
Miguel Ángel Campos
24 ANARTIA, 27 (“2015” 2018): 23 - 26
colegas, y es la precisa acepción, en el servicio y tareas de la biblio-
teca, ambos estudiantes, él de la Licenciatura de Biología, yo de la
Escuela de Sociología.
Aquella era una biblioteca bien dotada, sus suscripciones he-
merográficas estaban junto a las más nutridas de los mejores cen-
tros del país (UCV, IVIC). Su horario corrido y hasta las ocho de la
noche la convertía en un lugar ya no de consulta y estudio sino de
fecunda conversación y permanencia, los estudiantes podían bajar
en cualquier momento y disponer de sus recursos como si abrie-
ran una puerta contigua del salón de clases o el laboratorio. Ha-
rold ensamblaba sus tareas escolares con las responsabilidades de
trabajo, al igual que yo, mediante cómodos ajustes de horario que
tenían siempre en Lesbia Márquez, la directora, una comprensiva
aprobación. Siempre en las tardes, y hacia las cuatro, había como
un tácito acuerdo, sin suspender el servicio, un grupo reducido nos
dábamos a examinar asuntos fuera de urgencia: literatura, naturalis-
mo, misticismo, música, realidades paralelas, resonancias mórficas
sheldrekianas. A propósito de este autor, Rupert Sheldrake, emble-
ma del revisionismo, los actuales editores de Anartia mantienen una
fecunda relación con Janis Roze (a quien han visitado en Nueva
York), cuya amistad con aquel se afirma más allá de la comunidad
de ideas e intereses profesionales.
Puede entenderse esto porque se trataba de estudiantes con
afecto por la ilustración, formados en lecturas de hogar, y en buena
medida gente que no estaba en conflicto con la soledad. En esos mi-
nutos de heterodoxia algunos aprovechaban para fumar un cigarri-
to, el cónclave finalizaba con la llegada de los pastelitos de Juan, los
mejores de toda la comarca, así, dispuestos y repuestos, la jornada
estaba salvada. Hoy recuerdo aquellos nombres y veo cuan repre-
sentativo puede ser el azar: Ángel Viloria, Orlando Ferrer (Paleta),
José Ramón Jatem, Orlando Pomares, Santander Cabrera, Carlos
Durante, Gabriel Torres, Humberto Soscún (†), el propio Harold…
Era un clima de intercambio que daba a la actividad universitaria
de pensum y semestres otro sentido de arraigo, se trataba de una
comunidad, atada en cercanía e intereses donde se mezclaba lo aca-
démico con la familiaridad de la vida personal. Clara orientación
del horizonte de investigación (objetos reales y una dedicación a la
identificación y descripción) y un entusiasmo intelectual que daba a
las tareas una relevancia ajena a la tecnocracia, eran la nota del día.