo grado de importancia que a la generación de infor-
mación científica para ser publicada en artículos académicos.
Por otra parte, la represión y el castigo a la cacería son muy
difíciles en la práctica. La persecución de los cazadores puede lle-
gar a convertirse en una herramienta de extorsión burocrática y
corrupción sin ningún efecto real sobre la conservación del jaguar
(Jędrzejewski et al. 2011). Una gran parte de los cazadores siempre
permanecerán fuera de control, especialmente en las zonas rurales
y en hatos privados.
Por las razones expuestas, con el fin de conservar las pobla-
ciones de jaguar con eficacia y poder aplicar la información cien-
tífica generada, las actividades de investigación deben ir asociadas
de manera sinérgica con programas de educación, sensibilización
comunicación y transformación social (en el sentido de Lanz 2006,
2009) basados en el diálogo de saberes.
Hay muchos buenos ejemplos en los cuales el diálogo de sabe-
res está contribuyendo a la conservación de las especies. Más de cien
ejemplos se pueden encontrar en “The EcoTipping Points Project”
(http://www.ecoinflexiones.org/index.html; http://www.ecotipping
points.org/). En un artículo reciente, De Angelo et al. (2011) descri-
ben el establecimiento de una red de participación de voluntarios de
Argentina, Brasil y Paraguay para conservar los jaguares del Bosque
Atlántico del Alto Paraná. Otro artículo por Taita et al. (2012) des-
cribe cómo en algunos ecosistemas de Loboi (Kenya) se han integra-
do las prácticas locales de conocimiento de la naturaleza a la gestión
ecológica. La perspectiva planteada en el presente ensayo no es una
Conservación del Jaguar en Venezuela 21
utopía, sino una reflexión sobre la implantación en Venezuela de
una práctica actual que representa una de las formas más progresis-
tas del pensamiento conservacionista contemporáneo.
CONCLUSIÓN
Estamos obligados a buscar fórmulas de comunicación y en-
tendimiento entre quienes ejercen la actividad científica y los res-
tantes sectores de la comunidad en pro de la transformación de la
sociedad, desde lo local, hacia un estadio en que ésta pueda coexis-
tir en un espacio común con el resto de los seres vivientes en ar-
monía ecológica. Revertir la tendencia a la declinación poblacional
y evitar la extinción de las especies, particularmente del jaguar, es
posible a través de la generación y enseñanza del conocimiento y su
aplicación de manera que garantice los medios de vida y sustento
de la gente pero al mismo tiempo fomente la conservación de la na-
turaleza. Sólo de esta forma, la conservación del jaguar llega a tener
sentido para las comunidades locales.
Durante las últimas décadas el Estado venezolano ha pro-
pugnado algunos cambios en su constitución y leyes. Sin embargo,
otros cambios más profundos para mejorar la conservación, como
los mencionados arriba, son todavía muy necesarios. Lamentable-
mente se ha frenado la integración de conocimiento académico y
no-académico, necesarios para impulsar la transformación social
necesaria para la conservación de las especies biológicas, entre ellas
algunas emblemáticas como el jaguar. Esto, a pesar del programa
más amplio que procura proteger no sólo a este felino sino la total
diversidad biológica que alberga el territorio venezolano. El estado
ha dado muestras de compromiso a través de la firma de diversos
tratados internacionales, por ejemplo, la Convención sobre la Di-
versidad Biológica (2010). No obstante, un asunto tan relevante y
de complejidad ecosocial no puede ser resuelto por el gobierno, el
pueblo o la academia solamente. El problema de la conservación
de las especies y los ecosistemas sólo puede resolverse a través de
un diálogo de saberes entre todos los sectores sociales involucra-
dos. Sino adoptamos este giro epistemológico y su aproximación
metodológica, lamentaremos la continuidad de la masacre de los
jaguares y de toda la fauna venezolana.
Cerda et al.
22 ANARTIA, 26 (“2014” 2016): 9 - 28
AGRADECIMIENTOS
Este ensayo se hizo posible gracias al apoyo de los recursos de
la Biblioteca “Marcel Roche” del Instituto Venezolano de Investiga-
ciones Científicas (IVIC). Agradecemos especialmente a M. Abarca
y E. Zent (IVIC) por el aporte de algunas ideas aquí presentes. Hugo
Cerda expresa su especial agradecimiento a A. Carolin Ledezma
por su apoyo intelectual y personal.
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